Desde finales de la Guerra Fría poderes sólidamente arraigados han de hacer frente a un nuevo método de desestabilización: una resistencia sustentada en la no violencia activa. De Belgrado a El Cairo, de Caracas a Kiev, o últimamente en Bolivia, la trayectoria de un reducido número de estudiantes serbios recuerda el papel que puede desempeñar […]
Desde finales de la Guerra Fría poderes sólidamente arraigados han de hacer frente a un nuevo método de desestabilización: una resistencia sustentada en la no violencia activa. De Belgrado a El Cairo, de Caracas a Kiev, o últimamente en Bolivia, la trayectoria de un reducido número de estudiantes serbios recuerda el papel que puede desempeñar una vanguardia determinada. Pero, ¿en nombre de qué ideas y con qué apoyos?
Esta saga empieza un día de otoño de 1998 en un café del centro de Belgrado. La mayoría de los jóvenes allí presentes se han curtido en las manifestaciones estudiantiles de 1992 y en las de 1996 y 1997. Con la fundación del movimiento Otpor! («¡Resistencia!») ahora quieren provocar la caída del presidente yugoslavo Slobodan Miloševic, en el poder desde 1986, que en ese momento ha retomado el control de las universidades. Para impresionar a una chica del movimiento, uno de los estudiantes, Nenad Petrovic Duda, esboza en un papel un puño alzado negro. Una mañana de noviembre, aparecen en los muros del centro de la ciudad pintadas estarcidas con el símbolo de Otpor! acompañadas de lemas contra el régimen. Cuatro jóvenes militantes son detenidos y condenados a quince días de prisión. La portada del periódico Dnevni Telegraf reproduce la imagen del puño alzado. Su redactor jefe, Slavko Curuvija, es citado ante el tribunal.
«Otpor! apareció como una fuerza nueva. Nos hicimos famosos muy rápido por el juicio», cuenta Srda Popovic, estudiante de Biología Marina y músico que antes de lanzarse a la política soñaba con convertirse en estrella del rock. Esta «fuerza» contaba al principio con unos treinta estudiantes. Un año después, miles de personas blandían el símbolo de Otpor! por todo el país. «Montamos la infraestructura en las universidades muy deprisa. Los partidos en la oposición estaban divididos. Los jóvenes venían a nosotros», explica el cofundador del movimiento.
El tamaño pequeño de la organización y su funcionamiento horizontal, sin jefes oficiales, fueron puntos fuertes para debilitar y desacreditar al régimen mediante la sátira. El movimiento trataba ante todo de movilizar a la población, y sobre todo a su juventud, que mostraba una gran falta de interés por la vida política. Otpor! aunó tanto a monárquicos como a socialdemócratas y a liberales. Se reivindicaba la falta de vertebración: «No hacíamos nada demasiado político, porque eso es aburrido; queríamos que nuestras intervenciones fuesen entretenidas y sobre todo que hiciesen reír», dice Popovic, devoto de los Monty Python (1). Cuando, por ejemplo, un grupo de Otpor! hizo desfilar a un burro adornado con condecoraciones falsas en Kruševac, en la Serbia central, la policía detuvo a los jóvenes pero no supo qué hacer con el burro: «Fue una escena rocambolesca, los policías intentaban empujar al animal dentro del furgón a porrazos», cuenta Srdan Milivojevic, exmilitante. «La gente gritaba: ‘¡No toquéis al héroe nacional!'». Los destellos cómicos seguidos de detenciones llegan a las portadas de los periódicos al tiempo que la represión policial contribuye a erosionar la legitimidad del poder dividiendo así a los últimos partidarios de Miloševic.
