» ¡Bush: dimite y salva el planeta!«. Lema de algunas pancartas con las que fué recibido el presidente norteaméricano en su último viaje a Europa. Emergencia global Nos hallamos en una situación de emergencia global originada por dos peligros que amenazan la supervivencia de la humanidad y […]
Emergencia global
Nos hallamos en una situación de emergencia global originada por dos peligros que amenazan la supervivencia de la humanidad y de la Tierra como planeta vivo: el de un de un brusco cambio climático y el de una nueva guerra mundial, que inevitablemente desembocaría en una conflagración nuclear. Conjurar ambas amenazas es urgente si queremos evitar, a no muy largo plazo, la desaparición de la civilización humana. Por tanto, dichos retos condicionan a todos los demás que puedan requerir nuestra atención, que devendrían superfluos en una planeta devastado. Ambos peligros se retroalimentan. Así la guerra no solo daña directamente el medio ambiente, desencadenando una carrera armamentista en la que la proliferación nuclear sería imparable, sino tambien indirectamente, pues frenar el deterioro ecológico sólo es posible en un entorno de paz y cooperación El cambio climático azuzaría, además, guerras por el agua potable (se dice que la del Líbano tenía como objetivo el control del agua del rio Litani por Israel) y las menguantes fuentes de energía no renovables. Como predice Michael T.Klare («Se avecinan guerras por los recursos», Rebelión, 7-3-2.006), el cambio climático alumbrará un escenario de conflictos por los recursos en el que «es inevitable la proliferación de armas nucleares». Por otra parte, las catástrofes causadas por el cambio climático (huracanes, inundaciones, sequías, etc..) sumadas a las de las guerras, desencadenarían hambrunas y migraciones masivas que desbordarían la capacidad de ayuda y acogida de las organizaciones internacionales, abocándonos a un mundo caótico e ingobernable que realimentaría nuevas guerras. Este escenario de pesadilla no se parecería al de Star War (una guerra galáctica) sino al de Mad Max (una regresión civilizatoria) . La alta probabilidad de una guerra nuclear ya es admitida por los estrategas militares de las grandes potencias, que se preparan para ella (p.e. maniobras militares de la CSO en las que intervienen Rusia y China, para enfrentar la expansión estadounidense por el pasillo euroasiático ) . Para Condolezza Rice, la reciente guerra del Líbano significaba los «dolores de parto de un nuevo Oriente Medio» (cuyo nacimiento pasaría, logicamente, por la destrucción del actual). Lo cierto es que en esa zona se concitan los conflictos que pueden degenerar en una guerra nuclear. El salto cualitativo hacia el uso del arma atómica figura, desde hace tiempo, en la agenda del gobierno usamericano que desarrolla febrilmente nuevas armas de ese tipo, como las llamadas «tácticas», que prevee emplear en un próximo ataque «preventivo» a Irán. Este ataque podría ser el detonante de una tercera guerra mundial, según el profesor M. Chossudovsky («Los peligros de una guerra nuclear en medio Oriente», Rebelión 12-03-06) que afirma: «El mundo se encuentra en una encrucijada, en la crisis mas seria de la historia moderna. USA se ha embarcado en una aventura militar, una guerra prolongada que amenaza el futuro de la humanidad».
Mañana será tarde
El plazo es corto, probablemente no más de una década. Porque:
-No podemos esperar -al menos en dicho plazo- un acuerdo global de desarme entre estados, sobre todo porque, en esta encrucijada entre solidaridad y barbarie, los que forman el núcleo del Imperio (EEUU- Inglaterra- Israel) ya han optado por la barbarie. Es preciso que seamos conscientes de que existe algo más que un riesgo de guerra generalizada: hay un plan de guerra generalizada- la Guerra Global Permanente- teorizada como «guerra de civilizaciones» por una secta de neonazis instalados en los centros de poder mundial. Si no les detenemos, desembocará inexorablemente en una confrontación nuclear.
