El perfil del doctor Matías Rath no responde al del médico habitual. Sus trabajos de investigación sobre la influencia positiva de la lisina y la vitamina C como alternativa al tratamiento farmacológico de algunas de las más graves enfermedades que afronta la Humanidad -incluido el cáncer-le han enfrentado abiertamente con los guardianes de la ortodoxia […]
El perfil del doctor Matías Rath no responde al del médico habitual. Sus trabajos de investigación sobre la influencia positiva de la lisina y la vitamina C como alternativa al tratamiento farmacológico de algunas de las más graves enfermedades que afronta la Humanidad -incluido el cáncer-le han enfrentado abiertamente con los guardianes de la ortodoxia médica y la industria farmacéutica. Sobre sus terapias hablamos el mes pasado. En esta ocasión hemos conversado con él para que nos explicara su denuncia de las maniobras de algunas grandes multinacionales para conseguir eliminar los productos naturales como alternativa a los productos farmacéuticos a través del llamado Codex Alimentarius que próximamente va a regularse así como sobre su decisión de denunciar ante el Tribunal Internacional de La Haya al presidente norteamericano George Bush y a las grandes corporaciones farmacéuticas por «crímenes contra la Humanidad».
Investigar… pero no a cualquier precio. Encontrar el éxito, sí; claudicar ante el dinero y el poder, no Es evidente que el doctor Matías Rath es digno discípulo de Linus Pauling, único científico que ha recibido dos premios Nóbel no compartidos. Primero recibió el premio Nóbel de Química y después el de la Paz por su compromiso para conseguir el primer acuerdo de desarme, el Tratado de Prohibición Parcial de los Ensayos Nucleares de 1963. Pauling un auténtico gigante de la ciencia, encontraría la solución a la estructura molecular de incontables moléculas orgánicas e inorgánicas y descubriría las propiedades estructurales de las proteínas y de la primera enfermedad genética. Hace más de 20 años, cuando Rath se empezaba a significar como portavoz de los estudiantes de Medicina en Alemania y formaba parte del consejo de la Asociación de Estudiantes de Medicina de la Organización Mundial de la Salud (OMS) conoció a Linus Pauling. En esa primera época su relación no estuvo basada en la ciencia sino más bien en el mutuo interés para lograr la paz y el desarme nuclear. Años más tarde, sin embargo, las investigaciones de Rath en el campo de la salud cardiovascular le llevaron a constatar el importante papel de las vitaminas. Informado, Pauling le propondría convertirse en el primer director de investigación cardiovascular de su instituto en California. Desde entonces Pauling y Rath fueron más que colegas científicos: compartían una visión común de un mundo más sano y pacífico en el que los intereses comerciales no primaran sobre la salud de sus habitantes. Por tanto, no fue ninguna sorpresa que poco antes de morir Linus Pauling manifestara que, sin duda alguna, su sucesor era Matías Rath. De sus teorías científicas les hablamos ya en nuestro número del mes pasado; esta vez sabremos de su lucha contra los gigantes farmacéuticos
-Primero se permitió usted echar por tierra lo que «oficialmente» se afirma sobre los ataques al corazón y después descubrió la eficacia de los tratamientos naturales, especialmente el uso de dos aminoácidos -la lisina y la prolina- y la vitamina C contra el cáncer y otras enfermedades. ¿Cuál ha sido el impacto de sus investigaciones en la industria farmacéutica?