La generación Otpor! creció en una época marcada por las guerras fratricidas en la antigua Yugoslavia y por el aislamiento internacional. Como proyecto político, sueña con una «vida normal». «Veíamos en las cadenas por satélite cómo vivía la gente de nuestra generación en París o en Londres, mientras aquí las baldas de las tiendas estaban vacías. Hemos luchado por nuestra supervivencia», cuenta Predrag Lecic, otro miembro del primer círculo de Otpor!. «No luchábamos por algo, sino contra alguien», resume Ivan Marovic, exportavoz oficioso de Otpor!
En 1999 la guerra de Kosovo y los bombardeos sobre la República Federal de Yugoslavia por parte de la OTAN provocan un giro de los acontecimientos. «El 24 de marzo de 1999 me desperté y me di cuenta de que Francia ya no estaba en el corazón de Serbia sino en su cielo, desde donde lanzaba cientos de bombas para castigar al régimen», recuerda Milivojevic. «Uno no se dedica a hacer oposición mientras bombardean su país», añade Popovic, cuya madre estuvo a punto de morir durante los bombardeos que tenían como objetivo la televisión nacional para la que es periodista. Él se escondió mientras que Curuvija fue asesinado por esbirros del régimen.
Tras este periodo de estupor, Otpor! fue la primera fuerza política en pasar a la acción. Renunció al apelativo «estudiantil» para ampliar sus bases, canalizar el descontento y convertirse en un movimiento popular. A pesar de la creciente represión, anuncia la creación de un frente unido contra el poder junto con partidos políticos, asociaciones, medios de comunicación independientes y sindicatos. Más tarde, a mediados del año 2000, Otpor! se transforma en un movimiento con numerosos simpatizantes, capaz de jugar un papel decisivo en la oposición.
Sometido a la presión interna y externa, Miloševic anuncia elecciones anticipadas en septiembre de 2000. Otpor! contribuye a la participación electoral y a la caída del presidente. Popovic entra en el Parlamento como representante del Partido Demócrata. Primero como consejero del primer ministro Zoran Ðindic, luego como miembro del gabinete del ministro de Ecología y después como consejero de Desarrollo Sostenible para el vice primer ministro. Han pasado los años heroicos. El movimiento intenta transformarse en partido, pero las elecciones parlamentarias de 2003 son un fracaso: apenas consigue el 1,6% de los votos.
Sin embargo, este no es el final de la aventura para Popovic, que sigue presentándose como un «revolucionario corriente». En 2003, este crea el Centro de Acciones y Estrategias No Violentas Aplicadas (Center for Applied Nonviolent Action and Strategies, Canvas) junto con Slobodan Ðinovic, otro fundador de Otpor!. Durante los siguientes años los instructores de Canvas difunden sus saberes en unos cincuenta países, entre ellos Georgia, Ucrania, Bielorrusia, Albania, Rusia, Kirguizistán, Uzbekistán, Líbano o Egipto.
En los angostos locales de Canvas, situados en un centro comercial poco atractivo de Novi Beograd (Nuevo Belgrado), hoy nada deja adivinar una red semejante. «Entrenar y formar a activistas es ahora nuestra profesión», cuenta Popovic. «La primera lección va sobre cómo crear unidad a través de una visión de futuro potente. Les explico cómo reunir a gente de diferentes perfiles ideológicos alrededor de una causa común para obtener más del 50% de los votos».
Cuando no está aquí gestionando su organización, el director, Ðinovic, está en algún lugar del mundo impartiendo sus clases sobre lucha no violenta. En su lista de próximas visitas figuran países como Vietnam, Zimbabue, Suazilandia, Siria, Somalia, Papúa Occidental, Azerbaiyán, Papúa Nueva Guinea, Venezuela e Irán. ¿Promueve Canvas alguna visión del mundo? «No somos una organización ideológica sino educativa», responde Popovic. «El color político de los activistas no nos importa. Nos fijamos solo en que no sean extremistas porque las ideologías extremas no tienen capacidad de crecimiento en el combate no violento».
