Una tarde de agosto Todo empezó en el bar Sandino’s, en el centro de la ciudad norirlandesa de Derry. El 2 de agosto de 2006, unos cien activistas de la plataforma contra la guerra de Derry (DAWC) se dieron cita en el lugar para asistir a una charla organizada por el movimiento antiguerra irlandés. En […]
Una tarde de agosto
Todo empezó en el bar Sandino’s, en el centro de la ciudad norirlandesa de Derry. El 2 de agosto de 2006, unos cien activistas de la plataforma contra la guerra de Derry (DAWC) se dieron cita en el lugar para asistir a una charla organizada por el movimiento antiguerra irlandés. En ella, Joshua Casteel, un ex soldado estadounidense que había servido como interrogador en la prisión de Abu Ghraib, y Hani Lazim, un abogado iraquí, hablaron apasionadamente a favor de retirar las tropas estadounidenses y británicas de Iraq.
Tras la intervención de los invitados, los asistentes acabaron hablando, inevitablemente, del Líbano, víctima de una salvaje campaña militar israelí que había empezado el 12 de julio anterior, oficialmente en respuesta al secuestro de dos soldados israelíes por parte del movimiento libanés Hezbolá.
Desde hacía más de tres semanas, los medios de comunicación aparecían inundados de imágenes de muerte y destrucción, que se estaban cebando especialmente entre la población civil y las infraestructuras del Líbano. Apenas tres días antes, el 30 de julio, habían llegado noticias de un bombardeo sobre un edificio de Qana, un pequeño pueblo situado en el sur del Líbano.
Aunque el número exacto variaba, según las fuentes, entre las treinta y las cincuenta personas, era ya evidente que las víctimas eran civiles, en su mayoría mujeres y niños. Todos ellos habían muerto sofocados o aplastados después de que el edificio de tres plantas en cuyo sótano se habían refugiado se les viniera encima por el impacto de lo que se conoce como ‘bomba antibúnker’, un arma construida para penetrar en objetivos acorazados o bajo tierra.
Los reunidos en Sandino’s sabían además que el principal proveedor mundial de este tipo de bombas era Raytheon, una gigantesca empresa estadounidense que tenía una filial en un parque industrial de las afueras de Derry.
Pasando a la acción
La filial de Raytheon había llegado a Derry en 1999 con la supuesta intención de establecer «un centro multimillonario para el desarrollo de software» y trabajar sobre «varios programas electrónicos, incluidos sistemas para el control del tráfico aéreo». Todos, desde los representantes de la empresa a los políticos locales, se guardaron muy bien de explicar a la población a qué se dedicaría exactamente la planta.
Hubo que esperar hasta octubre de 2006 para poder confirmar, gracias a documentación obtenida por el diario North West Telegraph¸ que la planta de Derry no sólo estaba desarrollando software para uso militar y colaborando estrechamente con el Ministerio de Defensa británico, sino que esta información se había ocultado deliberadamente desde el principio. La noticia fue confirmada por la propia compañía al consejo municipal de la ciudad.
Sin embargo, desde la llegada de la empresa a Irlanda del Norte, numerosos activistas, en ocasiones con la participación de representantes de partidos políticos, comenzaron a movilizarse para exigir el cierre de la planta. Además de vigilias mensuales, se organizaron protestas, se celebraron tribunales populares, se escribieron panfletos y cartas a la prensa local y nacional.
Pero puede que el acto más notable hasta la fecha fuera la ocupación de la planta en marzo de 2003, un día después de que una bomba marca Raytheon matara a 62 personas en un mercado de Bagdad. Tras unas horas ocupando las instalaciones, los manifestantes abandonaron la empresa sin haber ocasionado daños. La cobertura mediática brilló por su práctica ausencia.
