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Medicina mapuche en las sierras cordobesas

Fuentes: La Tinta

Rankale Llanquinao es mujer medicina del Pueblo Nación Mapuche. Vive con los pies en la localidad de La Bolsa y el corazón habitando también su territorio ancestral en Malalwe. Entre mates y bajo el sol del invierno, comparte el kimün de su pueblo y las propuestas medicinales Zungun Lawen y Mapu Lawen.

Hace cuatro años conocí a Rankale en esa misma casa donde ahora vuelvo a encender el grabador. El contexto era otro y los miedos que sobrevolaban recordaban el genocidio indígena. Santiago Maldonado había desaparecido en una represión de gendarmería tras un corte de ruta en el Pu Lof en Resistencia de Cushamen, en defensa del territorio ancestral. La palabra “mapuche” se repetía como nunca antes, la mayor parte de lo que hoy se llama Argentina tuvo que verles. Ahí estaban, ahí seguían estando.

Ranka vive en la localidad de La Bolsa hace unos cuantos años. Llegó por el devenir de la medicina y añora siempre su territorio cordillerano. Desde la primera vez que la escuché, entendí que tenía mucho que aprender con ella. En sus ojos, se adivina la profundidad del océano y en sus palabras se imprime la fuerza de todo un pueblo en resistencia generosa. 

Trae el mensaje del kimün de su pueblo (saber mapuche) para quienes lo quieran recibir, puedan comprender y lo tomen con respeto. “Quienes lo reciben tal vez no son mapuche, no tienen nuestra historia, nuestra ancestralidad y nuestra forma, pero lo van comprendiendo. Compartir esta medicina ha abierto una mirada nueva en muchos sobre su vida y sobre la madre tierra, entonces, es buscar aliados para el cuidado de la tierra, el despertar y la resistencia”, señala.

Estudió en la Facultad de Psicología en la ciudad de Mendoza. Como enseñó Lautaro, tomó la fuerza de la academia para desplegar formas de resistencia. Cuando se recibió, fue a vivir a una de las barriadas populares de la ciudad. “No fui a estudiar, fui para aprender a vivir la vida desde otros lugares, dejando los privilegios de clase media y dejando la academia. En el barrio, están los indios y ahí aprendí todo lo que sé de mi ser”. ¡Qué pedazo de escuela!, me dice y enumera los aprendizajes: humildad, simpleza, empatía, solidaridad, generosidad también como estrategia de supervivencia. “Ahí hay gente súper espiritual que se trasciende a sí misma en amor al prójimo, sin religión”.

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(Imagen: Unidos por el Monte)

El movimiento piquetero fue otra escuela, junto al arte como arma cargada de futuro. “El Wallmapu le dio orden y palabra a todas esas vivencias barriales comunitarias. Le dio profundidad espiritual a lo que había aprendido en el barrio, le dio otro orden ancestral, entonces, me cerró toda la película”. Sonríe y dice que, cuando va al sur, es medio águila y, cuando vuelve, es medio cóndor. Es mensajera “sabiendo muy bien de dónde vengo y adónde voy y para qué, respondiendo al kimün de mi pueblo y a la pureza del azul, de la palabra verdadera”, señala.

Dentro del ordenamiento mapuche, ella es mujer medicina. Entiende que la medicina aparece ahora como una manera de reencontrarse con la madre tierra y lo importante, saliendo de las urgencias. “Hoy, la humanidad entera vivió el mismo proceso y ahora se pregunta qué es lo importante. A todos nos atravesó el miedo y cómo lo gestionamos es la cuestión. ¿A quién le vas a entregar tu salud? No la entregues, es tuya”, se responde.

“Estamos recordando”

“La tarea es recordar”, le escuché decir hace cuatro años. No decía aprender, decía que era necesario recordar. Algo dormido en nuestra memoria ancestral debía despertarse y volver a conectar. Tenemos que salir de la modorra impuesta y asumida.

“En el siglo XX, el materialismo llevó al humano a olvidar o malentender la fe, a desconectarse buscando en un pastor, en un cura, en un maestro o en un gurú la verdad que tiene dentro”. Para recordar, hay que hacer el trabajito de asumirse y cambiar. “Es simple, es mucho más difícil sostenerse en esta programación. El tema es hacerse cargo de quién es uno, más allá de la escuela, de tu formación, de los padres, los abuelos”, sigue.

