Los comunistas proponemos el socialismo para México, nuestro objetivo es que la clase obrera asuma el poder en el país. El proyecto comunista no es postergable. Pero la conquista del poder político no es solo una frase, lo sabemos bien. Estamos en una fase de lucha en que lo principal por ahora es desplazar del […]
Los comunistas proponemos el socialismo para México, nuestro objetivo es que la clase obrera asuma el poder en el país. El proyecto comunista no es postergable. Pero la conquista del poder político no es solo una frase, lo sabemos bien. Estamos en una fase de lucha en que lo principal por ahora es desplazar del poder a la burguesía y sus partidos y para cumplir ese objetivo entendemos el programa mínimo no negociable Contribución presentada por Pável Blanco Cabrera, en representación del Comité Central del Partido de los Comunistas para el sexto punto del II Dialogo Nacional, en Querétaro, Querétaro el 4 y 5 de febrero del 2005.
Los diagnósticos como aproximaciones expresan una realidad que exige ser cambiada. La miseria del pueblo trabajador, la contradicción irresoluble entre capital y trabajo, la renuncia por parte de la burguesía, en tanto clase dominante, a la independencia y la soberanía, confirman una tesis expresada hace ya medio siglo por el marxismo mexicano: es tiempo ya de que la clase obrera en alianza con los trabajadores del campo, las capas medias y la intelectualidad progresista asuman la dirección del país desplazando del poder a la burguesía, que ha vinculado su destino al imperialismo norteamericano.
Está, siendo una tarea necesaria, se torna urgente en las condiciones de un mundo que enfrenta la disyuntiva de socialismo o barbarie, un mundo en guerra por un nuevo reparto territorial entre los bloques imperialistas.
Hay condiciones necesarias para un programa mínimo no negociable si en realidad pretende ser alternativa y no solo maquillaje de un régimen que se hunde, o una tercera vía, que en objetivos es un símil. Esto no presupone, como muchos plantean que basta con cambiar la administración del sistema, puesto que lo que urge es cambiar el sistema mismo. Por ello la cuestión de la clase social que asuma la dirección del proyecto alternativo es central. En tanto no se establezca esa meta estaremos moviéndonos en la lógica de la administración y salvación de un sistema en descomposición acelerada.
Los comunistas no ignoramos la correlación de fuerzas. La tenemos muy presente, por ello necesitamos ubicar algunos fatalismos que cuestionan la alternativa radical.
En primer lugar la agresividad del imperialismo norteamericano, del que se confunde su debilidad con fortaleza; cuya crisis del sistema financiero y la perdida de peso del dólar frente al euro lo obliga a una peligrosa guerra prolongada. En Afganistán y sobre todo en Irak, los pueblos demuestran que es posible resistir y hacer retroceder ha este gigante con pies de barro. EEUU fijó este año como el inicio del ALCA, pero las movilizaciones y la tendencia creciente de los pueblos de América Latina de pasar de la resistencia a la ofensiva lo han detenido provisionalmente.
En segundo lugar el acotamiento de la democracia a la institucionalidad electoral, olvidando que esta fue construida en México por el neoliberalismo, como un aparato que otorga franquicias a partidos de una misma clase social, independientemente de algunos matices que no afectan lo sustancial. En el caso de los comunistas somos convencidos profundos de que el pueblo habrá de romper con esa barrera y generar una verdadera democracia y un nuevo contrato social, y que en ello no hay propuestas adelantadas que establezcan siquiera los contornos de lo que la potencia de la revolución social puede expresar.
En tercer lugar una falsa polémica entre movimiento social y clase obrera con sus respectivos instrumentos de lucha.
Es una lección importante lo que ha ocurrido en Ecuador y Brasil, de la necesaria correspondencia entre movimiento que lucha, programa y dirección política. Ante el fracaso del neoliberalismo se conforma como plan de rescate del capital, el que opciones electorales de izquierda puedan administrar el sistema pero no intentar alterarlo. La decepción política de las masas hace que la subjetividad conquistada en momentos de ascenso retroceda fuertemente cuando el gobierno diferente que han electo, hace las mismas tareas que harían los partidarios abiertos del neoliberalismo.
Es necesario decir las cosas claramente. Los comunistas proponemos el socialismo para México, nuestro objetivo es que la clase obrera asuma el poder en el país. Es necesario que se de un nuevo Grito de Dolores, para luchar por la independencia nacional, la cual perdimos definitivamente al suscribirse el TLC. El proyecto comunista no es postergable. Pero la conquista del poder político no es solo una frase, lo sabemos bien. Estamos en una fase de lucha en que lo principal por ahora es desplazar del poder a la burguesía y sus partidos y para cumplir ese objetivo entendemos el programa mínimo no negociable. Pero su base de metas es muy pequeña, aunque precisamente irrenunciable, si no queremos que ocurra el mismo fenómeno de movimientos antineoliberales aplicando el neoliberalismo desde el gobierno.