Aquella tarde de agosto de 2006, de nuevo bajo el impacto inmediato de las imágenes que llegaban desde Oriente Próximo, una voz se alzó entre el resto: «Ya hemos hecho todo lo posible para intentar que los partidos cierren la planta, pero está claro que no tienen ninguna intención de hacerlo. No podemos seguir con vigilias y firmando peticiones. Tenemos que pasar a la acción».
Raytheon: fuera de servicio
Unos días más tarde, el 7 de agosto, unos 50 activistas se reunieron en otro bar de la ciudad. El grupo consensuó una acción pacífica, que no recurriría en ningún caso a la violencia contra personas, pero no necesariamente contra la propiedad privada. Se decidió que el 9 de agosto, día en que se conmemoraba el aniversario del lanzamiento de la bomba atómica sobre Nagasaki, se intentaría entrar en las instalaciones de Raytheon.
En la fecha fijada, unas treinta personas llegaron a las ocho de la mañana, la hora convenida, al punto de encuentro desde el que partiría el grupo. Antes de ponerse en marcha, una de los activistas pronunció unas palabras: «Estamos aquí para mostrar nuestro rechazo a la violencia de las guerras de los Estados Unidos e Israel en Oriente Próximo. No ofreceremos violencia a ninguna persona. Haremos lo que podamos para entrar en Raytheon. Y cuando entremos, si entramos, dejaremos claro a Raytheon y a los partidos políticos de esta ciudad que somos muchos los que no descansaremos hasta que veamos a esta empresa fuera de Derry de una vez por todas».
Con este espíritu, el grupo se dirigió hacia su objetivo. Finalmente, nueve personas consiguieron entrar en la empresa, donde se hicieron fuertes hasta que fueron detenidas por la policía ocho horas más tarde. Durante ese tiempo, lanzaron ordenadores desde las ventanas, utilizaron extintores para inutilizar el sistema informático central y destruyeron todos los papeles y cedés que encontraron. El grupo desplegó también una pancarta desde dentro del edificio: «Rayhteon está fuera de servicio».
Ante las diversas críticas por el ‘uso de violencia’ contra la propiedad de la empresa, la plataforma de Derry publicó una lista con los incidentes registrados por la red civil Samidún durante los 34 días en que duró lo que en el Líbano se conoce como guerra de julio. Así, durante las ocho horas que duró la ocupación de Raytheon, Israel lanzó panfletos amenazadores sobre varias zonas de Beirut y Tiro, bombardeó, tanto desde el aire como desde el mar, ciudades, pueblos y campos del sur y el este del país, varios barrios de Beirut, especialmente del sur, la zona cercana a un hospital y varias carreteras. Durante ese mismo período, Hezbolá no dejó de lanzar cohetes hacia Israel. Según Human Rights Watch, al menos 1.109 libaneses murieron durante el conflicto, la gran mayoría civiles y, sobre todo, niños y mujeres.
Made by Raytheon
Raytheon Company es uno de los mayores fabricantes de armas y sistemas militares del mundo, con más de 72.000 empleados en varios países y, según su propio informe anual, con unas ventas que en 2007 alcanzaron los 21.301 millones de dólares, de los que unos 18.300, más del 86 por ciento, los obtuvo en su calidad de contratista o subcontratista de los numerosos programas militares del Gobierno estadounidense, especialmente del Departamento de Defensa.
Raytheon, además de sistemas de radar y GPS, está especializada en la fabricación de sistemas de guía para misiles como el Tomahawk, el Patriot o el Paveway que se utilizó en Qana, hecho confirmado gracias al número de registro marcado en los restos del fuselaje del misil que impactó contra el edificio.
Según el presidente y director ejecutivo de la empresa, William H. Swanson, «me complace anunciar que 2007 fue un año muy fructífero para la compañía». «Nuestras ventas aumentaron en un 8 por ciento, y los ingresos operativos, en un 20 por ciento.» La empresa se enorgullece del papel que desempeñó y sigue desempeñando como proveedora de suministros para las invasiones de Afganistán e Iraq. Quizá los directivos, los empleados, los inversores y los clientes de la empresa se sentirían menos satisfechos si en lugar de contar los beneficios se dedicaran al recuento de muertos, heridos, mutilados y huérfanos.