El equipo de Canvas es limitado. «Cinco personas, cinco sueldos, un local y acceso a Internet gratis, teléfonos gratuitos», enumera Popovic. «Doce personas de cuatro países ofrecen formación. Y no se dedican solo a esto: los georgianos dan clases en otros sitios; una filipina milita en una organización no gubernamental [ONG] aquí, en Belgrado; un tipo es informático; otro es director de una empresa de contabilidad…».
Los primeros clientes llegaron de Europa Oriental. El Fondo de Educación Europea -una fundación polaca- se puso en contacto con Canvas en 2002 para formar a militantes del movimiento Zubr («bisonte») que querían acabar con el régimen de Aleksandr Lukashenko en Bielorrusia. Pero las autoridades de ese país declararon persona non grata a sus emisarios seis meses después. Antes de participar en la «revolución de las rosas» y de la salida de Eduard Chevardnadze en noviembre de 2003, los militantes georgianos del movimiento Kmara! («¡Basta!») también participaron en unos cursos de formación en Serbia en junio de 2003. Pero será principalmente en Ucrania, durante el otoño de 2003 y el invierno de 2004 cuando los métodos serbios se aplicarán a gran escala. Tras ello empezaron a formar activistas de otros países: Azerbaiyán, Lituania, Rusia, Irán, etc.
Los cambios de régimen en Europa central y oriental llamaron la atención en el mundo árabo-musulmán, en Sudamérica y en África. El puño negro vuelve a aparecer en Líbano en 2005, en vísperas de la revolución de los Cedros, y tres años después en Maldivas. En 2009 unos quince activistas egipcios del movimiento juvenil del 6 de Abril y de Kifaya («Basta ya») llegan a Belgrado para estudiar las estrategias que podrían ayudarles a derrocar al inamovible presidente Hosni Mubarak. Los talleres se llevan a cabo a orillas del lago Palic, cerca de la frontera húngara. «Este es un caso único en el que el modelo se adoptó íntegramente. Organizaron cincuenta talleres en quince ciudades egipcias», afirma Popovic. «La formación que recibimos sobre desobediencia civil, lucha no violenta y formas de derribar los pilares del sistema influyó en la manera en que actuó nuestro movimiento», corrobora Tarel El-Khouly, exmiembro del «6 de Abril» y responsable de la organización de manifestaciones.
Azuzados por los acontecimientos en Túnez, por su carácter espontáneo y por el derrocamiento repentino del presidente Zine El-Abidine Ben Ali, grupos de jóvenes activistas se lanzan a tomar la plaza Tahrir en el Cairo en enero de 2011. Llevan pancartas en las que figura el puño alzado y el lema: «¡El puño sacude El Cairo!». La víspera, circulaba por Internet un panfleto que explicaba pormenorizadamente los lugares que hay que tomar (la radiotelevisión egipcia, comisarías de policía, el palacio presidencial) y las maneras de esquivar a las fuerzas del orden. Tras la caída de Mubarak, algunos activistas acabaron uniéndose al mariscal golpista Abdelfatah Al-Sisi, mientras que otros terminaron en prisión.
Considerado por algunos como un «arquitecto secreto» de la primavera árabe, Popovic piensa que el fracaso se explica por la ausencia de proyecto: «Solamente querían derrocar a Mubarak, pero no habían pensado en lo que vendría a continuación. En Ucrania y en Serbia era simple: queríamos vivir como en Europa. Pero para los países árabes no existe un modelo positivo. Los Hermanos Musulmanes y el ejército llegaron y los activistas acabaron en la cárcel. Es para morirse de pena».
