Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
Por muy alto rango que pueda tener el individuo en cuestión, o cuanto más «completos» sean los poderes que pudieran confiársele dentro del proceso de transición política en Siria, el Presidente sirio Bashar al-Asad seguirá siendo, en opinión de Rusia, presidente con todos los poderes como «presidente en tiempo de guerra». Esto podría ser motivo de desacuerdo o entendimiento en la relación entre EEUU y Rusia que están manejando el Secretario de Estado de EEUU, John Kerry, y el Ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergey Lavrov, en la esperanza de allanar el camino para que la cumbre que va a celebrarse en junio entre sus dos Presidentes, Barack Obama y Vladimir Putin, pueda tener éxito.
Se están centrando en la celebración de una conferencia internacional que se ha convertido en una prioridad de la máxima importancia, sobre todo para Rusia. Moscú quiere terminantemente que Irán tenga un sitio en la mesa de Ginebra II, una conferencia internacional que incluirá a Arabia Saudí y otras potencias regionales junto con los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU. Pero Moscú insiste igualmente en excluir a Qatar de la cuestión de Siria, como consecuencia de la profunda enemistad entre ellos debido a su enfrentamiento por la cuestión del gas natural y por el ascenso al poder de los islamistas de la Hermandad Musulmana.
Se dice que la diplomacia rusa está actuando en esta fase con total confianza en que el presidente sirio va a seguir en el poder hasta las elecciones presidenciales que tendrán lugar dentro de un año. Rusia confía en que la oposición siria se irá fragmentando cada vez más, que los enfrenamientos dentro de ella se ahondarán y que será la misma oposición la que provocará su propia derrota.
Partiendo de estos extremos, Rusia considera casi con certeza que el régimen de Damasco va a sobrevivir y que es muy probable que Bashar al-Asad siga siendo presidente tras las elecciones de 2014. Contribuyendo en gran medida a ese aumento en el nivel de autoconfianza y al triunfo de la alianza del desafío tenemos, además del régimen en Damasco, la República Islámica de Irán, Hizbollah y también China, aunque en menor medida, a la misma administración estadounidense. Esto significa especialmente que el Presidente Putin considera que el Presidente Obama no está muy dispuesto ni a enfrentarse ni a desafiar esa alianza del desafío que está decidida a triunfar sobre los EEUU a través de la guerra en Siria. Esta extensión de la beligerancia hacia Occidente entre los neonacionalistas de Rusia -que han ido ganando protagonismo en la política rusa durante los últimos años- es sorprendente. En efecto, la soberbia, la arrogancia y el orgullo se han convertido en los principales rasgos del patriotismo ruso, adoptando la forma de un nacionalismo excesivo e insistiendo en conseguir la victoria y ventajas sobre Occidente, aunque los medios para conseguirlo sean el aumento del despotismo y la tiranía (el término «Occidente», en el léxico ruso, significa sobre todo Estados Unidos).
Así es, Moscú insiste aún en recuperar su papel como una de las dos grandes superpotencias mundiales, y está decidido a poner fin a la era unipolar a cualquier coste. Uno de los medios para conseguirlo, a la vista del extremista nacionalismo ruso, se basa en el apoyo al «renacimiento religioso» en todas sus formas y en todo el espectro, así como en el desarrollo de los regímenes tiránicos y autoritarios, ambas cosas en respuesta a Occidente. El objetivo es dar una lección a EEUU y colocar a Occidente -aquí se referiría a la Alianza del Atlántico Norte (OTAN)- en una situación que le obligue a defenderse por la fuerza de las armas. En efecto, la batalla es sobre los valores occidentales y el objetivo es echarlos por tierra por todos los medios necesarios. Esto no significa en absoluto que todo el pensamiento ruso aparezca pintado del mismo color. Hay todo un espectro de opiniones sobre la relación de Rusia con Occidente, al igual que sobre la cuestión de las prioridades de Rusia en Oriente Medio y sobre cómo abordar el «no» de Rusia a la toma del poder por los islamistas y los medios para que Rusia enfrente el peligro del extremismo musulmán.