-Comencé en la investigación convencional profundizando en las causas de las enfermedades cardiovasculares. En esa época aún se pensaba que un nivel alto de colesterol constituía la principal causa de las mismas. Bajo la influencia de los fabricantes de fármacos que disminuyen los niveles de colesterol se «enseñó» a los médicos que un alto nivel del mismo daña las paredes de los vasos arteriales y, junto a los depósitos de calcio y tejido fibroso, es la principal causa de la formación de los ateromas que llevan a obstruirlas provocando los infartos y derrames. Hoy sabemos que eso era sólo otro cuento más del márketing de la industria farmacéutica. Si el colesterol alto dañase las paredes de los vasos arteriales lo haría también en otros lugares de nuestro sistema circulatorio sanguíneo. El sistema se obstruiría en todas partes y no sólo en el corazón o en el cerebro. En otras palabras, también tendríamos infartos de la nariz, la oreja, las rodillas, los codos, los dedos y cualquier otro órgano del cuerpo. Y es evidente que ese no es el caso. Después descubrí que las enfermedades cardiovasculares son prácticamente desconocidas en el mundo animal mientras que entre los seres humanos es la principal causa de muerte. Fue un gran avance para la salud natural en todo el mundo. Los animales producen su propia vitamina C, necesaria para producir las moléculas de refuerzo de nuestro cuerpo y de su sistema circulatorio, llamadas colágeno. Cuanta más vitamina C, más colágeno, más estabilidad para las paredes de nuestros vasos sanguíneos, menos infartos. Los animales raramente tienen infartos porque producen cantidades suficientes de vitamina C en sus cuerpos. Los seres humanos no podemos producir ni una sola molécula de esta vitamina y normalmente obtenemos muy pocas vitaminas de nuestra dieta con el consiguiente riesgo de que nuestro sistema circulatorio se debilite. Esta serie de descubrimientos fue tan convincente que no sólo explicaba por qué los animales no sufren infartos y las personas sí, sino también por qué sufrimos ataques al corazón y no de nariz. Posteriores investigaciones y estudios clínicos confirmarían más allá de toda duda tan impresionante hallazgo.
-Y fue cuando usted denunció lo que sucedía en su libro Por qué los animales no sufren infartos y las personas sí.
-Exacto. En él enumeraba, por primera vez, las «leyes de la industria farmacéutica». Unas leyes que identifican el negocio farmacéutico de la enfermedad como una industria de inversión y no como una industria para la salud. Desenmascaré el principio de patentabilidad con el que se rigen porque sustituía el objetivo de investigar para solucionar problemas de salud por el de investigar para ganar dinero. Y responsabilicé abiertamente a la industria farmacéutica de la muerte prematura de cientos de millones de personas de todo el mundo en las últimas décadas y de la ruina económica de naciones y personas a consecuencia del gigantesco gasto en medicamentos.
-Extraña que la industria farmacéutica no reaccionara contra usted…
-La única razón por la que la industria farmacéutica no tomó represalias contra mí es porque vinculé ese «negocio de la enfermedad» sin escrúpulos con los mayores crímenes cometidos contra la humanidad en el siglo XX: el asesinato masivo durante la Segunda Guerra Mundial. Es un hecho histórico que el mayor cártel europeo petroquímico y farmacéutico financió la toma de poder de Hitler hace 70 años. La Segunda Guerra Mundial fue primordialmente una guerra por la conquista de los recursos naturales de Europa del este y Asia. El Tribunal de Guerra de Nüremberg (1946/47) declaró que la Segunda Guerra Mundial no hubiera sido posible sin ese cártel petroquímico llamado I. G. Farben. Como resultado de ese tribunal I. G. Farben fue dividido en Bayer, BASF y Hoechst, y algunos de sus directivos fueron sentenciados por comenzar una guerra en contra del Derecho Internacional, por el asesinato masivo y la explotación y saqueo de la propiedad pública y privada en países extranjeros y otros crímenes contra la humanidad. La historia de la actuación empresarial que había detrás de la Segunda Guerra Mundial está documentada en un libro de Josef Borkin, El crimen y el castigo de I. G. Farben» (The Crime and Punishment of I.G. Farben), que se encuentra documentado en la página web de nuestra fundación. Por eso desde el comienzo mismo de mi estrategia de desenmascaramiento la industria farmacéutica ha estado a la defensiva. Por eso no es ninguna sorpresa que nunca se hayan atrevido a tomar represalias o a comenzar un pleito por injurias y calumnias. No puede aceptarse que unos cuantos inversionistas que apoyan a políticos sin escrúpulos, incluidas las administraciones actuales de Estados Unidos y Gran Bretaña, sacrifiquen la salud de millones de personas y la economía de los países del mundo con el propósito principal de seguir manteniendo este multimillonario fraude en nuestro planeta.
