Todo está listo para la materialización de la huelga de 24 horas contra el gobierno de Alejandro Toledo. Existen, no una, sino mil razones sociales para que los asalariados del Perú se declaren en rebeldía contra los patrones de este país. La inseguridad social, la desocupación creciente, el subempleo, el hambre y la miseria son […]
Todo está listo para la materialización de la huelga de 24 horas contra el gobierno de Alejandro Toledo. Existen, no una, sino mil razones sociales para que los asalariados del Perú se declaren en rebeldía contra los patrones de este país. La inseguridad social, la desocupación creciente, el subempleo, el hambre y la miseria son azotes que hacen estragos en millones de peruanos. La corrupción en todos los niveles del Estado sigue igual y hasta peor que durante el régimen mafioso de Alberto Fujimori. El manejo lumpenesco del gobierno, del Estado, del parlamento y de otras instancias del Estado es el desmentido más contundente a la supuesta sociedad democrática supuestamente inaugurada por el «cholo» Toledo en el 2001.
Es cierto que todos los indicios económicos, sociales y políticos constituyen la base objetiva para el desarrollo de esta lucha popular. Pero es más cierto aún que este movimiento huelguístico, programado para el 14 de julio, carente completamente de una dirección sindical clasista no revertirá las cosas a favor de los oprimidos. No toda huelga sirve a los intereses de los trabajadores. Hay huelgas y hay huelgas. Huelgas heroicas como la que remeció los Estados Unidos en 1886, cuando los trabajadores se pusieron en pie de lucha y sacrificaron cientos de combatientes para conquistar las ocho horas de trabajo. O también como aquellas huelgas de los obreros rusos en enero de 1905 que hizo tambalear al régimen zarista y que según Lenin significaron el «ensayo general» de la revolución bolchevique de octubre 1917. Pero también hay huelgas traferas y corrompidas, que en apariencia sirven a los intereses de los trabajadores, pero que en el fondo están dirigidas a sustentar la opresión y a salvar el Estado en descomposición.
¿Cuál es el problema central en la huelga del 14 de julio?. El problema fundamental tiene que ver directamente con la dirección de esta huelga. Hablando estrictamente del movimiento sindical, es bueno recalcar que cualquier movimiento sindical se sustenta esencialmente en la conciencia de sus afiliados y en la calidad moral y clasista de sus dirigentes. Estos dos elementos son esenciales y son determinantes para el curso político que sigue el movimiento sindical reivindicativo. Las bases pueden ser avanzadas y aguerridas, pero si carecen de una auténtica dirección clasista, son fáciles de caer en la estafa política y en la derrota sindical. Como decía Carlos Marx: «el movimiento obrero es revolucionarios, o no es nada». En Perú hay bastante experiencia sobre el grave daño sindical-social que resulta de un desfase entre masas decididas a luchar por sus intereses y dirigentes corrompidos y mafiosos. En julio de 1977 la clase obrera peruana se movilizó contra la dictadura militar y en función de esta lucha realizó un paro general de grandes proporciones políticas. Esta lucha se ejecutó por encima de los dirigentes de las principales centrales obreras y en particular de la Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP) en poder del denominado «Partido Comunista del Perú-Unidad», que desde 1968 había respaldado la primera y segunda fase del «gobierno revolucionario de los militares». Estos dirigentes, acostumbrados a maniobrar para desactivar las explosiones sociales, al verse rebasados por los acontecimientos se montaron en la ola huelguística y desde el interior del movimiento maniobraron para que esta lucha fracasara.
Asamblea constituyente y fuegos artificiales
La Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP) que aparece como la gestora de la próxima huelga dista mucho de representar los intereses de los trabajadores. Esta central es manejada principalmente por los retazos de lo que en Perú se conoce como «Partido Comunista del Perú» (PCP-Unidad) y el denominado «Partido Comunista del Perú» Patria Roja. Estas organizaciones políticas que se llaman falsamente de Izquierda, desde la CGTP, desde el parlamento, o de otras instancias del Estado, han sido cercanos colaboradores de los distintos regímenes políticos del Perú. En los últimos 20 años han sido los aliados más cercanos de los grupos de poder locales y del imperialismo y si se han acercado a las bases obreras ha sido para desviarlas de sus luchas y manipularlas en el terreno electoral. Como parte de Izquierda Unida (IU), sostuvieron la campaña electoral de Alejandro Toledo y fueron activistas del movimiento los «Cuatro Suyos» que dirigió Toledo desde el año 2000 y que le sirvió para ganar la presidencia de la República. En 1985, tanto el PCP-Unidad, como Patria Roja, sostuvieron la campaña electoral del reaccionario Alan García Pérez y en 1990 mantuvieron la misma conducta con la candidatura y el gobierno del mafioso Alberto Fujimori. A comienzo de este año estos dos partidos se hicieron presentes en palacio de gobierno para solicitar (léase rogar) su ingreso al «acuerdo nacional» formulado por Toledo para hacer confluir en santa alianza a todos los partidos dispuestos a salvar el Estado peruano.
