El mundo capitalista se recrea en el seno de sus élites y camarillas de los superricos ejecutivos y accionistas que se reparten el mundo como si fuera un pastel: aquellos que aparecen habitualmente retratados en los ranking de la decadente jetsett, que conforman la resultante final de un proceso de acumulación de riquezas. A pesar […]
El mundo capitalista se recrea en el seno de sus élites y camarillas de los superricos ejecutivos y accionistas que se reparten el mundo como si fuera un pastel: aquellos que aparecen habitualmente retratados en los ranking de la decadente jetsett, que conforman la resultante final de un proceso de acumulación de riquezas.
A pesar que la economía mundial atraviesa una zona de altas turbulencias y el proceso desatado desde las economías centrales (EEUU y la UE) ya genera pobreza y devaluación acentuada del poder adquisitivo de las mayorías sumergidas.
No obstante, sus divergencias se saldan entre las risas de sus divertidos dirigentes. En efecto, el Presidente francés Emmanuel Macron, el primer ministro canadiense Justin Trudeau y el primer ministro británico Boris Johnson – entre otros- han originado, una animada dialéctica durante la Cumbre de la OTAN a costa de la exagerada extensión de las ruedas de prensa del original (por calificarlo de alguna forma) mandatario estadounidense Donald Trump.
Sin embargo, antes de las risas deberíamos calibrar que detrás de esas conferecias de prensa hay una serie de anuncios cuyas consecuencias son impredecibles.
En el marco del sistema capitalista, gran parte de la prosperidad de la humanidad está en juego en las guerras comerciales que ha iniciado Trump y que ningún líder estadounidense había desafiado, con la profundidad e intensidad que lo hecho el actual presidente. No hay una institución donde el desafío de Trump, sea más corrosivo e inquietante que en la Organización Mundial del Comercio (OMC).
En efecto los puntos más débiles de la OMC son, precisamente, los conflictos comerciales entre sus socios. Para dirimirlos, la organización tiene un Órgano de Apelación establecido en 1995. Se trata de un consejo permanente integrado por siete personas que entiende en apelación los informes emitidos por los grupos dedicados a resolver controversias entre los países miembros.
El Órgano de Apelación puede confirmar, modificar o revocar las conclusiones jurídicas de cualquier grupo especial. Desde hace mucho tiempo EEUU cuestiona la existencia de este tribunal comercial, pero desde el pasado mes mayo, Trump tiene en sus manos el futuro de este órgano de la OMC que es casi tanto como decir que tiene a la propia organización a su libre albedrío.
Este organismo esta formado por siete integrantes designados por unanimidad por el Órgano de Solución de Diferencias (OSD) de la OMC. Pero en 2014 comenzó la hemorragia de este órgano: al abandono del sudafricano David Unterhalter, le siguieron durante 2016 la del chino Yuejiao Zhang y el coreano Seung Wha Chang, complementada en mayo de 2018 ,con el abandono del mexicano Ricardo Ramirez-Hernandez.
Sin embargo, sistemáticamente EEUU se ha negado a nombrar nuevos miembros con distintas excusas, según las fuentes de la OMC. Actualmente queda un solo miembro activo, el chino Hong Zhao, ya que desde el 10 de diciembre último el indio Ujal Singh Bhatia y el estadounidense Thomas R. Graham terminaron sus mandatos, por lo que a partir de aquí el Órgano de Apelación de la OMC es inoperante y el multilateralismo perdió una de sus principales banderas.
Estamos en un serio problema: la confianza, parte esencial y decisiva para el crecimiento y desarrollo está en jaque, e instituciones en apariciencia robustas han quedado hundidas por el desastre, los escándalos y la guerra comercial liderada por el presidente estadounidense Donald Trump.
Pero si algo hemos aprendido de las idas y venidas del capitalismo es que sus desavenencias no se atan a doctrinas, sino a la defensa de sus intereses. Cuando una doctrina deja de servirle, cambia la letra. Los voceros los maquillan realineando a sus ejecutores.
Los estados nacionales más poderosos, ahora confrontados en sus batallas comerciales, se otorgan una especie de mandato hegemónico la tarea de organizar y administrar el comercio mundial no en la perspectiva real de un libre mercado sino para asegurar la hegemonía de sus empresas sobre los mercados nacionales y locales de las naciones emergentes.
Durante los últimos años el neoliberalismo sirvió a los intereses de las transnacionales y los grandes grupos económicos. Fue en su momento y sigue siendo, la base política e ideológica del contubenio entre las clases dominantes de los países dependientes y es, sin dudas, el instrumento conceptual y pseudocientífico que predomina en los organismos internacionales de crédito
Frente a este complejo escenario, la salida no es optar por esa falsa disyuntiva, ni limitarse a aceptar meras reformas cosméticas que proponen los artífices del neoliberalismo agresivo en su guerras comerciales, que no buscan persuadir sino amedrentar. En este marco, más libre comercio no equivale a más desarrollo, ni siquiera menos pobreza ni menor desigualdad.
Entre risas y chanzas los dirigentes mundiales definen el futuro político, comercial, ambiental de la humanidad. Las condiciones ya no son simplemente desiguales sino inhumanas, su hilaridad es tan grosera como el personaje al cual se le destina.
Eduardo Camín. Periodista uruguayo, acreditado en la ONU-Ginebra. Asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
http://estrategia.la/2019/12/13/los-divertidos-lideres-mundiales-y-sus-consecuencias/
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