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El “Sendero Prachanda” hacia la insurrección urbana

Nepal: Los maoístas anuncian un cese al fuego de 3 meses

Fuentes: CounterPunch

Traducido para Rebelión por Germán Leyens

El Partido Comunista de Nepal (Maoísta) anunció ayer que sus fuerzas guerrilleras, el Nuevo Ejército Popular, observarán un cese al fuego de tres meses. Es particularmente significativo porque el gesto es unilateral. El régimen podría decidir que reaccionará de la misma manera, reteniendo al Ejército Real Nepalí, que según se informa está descontento con la guerra y el rey. Pero los maoístas, que en todo caso se defenderán si son atacados, parecen menos preocupados por la reacción del gobierno que por la reacción de los principales partidos políticos marginados y abusados desde el golpe real del 1 de febrero.

Ha habido dos ceses al fuego desde que la Guerra Popular comenzó en 1996 – de junio a noviembre de 2001 y de enero a junio de 2003. Pero fueron declarados por las dos partes, y acompañados por conversaciones de paz con el régimen. Esta vez, después de haber superado al ERN en por lo menos una batalla importante reciente, los maoístas controlan cerca de un 80% del país. Operan ya como un gobierno (de la República Popular de Nepal) y desde una posición de fuerza han anunciado simplemente que no realizarán ninguna acción ofensiva hasta noviembre.

En pasadas conversaciones de paz, los maoístas insistieron en que se convoque una asamblea nacional para preparar una nueva constitución como condición para el fin de la guerra revolucionaria. Postergaron su demanda inicial de que se aboliera la monarquía, pero las conversaciones quedaron bloqueadas cuando el rey y los partidos parlamentarios se negaron a abandonar la actual constitución. El conflicto persistente entre los partidos políticos legales y el rey, se exacerbó considerablemente desde que el rey Gyanendra se apoderó del poder absoluto, lo que ha permitido que los maoístas jueguen a los unos contra los otros. Incluso antes de febrero, los maoístas, al darse cuenta de que los partidos carecían de influencia política, exigieron conversaciones directas con el rey. Pero después de tomar el poder, declarar la ley marcial y desatar una ola de terror contra sus rivales políticos dominantes, Gyanendra propuso la realización de conversaciones con los maoístas sólo para descubrir que habían perdido interés. «Gyanendra ha lanzado al país a las tinieblas – no existe justificación para conversaciones inmediatas», declaró el líder del PCN(M), Prachanda (Pushpa Kamal Dahal). Al mismo tiempo, los maoístas ofrecieron a los partidos posibilidades en las zonas liberadas para que realizaran sus propios esfuerzos de organización contra el rey. Cuando Gyanendra clausuró o tomó el control de sus órganos de propaganda, las cinco emisoras de radio que transmitían desde el campo maoísta permanecieron en el aire.

Los siete partidos políticos cuyos miembros tuvieron 190 de los 205 representantes en la disuelta Asamblea Nacional han formado una alianza contra Gyanendra. No habían cuestionado en principio la monarquía (que data de 1768, y que involucra un fuerte elemento religioso hindú), pero recientemente los dos mayores partidos parlamentarios, el Partido del Congreso Nepalí y el Partido Comunista de Nepal (Marxista-Leninista Unido), realizaron importantes reuniones en las que abandonaron el apoyo para esa institución. Han expresado interés en conversaciones con los maoístas a fin de coordinar la oposición a la dictadura.

Cada vez más envalentonada, la alianza realizó el domingo una manifestación ilegal de más de 5.000 participantes, la mayor desde que el rey tomó el poder. Algunos manifestantes llevaban pancartas declarando «No a la monarquía, sí a la democracia». Los encabezó Girija Prasad Koirala, de 84 años, durante muchos años presidente del congreso nepalí y antiguo primer ministro, lo que resultó en su colapso (por el gas lacrimógeno), según Reuters: «lanzaron ladrillos y las fuerzas de seguridad respondieron disparando granadas de gas lacrimógeno y atacando a la multitud con porras». Tal vez había maoístas en la muchedumbre. Más probable es que hayan sido partidarios de otros partidos cada vez más radicalizados por la dictadura del rey.

