En la noche del 20 de junio pasado, Trump, estuvo, según sus propias declaraciones, a punto de atacar a Irán, cuando dos de sus buques petroleros comerciales en el Golfo de Omán, fueron atacados. No obstante, al parecer, un análisis de costo-beneficio, pesó más y el mandatario yanqui retrocedió. Luego, tuvimos la destrucción de un […]
En la noche del 20 de junio pasado, Trump, estuvo, según sus propias declaraciones, a punto de atacar a Irán, cuando dos de sus buques petroleros comerciales en el Golfo de Omán, fueron atacados. No obstante, al parecer, un análisis de costo-beneficio, pesó más y el mandatario yanqui retrocedió. Luego, tuvimos la destrucción de un dron espía yanqui que estaba violando espacio aéreo iraní. En ese momento Irán cantó victoria ya que desafió a Occidente señalando que intensificará su programa nuclear, que no les tiene miedo a las sanciones comerciales y que iba a responder a cualquier incursión militar.
Pues bien, ahora el neofascista Trump podría tener el pretexto perfecto para iniciar un conflicto bélico de mayor envergadura si el gobierno del líder supremo Alì Jamenei responde como el Imperio desea frente al asesinato de uno de sus jefes militares más importantes como Qassem Soleimani, quien estaba acompañado del también fallecido y líder de las milicias iraquíes (pro iraníes), Fuerzas de Movilización Popular (FMP), Abu Mahdi al-Muhandis.
Y es que Qassem Soleimani era un hombre de confianza del ayatollah Jamenei y jefe del grupo élite Al Quds, una de las ramificaciones de las fuerzas de seguridad iraníes para operaciones especiales en el extranjero. «…Durante años, ya fuera desde Líbano, Irak, Siria o desde cualquier otra parte, Soleimani ha sido clave a la hora de expandir la influencia de Irán mediante la planificación de ataques o el refuerzo de aliados locales de Teherán…», redactó el corresponsal Jonathan Marcus (BBC, 03/01/19).
Para algunos analistas como Philip Gordon (coordinador de la Casa Blanca para Medio Oriente durante el gobierno de Barack Obama), el asesinato de Soleimani es una «declaración de guerra» por parte de los estadounidenses hacia Irán (BBC, 03/01/19). Y el propio Pentágono declaró que fue Trump el que dio la orden de ataque. Con este asesinato, Trump, trata de enviar la señal de confianza a sus aliados en la región como Arabia Saudita e Israel que hace tiempo le estaban exigiendo acciones concretas contra la expansión de la influencia política iraní, que, gracias a la invasión yanqui, ha logrado extenderse a varios países, incluido Yemen (donde Arabia Saudita está perdiendo la guerra).
EE.UU. invadió Irak a principios de siglo con el argumento de que Saddam Hussein estaba desarrollando armas de destrucción masiva y protegía a Osama Bin Laden. Y George Bush Jr. dijo que la invasión era por la «libertad y la democracia». Casi 20 años después, lo único que ha logrado el Imperio es desarrollar más inestabilidad, negocios alrededor del petróleo, guerras, destrucción y migración. La misma que produjo a la vez el terrorismo islámico y el surgimiento de figuras como las de Qassem Soleimani, uno de los artífices del posicionamiento de Hezbolla en Líbano, y la derrota de ISIS y de EE.UU. en Siria.
Obama trató de equilibrar el desequilibrio generado por la guerra, pero Trump, volvió a desequilibrar todo rompiendo el tratado de negociación nuclear con Irán (mayo 2018), y aumentando las sanciones comerciales contra éste. Esta cuestión envalentonó ataques sionistas contra posiciones iraníes en Siria y un reforzamiento militar en las fronteras judías. Este conflicto conllevó a la caída de la venta de petróleo iraní, lo cual a la vez repercutió en el alza del combustible y las protestas de miles de ciudadanos contra el propio régimen iraní.
En septiembre del 2019, misiles iraníes atacaron las instalaciones de la petrolera estatal, Aramco, perteneciente a Arabia Saudita, aliado yanqui (El Cronista, 1/1).
La combinación de todos estos acontecimientos desarrolló un escenario donde un contratista norteamericano fue asesinado en medio de un bombardeo a una base iraquí-yanqui la semana pasada, que fue seguido por la «ocupación» de la embajada estadounidense en Bagdad. Irak está en un impase político extraordinario ya que el premier Adel Abdul Mahdi tuvo que renunciar por una rebelión popular (una represión que dejo más de 500 muertos y 19.000 heridos), dejando al país en una especia de vacío de poder político.
Así las cosas, hemos llegado a un nuevo escenario pre bélico. Si Irán no responde militarmente (atacando probablemente a algún aliado yanqui en la zona), podría quedar «mal parado» frente a su nación. Por su lado, EE.UU. acaba de pedir que todos sus ciudadanos salgan de Irak, ha dado la orden para enviar más de 3 mil soldados y acaba de realizar un nuevo bombardeo con el objetivo de asesinar a Hashd al Shaabi, otro comandante de las FMP, con saldo de seis muertos y varios heridos.
A la vez que la guerra tensiona más a Medio Oriente, una escalada bélica podría servir políticamente a ambos líderes. A Jamenei para frenar el ascenso de las luchas sociales contra el alza del combustible. Y a Trump frente al impeachment y las elecciones que se aproximan.
La industria de la guerra se frota las manos. «La política es la continuación de la guerra por otros medios», sentenció Carl von Clausewitz. Y tuvo razón, ¿no?
César Zelada. Director de la revista La Abeja.
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