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¿Líbano festeja su victoria demasiado pronto?

Fuentes: The Independent/La Jornada

La victoria del ejército libanés en el campo de refugiados de Nahr el Bard, luego de matar a hasta 100 insurgentes tipo Al Qaeda, con un costo de 163 soldados y 42 civiles muertos, está siendo festejada en el país con «fanfarrias y ovaciones» dignas del más grande poeta libanés, Khalil Gibran. Durante varios días, […]

La victoria del ejército libanés en el campo de refugiados de Nahr el Bard, luego de matar a hasta 100 insurgentes tipo Al Qaeda, con un costo de 163 soldados y 42 civiles muertos, está siendo festejada en el país con «fanfarrias y ovaciones» dignas del más grande poeta libanés, Khalil Gibran. Durante varios días, los periódicos han ostentado en sus primeras planas fotos de soldados libaneses que posan junto a sus destartalados vehículos militares de fabricación estadunidense haciendo la V de la victoria, disparando al aire y siendo objeto de homenajes de civiles, que les arrojan arroz y agua de rosas.

Chaker Absi, líder de Fatah al Islam, quien juró luchar hasta la muerte por Palestina, yace en una morgue de Trípoli, y ya fue identificado por su esposa e hija.

Pero Gibran cuyo Jardín del Profeta fue publicado en 1934, nos advirtió que debemos sentir «compasión por una nación… que sólo hace alarde entre sus ruinas… cuyo arte es el de parchar e imitar…» Y después de 106 días de combate, las ruinas de Nahr al Bared son un mar de muros y barriadas destruidas como en Dresden, de trampas explosivas y de bombas sin estallar.

El gobierno libanés ha prometido reconstruir todo. Los palestinos son hermanos de los libaneses, dicen, y qué otro gobierno sería tan generoso después de una carnicería como la que hubo en los últimos cuatro meses. Pero todos se preguntan dónde comenzará la próxima batalla.

Desde abril de este año, el ejército libanés ha perdido sólo cinco soldados menos que el total de 171 soldados británicos muertos en Irak desde la invasión de 2003. Es un saldo impresionante, dramático y solemne que sólo enfatizará el papel único del ejército en la vida política de un país amargamente destruido.

Con mayoría parlamentaria y una oposición que aún no logra elegir a un candidato presidencial, la nación todavía enfrenta la perspectiva de que surjan dos gobiernos y dos presidentes potenciales, uno de los cuales, el ex general Michel Aoun, fue el mesiánico «primer ministro» de Líbano la última vez que la nación tuvo dos administraciones durante la guerra civil.

El general Michel Suleiman, el líder del ejército libanés, sale de todo esto con reputación fortalecida; tiene amigos en Damasco, Washington y hasta en Líbano, y podría ser el más reciente «salvador» llamado a proteger este estadito creado tan alegremente por autoridades del mandato francés después de la Primera Guerra Mundial.

Pero Ghassan Tueni, el más reconocido editor de medios libanés, cuyo hijo fue asesinado el año pasado por los sirios, advirtió en un editorial destinado a ser considerado histórico y que se publicó hace dos semanas que Líbano «no será gobernado por generales». Tiene razón, desde luego, pero las naciones de Medio Oriente tienen la costumbre de recurrir a sus comandantes del ejército para encontrar la salvación.

Los regímenes militares también tienden a lograr el apoyo de Washington, que estuvo entre los primeros en ofrecer su obsoleto y viejo armamento al ejército libanés para su más reciente batalla. El primer ministro libanés, Fuad Siniora, ha elogiado a su ejército y festejado su triunfo en Nahr el Bared al afirmar que fue «la mayor victoria del país contra el terrorismo».

Muchos libaneses, sin embargo, creen que el más reciente acto de terrorismo fueron los 34 días de bombardeos israelíes contra Líbano del año pasado y que mataron a más de mil civiles, que fueron la respuesta a la captura, por parte de Hezbollah, de dos soldados israelíes en la frontera, y el asesinato de otros siete, el 12 de julio.

Y el mismo país que proveyó de armas a los israelíes para destruir buena parte de Líbano fue Estados Unidos, que ahora ha estado dando armas a Líbano para atacar a Fatah al Islam. Los sobrevivientes de este grupo advirtieron hace unos días que algunos de ellos escaparon de Nahr el Bared y que al gobierno de Siniora le esperan «días negros». De momento, Siria y sus amigos en Líbano, que quieren destruir al gabinete de Siniora, han estado obsequiando montañas de elogios al ejército libanés. Ya veremos en el futuro cercano si esos «días negros» se vuelven realidad.