Ahora, el mayor temor de Gyanendra es un frente unido de los maoístas y de los partidos predominantes.. La probabilidad de que ocurra podría reducirse si la Corte Suprema decide a favor del Partido del Congreso Nepalí, que ha presentado una demanda exigiendo la restauración del legislativo – algo que los políticos desean pero que los maoístas consideran absurdo. Los partidarios internacionales del rey urgen una restauración del parlamento bajo las antiguas reglas como la mejor defensa contra la revolución maoísta. Pero en especial si eso no ocurriera, parece como si las manifestaciones públicas en Katmandu incluirán un elemento maoísta que agitará, junto con los partidarios de los partidos de la alianza, por un fin de la monarquía.

Se informa que la presencia del partido en la capital y en la región circundante (donde vive la mayoría de los ricos) es más débil que en las provincias, aunque sus organizaciones estudiantiles y femeninas son bastante poderosas en la ciudad. Un frente unido podría crear las condiciones para una presencia más poderosa, ya que un cese al fuego permite a los maoístas que consoliden aún más su poder político en las zonas que están más o menos bajo su control. La relación entre la guerra popular en el campo y en la capital Katmandu es el tema crucial ya que Nepal confronta la perspectiva muy real de una revolución. Desdeñada alguna vez como apenas posible – el comunismo estaba «muerto», etc. – esta perspectiva es reconocida ahora incluso por el cada vez más vociferante embajador de EE.UU. James Moriarty ha advertido que «Nepal está llegando al punto en el que su propia existencia está en juego», y en junio dibujó el fantasma de guerrillas marchando hacia el centro de Katmandu «dentro de los próximos 12 a 14 meses». Supongo que repite la mejor información de inteligencia de EE.UU. sobre el tema.

Pero ahora entra en juego el «Sendero Prachanda». Es la abreviación para la estrategia del PCN(M) de combinar los modelos de revolución china y rusa. La estrategia maoísta involucra una Guerra Popular prolongada y el cerco de las ciudades desde el campo, donde las fuerzas dirigidas por los comunistas establecen áreas de base y zonas liberadas, expandiéndose por las etapas de la defensiva estratégica, el equilibrio estratégico, y la ofensiva estratégica. Los maoístas creen que están ahora en la última fase. La estrategia se basa en un campesinado oprimido como su fuerza principal. La estrategia bolchevique implicaba la organización política de los trabajadores urbanos, y resultó en la Revolución de Octubre de 1917, el asalto al Palacio de Invierno, y el derrocamiento del Zar. Los maoístas planean complementar su conquista del campo con una insurrección urbana. Como Prachanda declaró a Time Magazine en abril: «Nuestra estrategia en esta última etapa será fusionar la insurrección urbana con la Guerra Popular prolongada». El plan, según lo entiendo, es que los estudiantes de Katmandu no se colocarán simplemente al borde de las calles para dar la bienvenida a la llegada de la guerrilla, sino que serán participantes activos en una insurrección durante o antes del avance de estos últimos. Adoptado oficialmente por el partido en su segunda conferencia nacional de febrero de 2001, el Sendero Prachanda, se resume en la consigna: «Consolidemos y expandamos nuestras áreas de base y avancemos hacia un gobierno popular en el centro». (Vea Sudheer Sharma, «The Maoist Movement An Evolutionary Perspective,» en Michael Hutt, ed., «Himalayan people’s War: Nepal’s Maoist Revolution» [Indiana University Press, 2004]).

Las áreas de base han sido, por cierto, consolidadas y expandidas en los últimos cuatro años, y Prachanda ha dado a entender que la victoria (es decir la toma del poder en Katmandu) podría estar cercana. Moriarty, por su parte, declaró a la prensa nepalí el mes pasado: «Si yo fuera maoísta, pensaría que voy avanzando bastante. Trataría de crear diferencias entre los partidos y el palacio, y de que hagan el trabajo maoísta al demoler la estructura política». Yo no lo diría del mismo modo, pero pienso que el embajador es bastante perspicaz. Los maoístas quieren alentar las acciones de los partidos contra el palacio, y promover la defensa de la democracia contra la monarquía, como una clave para vencer en la ciudad. No porque quieran un retorno a la antigua estructura en la que partidos corruptos (incluyendo los diversos partidos «comunistas») sirven a la elite para dominar un parlamente ineficaz. Quieren una república laica, socialista, una reforma agraria radical, educación y atención sanitaria universales, igualdad de derechos para hombres y mujeres y miembros de todos los grupos étnicos, eliminando el sistema de castas. Pero, a corto plazo, quieren una asamblea constituyente, en la que participen todos los partidos. Tal vez anticipan una revolución en dos etapas, la primera para lograr objetivos limitados, la segunda más ambiciosa. Es cosa de ganar a más y más gente para esa agenda de transformación del mundo en el proceso del trabajo común.

