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Los pueblos tienen la palabra

Fuentes: Rebelión

Mirando en derredor, uno no puede menos que percatarse de que algo no anda por los cauces de una lógica que en algún momento pareció irreprochable. ¿Por qué la victoria electoral de Mauricio Macri en una Argentina sacada del caos por Néstor y Cristina? ¿Por qué la relativa pasividad con que los pueblos han presenciado […]

Mirando en derredor, uno no puede menos que percatarse de que algo no anda por los cauces de una lógica que en algún momento pareció irreprochable. ¿Por qué la victoria electoral de Mauricio Macri en una Argentina sacada del caos por Néstor y Cristina? ¿Por qué la relativa pasividad con que los pueblos han presenciado los golpes «suaves» en Honduras, Paraguay, Brasil?

Para Atilio Borón no existen dudas de que estos ejemplos signan las flaquezas de los procesos que mantuvieron la estructura del Estado burgués. Y esas fragilidades fueron aprovechadas por el Tío Sam en la tentativa de recobrar sus posiciones en el escenario internacional. Así lo espeta en entrevista con Brasil de Fato, citada por María Julia Giménez en la digital La Haine y dedicada a analizar los límites de las transformaciones progresistas y la semejanza entre el Chile de 1973 y el Brasil de 2016; en fin, la violencia que se ejerce contra el sistema democrático en el subcontinente.

De acuerdo con el afamado sociólogo, la embestida contra Allende, en 1973, anunció lo que sucedería después en la región. «Fue un experimento radical de terapia de ‘shock’ que sería aplicado en el resto de los países de América Latina y, también, en algunos países del capitalismo avanzado». Conforme a su exposición, «un Estado burgués con una Constitución burguesa, con relaciones capitalistas de producción, con fuerte peso de grandes corporaciones y con la presencia de grandes empresas multinacionales y trasnacionales, impone límites muy estrechos. Y, cuando los cambios trascienden, van más allá de los límites, el proceso democrático entra en una zona de riesgo y rápidamente es eliminado por los agentes de la conservación social, o sea, de las clases dominantes».

En contextos económicos muy complejos, añade, la burguesía provoca sabotajes permanentes, deja de invertir, comienzan las fugas de capitales y se entorpece el proceso productivo en todos los niveles, provocando un gran malestar de la población. «Eventualmente, se prepara la base social para una revuelta fascista».

Chávez, Evo y Correa aprendieron la lección, pues la primera cosa que hicieron fue ampliar el marco institucional en Venezuela, Bolivia y Ecuador, introduciendo innovaciones que potenciaron el protagonismo popular, el referendo revocatorio, hasta el reconocimiento de formas de gobierno de los pueblos originarios. Sin embargo, naciones tales Argentina, Brasil y Colombia siguieron transitando por las vías de «la institucionalidad democrática del liberalismo».

Borón recuerda que los fenómenos actuales ocurren cuando los pronósticos «llevan a concluir que en 2030 la economía norteamericana representará apenas el 18 por ciento del producto bruto mundial, y la de China, el 28 por ciento. Y esta decadencia se ve también en la creciente impotencia de los Estados Unidos».

Ahora, cada vez que Washington se encuentra problemas en el contexto planetario retrocede, para reafirmar su dominación sobre América Latina, asevera el entrevistado, para quien, evidentemente, el establishment quiere frenar el ciclo de los ejecutivos progresistas y avanzar en la conformación de una nueva palestra aquí, en su «patio». Donde nadie dispute su hegemonía. Y por ello se lanzó a fomentar la destitución de los antes mencionados gabinetes, con la ayuda de sus adláteres, las oligarquías locales.

«[Nicolás] Maduro [presidente de Venezuela] no cae simplemente porque cuando él grita tiene un montón de gente en las calles. Y eso es con una situación económica mucho más compleja que la de Brasil», por ejemplo. «Yo creo que Lula cayó víctima de su postura tecnocrática. Él mandó al pueblo para sus casas y, cuando los lobos fueron a atacar a Dilma, ella abrió la ventana y no tenía a nadie. Confió e hizo alianzas con sectores del poder que claramente iban a traicionarlo. Hasta un ciego podría verlo».

Pero ¿las masas?, nos seguimos preguntando.

¿Cómo no previeron el futuro -y el presente- que pinta el sociólogo y politólogo Emir Sader? «En primer lugar, una inmensa crisis social. La economía, que ya venía en recesión hace por lo menos tres años, sufrirá los efectos durísimos del peor ajuste fiscal que el país ha conocido. El fantasma de la estanflación se vuelve realidad.

«Un gobierno sin legitimidad popular, aplicando un duro ajuste en una economía en recesión, va a producir la más grande crisis económica, social y política que el país ha conocido. El golpe no es el final de la crisis, sino su profundización».

