La III Cumbre de Financiación del desarrollo celebrada en Addis Abeba pierde una oportunidad de poner coto a las grandes empresas y convertir la fiscalidad justa en una herramienta para financiar el desarrollo. Desde la Economía Social y Solidaria el verdadero cambio en el desarrollo de los pueblos pasa por reorientar las actividades de las […]
La III Cumbre de Financiación del desarrollo celebrada en Addis Abeba pierde una oportunidad de poner coto a las grandes empresas y convertir la fiscalidad justa en una herramienta para financiar el desarrollo. Desde la Economía Social y Solidaria el verdadero cambio en el desarrollo de los pueblos pasa por reorientar las actividades de las instituciones financieras para que pasen a estar subordinadas a los imperativos de los derechos humanos y los marcos de desarrollo sostenible.
La nueva agenda de desarrollo está en marcha, los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), ya están elegidos, son 17, suma de los ocho anteriores Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) más otros nueve que amplían la estrategia de la lucha contra la pobreza a un desarrollo sostenible, más justo y global. Para ello, hace unas semanas se celebraba la III Cumbre de Financiación para el Desarrollo en Addis Abbeba, Etiopía, uno de los países con más pobreza de África. Con la resolución en la mano ONG´s y activistas de medio mundo expresan en los medios su desilusión. Oxfam ha sido una de las que se ha pronunciado con mayor firmeza: «Una de cada siete personas vive en la pobreza y la cumbre de Adís Abeba constituía una oportunidad histórica para comprometer los recursos necesarios para acabar con este escándalo. Sin embargo, la agenda establecida permitió ignorar los compromisos sobre Cooperación y derivar las necesidades de financiación del desarrollo a la participación del sector privado, sin poner ningún tipo de salvaguardas«, afirma Winnie Byenyima, directora de Oxfam Internacional presente en la cumbre.
La III Cumbre de Financiación del desarrollo ha concluido llena de compromisos hacía la consecución de la nueva agenda de desarrollo para el 2030. Para muchos ésta reunión significaba cambios, pues se fijaba cómo se van a financiar los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Los diferentes grupos de presión mundiales habían hecho sus campañas, propuestas, manifiestos y declaraciones hacia los lideres mundiales con el propósito de que se tuviese en cuenta la necesidad de un nuevo modelo político, social y económico. Muchos están de acuerdo en que no basta unas reformas, sugerían recomendaciones cruciales para alentar un cambio de paradigma real en el modelo de desarrollo y hacían un llamamiento a que se pongan en marcha un sistema de Economía Social y Solidaria (ESS).
La resolución está llena de grandes propósitos: «reconocemos», «reforzaremos», «aumentaremos», «trabajaremos», «alentaremos», «nos comprometeremos», contiene el qué se va a hacer, pero le falta concreción y explicaciones del cómo, está carente de un enfoque orientado a la acción directa. La ausencia de medidas concretas, fuera de apoyar las iniciativas de control fiscal ya existentes o recordar lo ya establecido, y no cumplido; por ejemplo, el famoso 0,7 por ciento del PIB para Ayuda Oficial al Desarrollo acordado en el Consenso de Monterrey, más tarde en la Declaración Doha, ha denotado las pocas intenciones de las grandes potencias de tomar decisiones tan ambiciosas como los objetivos propuestos.
Por un lado, este porcentaje de Ayuda Oficial al Desarrollo ha quedado en una declaración de intenciones de alcanzar ese 0,7 del PIB, nada diferente a lo existente, cumplido hasta hora sólo por cinco países: Dinamarca, Noruega, Luxemburgo, Suecia y Reino Unido. Por otro lado, una de las demandas importantes de los G77 y las ONG e iniciativas de la sociedad civil era cambiar el sistema fiscal internacional. Proponían la creación de un Organismo Fiscal Mundial que regulase de forma justa dónde y cómo deben tributar las grandes empresas, cosa que países de la UE o EEUU- países ricos- han rechazado, lo han dejado en impulsar un grupo de expertos internacionales que ya existía y al que le han pedido que se reúna con más frecuencia. Pablo Martínez Osés, coordinador de la Plataforma 2015 y más, dice que la primera conclusión de la Cumbre es «el interés de los países ricos de preservar el statu quo».
La propuesta de la economía social
El Movimiento de Economía Social y Solidaria Rio+20 -originado a partir de La Cumbre de los Pueblos y la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible de Río + 20 -afirmaba que bajo el mismo pensamiento y modelo de sociedad que ha generado esta crisis actual- alimentaria, ecológica, energética, financiera, social y de representación política- no es factible una transformación social, por ende, la consecución de dichos objetivos -los ODS-. Es más, en la declaración elaborada por el Consejo de Administración de la Red Intercontinental de Promoción de la Economía Social y Solidaria (RIPESS) junto a este movimiento, denunciaban que «la economía verde tal y como es presentada por los gobiernos y las multinacionales es sólo una extensión de este modelo a través de la mercantilización de los bienes comunes como una nueva forma de expansión del capitalismo en crisis, mientras que la economía solidaria permite emanciparse de él».
Las Naciones Unidas estaban escuchando estas voces y dando importancia a que se necesita un giro, nuevas medidas para cumplir los objetivos. Los gobiernos son cada vez más proactivos en el apoyo a la ESS,es así que la misma ONU ha creado un Grupo de Trabajo Interinstitucional sobre ESS. Sin embargo, frenan el ímpetu de esos movimientos que consideran que estas economías «no pueden ser consideradas como simples programas de reparación y de lucha contra la pobreza», alegando que «la base de pruebas sobre el rendimiento y la sostenibilidad de la ESS está poco desarrollada». En su Informe sobre Economía Social y Solidaria y el Reto del Desarrollo Sostenible, si bien, le dan importancia y ponen medidas para potenciar aspectos claves que sí que tienen que ver con los retos de desarrollo interrelacionados, se considera más como una herramienta que como un modelo de cambio.
