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Un año del relevo oficial al frente del Kremlin

Medvedev cumple su primer año en el Kremlin tratando de salir de la sombra de Putin

Fuentes: Gara

Hace un año, un perfecto desconocido llamado Dimitri Medvedev subía las escalinatas del Kremlin de la mano de Vladimir Putin. La cohorte de kremlinólogos que había anticipado que el todopoderoso jefe del servicio secreto se ciscaría en la Constitución y optaría a un tercer mandato volvía a fallar. Esos mismos expertos escudriñan ahora los opacos […]

Hace un año, un perfecto desconocido llamado Dimitri Medvedev subía las escalinatas del Kremlin de la mano de Vladimir Putin. La cohorte de kremlinólogos que había anticipado que el todopoderoso jefe del servicio secreto se ciscaría en la Constitución y optaría a un tercer mandato volvía a fallar. Esos mismos expertos escudriñan ahora los opacos pasillos del poder ruso para justificar sus propias ansias de cambio, que no las de la mayoría de los rusos.

Dimitri Medvedev cumple estos días un año al frente del Kremlin marcado por grandes retos como la guerra en Georgia y el fuerte impacto en Rusia de la crisis global, y durante el que los kremlinólogos han intentado descifrar hasta el más mínimo de sus gestos para descubrir diferencias con respecto a su mentor, Vladimir Putin.

Esta primavera, el nuevo presidente se ha reunido con opositores y ha propuesto tímidamente correcciones en el devenir político de Rusia. Ciertamente, Medvedev alimenta un estilo liberal que choca con el de Putin, aunque todo apunta a que, de momento, sigue bajo la órbita de su antecesor.

Hace un año, este jurista de 42 años fue propulsado a la Presidencia del país más grande del mundo por la omnipotente voluntad de su valedor, que se reservó el cargo de primer ministro. Si en los primeros meses llegó incluso a imitar hasta la entonación de Putin, el nuevo inquilino del Kremlin se ha distinguido con gestos inimaginables como la concesión de una entrevista al diario opositor «Novaya Gazeta» o las recientes destituciones de altos cargos policiales y militares. Hace escasos días, Medvedev dio a entender que podría aligerar las restricciones a la representación de los partidos políticos en el Parlamento (el mínimo del 7% de votos para lograr escaños) impuestas en su día por Putin.

Los expertos prooccidentales en la política rusa quieren ver en estos gestos un cambio de rumbo todavía no suficientemente definido en razón del escaso tiempo transcurrido desde el relevo en la Presidencia del país el 7 de mayo de 2008.

Alexei Simonov, presidente de la Fundación para La Glasnost (transparencia), fue uno de los militantes de ONG de derechos humanos invitados al Kremlin hace un mes por Medvedev. «Está en un cruce de caminos. Un año no es suficiente para que se pueda imponer», recuerda, para a continuación alabar a su anfitrión. «Es distinto a Putin. Putin es un hábil manipulador, mientras que Medvedev tiene una visión estratégica. Y cuando estás con él tienes la impresión de que te escucha…».

En la misma línea, el politólogo Yuri Chernitchev, columnista de la filial rusa de «Newsweek», señala que «Medvedev era hasta ahora una marioneta, pero está empezando a hacer cosas que no deben gustar a Putin».

Pese a ello, Alexandre Konovalov, del Centro de Evaluaciones Estratégicas, insiste en que «aunque Medvedev ha realizado varios intentos para salir de su sombra, Putin sigue siendo el número uno».

Y las encuestas parecen darle la razón. Sólo un 12% de los rusos considera que, un año después, Medvedev dirige el país. Un tercio de los encuestados sigue atribuyendo el papel central a Putin, mientras que la mitad de la población estima que ambos comparten el poder, según un estudio realizado en abril.

Medvedev «no es percibido como la figura central del país. Sigue siendo el número 2», constata Alexei Grajdankine, director adjunto del centro Levada, encargado de la investigación demoscópica.

Más allá de preminencias, justo es reconocer que el propio Medvedev ya advirtió de que su objetivo al ser elegido en las elecciones de marzo del pasado año era, ni más ni menos, que proseguir por la senda iniciada por Putin en 1999, tras años de deriva política y económica de la mano del decrépito Boris Yeltsin.

Pretender, en este sentido, que Medvedev se desmarque radicalmente de su antecesor es confundir los deseos con la realidad, una tendencia en la que caen habitualmente los kremlinólogos occidentales.

Esto quedó en evidencia con motivo de los últimos conflictos que ha protagonizado Rusia, el de Georgia de agosto pasado y la reedición de la llamada guerra del gas con su enemistado vecino ucraniano.

