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La cuestión del opio en Afganistán

Los hijos como moneda de pago

Fuentes: Rebelión

Según informaciones del diario inglés The Independent la injerencia y control de EEUU y Reino Unido en Oriente tiene más ramas que las relacionadas con el petróleo, como asoma, aunque sea ligeramente, una de las últimas apariciones del guapo Clooney en la gran pantalla, Syriana. Según un informe del enviado especial Justin Huggler, los campesinos […]

Según informaciones del diario inglés The Independent la injerencia y control de EEUU y Reino Unido en Oriente tiene más ramas que las relacionadas con el petróleo, como asoma, aunque sea ligeramente, una de las últimas apariciones del guapo Clooney en la gran pantalla, Syriana.

Según un informe del enviado especial Justin Huggler, los campesinos de Afganistán, cultivadores de opio, a los que se les ha «aconsejado» dejar el cultivo de amapolas, por iniciativa británica, se han visto forzados a donar a sus hijas a traficantes de opio como pago de sus deudas.

Esta sería una de las últimas protestas hacia Reino Unido por su intención de refrenar la industria del opio en Afganistán.

El opio domina la economía Afgana, representando el 60% de sus ingresos. Los críticos dicen que el paisaje afgano se ha convertido en un estado narco ante las narices de las fuerzas de paz de la OTAN y los gobiernos occidentales envueltos en su reconstrucción.

La provincia de Nangahar supondría el último éxito del gobierno británico, a cargo de la lucha contra el opio en este paupérrimo país. El cultivo del opio descendió, allí, un 96% este año, lo que supone a su vez el 21% de caída en todo el país.

Los campesinos protestan porque esta perdida «obligatoria» de su cosecha de amapolas les ha dejado en una situación indigente y cargados de deudas con los traficantes que les han prestado el dinero para comprar las semillas.

La desesperación ha provocado que busquen la solución en una práctica tradicional afgana, por la cual una familia puede pagar sus deudas entregando a cambio una hija a un familiar del prestamista. Normalmente te celebra una boda para guardar el decoro, pero la muchacha es tratada como un objeto de pago.

Este problema lo conoce bien Mohamed Hanif Isumuddin, de la provincia de Laghman, cerca de Nangahar. Ha destruido su cosecha de amapolas presionado por las autoridades. Por un acre de amapolas puede conseguir 150.000 Afganis (unos 3.000 €). Si cultiva los mismos acres de trigo, consigue unos 6.000 Afganis.

Isamuddin, de 68 años, confiesa que cuando las autoridades locales empezaron a presionar para deshacerse del cultivo de opio, la promesa occidental de ayudarles con cultivos alternativos, (regalándoles las semillas), ha caído en saco roto.
Isamuddin dejó el cultivo del opio por propia voluntad cuando oyó que el gobierno iba a prohibirlo. Más allá del valle donde habita, añade, los helicópteros esparcen insecticida en los campos de amapolas.
Los británicos deniegan que se haya arrojado insecticida, si bien el gobierno americano lo propuso, se rechazó por las autoridades Afganas.

El gobierno está haciendo lo correcto, comenta Isamuddin, según nuestra religión, el opio está prohibido. Pero si tienes que alimentar una familia haces lo que sea.
Si el pueblo afgano no gana lo suficiente para alimentarse, volverán a cultivar opio otra vez. Por más que Isamuddin no tuvo que tomar decisiones tan drásticas como sus vecinos agricultores de Nangahar, su hijo dejó la casa familiar y emigró a Irán en busca de trabajo.

Al menos el hijo de Isamuddin se fue voluntariamente (¿hasta que punto es voluntario cuando la opción es morirte de hambre?). Richard Danziger, perteneciente a la organización internacional para emigrantes, afirma que cuando los agricultores tienen una buena cosecha significa que no tienen que vender a sus hijos. En los campos estériles de Afganistán no hay otro cultivo que proporcione más ingresos que el opio.

Una organización francesa no gubernamental propuso hace unos días la legalización del cultivo de opio. El ayuntamiento de Senlis, a su vez, puntualizó con ironía que, mientras Afganistán provee el 87% del opio ilegal del mundo, el opio legal permitido para uso médico es, en comparación, mínimo.
Dentro del grupo de países que cultivan opio legalmente para uso medico se encuentran Australia, India y Turquía, con licencias otorgadas por EEUU.

La proposición del grupo tiene su base en un punto principal: el cultivo legal en Afganistan podría satisfacer las necesidades médicas domesticas y podría permitirse exportar opio para uso medicinal. Sin embargo esta propuesta fue rechazada por el gobierno afgano después de ser descartada a su vez por EEUU y el departamento de control de drogas de la ONU.

El gobierno Afgano indicó, asimismo, que no había garantías de que el cultivo legal de opio no se encauzara hacia el mercado negro.

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