Qana: el eco de los muertos
El nombre de Qana despierta fantasmas no muy lejanos, y es que la fama de la ciudad parece estar funestamente condenada a los mausoleos colectivos. Diez años antes, Israel lanzó una campaña de bombardeos en el sur del Líbano, entonces aún ocupado, conocida como ‘operación uvas de la ira’, con el pretendido objetivo de acabar con la resistencia de Hezbolá. El 18 de abril de 1996, más de 800 civiles libaneses estaban refugiados en la base del batallón de Fidji de la Fuerza Provisional de las Naciones Unidas en el Líbano (UNIFIL) cuando el lugar fue barrido por la artillería israelí. Aquel día murieron en Qana 106 civiles, en su mayoría mujeres y niños, y otros 116 resultaron heridos.
Al día siguiente, el periodista británico Robert Fisk, testigo directo de las tareas de salvamento, escribió una crónica sobrecogedora: «Fue una masacre. No había visto una matanza de inocentes como ésta desde Sabra y Chatila. Las mujeres, niños y hombres refugiados del Líbano yacían en montones, sin manos o brazos o piernas, decapitados o destripados. Había más de cien. En el suelo, un bebé sin cabeza. Los obuses israelíes los habían destrozado mientras se encontraban en el refugio de las Naciones Unidas, creyendo estar a salvo bajo la protección del mundo».
Ante la indignación de la comunidad internacional por este sangriento episodio, Israel alegó una secuencia de fallos imprevisibles, pero según revelaría la propia investigación de las Naciones Unidas, «el patrón de los impactos en Qana hace improbable que el bombardeo del complejo fuera el resultado de errores técnicos y/o de procedimiento». La masacre de Qana, diez años después, adoptaría el apellido de «la primera».
De Derry a Qana: camino de la justicia
En el aniversario de la masacre, de la segunda, una delegación de la plataforma contra la guerra de Derry viajó hasta el Líbano para compartir su dolor con los supervivientes. Allí, en el mausoleo aún en obras, el grupo de norirlandeses depositó una piedra conmemorativa y celebró una breve ceremonia.
Los 9 se enfrentan en estos momentos a una acusación de daños delictivos contra el edificio por un valor de 22.000 libras, contra equipos informáticos y mobiliario de oficina por un valor aún no precisado, y alteración del orden público. Las perspectivas de que la filial de Raytheon abandone la zona son aún inciertas y es probable que quede aún un largo camino por delante, pero hay algo que los activistas contra la guerra de Derry siguen teniendo claro desde el primer día: «No descansaremos hasta que veamos a esta empresa fuera de Derry de una vez por todas».
Cómo apoyar a los 9 de Raytheon
El juicio contra los 9 de Raytheon está previsto para el 19 de mayo de 2008 en Belfast. La plataforma contra la guerra de Derry está convencida de que cualquier tribunal que escuche lo que estaba sucediendo en el Líbano llegará a la conclusión de que lo que motivó la ocupación pacífica del grupo fue evitar crímenes de guerra y, por tanto, que la acción no se puede considerar un crimen.
Si quieres apoyar a los 9 de Raytheon y a la plataforma contra la guerra de Derry:
* Envíales un mensaje de respaldo, sea a título individual o en nombre de un colectivo, a [email protected]
* Movilízate en contra del negocio de las armas. Si hay una fábrica de armamento o afín al complejo militar en tu ciudad, organiza una protesta y exige su cierre.
* Súmate al día de acción europeo contra las infraestructuras militares que se está organizando para el 14-15 de noviembre de 2008.
Para mantenerte al corriente del juicio contra los 9 de Raytheon y saber más del caso, visita su página web.
Beatriz Martínez es traductora del Transnational Institute