Aunque niega haber preparado directamente al autoproclamado «presidente» de Venezuela, Juan Guaidó, Popovic reconoce que es amigo del opositor al régimen de Nicolás Maduro: «Por supuesto que haría todo lo que esté en mis manos para ayudarle a luchar contra un régimen que ni siquiera el ejército logra proteger de sus propios ciudadanos». Desde la reelección de Hugo Chávez en diciembre de 2006, que con un 62% de los votos fue incontestable, Canvas ha ido formando al movimiento juvenil venezolano Generación 2007 y ha trabajado con activistas venezolanos sobre todo en México y en Serbia. Varios miembros del equipo de Guaidó recibieron formación en Belgrado en 2007: Geraldine Álvarez, su directora de comunicación; Elisa Totaro, que trabajó en la comunicación del movimiento estudiantil inspirándose en los métodos y en la identidad visual de Otpor!, y Rodrigo Diamanti, encargado de la ayuda humanitaria procedente de Europa.
En un texto de junio de 2017 los responsables de Canvas describen lo que, para ellos, sería una estrategia eficaz: «La oposición en Venezuela tendrá que hablar con la policía, usando música, abrazos y flores, y no lanzando sobre ella cócteles Molotov, piedras o bombas de materia fecal» (2). Ya en septiembre de 2010 Canvas había identificado la principal debilidad estructural del país, el suministro eléctrico: «Los grupos opositores podrían sacar partido de la situación» (3). Según el documento, sectores descontentos del ejército podrían dar el paso e intervenir, pero sólo en una situación de protesta masiva: «Ha sido la matriz de los tres últimos intentos de golpe de Estado. Cuándo el ejército pensaba contar con apoyos suficientes, la opinión pública no respondió positivamente (o respondió negativamente) y el golpe de Estado fracasó». Tras la muerte de Chávez en marzo de 2013 y con el desgaste económico, los intentos de desestabilización crecen.
En marzo de 2019 la central hidroeléctrica Simón-Bolívar sufre una avería. Caracas y gran parte de Venezuela se apagan. El deterioro de las infraestructuras, advertido ya en 2010, es tal que una posible intervención extranjera podría pasar desapercibida. El secretario de Estado estadounidense Michael Pompeo no tardó en reaccionar en Twitter: «Sin comida, sin medicamentos, y ahora, sin electricidad. Lo próximo será… sin Maduro». «La luz llega con el fin de la usurpación [de Maduro]», añadía Guaidó haciendo un llamamiento a las fuerzas armadas. Una llamada bien recibida por William Brownfield, exembajador estadounidense en Caracas: «Por primera vez tenéis a un dirigente opositor que manda un mensaje claro a las fuerzas armadas y al poder legislativo. Los quiere del lado de los ángeles y de la buena gente» (4).
Este caso demuestra que los objetivos de Canvas resultan ser perfectamente compatibles con los del Gobierno de Estados Unidos, promovidos a través de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (United States Agency for International Development, USAid) y su Oficina de Iniciativas para la Transición (Office of Transition Initiatives, OTI). En una nota de noviembre de 2006 desvelada por Wikileaks, Brownfield describía la estrategia estadounidense en Venezuela: «Reforzar las instituciones democráticas; penetrar la base política del régimen; dividir al chavismo; proteger los intereses vitales de Estados Unidos, aislar a Chávez internacionalmente». Antes de concluir: «Estos objetivos estratégicos suponen el grueso de la tarea de la USAid-OTI en Venezuela» (5). Aunque vemos su presencia en Bolivia en los últimos meses [(véase el artículo «Un golpe de Estado demasiado fácil en Bolivia«)->art8244], Canvas nunca ha intervenido en algunos de los aliados clave de Estados Unidos como Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos o Pakistán.
Para comprender la influencia del pequeño equipo de Canvas en tantos países hay que volver a finales de los años noventa. Un informe especial del Instituto de Estados Unidos para la Paz (United States Institute of Peace, USIP) del 14 de abril de 1999 nos da una pista: «El Gobierno de Estados Unidos tendrá que aumentar notablemente su apoyo a la democracia de la República Federal de Yugoslavia para que de su aportación actual de alrededor de 18 millones de dólares pase a 53 millones de dólares durante este mismo año fiscal (…). Estos fondos podrían sufragar los viajes al extranjero de los líderes estudiantiles y costear programas de estudio y becas en Europa y en Estados Unidos» (6). El informe viene ilustrado con una imagen de un puño negro alzado: el símbolo de Otpor!