Putin llevó las riendas en ambos expedientes, y Medvedev siguió su estela con palabras duras y gestos contundentes.

La crisis y el desgaste

Esto no quiere decir que la situación actual de bicefalia asimétrica no pueda variar. Putin sigue siendo más popular que su sucesor (10 puntos más) pero, en razón de su cargo, ya no domina la escena mediática, por lo menos la internacional.

Más decisivo aún es que, en su calidad de primer ministro, a Putin le toca gestionar directamente la cascada de problemas económicos y sociales asociados al impacto de la crisis global en Rusia, que ha llegado unida al desplome de los precios del crudo. El propio Medvedev se permitió hace una semana el lujo de criticar la «lentitud e ineficacia» del Gobierno Putin en poner en marcha medidas contra la crisis económica.

Desde agosto del año pasado, las reservas rusas han disminuido en más de 210.000 millones de dólares.

La lealtad de los boyardos

Con ello ha llegado asimimo el descenso en la transferencia de fondos a las regiones, lo que aseguraba hasta ahora la lealtad de los gobernadores (conocidos como boyardos en referencia a la época zarista).

Una lealtad comprada que estaría viéndose comprometida, además, por el hecho de que es el presidente, Medvedev, quien destituye y nombra a los gobernadores. Así lo hizo al destituir el pasado otoño al hombre fuerte de Putin en la república de Ingushetia o al nombrar, más recientemente, a un opositor como gobernador de la región de Kirov, 900 kilómetros al este de la capital rusa.

OTAN-OBAMA

El embajador ruso ante la OTAN, Dimitri Rogozine, aludió a un posible «complot» en el seno de la Alianza Atlántica contra Obama dirigido por sectores cercanos a la anterior Administración Bush, lo que explicaría, a su juicio, «las últimas provocaciones de la OTAN» a Moscú.

64 aniversario de la victoria soviética sobre el nazismo

Medvedev alertó contra los intentos de falsificar la historia y poner en duda el heroísmo del pueblo soviético en la Segunda Guerra Mundial, en un mensaje en su videoblog. Rusia conmemora hoy con una parada militar el 64 aniversario del Día de La Victoria en la Gran Guerra Patria sobre el nazismo.  

Golpe al proyecto de gasoducto occidental para sortear a Rusia en el Caspio

El gasoducto Nabucco, un proyecto de 3.300 kilómetros de longitud que tendría como objetivo reducir la dependencia del occidente europeo respecto a Rusia, recibió ayer un golpe que puede resultar definitivo.

La UE convocó en Praga a todos los países claves para el proyecto: los que disponen de recursos gasísticos (región del Caspio y Egipto), los de tránsito (Turquía y Georgia) y los que consumirían el gas.

Uzbekistán, Kazajistán y Turkmenistán, tres antiguas repúblicas soviéticas de Asia Central ricas en hidrocarburos, rechazaron firmar una declaración política de apoyo al proyecto.

El primer ministro checo saliente, Mirek Topolanek, puso el acento en el «logro histórico» del apoyo mostrado por Azerbaiyán, Georgia, Turquía, Egipto y los Veintisiete. Pasó por alto que Azerbaiyán no podría en ningún caso aprovisionar por su cuenta a Nabucco, ni siquiera a un proyecto alternativo más modesto auspiciado por Ankara y Grecia, el gasoducto ITGI.

Las repúblicas centroasiáticas se mueven con pies de plomo en una cuestión en la que tienen muy en cuenta la posición de Moscú. Alimenta además su prudencia el hecho de que se mantiene indefinido el estatus del Caspio: los países ribereños llevan años discutiendo si se trata de un mar o un lago, cuestión que va más allá de la geografía al implicar una modificación en los títulos de propiedad del gas bajo sus aguas.

Presente en la reunión en calidad de invitado, el viceministro ruso de Energía, Anatoli Yanovski, recordó que «aún no tenemos reglamentado un estatuto de explotación de los recursos del Caspio».

Más allá de esta cuestión y del desmarque de las repúblicas centroasiáticas, Topolanek reconoció que otro de los problemas es la financiación, «pública y privada», del proyecto. Muchos especialistas del sector energético aseguran que el proyecto, tocado desde hace años, está seriamente comprometido por la actual crisis global. Teóricamente, la construcción de Nabucco debería comenzar en 2011 para estar listo en 2014. Pero hacen falta, como mínimo, 7.900 millones de euros.

A ello se añade una dificultad. Turquía, signataria de la declaración sobre Nabucco, ha condicionado su apoyo total al proyecto gasero al final del bloqueo de las negociaciones de adhesión a la UE.