Solamente con un movimiento ciudadano de insumisión global (que afecte, sobre todo, al corazón del Imperio) como el perseguido por el «Llamamiento mundial de las mujeres por la paz» (v. «Rebelión» 7-3-2006) se puede obligar a los gobiernos a desarmarse. Como dice R. Fernandez Durán ( «Europa cómplice del terrorismo de estado israelí, apoyado por EEUU». Paz Ahora, agosto de 2006): «…Es hora ya de que entre todos paremos esta dinámica demencial. No lo harán los Estados, ni los ejércitos; tendrán que ser las sociedades civiles organizadas de los distintos bandos las que se impliquen y presionen a todos los sectores armados para frenar la caída en el abismo…» Mas que protestar, pues, por las guerras en marcha, hay que crear una cultura de paz que las haga inviables. Como expresa el citado llamamiento: «…decimos basta a la guerra de Irak y a todas las guerras» La filosofía que lo inspira podría enunciarse así: «acabemos con la guerra antes de que la guerra acabe con nosotros». Los propios pueblos del eje anglosajón-israelí estan ya comprobando el alto coste económico y humano de la «cruzada» emprendida por la camarilla de dementes que les gobierna.
-Aunque en los próximos años no se detendrá por sí mismo el avance de numeroso factores de deterioro ecológico, como la contaminación, la desertización y la pérdida de biodiversidad (la ONU acaba de alertar de que esta a punto de producirse la mayor pérdida desde la extinción de los dinosaurios, con 76.000 especies en peligro) lo que amenaza hacerse pronto irreversible es el cambio climático, debido a un proceso de retroalimentación que lo acelera. Según recientes estimaciones el deshielo de los casquetes polares avanza a velocidad geométrica, pues el mar liberado de hielo absorbe más calor acelerando la fusión del mismo. Asimismo el calentamiento atmosférico incrementaría los incendios forestales (la deforestación de la Amazonia es alarmante), con lo que se reducirá la absorción de CO2, agravándose aún más el calentamiento. En los glaciares de Groenlandia se estan licuando kilómetros cúbicos de hielo al doble de la velocidad previamente calculada: su deshielo completo supondría una subida considerable del nivel del mar y una alteración de las corrientes oceánicas que determinan el clima.
Por último, el calentamiento de los océanos, unido a su sobreexplotación, amenaza producir en pocos años un colapso mundial de las pesquerías, según avisa un reciente informe de la ONU con motivo del Día Mundial de los Océanos. Todo ello y mucho más ha llevado a expertos en el tema (v. artículo de Mike Davis «Hemos entrado ya en la era del caos» Rebelión. 7-3-2006) a advertir de que no disponemos de más de diez años para evitar un drástico cambio climático, con sus gravísimas consecuencias.
El movimiento altermundista en la encrucijada
Si, como decíamos antes, estas amenazas globales solo pueden conjurarse – en el corto plazo de que disponemos- a través de la movilización de una ciudadanía mundial organizada, es obvio el papel fundamental que corresponde al Foro Social Mundial. Pero el movimiento altermundista atraviesa una crisis producida por dos factores:
1)La desorientación provocada por el brusco cambio de escenario que supuso, respecto del de Seattle, la irrupción del 11-S, cambio para el que nos estábamos preparados. De pronto el recién nacido movimiento altermundista se ve ante un poder brutal que, con una absoluta falta de escrúpulos, se ha saltado todas las barreras y despreciado todas las normas, nacionales e internacionales, de la civilización. Cuando creíamos que nos enfrentábamos a un poder fundamentalmente económico, nos encontramos enfrentandos a un proyecto orweliano de poder absoluto que trata de implementarse a través de la fuerza bruta .
2) Hay una necesidad -y un deseo- apremiante de acción global, pero la estrategia condiciona la táctica. «Otro mundo es posible», pero aún no sabemos cual. No es que la rica producción teórica de los Foros Sociales Mundiales no haya cuajado en importantes consensos (recogidos en los doce puntos del llamado «Consenso de Porto Alegre», elaborado por 19 personalidades relevantes del altermundismo) sino que persiste y se agudiza la dialéctica entre los que creen que la única alternativa es el paso directo al socialismo (concepto, por otra parte, nada uniforme despues de la caída del llamado «socialismo real») y los que creen que todavía es viable un capitalismo humanizado, tipo «estado de bienestar». Esta divergencia no se puede evitar, ya que una convergencia total en el diseño de la Aldea Global Alternativa solo puede producirse evolutivamente, a largo plazo. Por ello proponemos que el FSM asuma como objetivo prioritario -unificador para la acción inmediata de los diferentes movimientos sociales que lo integran- frenar y revertir los dos peligros antes señalados, asunción que no provocaría ningun disenso en su seno.
