La cadena de atentados del miércoles en Mumbai y la tardanza de los comandos especiales en actuar se han cobrado ya el cargo del ministro de Interior, Shivraj Patil, que ayer presentó su dimisión tras asumir «la responsabilidad moral» de los ataques. El titular de Finanzas, Palaniappan Chidambaram, ocupará esta cartera. Aunque India sigue mirando […]
La cadena de atentados del miércoles en Mumbai y la tardanza de los comandos especiales en actuar se han cobrado ya el cargo del ministro de Interior, Shivraj Patil, que ayer presentó su dimisión tras asumir «la responsabilidad moral» de los ataques. El titular de Finanzas, Palaniappan Chidambaram, ocupará esta cartera. Aunque India sigue mirando a Pakistán, el Gobierno ha matizado el tono de sus acusaciones.
El ministro de Interior, Shivraj Patil, presentó ayer su dimisión después de las fuertes críticas recibidas por la falta de previsión de los servicios de inteligencia, la tardanza de los comandos de elite en actuar y los ataques que han sacudido a India en los últimos doce meses. «Patil ha asumido la responsabilidad moral por el asalto y ha decidido dimitir», declaró la portavoz del gobernante Partido del Congreso, Jayanti Natarajan.
Tras la del titular de Interior, se esperaban más dimisiones forzadas en el Gobierno central y en el Estado de Maharashtra, cuya capital es Mumbai. Sin embargo, varias autoridades ofrecían resistencia a ser «sacrificadas». El Gobierno, por su parte, se apresuró a desmentir la dimisión del consejero de Seguridad Nacional, M. K. Narayanan, tal y como señalaron varios medios locales citando fuentes oficiales.
El malestar de la población es evidente. Ayer, miles de personas salieron a las calles de Mumbai, corazón financiero de India, para protestar por la falta de previsión de las autoridades que, según denunciaron, ignoraron las voces de alarma y por el tiempo transcurrido entre el inicio de los atentados y las operaciones militares. La mayoría de los 200 muertos son ciudadanos indios. Los extranjeros fallecidos ascendían a 22.
«La gente está enfadada y asustada. Es el ataque más terrible que ha sufrido esta ciudad», manifestó el dueño de un pequeño establecimiento, Kamal Punjabi. «Tenemos miedo. No podemos confiar en la seguridad que nos ofrecen las autoridades. Y no es la primera vez», lamentó otro ciudadano. Para Rajnath Singh, dirigente del partido opositor Bharatiya Janata Party (BJP), «lo ocurrido es negligencia colectiva de todo el Gobierno. La responsabilidad debería ser colectiva y ningún Gobierno debería tener derecho a sobrevivir después de algo así». Incidió en que, la dimisión de un ministro «no es suficiente y llega muy tarde».
Más allá de la crisis interna, la escalada de ataques contra puntos neurálgicos de la ciudad ha aumentado la brecha entre India y Pakistán, enfrentadas en tres guerras desde su independencia y partición en 1947.
La última gran confrontación entre los dos estados nucleares tuvo lugar a finales de 2001 a raíz de un atentado contra el Parlamento de Nueva Delhi.
Desde un primer momento, el hasta ayer ministro de Interior acusó a «elementos» vinculados a Pakistán. Argumentó la supuesta declaración del único arrestado, que dijo pertenecer al movimiento Lashkar e Toiba, que reclama la independencia de Cachemira.
El ministro de Exteriores indio, Pranab Mukherjee, contribuyó a afianzar esta tesis al afirmar que «de acuerdo con la información preliminar que disponemos, algunos elementos en Pakistán son los responsables».
Posteriormente, su portavoz, Vishnu Prakash, matizó estas declaraciones asegurando que India ha apuntado a «elementos» que provienen de Pakistán y no a su Ejecutivo.
Descartó también que vayan a suspender el diálogo abierto con el país vecino en 2004 y el alto el fuego que rige en la frontera cachemir desde 2003.
Islamabad, que reiteradamente ha negado cualquier implicación, ha expresado su profundo malestar por la postura de Nueva Delhi. Es más, ha advertido a EEUU y a la UE de que si India sigue con sus acusaciones, el Ejercito paquistaní trasladará sus tropas de la frontera occidental con Afganistán a la oriental con India. El primer ministro, Yusuf Raza Gilani, suspendió la visita a Hong Kong «debido a la situación actual en el país».
El sábado por la noche, Sonia Gandhi presidió la reunión del comité central del Partido del Congreso, en la que varios miembros del Gobierno reclamaron «una acción severa» y la asunción de responsabilidades al más alto nivel.
En 1993, 257 personas murieron en Mumbai por la explosión de una serie de bombas en puntos estratégicos como la Bolsa, hoteles y mercados. En 2006, 185 personas perdieron la vida a causa de una cadena de explosiones en trenes de cercanías.
El primer ministro indio, Manmohan Singh, anunció la creación de una Agencia Federal de Investigación y la ampliación de la Guardia Nacional de Seguridad (NSG), que tiene su sede en Nueva Delhi. Adelantó, además, la apertura de nuevos acuartelamientos en cuatro puntos distintos del país y el aumento del número de efectivos. Asimismo, se reforzará la seguridad aérea y marítima. El jefe del Gobierno expuso estas medidas al comienzo de una reunión con líderes de las fuerzas políticas de India, a la que no asistió el dirigente del principal partido opositor, el BJP, muy crítico con la respuesta policial.
En una comparecencia ante los medios en Mumbai, el director general de la NSG, J. K. Dutt, defendió «la pronta y eficaz» actuación de los militares. «Nuestra operación pretendía mantenerlos a raya, evitar que se desplazaran a las habitaciones ocupadas por los huéspedes y eso llevó algo de tiempo», argumentó. Subrayó que los atacantes estaban «bastante familiarizados» con los recovecos del hotel. De hecho, dos de ellos llevaban varios días alojados en el lujoso y emblemático Taj Mahal. Admitió que las tropas bajo su mando ignoraban adónde conducía cada una de sus estancias.