En todo caso, si comenzamos a oír hablar de multitudinarios mítines en Katmandu en los que participan tanto los partidos de la alianza como los maoístas, y tal vez defectores de las fuerzas armadas y de la policía, escucharemos el toque de difuntos de Nepal como un reino hindú atrapado en la Edad Media. Y entonces, tal vez, poco después, el son de la Internacional.

* * * * *

Noto que el presidente Prachanda y Ganapathy, secretario general del Partido Comunista de India (Maoísta), han firmado una declaración conjunta anunciando su determinación de «luchar juntos y establecer el socialismo y el comunismo» en los dos países.

Los maoístas indios son sobre todo activos en Andra Pradesh, Jharkhand, Chattisgarh, Orissa y Bihar, y con sus camaradas nepalíes buscan la construcción de una «zona revolucionaria compacta» que conecte todos estos estados. La prensa de EE.UU. tiende a ignorar a los maoístas indios, pero también ellos han crecido, adquiriendo un apoyo más amplio, consolidándose desde el punto de vista organizativo, realizando inmensas manifestaciones, llamando exitosamente a que se realicen bandhs [huelgas], creando zonas de guerrillas en preparación para establecer áreas de base, involucrándose en lo que consideran la Guerra Popular. Durante el fin de semana, 23 soldados fueron muertos por presuntos rebeldes maoístas en Chattisgarh.

El pasado mes, 10 funcionarios fueron muertos por fuerzas del PCI(M) en Andra Pradesh. Más de 250 han sido muertos en ese Estado en violencia relacionada con la Guerra Popular desde enero. (http://in.news.yahoo.com/050815/43/5zq20.html. La prensa india afirmó que en junio murieron 21 «en el primer ataque coordinado con la participación de maoístas nepalíes e indios» en Bihar.

Así que lo que ha estado ocurriendo en Nepal desde 1996 ha estado pasando también en India, y los eventos en los dos países tendrán inevitablemente un impacto mutuo.

Los maoístas nepalíes esperan intentos indios de aplastarlos si llegan al poder, simplemente porque, como confronta su propia creciente insurgencia, Nueva Delhi no puede permitir que Nepal llegue a ser una base para la revolución. Pero una invasión de un Nepal rojo probablemente provocaría una feroz reacción nacionalista, un inmenso movimiento contra la guerra entre las masas indias, y un mayor apoyo para el movimiento maoísta indio. Y aunque China deplora la insurgencia en Nepal, negando incluso su carácter maoísta, Beijing no mostraría entusiasmo ante una intervención de fuerzas indias en la nación del Himalaya que separa al Tibet de India. EE.UU. desesperadamente comprometido en acciones que van más allá de su capacidad y que probablemente se orienta hacia una profunda crisis política, no puede intervenir significativamente. Por lo tanto podría ocurrir que la geopolítica permita que se ice la bandera roja sobre el monte Everest. En general, parecen ser tiempos auspiciosos para el maoísmo, el marxismo revolucionario práctico del Siglo XXI.

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Gary Leupp es profesor de historia en la Universidad Tufts, y profesor adjunto de religión comparativa. Es autor de «Servants, Shophands and Laborers in in the Cities of Tokugawa Japan»; «Male Colors: The Construction of Homosexuality in Tokugawa Japan»; e «Interracial Intimacy in Japan: Western Men and Japanese Women, 1543-1900». También colabora en la implacable crónica de CounterPunch sobre las guerras contra Irak, Afganistán y Yugoslavia, «Imperial Crusades».

Para contactos: [email protected]

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http://www.counterpunch.org/leupp09072005.html