En Latinoamérica caminan de nuevo los pueblos. «Porque es la hora del recuento y de la marcha unida. Hemos de andar en cuadro apretados como la Plata en las raíces de los Andes». Saliendo están, paso a paso, del pasado letargo, del oscuro túnel en que los tenían postrados los mandarines del poder en el […]
En Latinoamérica caminan de nuevo los pueblos. «Porque es la hora del recuento y de la marcha unida. Hemos de andar en cuadro apretados como la Plata en las raíces de los Andes». Saliendo están, paso a paso, del pasado letargo, del oscuro túnel en que los tenían postrados los mandarines del poder en el continente. Recuperándose de los mortales golpes que les ha propinado el terrorismo de Estado, el poder militar y dominio ideológico burgués, durante casi dos siglos. La potencia imperialista del norte, águila vigilante, inquieta está y se lanza en vuelo rapaz de un lado al otro del continente, surcando cielos y mares (los domina, por ahora, férreamente) tratando de impedir que los pueblos con sus movilizaciones, protestas y todas las formas de lucha posibles no terminen por unirse más en el solo propósito que les queda: deshacerse de las oligarquías sátrapas y opresoras y reconquistar su segunda y definitiva independencia de pueblos y naciones dignas. Ahí van de nuevo, de Sur a Norte, los pueblos del continente empezando a cobrar la deuda histórica de doscientos años de opresión, dependencia, saqueo y muerte a los verdugos y tiranos aún en el poder, y a su principal mentor: el imperialismo estadounidense.
Izando alto la memoria histórica y desafiando la represión estatal que hoy
se disfraza de cruzada contra el «terrorismo» como ayer lo hacía contra el «comunismo» (Plan Cóndor, escuadrones de la muerte, paramilitares, contras, desaparecidos, masacrados, torturados, desterrados, desplazados, encarcelados, exiliados), empiezan los pueblos a cobrar la única deuda histórica que tienen que pagar los verdugos y opresores. La deuda de ríos de sangre, muerte y explotación. Van por caminos, selvas, montañas, calles, fábricas, plazas, cárceles, juntándose y combatiendo contra los restos desvergonzados de una clase que aún tiene el poder y que hace más asfixiante e insoportable la dura existencia de los pueblos. Marchan contra los planes imperiales como el ALCA, Patriota, Puebla Panamá, Iniciativa Regional Andina, etc. Los está juntando la historia del dolor, el engaño y la mentira sin límites. Van sacando sus palos, piedras, fusiles, molotovs, quemando llantas, carros oficiales, tomando sedes presidenciales, corriendo presidentes, rescatando fábricas del quiebre y bancarrota del sistema capitalista, cerrando autopistas, carreteras, reteniendo mercenarios al servicio de quien tanta muerte ha ordenado y ejecutado a través de ejércitos asesinos y de ocupación, que han traicionado los pueblos, torturado sus hijos e hijas, desaparecido cientos de miles, encarcelado y desterrado a millones, expropiado campesinos de sus tierras, saqueado la riqueza de las naciones. Y por eso el águila de rapiña del Norte está inquieta, nerviosa, tratando de detener el nuevo cause incontrolado de un río de luchas y protestas que crece cada día en el continente, reconquistando su papel de único sujeto histórico posible, amo único y protagónico de la política, de su propia vida, del poder.
Ni deuda externa, ni OEA
Los pueblos Latinoamericanos empiezan a negar la deuda externa (eterna y pagada por 20 veces) y, por el contrario a cobrar en puños, ira y revueltas la suya. Ya no se contentan con echar presidentes que los traicionan una vez llegan al poder con la promesa de cambiarlo todo a favor de la justicia, soberanía y poder para los pueblos. Hoy quieren hacerles pagar sus traiciones, crímenes y robo de la riqueza de la nación. Ya no les importa si la OEA emite retóricas y «preocupantes» resoluciones sobre la «democracia» y la «estabilidad» de las naciones, si se pronuncia y reconoce o no al nuevo sátrapa. Al fin y al cabo esa podrida y descompuesta institución, más cercan a a un tribunal inquisitorio que reprueba los gobiernos que Washington le ordena desde hace tantos años, que ya casi ni nos acordábamos ( lo recordó una voz lenta, digna y firme de años de lucha) que un día por allá en 1962 una pequeña pero valerosa isla, había sido expulsada por su decidida convicción soberana e independiente. Ese foro de gobiernos tutelados por el imperialismo no soporta independientes, ni soberanos, solo gobernantes dóciles. Los pueblos, exactamente lo contrario de los gobiernos oligárquicos, hoy están pasando de oeas. Incluso hasta la dama imperial Condoleezza, se sentó a discutir con gobernantes leales, el retiro de uno de sus peones de turno, candidato mexicano Ernesto Derbez, cuando calculó que éste no saldría electo Secretario General. Y, a renglón seguido, aceptó la propuesta a Secretario General del colérico canciller chileno, el «socialista» José Miguel Insulza. Para el imperio lo importante es que este foro de gobiernos leales siga emitiendo decisiones, resoluciones y condenas a los gobiernos independientes y soberanos llevados al poder por revoluciones y que no se han inclinado ni ante su poder, ni ante sus intereses.