«Muchos actores a nivel internacional estaban interesados en hacer caer a ‘Sloba’ [Slobodan Miloševic]», explica Popovic. «Era gente con la que podías hablar de política y conseguir dinero, como la Fundación Nacional para la Democracia [National Endowment for Democracy, NED], el Instituto Republicano Internacional [IRI] y el Instituto Nacional Democrático [NDI], que colaboraban con partidos políticos, y Freedom House, que trabajaba con los medios de comunicación». Aunque oficialmente son «no gubernamentales», estas cuatro instituciones surgen directamente de los dos grandes partidos estadounidenses y son financiadas por el Congreso o por el Gobierno de los Estados Unidos. El que fuera embajador estadounidense en Bulgaria, Croacia y Serbia, William Dale Montgomery ha contado cómo la secretaria de Estado de la época, Madeleine Albright, hizo de la caída de Miloševic una prioridad, apoyando significativamente a Otpor! (7). «La oposición se dejaba ver con Madeleine Albright. [El opositor] Vuk Draškovic le besaba la mano; la foto de esa escena fue utilizada por el poder. Ese tipo de reuniones para hacerse la foto no es un apoyo. Por eso nosotros nunca nos hemos hecho fotos con ellos», comenta Popovic.
«No sabíamos cómo derrocar a Miloševic. Y entonces convocó elecciones anticipadas y de repente tuvimos la oportunidad de hacer una campaña muy dirigida en su contra», contaba James C. O’Brien, ex enviado especial del presidente William Clinton en los Balcanes (8). Este exdirector de planificación política del Departamento de Estado se convirtió más tarde en vicepresidente de Albright Stonebridge Group (ASG), una de las numerosas empresas estadounidenses fundadas por exfuncionarios, representantes del ejército y diplomáticos que regresaron tras la guerra para comprar empresas públicas en Kosovo (9).
Según Paul B. McCarthy, entonces responsable regional de la NED, Otpor! recibió la mayor parte de los 3 millones de dólares gastados por la organización estadounidense en Serbia a partir de septiembre de 1998. Estos fondos habrían servido para poner en marcha manifestaciones y para fabricar material propagandístico -camisetas, carteles, pegatinas con la imagen del puño-, así como para formar y coordinar a activistas. «Imprimimos dos millones de copias del panfleto ‘Se acabó’ que distribuimos por toda Serbia. Teníamos comités en 168 lugares. Era la mayor red de activistas; ningún partido en Serbia tenía tantos. Alguien pagó todo eso, igual que las oficinas y los teléfonos móviles, etc.», cuenta Lelic.
La formación de activistas serbios incluía talleres de estrategia de lucha no violenta que seguían la doctrina de Gene Sharp, un politólogo de la Universidad de Harvard fallecido en 2018 y cuyas obras son referentes en este campo. En la introducción a la tercera edición de su libro De la dictadura a la democracia, Sharp escribe: «Cuando visitamos Serbia tras la caída del régimen de Miloševic nos dijeron que el libro había sido una gran influencia para la oposición» (10). Durante el seminario que tuvo lugar en Budapest durante el verano de 2000, Popovic y otros líderes de Otpor! fueron invitados por el IRI y conocieron a Robert Helvey, un colaborador cercano de Sharp. Veterano de Vietnam, exencargado militar en Rangoon y coronel retirado, experto de los servicios de inteligencia militar estadounidenses, Helvey formó a los estudiantes serbios siguiendo las líneas de conducta de Sharp: «La estrategia es tan importante en la acción no violenta como en la acción militar».