Es una evidencia que los dirigentes de esta huelga se preparan a estafar una vez más a los trabajadores peruanos. Este hecho sobresale en la lectura de uno de los puntos de la plataforma de lucha de la huelga. Uno de los puntos se refiere al «pedido clave» en torno a la convocatoria a una Asamblea Constituyente «soberana» para «reestructurar el Estado». ¿Una Asamblea Constituyente para salvar el país?. ¿Chiste o clarividencia política de estos dirigentes?. Históricamente ninguna Asamblea Constituyente ni otro tipo de parlamento, han servido para resolver los grandes problemas económicos sociales de los trabajadores. Al contrario estas instituciones, caricaturescas y antidemocráticas, son útiles para sostener la corrupción en el Estado y para proteger los intereses de los grupos de poder. Reclamar una Asamblea Constituyente, como lo hacen los dirigentes de la CGTP, no es otra cosa que echar arena en los ojos de los trabajadores para encubrir el estado crítico y en bancarrota de la sociedad oficial peruana. Qué soberanía puede tener una Asamblea Constituyente, cuando esta sería integrada por los mismos sátrapas que ahora son inquilinos del actual congreso peruano, y cómo se puede hablar de soberanía, cuando en el caso de una nueva Asamblea Constituyente, esta sería organizada y convocada por los mismos que ahora manejan mafiosamente el Estado y sus instituciones. En Perú ninguna reforma a favor de los oprimidos surgirá de tal o cual Asamblea Constituyente y menos si en ellas participan los mercenarios políticos de la derecha y de la izquierda oficial. De otro lado, pedir una «reestructuración del Estado», aparte de su incoherencia en relación a la esencia reaccionaria del Estado opresor, no tiene ninguna viabilidad en el caso peruano, cuyo Estado en crisis total no tiene la más mínima posibilidad de reformas o modificaciones en su naturaleza de clase. Además, los estados burgueses-terratenientes, como en Perú, cuando se «reestructuran», si así fuere el caso, no es para favorecer a los oprimidos, sino más bien para intensificar la explotación, la represión y el manejo corrupto en los asuntos del bien común.
A estas alturas, pedir una Asamblea Constituyente para resolver la crisis del país, no es solamente un vulgar cuento repetido desde hace más de 150 años, sino que ello constituye una táctica política que busca dos propósitos principales: Por una lado, una Asamblea Constituyente serviría a corto plazo de espejismo político y sería una especie de fuegos artificiales dirigidos a camuflar la grave realidad nacional. Esta cortina de humo sería de gran utilidad para evitar futuras explosiones sociales espontáneas, que harían peligrar la integridad física del Estado y de los partidos políticos corrompidos. Mediante una Asamblea Constituyente, el circo se reactiva y lo payasos (candidatos) podrían agitar con libertad nuevamente sus demagógicos ofrecimientos contra el hambre y la miseria, y mediante falsas promesas arrastrar a las masas desesperadas detrás de cualquier bandido que se declara candidato de los pobres y de la democracia. De esta manera, la famosa Asamblea Constituyente resulta algo parecido a una válvula de escape de las profundas tensiones sociales a punto de explotar como ya viene ocurriendo en las zonas andinas del Perú (Puno, Apurimac, etc.).
De otro lado, el pedido de una Asamblea Constituyente es el mejor regalo electoral que se le puede hacer al corrupto y reaccionario Alan García Pérez, que al frente del Partido Aprista (APRA) se prepara para volver a la presidencia de la República. Por ello no es casual, que exista una alianza entre los dirigentes de la CGTP y el APRA para actual en forma conjunta en la próxima medida de lucha. De hecho, la huelga del 14 de julio, servirá sin lugar a dudas, para sellar una alianza electoral, con miras a las elecciones presidenciales del 2006, entre la llamada izquierda peruana y el líder del derechista Partido Aprista. De esta manera, los restos de la izquierda oficial peruana, en particular, Patria Roja, el PCP-Unidad, el PUM (Partido Mariáteguista Unificado, etc.) se preparan para repetir el plato de julio 1985 cuando sostuvieron la candidatura y el gobierno de Alan García Pérez.
Bruselas, 11 de julio 2004