Sabe que hay muches hermanes de distintos pueblos que hoy llevan su palabra sanadora a la humanidad perdida en lo material, a lo largo y ancho de Abya Yala. “Los pueblos preexistentes pueden ayudar en el recuerdo del respeto, de vivir sencillamente, de la palabra bien dada, de qué es el ser humano”. El mapuche kimün guía para ser una persona norche, kumeche, newenche y kimche. “Quiere decir ser una persona noble, una persona limpia de intención, una persona con fuerza y con sabiduría. Esa es la búsqueda”, explica. Alguien que anda perdido, entonces, encuentra ahí una brújula.

Hoy, muchas personas están recordando que son descendientes directas de grandes linajes y pueblos, rearman su historia más allá de la república y los Estados modernos. “Quienes sabemos de dónde venimos tenemos la certeza de que hay que cuidar la vida, la tierra, el agua, que no se puede seguir de esta manera y que nos queda poco tiempo como seres humanos si no cambiamos, porque estamos destruyendo la madre tierra”, afirma.

La palabra indígena es certera, se basa en la observación del universo y de la tierra durante miles de años, esa es su fuerza y su conocimiento. “No es positivismo, pero es observación de miles de años, si a eso le sumamos el genocidio, las pestes, la aculturación y el robo de identidad y aún estamos aquí, algo debemos saber, ¿no?”, dice con orgullo.

“El Este asegura por dónde sale el sol”

“Lo que está pasando lo recibí en 2012 con el anuncio de la nueva era en México, esto ya estaba anunciado. Estamos llamados a la medicina porque es el primer frente. El ser humano tiene que sanar”, dice Rankale.

Las personas entendemos ahora nuestra vinculación con el sistema inmunológico, que son nuestras propias protecciones, y la necesidad de cuidar “el maravilloso templo-cuerpo”. Es necesario plantear la salud integral incluyendo la fuerza espiritual: “El ser humano se enfrenta con la muerte que es la que te enfrenta al mundo espiritual siempre: ¿En qué creo? ¿Cómo veo lo intangible? ¿Cómo veo mi vida? Hay que hacer reformulaciones internas para otro funcionamiento social”, expresa.

¿Cuál es el camino para los seres medicina en este contexto anunciado? “No hay Norte, hay un Este que nos asegura que por ahí sale el sol”, me dice, otra vez, simplificando. “El camino es el quiebre, la deconstrucción, pero dinamitando. Es fuerte, pero hay que saber acompañar ese proceso, se te devasta tu vida anterior y tenés que formar una nueva”, explica.

“La salida es en comunidad y la integridad es la búsqueda”, dice dándole vida a frases que parecen cristalizadas. “Integridad con uno mismo, como ser humano y de una sociedad que tenemos que reconstruir después de 5.000 años de dominación del patriarcado”, aclara.

El camino es volver a sentir la comunidad adentro, el sentido de la hermandad que trasciende al barrio, el pueblo o la familia. Una tarea difícil y necesaria en una cultura anclada en lo individual. Se trata de valorar lo simple, “llegar a eso es lo difícil después de tanta complejización de la mente. Hay que volver a unir antiguos paradigmas, porque la ciencia y la espiritualidad fueron una misma cosa en algún momento, hay que romper dogmas y abrir la mente después de tanto encierro en una sola forma, única, hegemónica y ver diversidad de formas posibles con respeto y encontrando el coraje para aceptar los proceso de vida y muerte, verte más profundo, ir limpiando, reconociendo, integrando y transformarte todo el tiempo. La enfermedad aparece cuando hay resistencia al cambio y rigidez. Cuando uno acepta, entonces relaja y administra mucho mejor su energía para ver qué puede hacer”, explica.

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(Imagen: Unidos por el Monte)

¿Qué es vivenciar una vida medicina? “Hacer cosas que nos hagan bien, tener bonitos pensamientos, acallar los trágicos, dramáticos, trabajar con tus sentires, ver qué me está pasando, si es del otro o es mío, mantener relaciones sanas. No es fácil, si no, ya estaríamos en esa frecuencia, es difícil apropiarse de la sombra, pero es verdadero, si no, nos vamos a seguir mintiendo y repitiendo”, afirma con certeza y agrega: “Es ahora, necesariamente, irremediablemente es ahora porque, así como estamos, no nos queda mucho tiempo”.