-Viviríamos entonces la culminación de un proceso que nace con la propia industria. ¿ Son opuestos los términos negocio y salud, al menos tal y como han sido interpretados hasta ahora?
-La industria farmacéutica no es una industria que haya crecido de forma natural. Fue creada artificialmente por inversionistas que, para poder ganar dinero con las enfermedades, tuvieron que bloquear los tratamientos médicos naturales y no patentables de forma que no estuvieran disponibles en ninguna parte del mundo. Al comienzo del siglo XX el grupo Rockefeller ya controlaba la mayor parte del negocio petrolero de Estados Unidos y muchos otros países. Y con la ayuda de esos billones de dólares en ingresos ese grupo de inversión decidió convertir la salud en un nuevo mercado. Sólo que el beneficio o rendimiento de esa inversión dependía de las patentes comerciales de los medicamentos farmacéuticos inventados. Así que los beneficios de la nueva industria se usaron sistemáticamente para convertir la medicina en un negocio manejado sólo por las farmacéuticas. Y en sólo unas décadas la medicina pasó a estar controlada por estos grupos de interés a través de la influencia que ejercían en las escuelas o facultades de Medicina, en los medios de comunicación y en el ruedo político. Obviamente, uno de los principales problemas a los que esa industria tenía que hacer frente era la competencia de los productos naturales para la salud. Ya entre 1920 y 1935 se descubrieron la mayor parte de las vitaminas y de los nutrientes esenciales que eran necesarios para el metabolismo básico de las células. Para el mundo científico estaba claro que, sin esas moléculas esenciales en su metabolismo, las células no funcionarían adecuadamente y serían el origen de las enfermedades. Los estrategas de la industria farmacéutica se percataron de ello y se embarcaron en una campaña mundial para impedir que esa información vital estuviera a disposición de todos. Aunque silenciar esa información fue sólo el primer paso. Con posterioridad adoptaron otras medidas estratégicas para fortalecer el fraudulento plan del negocio farmacéutico como desacreditar la información sobre terapias naturales y no patentables y, finalmente, tratar de prohibir cualquier declaración sobre prevención y terapias naturales. Todas esas medidas tenían únicamente un propósito: proteger a la industria farmacéutica basada en fármacos patentables -que solamente palian síntomas- de las terapias naturales y no patentables que son esenciales para el mantenimiento de la salud celular. Sencillamente, una enfermedad prevenida o erradicada no permite obtener beneficios.
-Es decir, que a su juicio los propios médicos han estado siendo sometidos desde hace décadas a una especie de lavado de cerebro o de programación de «conocimientos» para que creyeran lo que a la industria le interesa.