Esta semana, el Valdai International Discussion Club celebró una conferencia en Marrakesh titulada «Islam in Politics: Ideoloy or Pragmatism?». La conferencia reunió a destacados expertos rusos e internacionales para discutir este tema de gran importancia para Rusia. El Club, que se formó hace nueve años, estableció en 2009 una división para el Diálogo con Oriente Medio con objeto de analizar las principales cuestiones de la región y valorar el papel jugado por Rusia en Oriente Medio y el Norte de África, además de formular recomendaciones y preparar estrategias para los gobiernos de los países afectados. Los miembros del Valdai Club mantienen también reuniones con el presidente, el primer ministro y el ministro de asuntos exteriores de Rusia, así como con destacadas personalidades de la política y la sociedad en Rusia. La conferencia de Marrakesh es un elemento a destacar por muchas razones, entre ellas, el título escogido por el club ruso para la discusión y las personalidades participantes, que incluían representantes de Hizbollah, Hamas, la Yamaa Islamiya egipcia y el Partido al-Nur de Egipto, junto a un número de modernistas o laicos de la región árabe y expertos de Irán y Asia Central. Desde luego, la mayoría estaban compuesta por los expertos rusos, encabezados por los dos organizadores de la conferencia, Vitaly Naumkin, Director del Instituto de Estudios Orientales, miembro del Consejo Científico del Consejo de Seguridad Nacional de Rusia y presidente del Centro Internacional para Estudios Políticos y Estratégicos; y Pavel Andreev, Director Ejecutivo y Jefe de Cooperación Internacional en la agencia de noticias rusa RIA Novosti.
Resultaba impactante escuchar las opiniones rusas tanto durante las sesiones como al margen de ellas, por su diversidad y lo diferentes que eran. La parte que pedía moderación con Occidente en vez del fanatismo automático en su contra que caracteriza la mayoría de las políticas exteriores rusas, parecía muy débil. La opinión de la mayoría se caracterizó por el orgullo nacional patriótico y la insistencia en el derecho de Rusia a impedir que se repitiera el «truco» que Occidente exhibió en Libia -en referencia a las acciones militares desarrolladas allí-. En cuanto a la posición acerca del papel jugado por Rusia en Siria, fue idéntica en todo el espectro de opiniones rusas, resumiendo: apoyo total al papel de Rusia en los aspectos políticos, militares y diplomáticos.
Algunos se apresuraron a decir -como hicieron hace unos meses a través de sus enviados a Nueva York- que no se ha perdido ningún gran amor entre la diplomacia rusa utilizada por Vladimir Putin y Bashar al-Asad, y que hay que centrar la cuestión en la alternativa al régimen. En resumen, su opinión es que el «obstáculo» Asad no es tal para Rusia y que si él se queda o se va no es responsabilidad rusa. Sin embargo, al examinar más de cerca la posición estratégica de Rusia sobre Siria, parece que su alianza con Irán y Hizbollah es importante y que están decididos a conseguir la victoria, representada en el mantenimiento del régimen de Damasco. Rusia no está de acuerdo con el liderazgo de Irán ni con Hizbollah en la cuestión de abrir el Golán a la resistencia contra Israel. Moscú se opone a abrir el frente del Golán a la resistencia. Se opone por principios, porque su relación con Israel sigue siendo muy especial y no desea liquidarla. También se opone a reactivar el frente del Golán porque cree que esto socavará la conferencia internacional, a la cual están dando prioridad. En efecto, esta conferencia representa un hito importante en las relaciones entre Rusia y EEUU, una relación que Putin quiere mantener en una dinámica de tira y afloja.
Ginebra II, el nombre que se le ha dado a la conferencia, puede representar la oportunidad de que Rusia lidere los temas de la región, si la administración estadounidense continúa sugiriéndole a Moscú que es necesario un liderazgo ruso y si sigue cambiando de opinión en sus posiciones tanto hacia el presidente sirio como hacia la oposición siria. Rusia opina que en su posición no ha habido cambios, mientras que EEUU ha abandonado la condición previa de la retirada de Bashar al-Asad; Rusia no ha retrocedido en su posición de que Asad siga en el poder. Incluso aunque Asad transfiriera todos sus poderes -como el Enviado Conjunto de las Naciones Unidas y de la Liga Árabe Lakhdar Brahimi dijo con anterioridad- a una autoridad política transitoria, seguiría siendo un «presidente en tiempos de guerra» con todos los poderes, según un funcionario ruso de alto rango (que no participó en el Forum Valdai). Esta nueva terminología para los poderes durante el período transitorio garantizaría el mantenimiento del presidente sirio con todos sus poderes bajo la consigna de que tales poderes son los de un presidente en tiempos de guerra.
