Las deliberaciones de la Mesa 10 originaron un consenso en cinco asuntos fundamentales: – el militarismo norteamericano con su doctrina de «guerra preventiva» como amenaza fundamental a la paz mundial; – la complicidad, por omisión de las grandes potencias frente a la aplicación de esa política unilateral del régimen neoconservador estadounidense; – la necesidad de […]
Las deliberaciones de la Mesa 10 originaron un consenso en cinco asuntos fundamentales:
– el militarismo norteamericano con su doctrina de «guerra preventiva» como amenaza fundamental a la paz mundial;
– la complicidad, por omisión de las grandes potencias frente a la aplicación de esa política unilateral del régimen neoconservador estadounidense;
– la necesidad de una recomposición de la ONU para mejora su efectividad en el mantenimiento de la paz;
– el Plan Colombia como un intento de regionalizar en el ámbito sudamericano la guerra civil neogranadina, con una condena sobre la intervención de Washington en Cuba, Haití y en Venezuela; y,
– la urgencia de pasar de la simple retórica a la acción para detener esta ola de violencia política que en su fondo tiene la aplicación de las políticas neoliberales. Se produjo una condena a la ocupación de Irak y, en especial, a la acción contra la ciudad de Falluya, con el abandono de los principios esenciales que informan el derecho humanitario de guerra. Finalmente surgió la preocupación por el secuestro de ciudadanos de diferentes nacionalidades, combatientes y no combatientes y su confinamiento en la base de Guantánamo.
Incuestionablemente, la cuestión de la renovada carrera armamentísticas, incluyendo el perfeccionamiento de sus armas nucleares, aparejada con la decisión del complejo industrial militar, en control del gobierno de los EEUU, de actuar discrecionalmente a escala global, fue considerada unánimemente como el mayor desafío que enfrenta la humanidad en el logro de su derecho a la paz como condición para el desarrollo humano. Se trata de una decisión que no solo afecta los pueblos y regiones amenazadas, sino la propia sociedad norteamericana impactada en su cohesión interna, y su vida política social. Se estimo el efecto disociador de la conversión de su sistema político en una plutocracia, con sus consecuencias en la estabilidad de la comunidad internacional. Hubo la propuesta de expresar nuestra solidad con las familias de los miles de soldado muertos, mutilados y enloquecidos por efecto de las guerras asoladoras desatadas por la aplicación de esta política, normalmente pertenecientes a las minorías etnoculturales integradas a la vida angloamericana.
No se pudo dejar de comentar las tímidas acciones de las grandes potencias particularmente los integrantes de G8, frente a este comportamiento del Gobierno de Washington. Se aprecio que los intereses económicos compartidos dentro de la idea de la globalización neoliberal, han motivado su tibia reacción frente a este reto de la humanidad. Una conducta que, los convierte en cómplices, o por lo menos encubridores de las acciones criminales emprendidas contar pueblos prácticamente inermes. Una actitud que se ha puesto de manifiesto en su cooperación a través de la OTAN, en la agresión en Afganistán.
En el transcurrir de las deliberaciones, surgieron observaciones sobre la perdida de eficacia de la ONU en su propósito de preservar a los seres humanos «del flagelo de la guerra» que continuamente «ha infligido a la humanidad sufrimientos indecibles». En ese contexto se apoyo la idea existente de una reestructuración de la organización mundial para reforzar el multilateralismo, la democratización y la multiculturalidad como alternativa para optimizar la vigencia del derecho internacional sobre el uso del poder en el establecimiento de un orden internacional equitativo.
Como era de esperarse por el ambiente dentro del cual se realizo el encuentro, el problema de la injerencia norteamericana en Ibero América y el Caribe, fue un punto básico en las argumentaciones. Se estimo que el incremento de la ayuda militar, concentrada en Colombia, y en menor grado en Perú y Bolivia, en detrimento de la cooperación para el desarrollo humano, forma parte de una doble intención del pensamiento neoconservador dominante en Washington de incorporar las potencialidades de la región a los fines de su política imperial, e impedir la conformación de un polo de poder, o la alianza con potencias extracontinentales, que permitieran equilibrar unas relaciones hemisféricas marcadamente asimétricas. La aplicación del Plan Colombia, con la evidente complacencia del gobierno de Bogotá convertido en agente de los intereses estadounidenses en la región; el establecimiento de 11 bases de operaciones dentro de la nueva concepción del «despliegue rápido» en la región, sin incluir las 34 bases existentes en Colombia y sitios de operaciones avanzadas en Costa Rica, Belice, Honduras e Islas Caimán: y, la transferencia de la ejecución de su política exterior al Comando Sur, fueron apreciadas como amenazas al derecho de la paz que se ciernen sobre los pueblos iberoamericanos y del Caribe. De la misma manera que fueron generales los sentimientos de repudio a las acciones de hecho realizadas contar Cuba, mediante su prolongado bloqueo económico; la intervención militar directa en Haití; y , la abierta hostilidad contra el Estado Venezolano.
Los deliberantes compartieron la idea de convertir el pensamiento en acción. Concordaron la necesidad de revivir lo movimientos de paz a escala global, silenciados por la manipulación mediática que exalta la guerra como medio para imponer la pax americana en el sistema internacional. Enfrentando la internacionalización de los sectores conservadores, y de aquellos movimientos llamados de centro, coautores o colaboradores de esta política inhumana, se propuso, en apoyo de la idea del Presidente Hugo Chávez, el establecimiento de una red planetanizada, con uso intensivo d elas tecnologías d comunicación e información, con centro coordinador en Caracas, que sirva para la recepción posterior difusión para Venezuela y el mundo de todas las iniciativas destinadas a promover la paz, resistir la militarización, y mostrar la solaridad con los pueblos agredidos.
Como adelanto concreto produjo una campaña para el cierre de bases militares de ultramar norteamericanas, particularmente las ubicadas en le hemisferio occidental, dentro de la concepción de las zonas de paz, y el cese de la colaboración militar con la hiperpotencia. En este sentido se propuso una mención de apoyo a los movimientos estadounidenses encaminados hacia el cierre de la Escuela de las Américas, en FortBening, Georgia, como cetro de adoctrinamiento de los militares iberoamericanos en su filosofía y praxis de la guerra preventiva. Como una actividad especial se postula la «celebración» de un acto de protesta mundial el 19 de marzo de 2005.
En el ámbito de la mesa se compartió el sentimiento de solidaridad con el pueblo de Irak y Palestina cuyo territorio ha sido ocupado, sus recursos enajenados, su pueblo mancillado y humillado, se practicó sistemáticamente la tortura contra los prisioneros e, incluso se saqueó su memoria histórica. Se consideró como emblemática la batalla por el control de la ciudad de Falluya, donde el invasor bombardeó hospitales y sitios históricos y religiosos, causó innumerables bajas en la población civil, remato combatientes y no combatientes heridos, violando la esencia del derecho humanitario de guerra. Una acción sistemáticamente conducida, con el empleo de mercenarios civiles en un intento de privatizar hasta el ejercicio de violencia política, cuya finalidad busca la degradación de la guerra legitima destinada a la defensa de la soberanía de los pueblos. Un propósito dirigido al desprestigio de las instituciones de defensa que muestran la voluntad de los pueblos de mantener su independencia, libertad y soberanía. Principios sobre los cuales descansa la posibilidad dqe garantizar la paz en el sistema internacional. Esa solidaridad se le extiende al pueblo de Palestina, sometido al terrorismo bélico del Estado de Israel, otro agente del imperialismo norteamericano, con efectos generales en esa agitada región.
En Caracas, 05 de diciembre de 2004