Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens.
Los Juegos Olímpicos de Invierno 2014 tendrán lugar a partir del 7 de febrero en Sochi, Rusia. En la preparación de los Juegos Olímpicos no han faltado las críticas en los medios estadounidenses por las violaciones de derechos humanos en Chechenia y Daguestán, la represión en Rusia contra la sociedad civil y, más visiblemente, las recientes leyes rusas criminalizando a gais y lesbianas.
Aunque los medios estadounidenses tienen razón al criticar estas violaciones muy graves de los derechos humanos, no han examinado detenida y continuamente los Juegos Olímpicos cuando han tenido lugar en un país occidental o en el país de un aliado de EE.UU.
Human Rights Watch muestra una vez más que obedece las instrucciones de Washington al documentar las violaciones de los derechos humanos asociados con solo dos Juegos Olímpicos: los de 2008 en Pekín, y los de 2014 en Sochi.
Las feroces críticas de los medios estadounidenses contra eventos oficiales en Estados rivales no son sorprendentes, pero resulta instructiva la metamorfosis de medios importantes en representantes de relaciones públicas cuando aliados de EE.UU. auspician los juegos.
Los Juegos Olímpicos sirven los intereses de los ricos del mundo de diversas maneras importantes. Para comprender mejor los Juegos Olímpicos hay que comprender la organización correspondiente y adoptar una visión crítica a algunos recientes impactos que los juegos han tenido sobre las ciudades en las que tienen lugar.
La organización a cargo de los Juegos Olímpicos se llama Comité Olímpico Internacional (COI). La organización, con toda la humildad de un líder norcoreano, se refiere a sí misma como «suprema autoridad del movimiento olímpico».
Entre los miembros de esta organización transnacional no elegida y multimillonaria se incluyen la realeza, ejecutivos corporativos, políticos y personal militar retirado. Por si estos apetitosos personajes no bastaran, incluso tienen al criminal de guerra Henry Kissinger como miembro de honor. Hasta hace poco los miembros de la organización ocupaban sus puestos de forma vitalicia y hasta 1981 no se incluyó a ninguna mujer en la organización.
El COI tiene un cierto parecido con otras organizaciones transnacionales como el G8, el FM, y la OCDE. De hecho, Finanzas y Desarrollo del FMI toma una página del libro de supuesta economía de Thomas Friedman al promover la idea del «efecto comercial olímpico«. El FMI aparea explícitamente los Juegos Olímpicos y el libre comercio neoliberal.
Como todas las organizaciones transnacionales no elegidas, el objetivo declarado del COI es construir «un mundo pacífico y mejor». Dejando de lado esta predecible retórica y examinando lo efectos que las Olimpiadas han tenido sobre las ciudades anfitrionas se ve exactamente lo que el COI quiere decir con esta declaración.
El coste de albergar los Juegos Olímpicos supera rutinariamente el presupuesto sin que exista una manera real de determinar el verdadero coste. Se calcula que el coste total de los Juegos Olímpicos de 2010 en Vancouver fue de 7.000 millones de dólares y un análisis hecho en agosto pasado muestra que los contribuyentes de Vancouver sufren una pérdida de 300 millones de dólares solo en el proyecto de la aldea olímpica. Se calcula que los Juegos Olímpicos de Londres costaron entre 13.000 y 24.000 millones de libras. Este precio increíble demuestra cuán serio fue David Cameron al hablar de la «era de la austeridad» y su compromiso con la reducción de los excesivos gastos del gobierno.
Tanto Canadá como el Reino Unido han tenido presupuestos de austeridad con importantes recortes de los servicios sociales al mismo tiempo que esos gobiernos derrochaban cantidades incalculables de dinero público.
Todo este dinero del contribuyente se destinó a constructores, dueños de centros turísticos y hoteles, industria de bienes raíces, corporaciones transnacionales, redes de televisión y empresas de seguridad privada. Los Juegos Olímpicos juegan un papel integral en la actualización de políticas económicas en la cual la riqueza se transfiere de los pobres y la clase media a los ricos.
Exactamente como las políticas de ajuste estructural del FMI, prescritas a economías enfermas en el mundo en desarrollo, los Juegos Olímpicos dejan a las ciudades anfitrionas, generalmente en el Primer Mundo, con inmensas deudas, recortes potenciales en servicios sociales y privatización.
Dado que las Olimpiadas casi siempre exceden el presupuesto, el COI desarrolló una regla que señala que la responsabilidad financiera por los juegos debe ser asumida por la ciudad anfitriona y el comité organizador. Esto asegura que los contribuyentes pagarán la cuenta.
Los patrocinadores de los Juegos Olímpicos (la flor y la nata de corporaciones criminales) reciben derechos monopolísticos para vender (basta de hablar de competencia olímpica) y en consonancia con el espíritu del neoliberalismo la oferta para los Juegos Olímpicos de Londres incluso incluía un estatus de paraíso fiscal para las corporaciones patrocinadoras de las Olimpíadas.