Más crudamente. Como se interroga Alberto Buitre en su blog, y tomamos de aporrea.org, «¿por qué diablos la gente apoya a la derecha a pesar que bajo sus gobiernos ya saben que es cuando peor les va? En Estados Unidos, Donald Trump no pierde popularidad. En España, la población continúa votando al Partido Popular. Mauricio Macri hoy es presidente de Argentina gracias al voto masivo de la gente. Y en México, nos preparamos para lo que puede ser la vuelta a la presidencia del Partido Acción Nacional…».

Sí que pueden ser muchas las respuestas, pero reparemos en lo que el expositor presenta como tesis -nosotros como simple hipótesis-, entresacada de una conferencia del ne u robiólogo y científico social noruego Gernost Ernst.

Según él, el pensamiento de derecha dispone de una explicación neurocientífica. «El contexto social actual es el caldo de cultivo para esto. Internet literalmente bombardea con mierda [perdonarán la salida de tono; citamos textualmente] los cerebros de las personas. La llamada ‘shitstorm’ -término urbano para describir una serie de cosas que van aparentemente bien, pero que, al realizarse, terminan horrendamente mal-, deja cosas (selfies, memes, chats, fotos y videos cualesquiera) que desaparecen rápido y dejan frustración. Las redes sociales están plagadas de pseudoargumentación, generan egoísmo y con ellas es fácil burlarse de asuntos realmente serios, como una tragedia humana, un acto de corrupción política, y la lucha de un grupo de personas por sus derechos. Mierda, pues. Y lo más peligroso de todo: generan miedo. Y el miedo es la materia prima de la derecha».

Los reaccionarios saben muy bien lo que hacen al hablar a las audiencias. «Crean enemigos abstractos: migrantes, homosexuales, mujeres, anarquistas; en ellos se funda la razón del miedo. Entonces un candidato o candidata de derecha aparece como una figura paternal, que es capaz de arreglar tus problemas. Provoca -dice el doctor- patriarcado. Y al padre todo se le cree; por ser padre, y por haberte puesto en una posición infantil de indefensión. De hecho, una vez entregándote a él, cada afirmación que haga la tomas como válida. No importa si sabes que es mentira; no importa si él mismo sabe que es mentira – explica Ernst-. Se ha creado una imagen del ‘nosotros contra los otros’. No argumenta. No te pone a pensar, no lo necesita. Lo único que la derecha requiere es poner imágenes en tu mente mediante palabras y definiciones: ‘Los mexicanos son violadores y traen drogas'».

Conversando con el médico y consejero científico del Partido de la Izquierda Socialista de Noruega, Buitre indaga las causas de tanto éxito en la actualidad. Y la contestación, insistente, no se hace esperar: «Los medios de información han cambiado, particularmente Internet. Pero también la forma de educación, de movimiento; esto provoca que nuestra mente cambie, que tengamos dificultades de concentrarnos y de aceptar o entender argumentos. Esto es explotado por la derecha porque se especializa en utilizar el miedo. Saben lo que están haciendo. Están utilizando el miedo social».

Y constituye un hecho que, cuando eres aturdido, amplía, tu cerebro no logra razonar correctamente. «El cerebro es fácil de convencer con imágenes, con palabras simples. Por ejemplo, las grandes tiendas hacen grandes laberintos donde las personas no encuentren la salida. Es una estrategia. Porque cuando eres confundido no tienes fuerza mental para no comprar cosas. Es una técnica; es fácil confundir a la gente. Es la estrategia: aumentar el miedo, aumentar la confusión y así saben que la gente va a apuntar hacia la derecha. Es una estrategia clásica fascista».

Peque o no de «biologicista» la explicación, lo cierto es que para el conferencista la izquierda tiene en sus manos la más vieja de sus armas: la organización social, que, dadas las circunstancias, sigue siendo la más efectiva. «Porque la organización social disminuye el miedo».

«En la izquierda -apunta- no hay un camino tan fácil como en la derecha. La izquierda argumenta. Pero hemos olvidado la organización. Y para la organización necesitamos más tiempo. Hemos perdido a los trabajadores donde no tenemos sindicatos, y ahí debe haber compañeros que sufran y luchen con ellos. Esa es nuestra fuerza. Cuando estamos ayudándoles en las cosas pequeñas, van a escuchar y van a recordar qué es lo más importante y van a luchar también».

Afortunadamente, como advierte el sociólogo Sader, los enemigos se enfrentan no solo a la crisis económica y social, sino también a un movimiento popular revigorizado (al parecer despierta), en la región y especialmente en el gigante sudamericano, «y al liderazgo de Lula. Brasil se vuelve un escenario de grandes disputas de masas y políticas. El Gobierno golpista intentará llegar a 2018 con el país deshecho, buscando impedir que Lula sea candidato y con mucha represión en contra de las movilizaciones populares».

Entonces, más allá de «miedos», de «psicologismos», lo irrecusable es que los rebeldes deben reformular su estrategia y su plataforma, desarrollar formas de movilización amplias y combativas, para que golpistas, el macrismo y otras «hierbas aromáticas» devengan paréntesis escueto en la historia de sus países. Una vez más, los pueblos tienen la palabra.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.