La paz, como meta necesaria para alcanzar la democracia, parece ganar actualidad en Myanmar luego de realizarse la Primera Conferencia de la Unión sobre el tema, anunciado como prioridad del próximo Gobierno. En lo que se considera la mayor reunión de fuerzas políticas desde la independencia del país en 1948, coincidieron del 12 al 16 […]
La paz, como meta necesaria para alcanzar la democracia, parece ganar actualidad en Myanmar luego de realizarse la Primera Conferencia de la Unión sobre el tema, anunciado como prioridad del próximo Gobierno. En lo que se considera la mayor reunión de fuerzas políticas desde la independencia del país en 1948, coincidieron del 12 al 16 de enero en Naipyidó, la capital, autoridades gubernamentales, parlamentarios, oficiales del Ejército y representantes de los ocho grupos étnicos armados signatarios del Acuerdo Nacional de Cese el Fuego (ANCF), entre otras partes.
El encuentro se centró en temas políticos, económicos, sociales, seguridad y tierra, y recursos naturales, sin que de sus debates se esperaran grandes pronunciamientos, máxime cuando otros grupos fuera del ANCF ignoraron la convocatoria.
Las decisiones de la cita incluyen realizar esfuerzos para
concluir los diálogos políticos a nivel nacional y la Conferencia de Paz de manera exitosa en un período de tres a cinco años con vista a alcanzar un acuerdo.
También convocar otra reunión similar lo antes posible, en una fecha apropiada, y garantizar al menos el 30 por ciento de participación femenina.
Esta conferencia debe medirse más por las intenciones, contenidos, participación y proyecciones, que por sus resultados concretos. Quizás la mayor contribución sea el hecho de llamar la atención sobre la paz, que urge alcanzar.
También por los mensajes escuchados, entre los que debe mencionarse el de la líder de la Liga Nacional para la Democracia (LND), Aung San Suu Kyi, quien habló en la sesión inaugural, en la que además lo hizo el presidente del país, U Thein Sein.
En su discurso, la jefa de la formación política ganadora de las elecciones del pasado 8 de noviembre con amplia mayoría abogó por incorporar más grupos étnicos armados al proceso de paz, al insistir en que los esfuerzos con tal fin no deben dividir a las agrupaciones ya vinculadas a esas conversaciones y a aquellas que no lo están.
Debemos trabajar para que todos participen en el Acuerdo Nacional de Cese el Fuego, recalcó la oradora, quien en ocasiones anteriores afirmó que la paz será la primera prioridad del próximo Gobierno, previsto a asumir a principio de abril.
Esa posición debe influir de alguna manera para que todas las partes comiencen a considerar el citado objetivo una meta no solo del Ejecutivo, sino de toda la nación porque, como se reconoce, para que haya democracia, debe haber paz y viceversa.
El tema tuvo otro capítulo recientemente cuando fue abordado en un encuentro entre la líder de la LND y el jefe de las Fuerzas Armadas, Min Aung Hlaing, en el que también se habló de la implementación del ANCF, como parte de la transición.
El proceso hacia esa gran meta es complejo por muchas razones. En primer lugar, en algunos casos los conflictos armados datan desde casi la misma independencia del país y están asociados al reclamo del reconocimiento de derechos, incluida una mayor autonomía.
Además, su solución pasa por la promoción de confianza entre los beligerantes -Ejército y rebeldes- y modificaciones a la Constitución (2008), redactada por los militares que gobernaron desde 1962 hasta 2011, cuando le entregaron el poder al Partido para la Solidaridad y el Desarrollo de la Unión, apoyado por los uniformados.
Cabe recordar que cuando asuman las nuevas autoridades, los
ministerios de Defensa, Interior y Asuntos Fronterizos seguirán bajo el control de los militares y sus presupuestos serán tan secretos como ahora.
Además, esos últimos controlan el 25 por ciento de los escaños en ambas cámaras del parlamento nacional -110 en la Alta y 56 en la Baja- y sus ocupantes fueron designados por el jefe de las Fuerzas Armadas. Otros 220 estarán en asambleas regionales y de estados.
En el caso del órgano legislativo de la Unión, la referida cuota les garantiza la posibilidad de vetar cualquier cambio a la Magna Carta, la cual impide a Suu Kyi acceder a la presidencia del país por ser viuda de un ciudadano británico y sus dos hijos tener esa nacionalidad.
Durante su mandato -a punto de concluir- el Partido para la
Solidaridad y el Desarrollo de la Unión, el gran derrotado en las urnas, los militares constituían una reserva. Con la entrada de un nuevo gobierno, se impone una pregunta: ¿Cuál será su papel como oposición?
Hay otros factores de la realidad política de Myanmar que explican el difícil camino hacia la paz y la democracia
En los mencionados comicios participaron más de 90 partidos, prueba de la diversidad de tendencias e intereses.
Se añade a ese abanico de problemas el tema de los presos políticos y los detenidos a la espera de un juicio. Una reciente amnistía que favoreció a decenas fue criticada como insuficiente.
Debe sumarse a ello la pluralidad étnica y por ende de religión, idiomática y nivel de desarrollo, incluido el hecho de que un grupo como el de los Rohingyas no es reconocido por las autoridades.
En el caso de la situación económica de esta nación del Sudeste Asiático, su lugar 148 en el Indice de Desarrollo Humano de la ONU revela cuán grande es la pobreza por lo que mientras esta exista, habrá razones para conflictos.
Con ese preocupante panorama entra Myanmar en una nueva etapa de su historia, lo que hace mucho mayor el reto para las nuevas autoridades ante las expectativas de quienes dieron su voto a la LND con la esperanza de cambios, sobre todo en su vida cotidiana.
Luis Melián. Corresponsal de Prensa Latina en Vietnam.