Ni los nuevos mensajeros criollos del neoliberalismo, suficientes para el FMI y BM
Tampoco creen mucho ya los pueblos y movimientos populares del continente en las todopoderosas instituciones financieras del capital privado. Ya al FMI, el BM, el BID, etc., no le basta el engañoso «Consenso de Washington» para exprimir riquezas a través de la diplomacia o de agentes y tecnócratas, los nuevos criollos, adoctrinados en sus academias. No les vale ni el modelo de propaganda que a diario botan por las bocas de los Medios de Alienación Masivos para crear y «formar» la opinión pública a favor de agendas políticas y modelos económicos que sólo generan riqueza en una dirección: la que se junta en pocas manos. Mientras, en la otra dirección, la «inversión» de capitales solo produce miseria a millones de hogares. Por eso insiste el capital financiero a través del ALCA en saturar y colmar los mercados nacionales, lo que de ello nos queda. Saben que es poco lo que hay de mercado en el continente cuando los informales llenan, como tupido enjambre de hormigas vendedoras, las calles de las grandes urbes con sus puestecitos de bisuterías de todas las clases, ventas de comidas, y mercachifes inimaginados. Pero las transnacionales insisten en vender sus mercancías «baratas» y productos agrícolas transgénicos a precio basura, para nuestro beneficio, proclaman. De esta forma, no tendríamos porque preocuparnos nosotros de mercados nacionales, ni producción nacional, ni defensa de éstos, ni soberanía alimentaria (¿qué es esa superchería económica?, dirían) o economía endógena. ¿Para qué? Con la omnipresente globalización capitalista que nos ofrecen estas instituciones mecas del donsaqueo. Guaridas del poder financiero global, donde se discute y decide los paquetes económicos que cargan en sus portafolios los tecnócratas criollos de la globalización y el neoliberalismo. Y así llegan de Washington, Londres o París, cargados de planes austeros del gasto público, listas de empresas del estado a privatizar, recorte de las cesantías de los trabajadores, planes de flexibilidad laboral, aumento de la edad de pensiones, pago puntual de la deuda externa, privatización de la salud, educación, servicios públicos, apertura económica y abolición de fronteras aduaneras. En pocas palabras vienen con la receta de cómo seguir haciendo más ricos a los ricos. Para lo cual tiene que haber más y más pobres. Pero hoy vemos que los magnates del capital privado ya no consiguen imponer su agenda económica con el mismo espasmo y frialdad con que se hacen acompañar de champaña y cocteles en los hoteles de cinco estrellas de las grandes capitales. Para qué esa farsa y comedia, ¿se preguntarán?, si los pueblos están en las calles, en las plazas, esperando el momento para asaltar, para arrebatar, para tirar al suelo y romperlo todo. Al fin de cuentas con los millonarios negocios que se cierran al brindis de copas en los grandes y lujosos salones, solo ganan los más ricos, los políticos y la clase que administra el poder político y militar para que el imperio y sus empresas transnacionales continúen el saqueo. Entonces, ¿por qué respetar el orden? ¿Cuál orden? ¿El orden y la estabilidad de quién? ¿Por qué respetar una llamada democracia que se basa en la pobreza y exclusión de millones? ¿Por qué creer en las elecciones «democráticas» que solo buscan repetir el mismo ciclo de explotación, miseria y mentiras?
Cobrando la histórica deuda de traición, dolor y explotación
De ahí que el pueblo de Ecuador haya dicho hace poco: «Que se vayan todos». Como lo dijeron los argentinos no hace mucho, aunque al parecer pocos se fueron. Y sacaron al traidor de turno Lucio Gutiérrez, quien corrió a protegerse a la embajada de Brasil, y por supuesto, Lula le ofreció asilo. Y con esta escapada, se salvó del juicio político que le iba a hacer el pueblo que ya no le basta con botar presidentes del palacio presidencial, sino que ahora quiere justicia y castigo para los corruptos y asesinos como Abdalá Bucaram, Febres Cordero o su lobito disfrazado de cordero que se autoproclamó nuevo presidente, Alfredo Palacios. El mismo que al día siguiente repetía ante el pueblo lo que había llevado a éste a sacar a Lucio: mentir y mantener los convenios políticos, económicos y militares con el imperio. Es decir, ALCA, pago de deuda externa y Base militar de Manta, que el imperio usa como apoyo al Plan Patriota (plan de exterminio, aunque fracasado, de la guerrilla) que se lleva a cabo en Colombia. Ya los pueblos empiezan a aprender la lección: no basta elegir un fantoche que promete una agenda a favor de la justicia social, la dignidad y la soberanía, ya exigen que se cumpla y van a hacerla cumplir.
