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Tras la muerte en Francia de Bob Denard

Mercenario con pedigrí

Fuentes: El Temps

Traducido del catalán para Rebelión por L. M.

No le gustaba para nada que le llamasen mercenario. Prefería corsario. Se consideraba un guerrero a sueldo, pero aseguraba que siempre había tenido mucho cuidado con los intereses de su país. Estuvo implicado en muchas operaciones de desestabilización de gobiernos africanos tras el periodo colonial y escribió unas memorias tituladas El corsario de la República, en las cuales explicaba mucho menos de lo que sabía. Estaba ya en el último tramo de su vida y no quiso abrir la caja de los truenos. Sólo quería vivir en paz, al revés de lo que había hecho siempre. Pero el Alzheimer no le dio tregua y finalmente lo derrotó. Se llamaba Bob Denard y era uno de los últimos perros de la guerra con pedigrí.

Uno de sus lugartenientes más fieles, capitán paracaidista e hijo de un general francés de renombre, me había explicado, con cierto detalle, muchas operaciones africanas en las cuales habían trabajado juntos. Los reportajes y las fotos que los acompañaban -donde se veia por primera vez el equipo Denard al completo- fueron examinadas con lupa por los servicios de información. Romper la ley del silencio que envuelve el mundo de los mercenarios no es habitual.

«A Bob, nosostros siempre le hemos llamado el Viejo -me llamaba Jacques, nombre de guerra de su brazo derecho operativo-. Era un hombre con carácter y trabajar con él no era sencillo. Pero todos le teníamos mucho respeto. No dejó nunca a nadie en la estacada. En nuestro ambiento eso es muy importante». Gilbert Bourgeaud, el verdadero nombre de Bob Denard, nació en Burdeos en el año 1929. Hijo de militar con experiencia colonial, luchó con la resistencia contra los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Incorporado al ejército, lo enviaron a Indochina donde resultó herido grave. Después de un periodo de agente de policía en Marruecos, en 1962 apareció en toda la prensa internacional como jefe de un contingente de mercenarios que luchaban a favor de Moïse Tshombé en Katanga (Zaire). Se vio obligado a huir precipitadamente, pero no escarmentó. En 1963 fue detectado en Yemen y en Angola, del lado de la UNITA de Jonas Savimbi. Operaciones turbias de todo tipo sobre las cuales planeaba siempre la sombra de los servicios secretos. Una de las más desastrosas fue el intento de desestabilizar el régimen de Benín en 1977. El equipo de mercenarios de Denard fue interceptado y para huir hubieron de abandonar en el aeropuerto todas las cajas llenas de armas y un buen fajo de documentos comprometedores.

Una de las últimas aventuras fue en 1975 en el archipiélago de las Comores donde, después de derrocar al presidente Ahmed Abdallah, poco amigo de Francia, se convirtió en una especie de virrey en la sombra que, con una guardia pretoriana de 600 hombres, convirtió el enclave en una plataforma logística ideal para operaciones militares contra países africanos. Francia lo dejó un montón de años hasta que, en 1995, lo repatriaron y lo juzgaron en París. No lo reconocían como soldado clandestino, pero murió en el hospital Val-de-Grace, reservado a los jefes de Estado y militares de alta graduación. La República nunca abandona a sus corsarios.

Fuente: www.eltemps.net/op.php?aut_id=13