-Evidentemente. Es especialmente importante reflexionar acerca de la influencia de la industria farmacéutica en la profesión médica. A través de la creación de universidades de medicina privadas en Estados Unidos, incluidas las llamadas universidades «Ivy League» como Harvard, Yale, la Clínica Mayo y otras, la industria farmacéutica simplemente compró la opinión médica en todo el mundo. La enseñanza de las terapias médicas se centró cada vez más en los medicamentos farmacéuticos a la vez que consideraban los tratamientos de salud naturales «anticuados». Casi ningún médico que se haya licenciado en una universidad de Medicina durante las últimas décadas sabe que el primer premio Nóbel por el papel de la vitamina C en el metabolismo celular se concedió en 1937. Así, durante más de medio siglo, generaciones de médicos -millones en todo el mundo- se licenciaron en Medicina sin saber nada del papel vital de las vitaminas y los minerales. Y cualquiera puede entender de inmediato las consecuencias devastadoras de esa estrategia para la salud humana en todo el mundo. Especialmente porque de los miles de millones de personas que viven en la actualidad poquísimas saben que el cuerpo humano es incapaz de producir por sí mismo vitamina C. Cuando es un hecho científicamente demostrado que la vitamina C no sólo protege de la llamada «enfermedad de los marineros», el escorbuto, sino que es el factor principal para prevenir los problemas cardiovasculares y muchas otras patologías. Así que la simple decisión de que este conocimiento vital llegase a la profesión médica posibilitó deliberadamente la actual epidemia de enfermedades cardiovasculares, causa número uno de muerte en el mundo industrializado así como en las zonas más urbanizadas del mundo en vías de desarrollo. Apenas sabe nadie tampoco que el cuerpo humano no produce el aminoácido natural lisina, un bloque de proteínas esencial. Y resulta que esa molécula natural, la lisina, es uno de los factores más importantes a la hora de impedir la propagación del cáncer por el cuerpo. El cáncer es la segunda epidemia más numerosa en el mundo industrializado y los fármacos vendidos durante el último mes de vida de un paciente con cáncer conforman uno de los mercados más rentables del negocio farmacéutico de las enfermedades. Ahora, a comienzos del siglo XXI, la humanidad empieza a despertar de esta pesadilla. Sin embargo, dos de cada tres personas del mundo industrializado y del tercer mundo se habrían salvado probablemente de la muerte en las últimas décadas sólo con que se hubiera propagado la información sobre las moléculas necesarias para el buen funcionamiento celular que nuestro cuerpo no produce. Y la razón de que tantas personas hayan estado «dormidas» durante todo un siglo no es que sean poco inteligentes sino que se debe al hecho de que para que el fraudulento y engañoso negocio de las farmacéuticas funcione éstas se gastan miles de millones de dólares cada año en crear una fachada artificial que las muestre como «benefactoras de la humanidad». Y para alcanzar ese objetivo la industria farmacéutica se gasta en marketing el doble de lo que gasta en investigación. Donald Rumsfeld, actual Secretario de Defensa de Estados Unidos, ha sido consejero delegado de varias multinacionales farmacéuticas. Y recibió varios «premios» por sus «servicios» en esta industria antes de que lo designaran para su cargo actual en la administración Bush. No hay duda de que Rumsfeld y todos los ejecutivos de la industria farmacéutica, incluido el grupo de inversión Rockefeller, conocen estos hechos. Y como podrá imaginar, tiemblan ante la idea de que la verdad sobre el negocio farmacéutico de las enfermedades se propague por todo el mundo como un reguero de pólvora. Si eso pasa la suerte estará echada. Serán considerados los responsables de la muerte de millones de personas a causa de enfermedades que se podrían haber prevenido si no hubiera sido por sus decisiones totalmente intencionadas. Ellos lo saben: o aplastan a la humanidad en una guerra de implicación mundial tipo Gran Hermano o un día la humanidad los aplastará a ellos. No hay punto medio. Ese es el trasfondo de la guerra de Irak. Por eso se enfrentan a todo el planeta.
-¿Y que papel juega en todo este entramado de intereses la Organización Mundial de la Salud? ¿No debiera ser la primera interesada en promover la nutrición como elemento de salud preventiva?