En resumen, proponemos que el Foro Social Mundial dinamice urgentemente un frente mundial ecopacifista. Porque:
– Sin la consecución de ese objetivo todos los demas devendrían superfluos. No cabe ningun «otro mundo posible» en un planeta devastado.
-La guerra y la destrucción del medio ambiente son consustanciales al capitalismo salvaje depredador-globalizador. Si erradicamos aquellas, éste devendrá inviable. Podría subsistir el mercado, pero no la dictadura del mercado. Como dice Leonardo Boff (v.»La contradicción capitalismo/ecología». Ecoportal, agosto de 2.006): «el saqueo sistemático del proceso industrial contra la naturaleza y contra la humanidad hace al capitalismo claramente incompatible con la vida. Se plantea así una bifurcación: o el capitalismo triunfa al ocupar todos los espacios como pretende, y entonces acaba con la ecología y pone en riesgo el sistema-Tierra; o triunfa la ecología y destruye al capitalismo, o lo somete a tales transformaciones y reconversiones que no pueda ya ser reconocible como tal . Esta vez no va a haber un arca de Noé que nos salve a algunos y deje perecer a los demás. O nos salvamos todos o pereceremos todos». El ecopacifista estadounidense Joel Kovel, en su magnífico libro «El enemigo de la Naturaleza» (editado en Argentina, por TESIS 11) profundiza como pocos en esta cuestión.
-Cada vez resulta más evidente que el «modelo occidental» no se puede generalizar. Bastaría que China y la India, con galopantes indices de desarrollo, accediesen al «american way of life» para que la biosfera colapsase en poco tiempo. Por otra parte, los países subdesarrollados seguirá optando inevitablemente por la emigración masiva -una incontenible marea humana provocada por el «efecto llamada» del escaparate consumista- que, como un sunami, amenaza anegarlo todo. Kurt Biedenkopf, ex secretario general del partido demócrata cristiano alemán reconoce: «..Nuestra forma de vivir no se puede generalizar… Esto significa que solo podremos conservarla si en el futuro la reservamos para una minoria privilegiada…» Aquí esta implicita la filosofía de la barbarie. Si no queremos caer en ella se precisa un cambio civilizatorio, que la inminente crisis de recursos (petróleo y agua sobre todo) hace aún mas apremiante.
-Este cambio civilizatorio tendría como nuevos valores fundamentales: paz-cooperación versus darwinismo social; austeridad-sustentabilidad versus consumismo-desarrollismo; y coparticipación-corresponsabilidad versus democracia formal-pasividad social.
-El avance en la preservación de la paz y el medio ambiente amplificaría la convergencia de la sociedad civil en un modelo de Aldea Global marcado por la primacía de lo humano y lo ecológico, que los gobiernos no podrían ignorar. Una Carta Social y una Carta Verde globales serían entonces posibles y, unidas a la generalización de la democracia participativa, podrían constituir las bases de un Pacto Social Planetario.
Se trataría, en suma, de que el FSM y los Foros locales impulsasen, en torno a estos objetivos, un amplio movimiento ciudadano cuyo lema podría enunciarse como «Salvemos el planeta: mañana será tarde». Sintonizaríamos, probablemente, con una sociedad civil que empieza estar sensibilizada acerca de la amenaza del cambio climático («nos estamos cargando el planeta» se ha convertido en una frase común) y harta de guerras (los problemas de reclutamiento empiezan a ser comunes en los países capitalistas avanzados). El ex candidato a presidente Al Gore -cuya victoria fue usurpada por Bush- está impulsando, por medio de un documental cinematográfico, una exitosa campaña de concienciación de sus conciudadanos acerca de los peligros del cambio climático, y, aunque no parece coherente con su adscripción política, admite abiertamente la necesidad de un cambio civilizatorio hacia la austeridad y llama a los países subdesarrollados a que desistan de imitar el antiecológico e insostenible modelo de desarrollo de su país. Por otra parte, la lucha por estos objetivos no implica, en modo alguno, el aparcamiento de otros específicos de los distintos movimientos sociales altermundistas. Por el contrario, los avances en esa lucha irán abriendo espacios de libertad para hacerlos realidad.
¿Qué hacer?