“Esta es mi acción directa”

Rankale atiende a personas que llegan con búsquedas espirituales. “La mayor parte de la palabra tiene que ver con la sexualidad y el rol: qué es la energía masculina y qué es la energía femenina, hay mucha confusión y separación. La tarea es desencajar esto y volver a la dualidad para trascenderla. Trabajamos asumiendo la propia energía para desarrollar la de cada uno, encontrando el propio newen como ser humano, recuperando la fuerza, el rumbo y cambiando el paradigma. Observar, contemplar, agradecer y estar en la rogativa conectado con el todo”, explica.

A esta parte de proceso, la llama Zungun Lawen, palabra medicinal, un acompañamiento que se adecúa a la necesidad de la persona, tanto en las formas como en la periodicidad. “Se trabaja desde la vivencia corporal, la conversa, la escucha. Deconstruir y desnaturalizar se hace volviendo a los deseos más profundos del corazón”, sigue.

Mapu Lawen es el nombre del emprendimiento familiar de medicina. Con estas preparaciones, ella acompaña los procesos. La planta ayuda a encontrar el equilibrio perdido. Las recolecta ella misma en los lugares donde crecen, pidiendo permiso, rezando y sin hacer extracción ni sacando de raíz. 

En la casa de Rankale, se las ve secándose a la manera de la abuela y sobre la cocina hay una vieja olla, donde se preparan “con mucho amor y se vinculan los espíritus de esas medicinas. Entonces, aparece una magia que te viene a cuidar y acompañar en un proceso de sanación que tenés que hacer vos. Lo de afuera te acompaña, lo de adentro sana por propia fuerza”.

Como mujer medicina mapuche, apunta al trabajo preventivo, porque cuando el daño está hecho, hay que actuar con otras herramientas. “Mucha gente está volviendo a la mapu y reconectando con las respuestas de la madre tierra. Por ahí, les pregunto qué planta está creciendo en tu casa, porque por ahí creés que es una maleza y en realidad viene a atenderte a vos, a tu familia o a alguien de tu familia. Es así, siempre ha sido así, pero no te lo dijeron”, afirma.

La propuesta es hacer un trabajo interno fuerte “para ser una persona buena, que haga bonitas cosas, que esté al servicio sin agotarse, que sepa lo que necesita, que conozca su poder, que integre sus partes, que no se sienta fragmentado, que sepa dominar y compartir sus emociones, y que sepa pedir ayuda”, explica. “Se trata de accionar en función de lo que sentís en el interno que sos porque lo llevás dentro. No dejes de desarrollarte y dejá algo, si no querés morir, dejá algo”, expresa.

“La medicina espiritual entiende que cualquier dolencia viene del espíritu que te está dando un camino y una posibilidad de auto superación para la trascendencia”. Ranka diseña sus propuestas con “de todo un poco, porque no tengo una sola escuela”. Integra la educación popular, la meditación, la psicoterapia, el arte con el sostén del mapuche kimün. “Toda una conjunción de cosas y medicinas ancestrales que han sido muy efectivas para muchas personas”.

“El espíritu no muere”

Los tiempos son complejos, qué duda cabe. Pero vuelve a la simpleza y el silencio ante la confusión externa. Lo que se dice nuevo orden mundial es, para ella, una continuidad de un ordenamiento social impuesto hace siglos. Ante el caos, apuesta a acompañar para mantener un orden interno y que se tomen decisiones en función de un buen vivir.

De algo está segura: el espíritu no muere. Ejemplifica contenta con Elisa Loncon en la asamblea constituyente. “Muertos tenemos miles, como todos los pueblos, pero el espíritu sigue ahí, mirala a ella dirigiendo la asamblea constituyente de Chile, donde nació el neoliberalismo, con su atuendo mapuche, hablando mapudungun… es una victoria muy grande del espíritu, de la fuerza espiritual de un pueblo entero, que está ahí”, dice sonriendo.

“La confianza es en la ñuke mapu que es la vida, no hay fuerza posible contra el universo, por más humanito manipulador que haya. Apelo al corazón del humano, no al sentido común porque no hay, se perdieron las estructuras, son tiempos duros, ha habido peores, hubo genocidio mapuche y estamos aquí, hay mucho que aprender”, recuerda.

“Es circular la cosa, estamos volviendo. Siempre la historia de la humanidad ha tenido su búnker de resistencia de lo que es más generoso y menos codicioso”, expresa desde sus profundísimos ojos.

*Por Anabella Antonelli para La tinta / Imagen de portada: Rankale Llanquinao.