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Movimiento No Alineados. En busca de universalidad

Fuentes: Prensa Latina

En su origen, la Guerra Fría expresó el descontento de la élite dirigente norteamericana por los resultados de la II Guerra Mundial, en la que Estados Unidos, aunque obtuvo el liderazgo de occidente, no alcanzó la hegemonía internacional. En cambio, la Unión Soviética, aunque a un precio enorme, accedió a una influencia y un protagonismo […]

En su origen, la Guerra Fría expresó el descontento de la élite dirigente norteamericana por los resultados de la II Guerra Mundial, en la que Estados Unidos, aunque obtuvo el liderazgo de occidente, no alcanzó la hegemonía internacional.
En cambio, la Unión Soviética, aunque a un precio enorme, accedió a una influencia y un protagonismo mundial con el que no podía haber soñado. Roosevelt cargó con las culpas y de ídolo fue transformado en villano.
Después de dos guerras mundiales en 30 años, y habiéndose inventado las armas atómicas, otra conflagración era impensable. Occidente se propuso derrotar al comunismo, sin acudir a ese recurso.
La Guerra Fría, un enfrentamiento global en todos los ámbitos, lugares y momentos, excepto el tope militar con la Unión Soviética, fue la opción. La Doctrina Truman promovió la ayuda a los países que enfrentaran el expansionismo bolchevique. La Unión Soviética hizo lo mismo para combatir al imperialismo.
El mundo devino campo de batalla y los países recién independizados, sobre todo los de mayores potencialidades y estratégicamente mejor situados, fueron los bocados más apetecibles que, cortejados o brutalmente presionados, eran empujados al ruedo para convertirlos en instrumentos o escenarios de las luchas por la hegemonía mundial.
La Guerra de Corea fue la más temprana y violenta expresión de aquella realidad.
Afortunadamente, varios esclarecidos líderes de los países emergentes: Nehru, Sukarno, Nasser y otros, se percataron del juego y decidieron hacerle frente. La Conferencia de Bandung en 1955 fue la respuesta.
Los líderes chinos que probablemente intuían, presumían, calculaban o deseaban -con ellos nunca se sabe- el curso de los acontecimientos que los llevaría a la confrontación con ambas superpotencias, y Josip Broz Tito, presidente de Yugoslavia, que había retado los intentos hegemónicos soviéticos, se sumaron al esfuerzo iniciado en Bandung.
De ese modo, el movimiento trascendió su carácter afroasiático y ganó en universalidad.
A pesar de la tremenda variedad de posiciones políticas, creencias, ideologías y capacidad de los liderazgos políticos nacionales, Sukarno, Nehru y Nasser, apostaron por una especie de neutralidad activa que permitiera a los estados recién surgidos relacionarse con las superpotencias e incluso beneficiarse con el comercio y la colaboración, sin devenir rehenes de sus intereses geopolíticos y de sus contradicciones.
Aquella entelequia fue sucesivamente enriquecida por los 10 puntos acordados en Bandung, los Cinco puntos sobre la coexistencia pacífica promovidos por China y por los discursos anti neocoloniales e incluso antimperialistas que, con diferentes grados de profundidad y radicalismo, proponía cada uno de los nuevos estadistas.
Todo indica que Tito, quien se había distanciado de la Unión Soviética, sin entregarse a Occidente, percibió las potencialidades del curso iniciado en Bandung y aprovechó la oportunidad para sumarse, con un protagonismo coherente con su ego, a una alianza emergente que prometía erigirse en una tercera e influyente opción en el mundo bipolar.
El hecho de que por aquella época surgiera la expresión «Tercer Mundo» es una muestra de la búsqueda de una identidad que permitiera a las naciones recién surgidas, fijar con independencia sus metas y prioridades y realizar su escogencia histórica.
Entre 1954 y 1956 Tito, Nehru y Nasser intercambiaron comunicaciones y visitas y en ese último año se encontraron en la isla de Brioni, donde se acuñó definitivamente el término de Movimiento de Países No Alineados y se acordaron sus bases.
En lo adelante continuaron los trabajos preparatorios, que culminaron con la Conferencia fundacional y el nacimiento del Movimiento en 1961 en Belgrado.
La cita que el próximo día 11 comenzará en La Habana es heredera de aquellas búsquedas y esfuerzos, redondeada con la presencia de la Revolución Cubana y de América Latina.