Coincidiendo con varios de los puntos planteados por el maestro Pablo González Casanova, expresamos sin embargo nuestra opinión sobre dos de ellos y proponemos otros
La renuncia al Tratado de Libre Comercio y la cancelación de la deuda externa no admiten negociación alguna como puntos de un programa común de lucha. No cabe la modificación de tal o cual capitulo del TLC, es su anulación inmediata lo único posible. Dobles lenguajes son peligrosos. En el caso de la deuda externa, es un planteamiento asumido desde 1985, con más validez, puesto como se comprueba es la base de subsistencia de la economía de guerra del imperialismo.
La inmediata cancelación de la deuda interna y nacionalización de la banca.
La cancelación de las concesiones a compañías privadas, extranjeras o nacionales en materia eléctrica y petrolera. Así como el hecho de que PEMEX, CFE y LyF sean fortalecidas para continuar como garantes de la soberanía energética.
El respeto a los derechos de la clase obrera, a la contratación colectiva, al derecho de huelga, a la organización de los sindicatos.
La defensa de la cultura, así como del derecho a la educación en todos los niveles.
La lucha contra la guerra imperialista, contra el ALCA, por la autodeterminación y soberanía de los pueblos.
Compañeros:
Es ingenuo declarar que en el actual marco de lucha política institucional se puede lograr eso que es mínimo y base para romper con el neoliberalismo. No esta la clase obrera ni el conjunto de los explotados representado en alguno de los tres poderes, estos están al servicio del capital trasnacional y de la junta neoliberal que los representa en México. Si ellos mismos con sus reformas electorales han vetado para el 2006 la presencia de fuerzas emergentes resulta obvio declarar que la acción política real se dará en el terreno de grandes movilizaciones de masas.
Este proceso de movilizaciones, cuya expansión inicial arranca en 1999, ha cimbrado al poder. Desde 1982 sus privatizaciones eran imparables. Las resistencias eran sofocadas por su fuerza ideológica desideologizadora, por la ausencia de solidaridad del movimiento obrero y social, ya que las alternativas parecían vetadas porque en la posguerra fría emergía victorioso el «fin de a historia» y el hegemonismo norteamericano con su democracia neoliberal. Los dos compromisos centrales de Zedillo, privatización de la electricidad y educación superior no pudieron ser concretados. Tampoco podrá hacerlo Fox.
La articulación de estas movilizaciones ha sido la independencia y soberanía y los derechos clasistas. Pero la resistencia no ha de serlo siempre ha riesgo de sucumbir a nuevas ofensivas del capital. La resistencia ha de ser la organización de la ofensiva. No para, como pretenden algunos, retomar la ideología de la revolución mexicana y el camino económico existente antes del neoliberalismo, cuyo programa era la Constitución de 1917. Nuestras metas son superiores.
¿Como hablar del porvenir de México si no es a partir de que la clase obrera tenga el poder? Entonces si podremos planificar todo para el desarrollo nacional y el bienestar de la población, desde el trabajo, la autosuficiencia alimentaría, el campo productivo, el intercambio comercial justo con todas las naciones, el uso moderado de nuestros recursos naturales, la explotación con beneficio social de nuestros mares, la reconstrucción del ferrocarril, sin el cual no habrá desarrollo, verdaderos procesos democráticos donde el pueblo decida, convoque, revoque, mandaté, delegue, ejerza, decida su presente y su futuro.
Nuestra política de alianzas debe ser tan amplia que incluya a todos los afectados por el capitalismo y su aplicación neoliberal, restringida tan solo por el hecho de que pretendemos cambios reales y no simular lo que nunca se hará en este sistema. Lo que estamos es construyendo un frente antiimperialista y clasista y en ello debemos persistir.
En la historia de México cuando han llegado los momentos históricos de los cambios profundos y radicales se han creado los espacios de articulación. Si se vale decir, un referente inmediato seria la Soberana Convención nacional Revolucionaria con sus propuestas programáticas tan avanzadas que hoy deben ser tomadas como bandera. Más las nuevas metas exigen esfuerzos que solo la fuerza creadora del pueblo puede alcanzar.
La reforma del Estado es una engañifa, un elemento de distracción. No habrá reformas porque el Estado fue destruido, aunque mantenga los aparatos de dominación reforzados.
Los comunistas ratificamos aquí nuestra convicción de luchar para que la clase obrera construya su Estado y en el contexto creador de la Revolución Socialista construya un nuevo contrato social, donde el hombre empiece su verdadera historia.
Si habrá alternativa es porque seremos capaces de romper con el sistema de dominación, sin concesiones de clase.