-La Organización Mundial de la Salud (OMS) se creó hace más de 50 años con el fin de mejorar la salud en todo el mundo. Y uno de sus principales objetivos iniciales fue la difusión de información sobre nutrición. Junto con la Organización para la Agricultura y la Alimentación (OAA), la OMS publicó informes anuales durante una década a los que adjuntaba Reportes conjuntos sobre Nutrición. Pero después de ese período la industria farmacéutica tomó ya el control absoluto de la OMS. Desde ese momento se convirtió en lo opuesto a lo que era. En 1963, sólo 15 años después de que se fundase la OMS para servir a los habitantes del mundo, se había convertido en un instrumento del cártel farmacéutico mundial. Ese año se creó una nueva comisión para luchar específicamente contra los micronutrientes (vitaminas, minerales y aminoácidos) e impedir que se usasen para prevenir, curar y erradicar enfermedades. El propósito del llamado Codex Alimentarius (estándar alimentario) de esa comisión de la OMS / OAA era el de imponer «límites superiores» artificiales para impedir que la gente usase estos componentes naturales para la salud con fines terapéuticos. Esa comisión también se embarcó en una «guerra santa» contra la propagación de la información sobre los beneficios científicos de estos micronutrientes para la salud. De esta forma, el farma-cártel utilizó a la OMS como su instrumento mundial para dar el empujón a la primera legislación de la globalización, leyes proteccionistas para asegurar artificialmente el monopolio mundial de la salud de los fármacos patentados. Y así, durante los últimos 40 años la organización creada para mejorar la salud se ha utilizado para satisfacer los intereses de un puñado de inversionistas haciendo exactamente lo opuesto: mantener a los habitantes del mundo ignorantes de una información vital para prevenir las enfermedades más comunes de la actualidad.
-Su campaña de denuncia de todo esto parece haberse acentuado a partir del verano del pasado año…
-La publicación de mi Programa de 10 puntos. Salud para todos en el año 2020 que se presentó en la cumbre mundial de Johannesburgo en agosto del 2002 fue, efectivamente, un punto de inflexión para la OMS. Con más de 100 jefes de estado a quienes se les hizo tomar conciencia de la naturaleza fraudulenta del negocio farmacéutico y las alternativas naturales para la salud comenzó la batalla para recobrar la OMS y usarla para beneficio de los habitantes del planeta. Los países en vías de desarrollo de África, Sudamérica y Asia están dirigiendo esta batalla histórica. Pero que no haya confusiones: las fuerzas del cártel farmacéutico consolidadas en la OMS no se darán por vencidas voluntariamente. Los intereses que convirtieron la OMS en lo opuesto de lo que debía ser son los mismos intereses que han forzado la guerra contra Irak y la actual crisis internacional. Por tanto, la guerra por el control de la OMS se llevará a cabo con la misma brutalidad que cualquier batalla militar. La comparación es válida ya que, después de todo, las víctimas en ambos casos son millones de personas. El resultado de esta batalla por el control de la OMS es seguro: los habitantes del mundo, por su propio bien y por el bien de las generaciones futuras, la ganarán y retomarán el control de ese organismo mundial. Cuánto tiempo lleve dependerá en última instancia de que se informe a la gente de estos acontecimientos y de que se comunique a sus gobiernos que han de tomar medidas tanto a nivel nacional como internacional. Mientras tanto, es esencial que haya organizaciones que no se puedan comprar, sobornar o influenciar de ninguna manera. La Fundación para la Salud Dr. Rath se fundó como una contribución a ese propósito.
-En los primeros días de este mes de noviembre se celebra en Alemania una importante reunión del Codex Alimentarius. ¿Cómo funciona la cuestión?
