Recomiendo:
0

Movimientos en la península de Corea

Fuentes: GAIN

La conferencia internacional sobre armamento nuclear que se celebra estos días ha vuelto a poner en el punto de mira mediático a Corea del Norte, centrando la mayoría de los comentarios en la capacidad nuclear que dispondría este estado asiático, al tiempo que se recogen las amenazas de Washington hacia ese país. Sin embargo, paralelamente […]

La conferencia internacional sobre armamento nuclear que se celebra estos días ha vuelto a poner en el punto de mira mediático a Corea del Norte, centrando la mayoría de los comentarios en la capacidad nuclear que dispondría este estado asiático, al tiempo que se recogen las amenazas de Washington hacia ese país.

Sin embargo, paralelamente a esa conferencia, otra serie de acontecimientos ha contribuido a incrementar la tensión en la región. Por un lado, desde Pyongyang se señala que la posibilidad de retomar las conversaciones multipartidistas está condicionada a un cambio en la actitud estadounidense. Los intentos de Washington para imponer sanciones a la República Democrática Popular de Corea (RPDC) tampoco ayudan a buscar un punto de encuentro, además los países vecinos, como China y Corea del Sur, tampoco ven con buenos ojos las intenciones norteamericanas, y abogan por incidir en las mesas de negociaciones a seis bandas.
Por su parte, los portavoces norcoreanos advierten que cualquier sanción contra su país podría ser considerada «como una declaración de guerra», y responden que su capacidad nuclear está aumentando, al tiempo que acaban de realizar una prueba de un misil lanzado sobre el mar de Japón.

Cambios
Lo cierto es que la realidad que se nos presenta del país asiático está fuertemente condicionada por la descripción mediática que desde determinados medios de comunicación, al hilo de los dictados de EEUU, se hace de Corea del Norte. Su inclusión en el llamado «eje del mal», la escasa presencia occidental en el país y mayormente el mismo desconocimiento de la realidad y la cultura del mismo, no hacen sino incidir aún más en la dirección señalada. Fruto de todo ello es la imagen de un país al borde de una profunda crisis, anclado en el pasado, y un sinfín de tópicos que probablemente guardan muy poca relación con la realidad que vive la población de la RPDC.
La desintegración de la Unión Soviética en 1991, unida a las posteriores exigencias de Moscú y Beijing para que los pagos por petróleo se hicieran en una moneda «fuerte», sumieron a Corea del Norte en una importante crisis económica. A ello se le unieron otros factores naturales, como las inundaciones de 1995-96, que deforestaron y degradaron buena parte del fértil suelo de la república norcoreana, y la guinda fueron las importantes sequías de 1997 y 2001.

Ante estas adversidades externas e internas, el Gobierno norcoreano comenzó la adaptación de la ideología oficial ¬denominada juche¬, para hacer frente a la compleja situación y la hambruna que se disparaba por el país. Con este desarrollo, pretende al mismo tiempo demostrar que la ideología juche no es un obstáculo para los cambios, ya que puede ser reinterpretada para adaptarse a las situaciones del momento. De esta forma, como señala algún analista, el gobierno de Pyongyang demostró que «cambio y reforma pueden darse, y que juche se ajusta a ello adecuadamente».

Ante esta nueva coyuntura, el Gobierno norcoreano va a poner en marcha a partir de julio del 2002 toda una serie de medidas para contrarrestar esas adversidades. De esta manera, profundiza las reformas iniciadas a finales de la década de los noventa en al ámbito agrícola, siguiendo los modelos de Vietnam y China, permitiéndose la existencia de pequeñas propiedades para autocultivo. Buena parte del paquete de medidas va a ir destinado a combatir el mercado negro, así como una redistribución de los salarios, en base a la productividad y a la importancia del mismo. Los mercados agrícolas informales son reconocidos oficialmente, y las empresas son autorizadas a vender la sobreproducción en el mercado o a otras empresas.