En otro documento de recomendaciones, generado a través de la misma RIPESS, y otro grupo de organizaciones e iniciativas directas de la sociedad civil, se planteó directamente, los cambios que se necesitaban en la nueva agenda, comparándola con los ya «antiguos» ODM. Se proponía de nuevo, un cambio de modelo actual a uno basado en la Economía Social y Solidaria. El documento se realizó semanas antes de la cumbre mencionada, con la intención de que se tuviera en cuenta para las negociaciones. De esta manera, aportaba recomendaciones directas para la financiación de los nuevos objetivos de desarrollo como que «las actividades de las instituciones financieras deben estar subordinadas a los imperativos de los derechos humanos y los marcos de desarrollo sostenible» o, en cuanto a la destinación de los fondos para el desarrollo, recomendaba hacer las transferencias mediante las herramientas locales de finanzas solidarias. Desglosaba en cuatro partes bien definidas la transición a una economía más justa, social y solidaria, donde el bienestar de las personas debía ser el motor de movimiento de las políticas públicas nacionales de desarrollo económico, que se asegurara el acceso a los bienes públicos, que se subordinaran las relaciones entre Estado y empresas a mecanismo vinculantes de transparencia y rendición de cuentas, que se regularan las inversiones extranjeras y comerciales en favor del interés público, entre muchas recomendaciones más que van ligadas con las características que supone un sistema basado en la ESS, que, según RIPESS, es «parte de la respuesta que se requiere actualmente y por ello debe ser debidamente reconocida y respaldada».
Pasada la cumbre, el único éxito que celebran esos movimientos o grupos de iniciativa social es poder haber puesto estos temas sobre la mesa, haber participado, algo que antes parecía imposible, mostrar las contradicciones de los países, ser en algunos temas, aunque parcialmente, escuchados.
¿Qué es un modelo basado en ESS?
Es un concepto que existe desde el siglo XIX, por lo tanto existen múltiples definiciones y su forma ha ido evolucionando con el tiempo. Nació como respuesta a las crecientes desigualdades del momento y aunque siempre ha estado ahí- movimiento cooperativista, por ejemplo-. Es ahora que las diferentes crisis en los países y tragedias ambientales, conflictos, demuestran de nuevo la gran desigualdad económica y social, y renace en boca de iniciativas de la sociedad y grupos de presión con más fuerza, pues tal cual dice la Red de Redes de Alternativas y Economía Solidaria (REAS) la Economia Social y Solidaria: «la economía debe de ser un instrumento al servicio de la sostenibilidad de la vida en todas sus facetas».
La ESS es un conjunto de prácticas económicas- de trabajo, de consumo, de finanzas o monetarias- que se construye sobre la relación entre lo local y lo global y están comprometidas con el entorno social y el medio ambiente, es así que están orientadas no a la máxima del beneficio, sino aumentar el bienestar de la población. Se compara con el concepto del Bien Común de América Latina o el Ubuntu de África. Busca construir un modelo social, económico y político post-capitalista. Por ejemplo, si bien la rentabilidad es uno de los objetivos de las empresas que trabajan bajo una Economía Social y Solidaria, en todo caso, la tendencia es invertir los beneficios en la misma población local y con fines sociales- ecoturismo, comercio justo-.
Valores como la solidaridad, la justicia, la cooperación mutua y la participación democrática son la base de las ESS. Forma parte de la lucha en pro de una ciudadanía activa, una soberanía alimentaria, el bienvivir, el empoderamiento de las comunidades, la emancipación de la mujer o el respeto por la diversidad cultural, religiosa y racial. En su actividad, mantiene cuidado en que se gestionen de manera eficiente y equitativa los recursos, se fomente la economía local, exista un trabajo decente, se contribuya a revertir los efectos del cambio climático y reparto de los beneficios equitativamente.
Si bien suena a utopía existen ejemplos empíricos de lugares, empresas y comunidades que se mueven bajo este modelo desde hace años. Sin embargo, para el logro a un nivel más mundial de estas prácticas, para que dejaran de ser una práctica «alternativa», haría falta una revisión del sistema de gobernanza global, cambios estructurales que suponen un cambio de visión. El crecimiento tendría que dejar de ser el único indicador, pues hasta ahora las políticas basadas en éste evidencian el incremento de marginación de los derechos sociales y agotamiento del planeta, según alegan fuentes como Economistas Sin Fronteras, Oxfam y otras organizaciones.
El cambio climático, las continuas aperturas de nuevos megaproyectos en países de sur y la desestabilización de las comunidades, deforestaciones de bosques, contaminación de aguas, las pérdidas de derechos sociales, el aumento de número de refugiados debidos a los conflictos y guerras, deja un planeta donde la desigualdad crece a diario y las injusticias se suman en los tribunales, cementerios y memorias de aquellos que las sufren.
Es urgente, un cambio de modelo de desarrollo, político y económico. Ya lo dijo , Jan Vandemoortele, doctor en Economía y considerado padre de los ODM: «Afirmar que el mundo ha alcanzado varios objetivos puede ser tranquilizador para algunos, pero es irresponsable» . Tras los resultados de III Cumbre de Financiación de Desarrollo, no queda más que seguir trabajando y alzar la voz más fuerte. Mostrar que vivimos en un sistema cuyo motor ya no da para llevarnos a todos (si es que alguna vez fue esa su intención).
Fuente: http://www.elsalmoncontracorriente.es/?Los-Objetivos-de-Desarrollo