Obviamente no bastaría con la dimisión de Bush -como pedían las pancartas citadas al principio- para salvar el planeta, pues un cambio civilizatorio requiere una gradual, pero inaplazable, reconversión económica, política, tecnocientífica y cultural. Pero requiere tambien una reconversión humana, y para ello es preciso un salto cualitativo desde la conciencia grupal a la conciencia de especie: de especie amenazada de extinción. Este no puede darse sin antes aleccionar-alertar sobre dicha amenaza a esa mayoría de ciudadanos (especialmente a esa juventud que heredará la Tierra) dopados con el mito consumista de la felicidad comprada.
Se trata, pues, de un doble reto a encarar por ese frente ecopacisfista por el que abogamos: detener el avance de dos nuevos jinetes del Apocalipsis, la guerra nuclear y el cambio climático, y propiciar un cambio civilizatorio. Es una labor ardua y una lucha contra el tiempo, cuya responsabilidad gravita especialmente sobre las minorías formadas e informadas que militan en el movimiento altermundista. Se trata de empezar a abrir grietas mentalmente liberadoras en el mundo unidimensional forjado por el neoliberalismo. Está claro que para ello tenemos que ir más allá de la simple crítica, acompañándola de alternativas concretas y prácticas para una calidad de vida gratificante y sustentable. De este modo se irá interiorizando una suerte de guía, no solo para empezar a pensar de otra manera, sino tambien para empezar a vivir de otra manera. Como dice Francois Houtart (v. «Un socialismo para el siglo 21»; Rebelión 25-08-2006): «No basta con afirmar principios. Construir otra sociedad significa aplicar medios para que estos principios puedan ser realidad». Sin pretensiones de originalidad y partiendo de la base de que no hay caminos sino que «se hace camino al andar», podríamos sugerir algunas vías para empezar:
– A partir de Foros locales, elaborar-consensuar un manifiesto en el que se expongan las amenazas que se ciernen sobre la humanidad y se razone la urgencia de enfrentarlas, al que trataríamos se adhiriesen personalidades relevantes de todos los sectores sociales e instituciones, como universidades, ayuntamientos, etc.. Este manifiesto -una vez obtenido respaldo inicial suficiente- se publicaría en la prensa local con un anuncio pagado y se explicaría y divulgaría con charlas en universidades, institutos, asociaciones de vecinos, colegios profesionales, etc..; y en debates radiofónicos, televisivos o conferencias. Podríamos apoyarnos en algún documental, al estilo Gore. -Se difundiría simultaneamente -y como complemento- el «Llamamiento mundial de las mujeres por la paz» buscando ampliar el compromiso militante por parte de ellas.
-Desarrollar un movimiento de intelectuales y políticos relevantes contra la teoría del «choque de civilizaciones», que sirve de sustento doctrinal a la Guerra Global Permanente y a favor del «pacto de civilizaciones».
-Denuncia y boicot social a las empresas ligadas al negocio armamentista o a actividades que aceleran el cambio climático y el deterioro medioambiental, así como a los científicos que trabajan para ellas.
-Presionar por un «presupuesto participativo» a escala estatal, en el que las partidas militares cedan a favor de las sociales, medioambientales y de solidaridad internacional.
-Promover una campaña por la democratización de la ONU, que viene legalizando a posteriori todas las guerras «preventivas» desencadenadas por el Imperio, gracias a un Consejo de Seguridad dominado por éste.
-Cooperar con el International Actión Center presidido por Ramsey Clark, ex fiscal general de EEUU, para la condena de los crímenes de guerra y contra la humanidad cometidos por el Imperio, con sus intervenciones militares, en las que el 90% de las víctimas y los daños son civiles (Amnistía Internacional ha calificado así los bombardeo israelíes en la reciente guerra del Líbano). Al mismo tiempo crear un movimiento ciudadano de apoyo a los soldados objetores que se niegan a participar en dichos crímenes.
-Desarrollar un movimiento de denuncia-resistencia contra la militarización social que trata de introducirse subrepticiamente en los países occidentales (empezando por los del eje imperial anglosajón, Estados Unidos y Gran Bretaña) con la excusa de la «amenaza terrorista» y del patriotismo. Dicha militarización se traduce en un progresivo recorte de libertades y en un control de la privacidad (detenciones arbitrarias, espionaje telefónico y financiero, etc..) que esta diseñando un Estado de Derecho residual. -Propiciar seminarios y debates abiertos sobre los diferentes aspectos de una reconversión civilizatoria.