La versión de Popovic es distinta: «No nos enseñaron nada», insiste. «Estuvimos cuatro días con Helvey en Budapest, lo que ha dado lugar a esa historia según la cual los malvados estadounidenses vinieron por aquí. Pero nosotros tuvimos la idea antes». Desde entonces, Popovic ha tejido vínculos con el coronel Helvey, y se ha convertido en su «amigo y mentor», su «Yoda personal» (11). El coronel incluso bautizó a su gato como Serdga, el nombre de Popovic. «Lo pronuncia mal», se burla este último., que cuenta la visita que le hizo en Estados Unidos y su conversación sobre las armas que posee. «En eso es un auténtico estadounidense. No parábamos de hacer bromas con el tema». ¿Dudó en cooperar con un coronel del Ejército estadounidense? «Yo no lo considero como un coronel del Ejército. Y además, la ideología de Otpor! era claramente no violenta». Al tiempo cuenta que define la estrategia que enseñan como una guerra por otros medios, «una guerra asimétrica. No éramos un grupo de críos inocentes, sino militantes políticos serios».
Según el Washington Post, la operación contra Miloševic habría costado 41 millones de dólares a los Estados Unidos: «Fue el principio de un esfuerzo excepcional para destronar a un jefe de Estado extranjero no a través de una operación secreta, como las que la CIA [Central Intelligence Agency] llevó a cabo en Irán o Guatemala, sino utilizando las técnicas de una campaña electoral moderna» (12). Toda una red internacional de colaboradores participó en esta labor, incluyendo organizaciones como Freedom House -una instancia financiada por el Gobierno estadounidense y la Unión Europea y que tiene por vocación la defensa de «los derechos de la persona y la democracia»- y fundaciones privadas como Ford, Carnegie, Rockefeller, el Open Society Institute de George Soros o la Mott Foundation. La red incluye también a embajadores y a empleados de las embajadas en contacto con los partidos de la oposición y la «sociedad civil».
Los fondos y los apoyos exteriores no suponen ningún problema para Popovic porque según él se trata de «organizaciones que trabajan de manera transparente». Sin embargo, el tema provoca una reacción molesta en Marovic: «¿Pero usted para quién trabaja? ¿Para Putin? Esas ayudas llegaron en los últimos meses de nuestro combate contra Miloševic. ¿Por qué presentarla como algo crucial? Es la máquina de propaganda del Kremlin la que cuenta ese tipo de historias desde la revolución en Ucrania en 2004. Intentan desacreditar la lucha no violenta presentándola como una imposición exterior», suelta el exactivista.
Popovic es mucho menos claro cuando le preguntamos de dónde proviene la financiación de Canvas: «Los gastos fijos (sueldos y alquiler) son financiados por fondos privados, para poder vivir de manera independiente y no tener que ir buscando dinero». Sobre los proyectos, añade: «Hemos trabajado con más de treinta organizaciones». No da más explicaciones, excepto para reconocer el papel de la Freedom House en Egipto. En el sitio web de Canvas, únicamente se mencionan los «amigos», pero no se señala las ayudas procedentes del exterior de Serbia. Sin embargo, otras fuentes muestran que la filial estadounidense de la Fundación Roi Baudouin en Bélgica donó 2,5 millones de dólares a Canvas entre 2006 y 2015 para proyectos en Siria y Egipto.
El Centro Internacional sobre Conflictos No violentos (International Center on Nonviolent Conflict, ICNC) no aparece tampoco entre los socios de Canvas. Sin embargo, Marovic y Popovic colaboran desde 2003 con este centro fundado en 2002 por Jack DuVall y Peter Ackerman. Este último fue un estudiante de Sharp que se enriqueció con las finanzas y los bonos basura. Cuando su socio fue condenado a prisión por fraude, este se reorientó hacia la promoción de la democracia. En 2005 se convirtió en el presidente del consejo de Freedom House. Sucedió a James Woolsey, exdirector de la CIA, embajador de Estados Unidos en las negociaciones del Tratado de las Fuerzas Armadas convencionales en Europa y exconsejero del Comité de Asuntos militares del Senado Estadounidense. Con todo, Ackerman no renunció a los negocios y todavía dirige dos firmas de inversión: Crown Capital Group y RockPort Capital.