Finalmente, la puesta en marcha de las denominadas «Zonas de Economía Especial», actuarán como laboratorio para incidir en nuevas reformas económicas, buscando los impactos que la relación entre economías diferentes pueda producir. Estas zonas se ubican en Rajin-Sonbong, en la costa noreste; en Sinuiju, en el noroeste junto a la frontera china; y en Kaesong, en el sur, en la frontera con Corea del Sur.

Estrategias
A la vista de estos movimientos, desde Washington se busca contrarrestar cualquier posibilidad de mejora en la situación del país, y en octubre de 2002 se produce una escalada en la tensión entre ambos países, cuando Estados Unidos acusa a la RPDC de desarrollar un programa nuclear secreto.

La filosofía del pensamiento neoconservador busca el cambio de régimen en Pyongyang, además el efecto dominó que debería haber seguido a la desintegración de la Unión Soviética se resiste en Asia, y eso no es del agrado de esos ideólogos intervencionistas. Estos buscan intensificar el aislamiento de Corea del Norte para echar por tierra las transformaciones económicas que se desarrollan en el país, impulsando la posibilidad de un cambio de régimen, a pesar de que todo ello pueda conllevar un aumento en la inestabilidad regional y una enorme crisis humanitaria. En estos cuatro últimos años, la estrategia norteamericana lleva trabajando tras la escena para encaminar a Corea del Norte a esa situación.

En Washington se tiene una doble preocupación, por un lado se es consciente de que una aventura militar al estilo de Irak está fuera de la agenda, el rechazo regional unido a la posesión de Corea del Norte de la bomba nuclear hace que este escenario sea totalmente diferente al iraquí. Y por otro lado, siendo conscientes de que el potencial armamentístico de la RPDC no es tan grande como el que se señala públicamente, el temor de EEUU radica en la posibilidad que tiene Pyongyang de exportar armas y tecnología a terceros actores.

Por su parte, la estrategia norcoreana también está bien definida. Pyongyang busca encaminar a EEUU a una posición más flexible, y en ese sentido hay que interpretar su anuncio el pasado febrero de que posee armas nucleares y que no continuará en las conversaciones a seis bandas. El Gobierno de la RPDC es consciente de que su capacidad nuclear, más que estratégica, tiene un efecto colateral hacia sus vecinos, que no desean que la tensión crezca en la zona, y para ello pedirán al gobierno norteamericano mayor flexibilidad, alejando la peligrosa espiral que podría desatarse en la región.

Presiones estadounidenses
De momento todos los actores implicados están moviendo sus fichas. Seúl sigue apostando por el diálogo y, de momento, además de incrementar la ayuda a su vecino del norte, se ha comprometido a mantener conversaciones bilaterales. China también continúa incentivando económicamente a Corea del Norte, en aras de lograr una Península de Corea «libre de armas nucleares». EEUU sigue presionando para que se impongan sanciones al país asiático, al hilo de su guión neoconservador, y a pesar de los rechazos que recogen en la zona. Japón, por su parte, mantiene un complejo equilibrio, apoyando la política estadounidense no hace sino abrir mayores distancias con sus vecinos, y eso puede cerrarle las puertas del continente asiático. Rusia también rechaza la política de sanciones advirtiendo de los efectos negativos que ese tipo de medidas tendrían para todos.

En agosto del 2003 se pusieron en marcha las negociaciones a seis bandas (Corea del norte y del sur, Rusia, China, Japón y EEUU) para buscar soluciones a la situación. Posteriormente, esta mesa se ha reunido en otras dos ocasiones, en febrero y junio del 2004. Este junio se cumple un año desde al ultima reunión, y algunos apuntan que esa fecha puede ser clave para el futuro de la península coreana y de sus vecinos. Algunas fuentes dicen que EEUU tiene marcada con rojo esa fecha, dando a entender que su paciencia está llegando al límite. Sin embargo, la situación no le es favorable, y desde Pyongyang, conscientes de ello, buscan sacar ventajas para que su país pueda desarrollarse sin injerencias externas.