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Nepal: por la democracia total

Fuentes: La Jornada

El reino de Nepal, uno de los países más empobrecidos del planeta, ha sido escenario de un masivo levantamiento popular contra el absolutismo feudal en las últimas tres semanas. El movimiento respondió a una convocatoria de la Alianza de los Siete Partidos(ASP), con el respaldo del Partido Comunista de Nepal(Maoísta) -PCN(M)-, cuyo ejército guerrillero controla […]

El reino de Nepal, uno de los países más empobrecidos del planeta, ha sido escenario de un masivo levantamiento popular contra el absolutismo feudal en las últimas tres semanas. El movimiento respondió a una convocatoria de la Alianza de los Siete Partidos(ASP), con el respaldo del Partido Comunista de Nepal(Maoísta) -PCN(M)-, cuyo ejército guerrillero controla gran parte de las zonas rurales. Antecedente inmediato a la movilización popular es el acuerdo de doce puntos de noviembre de 2005 entre la ASP y los maoístas, que llamaba a lanzar la ofensiva final contra la monarquía autocrática del rey Gyanendra y sentaba las bases para poner fin al conflicto armado en el país sobre los principios de restaurar el parlamento y convocar a una asamblea constituyente. Después de 19 días de huelga general y continuas manifestaciones reprimidas sangrientamente, Gyanendra se vio obligado a restablecer el órgano legislativo cuya clausura había ordenado en 2002. La ASP dio la bienvenida al mensaje del monarca, decidió levantar las protestas, nombró un candidato a primer ministro, manifestó que la primera tarea del legislativo restaurado sería preparar las elecciones para la asamblea constituyente y anunció que entablaría un diálogo con los alzados en armas sobre sus futuros pasos. Pero estos censuraron la actitud de la ASP y dieron un plazo hasta el viernes 28 de mayo, día de la reinstalación del parlamento -donde la ASP tiene mayoría-, para que sean convocadas «incondicionalmente» las elecciones a la asamblea constituyente. Los maoístas señalaron que al admitir la salida propuesta por el monarca, que omitía el tema de la constituyente, la ASP traicionaba el acuerdo de noviembre y desoía el clamor de las masas en la calle, que no es sólo por la democracia, sino por la democracia «total». El sentido del adjetivo es marcar la diferencia entre la monarquía parlamentaria, formalmente aceptada por la realeza en 1990, y un nuevo tipo de estructuración estatal que transfiera toda la soberanía del rey al pueblo, a decidirse en la asamblea constituyente. Y es que los manifestantes pedían cada vez en mayor número y con creciente determinación el fin de la monarquía, que, junto al Ejército Real, es el clavo ardiendo que le queda a Estados Unidos y sus aliados para sojuzgar a Nepal, cuya ubicación entre India y China le confiere gran importancia estratégica. La guerrilla nepalí, faltaría más, forma parte de los objetivos a batir en la «guerra contra el terrorismo» de George W. Bush.

Las exigencias de «la calle», refrendadas por el PCN(M), son el resultado de la experiencia del pueblo de Nepal en la lucha contra el despotismo monárquico. En numerosas ocasiones desde 1959 la realeza faltó a los compromisos contraídos con el movimiento popular y aprovechó los momentos de desmovilización para restablecer su férula, disolver el parlamento, conservar los privilegios feudales y la odiosa división de la sociedad en castas según la milenaria tradición hindú, de la que la cultura prevaleciente en Nepal forma parte. Todo esto se señalaba en el acuerdo de doce puntos, que abogaba también por eliminar la opresión de género y de las minorías en un Nepal multicultural, multiétnico y diverso religiosamente. Justamente el PCN(M) inició la lucha armada hace diez años después de comprobar la inutilidad de participar en la política parlamentaria, suprimida por la monarquía cada vez que se le antojaba a la vez que los derechos civiles y políticos, mientras incrementaba la represión contra los opositores. Es la historia de siempre: la lucha armada popular surge y se fortalece cuando los caminos para la participación política son cerrados por las clases dominantes y no a consecuencia de ninguna conjura «terrorista». Sin las condiciones de conciencia política creadas por la guerra de guerrillas y la seria amenaza que representa para la monarquía sería inimaginable la pujanza del alzamiento popular pacífico de estas últimas semanas, porque los rebeldes demostraron previamente la fragilidad de esa institución y su ejército y la posibilidad de expropiar los latifundios, erradicar el régimen de castas y crear órganos de poder popular en las zonas bajo su control.

Las protestas han elevado la autoestima de los pobres, que han comprobado el poder de su movilización, pero la situación continúa volátil y la lucha de los nepalíes por su libertad deberá vencer aún nuevos obstáculos.

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