-El Codex Alimentarius es una comisión conjunta integrada por personas de la OMS y de la OAA. Y alrededor de la mitad de sus miembros están relacionados -directa o indirectamente- con la industria farmacéutica. Por eso, a la vez que en ella se trata de numerosas cuestiones relacionadas con la seguridad de los alimentos, la mayor parte de su tiempo lo dedican, atendiendo a los intereses del cártel farmacéutico, a impedir que se difunda información sobre cómo mejorar la salud de forma natural con vitaminas, minerales y otros nutrientes esenciales. Tras mis descubrimientos sobre la conexión entre la vitamina C y las enfermedades del corazón, del éxito de mi libro Por qué los animales no tienen infartos y después de que fracasase en 1994 su primer intento de ilegalizar las terapias naturales en Estados Unidos las multinacionales farmacéuticas revitalizaron el Codex Alimentarius en 1995. Desde entonces han dirigido una enérgica campaña para proteger el negocio farmacéutico de los micronutrientes, eficaces, seguros y no patentables. En la actualidad esa comisión se reúne todos los años a puerta cerrada. Su objetivo principal no confesado es prohibir todo aquello que tenga que ver con las vitaminas, los minerales y otros nutrientes esenciales para la prevención de enfermedades. Luego intentarán, sin escrúpulos, que esas recomendaciones pasen a la Asamblea General de Naciones Unidas para que se conviertan en ley vinculante para todos los países miembros; es decir, para todo el mundo. Ese es, por lo menos, el plan del cártel farmacéutico. -Que ustedes no están dispuestos a consentir… -En los últimos años hemos organizado regularmente protestas contra ese plan, incluidas conferencias científicas, concentraciones y campañas de protesta dirigidas a los miembros de la comisión del Codex Alimentarius y a los gobiernos que aún la apoyan. Durante la última campaña se logró hacer llegar millones de cartas de protesta a los gobiernos y a los miembros de los parlamentos de los países que aún apoyan tan vergonzoso intento. La víspera de la reunión del Codex Alimentarius que tuvo lugar en noviembre del 2002 en Berlín tuvimos una conferencia de expertos en salud de todo el mundo, incluidos sudafricanos. Y fue precisamente en esa reunión cuando la delegación oficial de Sudáfrica desenmascaró por primera vez la hipocresía existente tras el Codex Alimentarius. Para comprender la importancia de este paso se deben entender los siguientes hechos: nadie en su sano juicio apoyaría una prohibición por las buenas. Por tanto, el cártel farmacéutico necesitaba proporcionar un pretexto a los políticos aún indecisos acerca del motivo por el que deberían ilegalizar las terapias naturales. Y como pretexto inventaron la existencia de efectos secundarios en las vitaminas, lo que es falso. Tales efectos secundarios sólo existen en la imaginación de los grupos que sostienen los intereses farmacéuticos y en las mesas de diseño de su maquinaria mundial de relaciones públicas. Las vitaminas, los minerales y los aminoácidos son los bloques de construcción de la vida y el cuerpo puede eliminar cualquier excedente de ellos sin problema. Una situación diametralmente opuesta a los medicamentos farmacéuticos sintéticos. Precisamente porque los fármacos son sintéticos y no naturales el cuerpo no los reconoce y esa es la razón por la que casi todos ellos causan graves efectos secundarios. Según la edición del 15 de abril de 1998 del Journal of the American Medical Association -publicación de la Asociación Médica Americana- los efectos secundarios mortales de los medicamentos se han convertido en la cuarta causa principal de muerte en el mundo industrializado. Bueno, pues a pesar de tal evidencia la maquinaria de relaciones públicas farmacéutica intenta manipular a la opinión pública mundial y presionar a los políticos para que aprueben las recomendaciones sin escrúpulos del Codex Alimentarius. Es desde esta posición desde la que tenemos que valorar la postura que el Gobierno de Sudáfrica tomó en la reunión del 2002 apoyando nuestros argumentos oficialmente y desenmascarando la hipocresía de la campaña que durante décadas ha realizado el cártel farmacéutico. Claro que no se trató de una coincidencia. Dos años antes el gobierno sudafricano se había enfrentado al cártel farmacéutico negándose a pagar los derechos de los fármacos para el SIDA. Su argumento era sencillo: pagar tan exorbitantes derechos por esos fármacos los dejaría fuera del alcance de la mayor parte de la gente de Sudáfrica y del mundo en vías de desarrollo. Y acusó a la industria farmacéutica de que, al insistir en mantener sus enormes márgenes de beneficios, estaba deliberadamente poniendo en peligro la vida de millones de personas de África y de todo el mundo. El cártel farmacéutico, es decir, la Federación Internacional de Fabricantes Farmacéuticos, fue lo suficientemente arrogante como para denunciar al Gobierno sudafricano ante los tribunales en Pretoria. Y no es de extrañar que esta guerra no se ganase en los juzgados pero sí en el tribunal de la opinión pública Manifestantes en todo el mundo contra la «matanza por los intereses del negocio farmacéutico de las enfermedades» hicieron imposible que el cártel farmacéutico continuase con el litigio. En enero del 2001, sólo unas semanas después de haber desafiado al Gobierno sudafricano en los tribunales, el cártel farmacéutico admitió su derrota y retiró el litigio. El Gobierno sudafricano había ganado una victoria histórica contra el cártel farmacéutico. Mientras, los gobiernos de otros muchos países han seguido su ejemplo y están fabricando sus propios fármacos sin tener que pagar tasas estranguladoras de patentes.
