El reciente asesinato de un gobernador local pakistaní permite recordar la frecuencia con que la muerte tuerce los destinos políticos de ese país, aunque el atentado no haya tenido ahora como víctima a un personaje de especial relevancia. Pero Pakistán sí es un país relevante en esa crítica región asiática donde confluyen tantos intereses internacionales […]
El reciente asesinato de un gobernador local pakistaní permite recordar la frecuencia con que la muerte tuerce los destinos políticos de ese país, aunque el atentado no haya tenido ahora como víctima a un personaje de especial relevancia. Pero Pakistán sí es un país relevante en esa crítica región asiática donde confluyen tantos intereses internacionales y donde la guerra sigue haciendo estragos bajo diversas formas.
En septiembre de 1996, Fátima Bhutto tenía 14 años mientras con su cuerpo protegía a su hermano menor del tiroteo que atronaba la calle frente al domicilio familiar de los Bhutto en Karachi. Fue el mismo día en que su padre, el parlamentario Murtaza Bhutto, hijo del anterior presidente de Pakistán Ali Bhutto, era asesinado por la policía junto a varios de sus colaboradores. Su hermana Benazir -tía de Fátima- era entonces la primera ministra pakistaní (primera mujer que gobernó un país musulmán), y fue acusada por Fátima de la muerte de su padre.
Benazir Bhutto tampoco escapó al sangriento sino familiar, pues murió asesinada en diciembre de 2007, poco después de regresar del exilio, cuando era candidata de la oposición en las elecciones a la presidencia. No es de extrañar, pues, el éxito alcanzado por el último libro de Fátima, Songs of Blood and Sword (Canciones de sangre y espada), en el que narra la reciente historia de su país.
Pero Fátima Bhutto no es solo escritora y poeta en sus ratos libres sino que también analiza en la prensa la actualidad pakistaní. En un reciente comentario para TomDispatch.com (el informativo web que se denomina a sí mismo: «Un antídoto regular frente a los medios mayoritarios«), Fátima Bhuto escribe un comentario titulado «Un diluvio de ataques con aviones no tripulados». En él recuerda que el actual presidente pakistaní, al ser informado por la CIA de que planeaba atacar parte del país con misiles disparados desde aviones radiocontrolados, lejos de preocuparse por las posibles muertes de ciudadanos pakistaníes, contestó: «Que maten a los jefes. Los daños colaterales les preocupan a ustedes, los americanos. A mí no me preocupan». Los documentos publicados por WikiLeaks revelaron que el primer ministro aconsejó a la embajadora de EEUU que no se preocupara por los ataques aéreos contra el territorio pakistaní: «Protestaremos en la Asamblea Nacional y luego nos olvidaremos de ello».
Para los que viven en las zonas fronterizas con Afganistán, en el llamado «cinturón tribal» pakistaní donde se sospecha la presencia de Osama Ben Laden, los bombardeos se han convertido en algo habitual, sin que la llegada de Obama a la Casa Blanca haya cambiado la situación. Ésta, más bien, ha empeorado, pues si durante toda la presidencia de Bush solo se contabilizaron 45 ataques aéreos desde aviones no tripulados, sólo en el primer año de Obama éstos sumaron 53. Se ha comprobado que aproximadamente un millar y medio de personas han muerto a consecuencia de estas acciones.
Aunque en las noticias oficiales las víctimas se califican como «militantes» o «presuntos militantes», Bhutto afirma que casi nunca son identificadas, no se conocen sus nombres ni se publican sus fotografías. Sostiene que «se puede calcular un promedio de 3,33 personas muertas por error en cada ataque de aviones no tripulados». Bhutto deduce que «los pakistaníes son irrelevantes y que los daños colaterales, por lo que se ve, no preocupan a la elite gobernante».
Incluso durante la enorme tragedia que supusieron las inundaciones del monzón del pasado verano, que afectaron a más de 20 millones de pakistaníes y fueron consideradas como la peor catástrofe natural de toda la historia de Pakistán, la CIA desencadenó una de sus más intensas campañas de bombardeo y alcanzó el récord de los últimos seis años de víctimas en un solo mes. El Gobierno de Islamabad aseguró a Washington que no retiraría muchas tropas para dedicarlas a la ayuda humanitaria, porque con ello reduciría el esfuerzo bélico exigido por EEUU.
Fátima Bhutto desvela también que, como consecuencia de una ley aprobada en el Congreso de EEUU, «si Pakistán hace las cosas bien, desvela sus secretos nucleares y los documentos internos del Ejército sobre el modo de elegir al Jefe del Ejército y otros asuntos, recibirá 7.500 millones de dólares en ayuda ‘civil’ durante cinco años… lo que permitirá a los actuales gobernantes prolongar un poco más su incompetente liderazgo».
Cita Bhutto a Tariq Alí, conocido escritor e historiador pakistaní: «Las filtraciones de WikiLeaks confirman lo que ya sabíamos: que Pakistán es una satrapía de EEUU. Sus dirigentes militares y políticos son una elite venal, dichosa de matar y mutilar a su propio pueblo para favorecer a una potencia extranjera». Además, el presidente Zardari intentó tranquilizar a Washington anunciando a la embajadora de EEUU que «si él es asesinado, su hermana le sustituirá y todo seguirá como siempre. Agrada saber que el país es considerado por su presidente como un feudo familiar», concluye Alí.
Ni Pakistán es el único país tenido como un feudo personal por sus gobernantes ni el único en el que la vida de los ciudadanos carece de valor ante una supuesta razón de Estado. Mucho dará que hablar Pakistán y no siempre de forma positiva ni esperanzadora.