Como dice M.Chossudovsky (artículo antes citado):»…se requiere una masiva campaña de creación de conexiones y de contactos para informar a la gente en todas partes -nacional e internacionalmente, en los vecindarios, los lugares de trabajo, las iglesias, las escuelas, universidades y municipalidades- sobre los peligros de una guerra patrocinada por USA que incluye el uso de armas nucleares».
Algunas reflexiones finales
En no mucho más de una década se va a decidir el destino de la humanidad y del planeta. En esa década vamos a asistir una dramática y cruenta lucha global que, bajo las apariencias de una confrontación entre la civilización occidental y el terrorismo islámico (el Bien y el Mal de los fundamentalistas judeocristianos) será, en realidad, una confrontación entre la cultura de la solidaridad y la de la barbarie. En ella tenemos que participar todos los que creemos que el hombre no tiene que ser necesariamente un lobo para el hombre porque la solidaridad, mas allá de un principio moral, es una necesidad que dimana de la consciencia de nuestra interdependencia para la supervivencia. Podría afirmarse que la solidaridad es hoy la forma inteligente del egoísmo. Pero hoy es tambien necesario redefinir la solidaridad, no solo para diferenciarla del «capitalismo compasivo» de Bush o de la simple caridad, sino tambien de las clásicas definiciones «no quieras para los demás lo que no quieras para tí» o «ama al prójimo como a ti mismo», claramente insuficientes porque no incluyen a los demás seres vivos y por tanto excluyen la sustentabilidad, que no es más que solidaridad con la Naturaleza. Por ello nos parece más adecuado como imperativo ético el imperativo categórico de Enmanuel Kant: «compórtate de tal modo que tu conducta pueda servir de modelo universal»; pese a su antigüedad, aquí está ya implícito el principio de sustentabilidad ecológica.
En esto coincide también Leonardo Boff en su reciente artículo «Alarma ecológica: sin cambio no hay salvación» («Rebelión», 08-09-2006) al afirmar que el principio postulado por la Carta de la Tierra «vivir un modo de vida sustentable» es el nuevo principio civilizatorio. La ética de la sustentabilidad, añade, conduce además a la paz. Este ecopacifismo representa también para Joel Kovel (v. libro ya citado) la guía ética fundamental de nuestro tiempo. Pero la paz está gravemente amenazada. Algunos analistas creen que el de EEUU es un ejército en retirada por los fracasos militares de la «cruzada» emprendida a partir del 11-S. Ciertamente el balance negativo de estos cinco años haría recapacitar a cualquier gobierno medianamente lúcido. Pero estamos ante un Imperio obnubilado que, sin embargo, se cree «iluminado». Por ello, aunque acuciado por multiples problemas, se ha embarcado en una peligrosa huída hacia adelante. Probablemente asistamos pronto a un deterioro aún mayor del actual escenario mundial, con acontecimientos que impactarán nuestra sensibilidad y nuestra conciencia. Podría ser el inicio del «Armagedón», una apocalíptica confrontación seudoredentora en la que creen ciegamente la legión de fundamentalistas bíblicos que respaldan la aventura imperial, pero que es, en realidad, un eufemismo para designar una tercera guerra mundial. A los que sueñan sobrevivir a ella y modelar el mundo a su antojo, les puede ocurrir como al aprendiz de brujo, pues tras una conflagración nuclear -o una catástrofe ecológica- no habría, como afirma L.Boff, vencedores ni vencidos. A los supervivientes se les podría seguramente aplicar lo que dijo en su día N.Kruschev: «los vivos envidiarán a los muertos».
Hace más de treinta años, cuando el que esto escribe iniciaba sus pasos en la lucha mediombiental, un amigo -imbuído de la petulante fe en un ser humano supuestamente capaz de subyugar a la Naturaleza- me replicaba «el riesgo es que la ecología se acabe convirtiendo en una religión». El tiempo ha demostrado que, lejos de ser un riesgo, es una necesidad. Sobre todo si tomamos la palabra religión en su acepción etimológica de religar, es decir, de ligarnos de nuevo a algo; en este caso a una Naturaleza de la que nos habíamos alienado. Pero, aunque compatible con las otras, esta nueva religión no tiene por objetivo ganarnos el cielo, sino la Tierra. Es decir, el derecho a seguir aquí.