Seguir aferrados a Bashar al-Asad es la posición absoluta de Rusia e Irán, a pesar de las tonalidades grises por aquí o por allá. Las compensaciones podrían llegar más tarde en relación a EEUU o a otros, lo que podría llevar a una «alternativa» que asegure la supervivencia del régimen y excluya completamente la toma del poder por la Hermandad Musulmana o los salafíes. Sin embargo, no hay a la vista señal alguna en absoluto de que estén dispuestos a abandonar a Asad. Según fuentes de alto nivel, Hizbollah confía completamente en que la alianza del desafío saldrá victoriosa en Siria a nivel militar, estratégico y político. La alianza del desafío, a la cual puede incorporarse China, asume elementos confesionales en la misma medida que comporta razones estratégicas: los musulmanes en Rusia son sunníes y son cerca de veinte millones. Las cinco repúblicas musulmanas vecinas de Rusia son también sunníes. Y Chechenia, con la que Rusia continúa en guerra, es también sunní.
Esta es la razón por la que los líderes rusos consideran que su interés nacional necesita de una alianza con Irán, que ha decidido liderar a los chiíes en el enfrentamiento con los sunníes. Ambos quieren un nuevo orden mundial que no esté basado en la hegemonía unipolar de EEUU. Y China está de acuerdo con ellos. Es decir, que la alianza del desafío considera que su peso aumenta gracias también a sus relaciones y alianzas intersectoriales dentro del grupo de países de los BRICS, que incluye a China y Rusia junto a la India, Brasil y Sudáfrica. Para que Rusia no aparezca emprendiendo una guerra contra todos los sunníes, el Club Valdai se ha asegurado de celebrar su singular foro en Marrakesh, y algunos de sus participantes rusos expresaron su deseo de mantener contactos con los sunníes de la Hermandad Musulmana y los salafíes. Uno de ellos consideró que la reunión entre los presidentes ruso y egipcio representa la normalización de relaciones con los Hermanos Musulmanes, teniendo en cuenta que este grupo está prohibido en Rusia.
La oposición a este punto de visto vino de la mano de otro ruso. Sin embargo, el titular general parecía ser que Rusia estaba pasando página, suavizando en apariencia el tono de sus «no» a la subida de los islamistas al poder, aunque insistiendo de hecho en su absoluto rechazo a que puedan llegar al poder en Damasco. Y quizá lo que los organizadores de la conferencia trataban sobre todo de transmitir era volver a confirmar que la nueva Rusia no se aferra a la estricta laicidad que molesta a algunos en el mundo musulmán, mientras que al mismo tiempo instaba a sus líderes a proteger a los cristianos del Oriente Medio. La política rusa sigue siendo inflexible a nivel nacionalista y estratégico. Su guerra contra el terrorismo islámico la ha empujado recientemente a renovar su llamamiento a la OTAN para trabajar juntos en Oriente medio a fin de erradicarlo. El campo de batalla es hoy Siria, y Moscú está decidido a que los sirios paguen cualquier precio para impedir que el extremismo musulmán se dirija hacia el interior de su territorio o hacia su vecindario. Esto es lo que le interesa, y está dispuesto a emprender la guerra en Siria de forma más intensa de lo que ha hecho hasta ahora si la necesidad lo requiere. En los momentos actuales, sin embargo, mira hacia la fragmentada oposición siria, dividida entre el extremismo militar de los grupos similares al Frente Nusra y la lucha entre los laicos en la oposición, y encuentra en esto el mejor pretexto para echarle la culpa a la oposición y aferrarse al régimen.
Incluso los refugiados sirios, en opinión de un experto ruso, deben pagar el precio y esperar un año más, según el calendario electoral fijado, e incluso un retraso aún mayor, según el calendario militar. Esas son las exigencias de los intereses relacionados con la celebración de una conferencia internacional, que puede llevarse a cabo o no.
Sin lugar a dudas, el regateo, sobre cómo poner fin a la guerra en Siria, sigue sin alcanzar el punto de madurez. Y la lucha de los nacionalismos, al igual que la lucha de sectas, ha encontrado un hogar en Siria. Pero son los niños de Siria quienes sufren este «desastre», la hierba del campo donde los titanes chocan.
Raghida Dergham es columnista habitual y corresponsal diplomática del diario Al-Hayat, publicado en Londres. Escribe asimismo una columna semanal en International Political Affairs.
Fuente: http://www.huffingtonpost.com/raghida-dergham/the-priorities-of-russias_b_3294526.html