-En la reunión que va a celebrarse este mes las vitaminas y minerales vuelven a estar sobre la mesa junto a una propuesta sobre los requisitos que debe cumplir todo producto que afirme poseer «propiedades saludables».
-Bajo el paraguas de Naciones Unidas, la comisión del Codex Alimentarius -que se reunirá en Bonn del 4 al 7- mantendrá una reunión decisiva a la luz de los acontecimientos de los últimos doce meses, máxime teniendo en cuenta que todas las decisiones que emanan de ella son directamente incorporadas por la OMS y acaban repercutiendo finalmente en las legislaciones nacionales. La nueva amenaza puede proceder de la Unión Europea que ha decidido adoptar nuevas directivas que terminarían por suponer de hecho la prohibición final de todas las terapias naturales. Es probable que los 15 miembros de la Unión Europea formen un bloque de poder que esté frente a los pocos estados miembros que demandan un acercamiento más libre a las terapias naturales. Bien es verdad que también podría suponer una nueva oportunidad para los países en vías de desarrollo. El empujón histórico de Sudáfrica en la reunión de Berlín demandando abiertamente un acceso sin restricción para su población supuso mucho más que una controversia feroz dentro de la comisión. Activó un mecanismo de apoyo que puede muy bien derivar en la resistencia de todos los países en desarrollo a la prohibición de las terapias naturales porque son la llave para librar a sus economías de la carga del negocio farmacéutico «con la enfermedad».
-Sudáfrica se ha distinguido también desde el año 2000 por su batalla permanente contra la industria farmacéutica y sus carísimos fármacos contra el SIDA. La decisión recientemente adoptada sobre los genéricos supone de hecho una victoria pero siguen siendo medicamentos. ¿Hay alternativas naturales a esos fármacos?
-Es un hecho científico que prácticamente todos los virus se pueden bloquear, total o parcialmente, con terapias naturales. El ascorbato (vitamina C) reduce la multiplicación (replicación) de los virus. Un estudio publicado en 1990 en la influyente revista norteamericana Proceedings of the National Academy of Science (Procedimientos de la Academia Nacional de la Ciencia) mostró que la vitamina C, en cantidades que una persona puede tomar a diario, ¡podía bloquear la replicación del VIH en más de un 99,9%! Y hablamos de una de las publicaciones científicas más leídas en el mundo. Mire, la industria farmacéutica, la Organización Mundial de la Salud y los dirigentes médicos saben que existen alternativas naturales a los fármacos que además no son patentables. Y que son más eficaces además que cualquier otro enfoque farmacológico actual para controlar una enfermedad. Una segunda sustancia crítica para bloquear la propagación de los virus es el aminoácido lisina. Como todos los virus se propagan destruyendo el tejido que los rodea -el colágeno- con la ayuda de enzimas (colagenasas), la neutralización de esas enzimas reduce o impide la propagación del virus. Bueno, pues se ha demostrado que los aminoácidos naturales lisina y prolina consiguen precisamente este efecto. Aún más, se ha documentado que la vitamina A y otros nutrientes esenciales mejoran el sistema inmunológico y de ese modo contribuyen a una prevención y tratamiento eficaz del SIDA.
-¿El programa de la ONU para el SIDA beneficia a la industria farmacéutica?