Bolivia ha hecho lo mismo con otro verdugo pro yankee, Gonzalo Sánchez de Lozada, el Goni. Lo sacó del poder, lo enjuició, en ausencia, y le prohibió constitucionalmente volver al país, de hacerlo a la cárcel. Paró con el bloqueo de calles y carreteras la explotación injusta del gas, lo nacionalizó, lo arrebató de las manos privadas, y está a punto de llevar al poder a Evo Morales o a Felipe Quispe, quienes han sabido, por ahora, no traicionar los anhelos y aspiraciones de cambio, de justicia social para el pueblo boliviano.
En Argentina, el pueblo cobró en parte, y por ahora, las cuentas de mentiras, mal manejo y gestión presidencial a Fernando De la Rúa, y al FMI, la BM. Sin embargo, los grandes inversores lograron sacar gigantescas sumas de dólares que se llevaron dejando el país y su economía en la peor bancarrota que haya conocido. Marchan miles de argentinos(as), caminan vigilantes por las calles, fábricas tomadas, Madres de Plaza de Mayo, Piqueteros en las carreteras y autopistas, desempleados, esperando a ver con qué sale Néstor Kirshner, el nacionalista. ¿Aguantará Kishner?
El pueblo Bolivariano de Venezuela en la calle vive, movilizado, vigilante con los golpistas y enemigos agazapados, con la oligarquía pro yankee, atentos a cualquier nuevo intento de darles un golpe a su Revolución Bolivariana. Dispuesto a defender su presidente, la soberanía de la patria de Bolívar, a organizarse en las milicias nacionales para defender la nación de cualquier intento de invasión o agresión. ¿Se abstendrá el imperialismo de invadir, por ahora, o usará algún peón vecino para agredir la República Bolivariana?
En Colombia también camina, marcha y lucha el pueblo y sus organizaciones populares, estudiantiles, indígenas, obreras, campesinas. A pesar de la represión y muerte diaria, se juntan y cobran la histórica deuda de muerte y opresión. Van por el cambio radical de gobierno que instaure una política económica que sirva los intereses de las mayorías expropiadas y en la miseria. Van por un gobierno nacional y patriótico que reinstaure la independencia y que pare el saqueo de la riqueza de la nación. Van contra un gobierno, el de Alvaro Uribe, que más parece un embajador de Washington en Bogotá que un hijo de la patria que nos legó Bolívar.
En México, la otra gran nación del continente, un alcalde desaforado, Andrés Manuel López Obrador, se negó a dejarse humillar y silenciar por Vicente Fox, el presidente, y convocó a los mejicanos a una gran movilización de un millón de marchantes en apoyo a su gestión de alcalde de Ciudad de México, y candidatura a la presidencia. Es el favorito a ganar y a cambiar la alianza del bloque burgués conservador con el imperialismo. Poreso lo quieren anular políticamente. Pero no lo han conseguido. La Procuraduría General de la República, ante la presión y protesta masiva del pueblo de Ciudad de México, desistió de pasarle cargos a López Obrador. ¿Mantendrá éste la promesa de democratizar el país y recuperar la dignidad y soberanía pisoteada por los acuerdos entre Bush y Fox? ¿Podrá parar el ALCA que tanta miseria ha generado en el pueblo mexicano? ¿Buscará una alianza comercial y política, de ser elegido presidente, con los pueblos y gobiernos soberanos e independientes del continente?
Y aunque en Brasil el presidente Lula aún vacile con su ALCA Light, los campesinos del Movimiento de los Sin Tierra, siguen sus marchas, sus expropiaciones de tierras sin permiso del gobierno que tanta esperanza creo en el continente. Están llevando a cabo la reforma agraria por acción directa. Como se han opuesto valiente y decididamente al ALCA, al pago de la onerosa deuda externa, a las políticas de recorte de pensiones, a la alianza del gobierno de Lula con las transnacionales agroindustriales, que quieren abrir el camino al ALCA y a las semillas transgénicas trayendo como consecuencia la inundación de los mercados del continente de productos agrícolas «baratos», en detrimento de la producción agrícola endógena. Nuestra posibilidad de independencia alimentaria, agrícola, soberana descansa en parte en lo que el gigante del sur haga, decida. Lo saben bien los Trabajadores y los Sin Tierra del Brasil.
Están los pueblos del continente marchando, andando en cuadro apretados como la Plata en las raíces de los Ande. Encabezan la marcha Bolívar, Martí, el Che, Sandino, Farabundo, Allende, Artigas, Camilo Torres y millones de hombres y mujeres, dispuestos a cobrar la deuda histórica. Se niegan a pagar más por lo que les han arrebatado durante casi dos siglos. Marchan a las capitales, van por los caminos, los montes y las veredas, a cobrarle al imperialismo y las burguesías lo que deben a generaciones enteras.
* Escritor y ensayísta [email protected]