Popovic conoció a DuVall y a Ackerman durante el rodaje de su documental sobre Otpor!, Bringing Down a Dictator (2002). Marovic participó en el diseño de dos videojuegos producidos por el ICNC: A Force More Powerful (2006) y People Power (2010). El argumento es ramplón: el mundo alberga a malvados dictadores y a buenos demócratas y es un lugar mejor si nos deshacemos de los malvados. Marovic también produjo un manual para el ICNC: The Path of Most Resistance («El camino de mayor resistencia»).
Las «revoluciones de color» llevan a carreras brillantes. Los antiguos activistas se han asociado con instituciones con muy buenas vistas, como Freedom House o fundaciones privadas como la de Soros. Otros ocupan puestos importantes en sus Gobiernos. Popovic imparte clases online en la Universidad de Harvard y fue elegido en 2017 como rector de la Universidad de St. Andrews, en Escocia. También da una conferencia anual en la Academia de la Fuerzas Aéreas de Estados Unidos, en Colorado Springs. «Mi teoría sigue siendo la misma: un 4% de los cambios de régimen se logran con cambios violentos, un 96% a través de un cambio no violento. Algún día, estos alumnos tendrán que decidir: ‘Venga, bombardeamos’ o ‘no bombardeamos’. Si logras influir sobre una decisión de ese tipo, salvas muchas vidas», declara Popovic, que fue nominado al Premio Nobel de la Paz en 2012. El Foro Económico Mundial de Davos lo distinguió al año siguiente como uno de sus «jóvenes líderes planetarios» (Young Global Leaders) y figuraba incluso entre los «100 pensadores más importantes del planeta» en 2011, según la revista estadounidense Foreign Policy.
Notas
(1) Srda Popovic, Cómo hacer la revolución: Instrucciones para cambiar el mundo, Malpaso Ediciones, Barcelona, 2016.
(2) Srda Popovic y Slobodan Ðinovic, «The blueprint for saving Venezuela«, RealClear World, 2 de junio de 2017.
(3) »Analysis of the situation in Venezuela», Canvas Analytic Department, Belgrado, septiembre de 2010.
(4) Citado por Ana Vanessa Herrero y Nick Cumming-Bruce, «Venezuela’s opposition leader calls for more protests ‘if they dare to kidnap me’«, The New York Times, 25 de enero de 2019.
(5) »USAid/OTI programmatic support for country Team 5 Point Strategy«, nota del embajador de Estados Unidos en Venezuela, WikiLeaks, 9 de noviembre de 2006.
(6) »‘Yugoslavia’: Building democratic institutions» (PDF), Instituto de Estados Unidos para la Paz, Washington DC, 14 de abril de 1999.
(7) Roger Cohen, «Who really brought down Miloševic?«, The New York Times, 26 de noviembre de 2000.
(8) Valerie J. Bunce y Sharon L. Wolchik, Defeating Leaders in Postcommunist Countries, Cambridge University Press, 2011.
(9) Matthew Brunwasser, «That crush at Kosovo’s business door? The return of US heroes«, The New York Times, 11 de diciembre de 2012.
(10) Gene Sharp, De la dictadura a la democracia. Un sistema conceptual para la liberación, Dharana, Samos (Lugo), 2014 (1ª edición: 1994).
(11) Utiliza esta referencia al maestro Jedi de La Guerra de las galaxias en su autobiografía.
(12) Michael Dobbs, «US advice guided Milosevic opposition«, The Washington Post, 11 de diciembre de 2000.
Ana Otaševic es periodista.
Fuente: https://mondiplo.com/mercenarios-de-la-lucha-no-violenta