-La mayoría de los programas de Naciones Unidas están dominados por grupos de interés farmacéuticos. Y eso incluye el programa de la ONU para el SIDA. Debemos entender que para la industria farmacéutica ha comenzado una batalla sobre su credibilidad tanto en los países en vías de desarrollo como en los industrializados. Más y más países se percatan de que hay alternativas naturales a los medicamentos que no sólo son más eficaces sino que además están disponibles a mucho menor coste y sin pagar derechos de patentes prohibitivos. Y muchos gobiernos del mundo se han dado cuenta de la naturaleza sin escrúpulos y del plan fraudulento de las farmacéuticas que «negocian con las enfermedades» por lo que ahora vuelven a centrar nuevamente sus estrategias nacionales en enfoques naturales de salud. Tenemos que comprender que cualquier país que decida apartarse del negocio farmacéutico de las enfermedades es un clavo en el ataúd de esa industria. Y que una decisión así no sólo significa que la industria farmacéutica obtendrá una fracción mucho menor de sus ingresos en ese país sino que hay una consecuencia aún mejor: cada estado que de la espalda al negocio farmacéutico hace una contribución para que el mundo abra los ojos ante el viejo negocio fraudulento de más de un siglo, mantenido y promovido por los grupos farmacéuticos. Las consecuencias, a medida que más y más países se liberen del yugo del cártel farmacéutico, serán devastadoras para esa industria. Imagine lo que pasará cuando cada vez más países del mundo se percaten de que la epidemia de SIDA se puede contener mediante el suministro a los enfermos de suficiente vitamina C y otras terapias naturales no patentables en cantidades óptimas. Imagine la reacción de la gente cuando se de cuenta de que la industria farmacéutica ha retenido deliberadamente información vital de esos ingredientes naturales para que no llegase a ellos. Por eso comenzamos a ser testigos de cómo se empieza a volver la espalda a las empresas farmacéuticas a escala mundial. Los gobiernos de Jordania, Emiratos Árabes Unidos, Nigeria, Sudáfrica, Angola, Malawi y muchos otros gobiernos africanos así como la República Popular de China han decidido embarcarse en estrategias naturales para el cuidado de la salud. Los inversionistas de la industria farmacéutica no sólo se enfrentan al «efecto dominó», es la caída del «muro de Berlín» del «negocio farmacéutico mundial con las enfermedades».
-¿No se ha arrepentido nunca de atacar a grupos con intereses tan poderosos como los representados en la industria farmacéutica? -He hecho frente a esos poderes desde que recogí la antorcha del dos veces ganador del premio Nóbel, Linus Pauling. Desde el principio fui totalmente consciente de que sólo el descubrimiento de la conexión entre la vitamina C y las enfermedades del corazón incinera un multimillonario mercado farmacéutico para siempre. Así que retomar esta batalla para liberar a la humanidad del yugo de esa industria inmoral y engañosa fue una decisión voluntaria y meditada. En todos estos años en los que me he enfrentado a la industria farmacéutica acusándola públicamente de cometer fraude y arriesgar la vida de millones de personas nunca se han atrevido a contraatacar abiertamente. Ni a cuestionar mis descubrimientos científicos. Sin embargo, algunos formadores de opinión médica y distintos medios de comunicación farma-dependientes sí han tratado de desacreditarme como persona. Pero eso forma parte del sino de cualquiera que se atreva a hacer frente a lo que no está bien. Espero que muchos jóvenes aprendan también a hacerlo en el futuro y tengan el coraje de enfrentarse a lo que reconozcan como incorrecto cuando llegue el momento. En cuanto a mi seguridad personal mucha gente me pregunta si no temo por mi vida. Hacen referencia a la última novela de John le Carré, El jardinero constante, en la que el modelo de negocio de la industria farmacéutica no respeta la vida. El propio John le Carré escribió en el epílogo de su libro que mientras trabajaba en su obra se dio cuenta de que «comparada con la realidad farmacéutica, su novela se lee como una postal de vacaciones». Si uno está en una posición privilegiada -como es mi caso- y sabe que puede influir positivamente en la vida de millones de personas y en las de generaciones futuras debe tomar la decisión correcta. Decir la verdad en alto y en todas partes se convierte además en la mejor protección frente a esos grupos.