Los Juegos Olímpicos han copiado una página del libro de estrategias corporativas al obligar a los países y ciudades anfitrionas a competir entre ellas. Ofrecen impuestos minúsculos, salarios miserables y regulaciones medioambientales permisivas, todo ello para ver quién tendrá el honor de ser explotado por la industria olímpica.
Los políticos y comités de organización que planifican las Olimpiadas escriben que los juegos son para «el público». Pero por las políticas implementadas es evidente que los juegos son en realidad para los ricos.
Un reciente informe sobre los Juegos Olímpicos de Londres de 2012 menciona que el precio medio para una entrada a un evento de entrega de medallas fue de unos 375 dólares. Lo que es peor es que el estudio muestra que una cantidad significativa de entradas, para algunos eventos más del 50%, nunca se ofreció al público sino fue reservada para los VIPs, patrocinadores, funcionarios y medios.
Según la Oficina de Estadística Nacional en el Reino Unido el visitante medio de la Olimpiada gastó más de 2.000 dólares, esto es, el doble que el turista medio en Gran Bretaña.
Algunos de los impactos más devastadores que los Juegos Olímpicos tienen sobre las ciudades anfitrionas son la militarización y privatización del espacio urbano.
Debido a la matanza de atletas israelíes en los Juegos Olímpicos de Munich en 1972 y al temor en Canadá al terrorismo del FLQ (Front de libération du Québec) los Juegos Olímpicos de Montreal de 1976 estuvieron fuertemente militarizados. Miles de agentes de seguridad canadiense velaron por la seguridad de los juegos.
La militarización de los Juegos Olímpicos alcanzó probablemente su grado máximo durante los Juegos Olímpicos de Londres de 2010. Durante los juegos de 2010 Gran Bretaña vivió la mayor concentración militar en Londres desde la Segunda Guerra Mundial. Durante la Olimpiada Reino Unido tuvo más soldados en Londres que en Afganistán.
Hubo una valla electrificada de 18 kilómetros, 55 equipos de perros de ataque, un barco de la Royal Navy anclado en el Támesis, drones volando en el cielo, misiles tierra-aire en los techos de edificios de apartamentos y jets de la fuerza aérea en estado de alerta. Si la Tercera Guerra Mundial hubiera estallado durante los juegos, Gran Bretaña habría estado preparada.
Junto con la militarización de los Juegos Olímpicos vino el aumento de los poderes de la policía. Como era previsible, esos poderes se utilizaron para detener a cientos de manifestantes y elaborar acusaciones falsas de terrorismo. De hecho, durante el año anterior a la Olimpiada de Londres las detenciones por terrorismo en Reino Unido aumentaron un 60%.
A medida que Olimpiadas militarizadas se hacían más comunes ocurría lo mismo con las «redadas callejeras» en las cuales se trata a las personas sin casa y a las trabajadoras sexuales como alimañas que hay que sacar de las calles.
Durante la preparación de la Olimpiada de 1996 en Atlanta se emitieron 9.000 órdenes de detención para hombres sin casa, en su mayoría africano-estadounidenses. Abundan las historias de personas sin vivienda expulsada de ciudades olímpicas.
Según el Centro de Derechos Humanos y de Desalojos, solo los Juegos Olímpicos han desplazado más de dos millones de personas en los últimos 20 años, en su mayoría sin casa, pobres y minorías como romaníes y africano-estadounidenses.
Los proyectos de reconstrucción olímpica afectan generalmente a zonas de bajos ingresos, lo que conlleva aumentos en los alquileres y la destrucción de comunidades de bajos ingresos. Aunque abundan las promesas de viviendas para bajos ingresos como parte de la reconstrucción olímpica, pocas llegan a convertirse en realidad.
A pesar de que los principales medios prefieren criticar el historial de derechos humanos de los anfitriones olímpicos solo cuando estos tienen lugar en Rusia o China, existen problemas significativos en todos los Juegos Olímpicos.
Es posible ofrecer resistencia a las políticas del COI, como a las de otras organizaciones transnacionales (G8, MFI, etc.), mediante la creación de un fuerte movimiento de base. Una serie de ciudades anfitrionas olímpicas presenciaron recientemente las acciones anti-olímpicas de numerosos activistas. Pero cabe esperar que si más personas se da cuenta de las similitudes entre las visiones de un «mundo mejor» del COI y del G8/FMI, podrá trabajar por un mundo verdadero mejor, que beneficie a todos los habitantes de una ciudad y no solo a los ricos.
Paul Gottinger es un escritor de Madison, WI. Edita whiterosereader.org.
Fuente original: http://www.counterpunch.org/2014/02/07/a-critical-history-of-the-olympics/
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