Le escribe una Diputada de la Nación Argentina. Soy una de las/los 257 representantes del pueblo argentino en el Parlamento; la segunda vez que accedí a la Cámara de Diputados fui votada por medio millón de ciudadanos, pero puedo garantizar que lo que le expresaré en esta carta, representa a la mayoría del pueblo argentino. […]
Le escribe una Diputada de la Nación Argentina. Soy una de las/los 257 representantes del pueblo argentino en el Parlamento; la segunda vez que accedí a la Cámara de Diputados fui votada por medio millón de ciudadanos, pero puedo garantizar que lo que le expresaré en esta carta, representa a la mayoría del pueblo argentino.
Presidente Bush: No queremos que venga a nuestro país. Quizá por razones diplomáticas, nuestra Cancillería no le habrá hecho saber cuánto lo repudia nuestro pueblo. No es simplemente que no coincidimos con sus políticas, sino que Ud. representa un peligro para las democracias de América del Sur. Hace poco tiempo, en una Cumbre de la OEA donde Ud. defendió el intervencionismo, en su mensaje se atrevió a mencionar el nombre de José de San Martín. Debe saber que nuestro prócer luchó contra el imperialismo y a favor de la unidad de América del Sur. El pueblo de San Martín no lo quiere, Mr. Bush. Porque usted representa el neoimperialismo, que, como en el siglo XIX es el intento de dominar regiones utilizando medidas financieras o acciones armadas. Los argentinos conocemos muy bien las consecuencias de las políticas que promueve: nuestro país, inmensamente rico, fue llevado a la miseria por los dirigentes irresponsables que siguieron todas y cada una de las recetas del Fondo Monetario Internacional. Sabemos que los organismos internacionales de crédito no son neutrales y responden a las políticas de Estados Unidos. Se cumple la profecía de Bolívar: «Los Estados Unidos de América parecen destinados por la providencia para sembrar de miserias a América Latina».
Los argentinos no tenemos nada en contra del pueblo norteamericano, pero mucho contra el gobierno que ha colocado el máximo poder político y militar del planeta al servicio de la ambición sangrienta, que no duda en aniquilar vidas para apropiarse del petróleo ajeno, para ganar dinero con el comercio de armas, y aún más, para expandir su industria más siniestra: la que sirve para reconstruir lo que ustedes destruyen.
Representa usted la decadencia de los valores de Occidente. Su pueblo, que no toleraba la utilización de la mentira en la práctica política, tiene que soportar que haya mentido descaradamente al mundo entero acerca de la existencia de armas nucleares en Iraq, para justificar la invasión. El premio Nobel de la Paz recientemente otorgado a Mohamed ElBaradei, quien revelara la existencia de esos engaños, es muestra elocuente de la importancia que la comunidad internacional le asigna a la Verdad en la construcción de la Paz.
La teoría de la «guerra preventiva», una de las escabrosas novedades de su discurso político, coloca a su gobierno al margen de toda ley conocida y amenaza ahora mismo en forma concreta a Irán, Corea del Norte, Cuba, Venezuela, en suma, al mundo entero. Nos amenaza, pero no nos confunde. No nos engaña con su proclamada «lucha contra el terrorismo» mientras practica el terrorismo de Estado. Dan cuenta de ello, las torturas en las prisiones de Abu Ghraib y Guantánamo, la desolación de las madres de los soldados norteamericanos que participan en Iraq de la carnicería de mujeres y niños, y los avances para militarizar y controlar nuestra región. Usted es un terrorista que protege a otros terroristas reconocidos como Luis Posada Carriles, fugado de una prisión de Caracas que, entre otros delitos, confesó su autoría en la explosión, en 1976, de un avión cubano que causó 73 muertes.
Ahórrenos su indeseable presencia. No compartimos nada que pueda ser debatido en la Cumbre de las Américas, a realizarse el 4 y 5 de noviembre próximo en la ciudad de Mar del Plata. Ningún gobierno que apoye sus políticas podría garantizar su propia estabilidad. Los pueblos de América del Sur ya hemos elegido. Elegimos soberanía energética: queremos Petrosur; necesitamos recuperar la soberanía alimentaria, y para ello, las empresas norteamericanas deben dejar de infectar nuestras semillas con sus pesticidas y sus marcas: rechazamos sus patentes que dejan sin remedio a nuestros enfermos, no queremos sus peligrosos «Cielos Abiertos».
No venga hasta acá para promover el ALCA, no queremos su «comercio libre» de Alaska hasta Tierra del Fuego, optamos por nuestro comercio justo y solidario para complementar y beneficiar a los pueblos de Sudamérica. Ya hemos constituido la Confederación Sudamericana de naciones: una Nación de doce naciones, más grande y rica que los Estados Unidos, a la que habremos de unificar siguiendo los ideales de San Martín, Bolívar, de O’Higgins, de Artigas, de Martí.
Sus valores, Mr. Bush, no están dentro de nuestra escala de valores ni sus fines son compatibles con nuestros principios. Nosotros tenemos nuestra propia Agenda del Sur: propiciamos un Fondo Monetario Latinoamericano, un Banco del Sur, una gran Universidad del Sur, queremos informarnos desde el sur y para el sur. Desentierre ya las antenas de la CNN y su maquinaria de mentira internacional, ahórrenos sus burdas conspiraciones.
Su gobierno, que rechazó el Protocolo de Kyoto, y su lamentable gestión que ahogó a su propio pueblo en Nueva Orleans, representa una amenaza concreta para el medio ambiente y para el planeta Tierra. Los sudamericanos estamos por la felicidad, la libertad y la vida de los pueblos, estamos también por la paz. Ud. está del lado de la guerra, de la depredación y de la muerte.
En cuanto a los asuntos prácticos, con responsabilidad y como diputada nacional, considero evidente que nadie podría garantizarle seguridad en Argentina. Ni a Ud. ni a nuestros ciudadanos. Muestra de ello, es que la Argentina ha sufrido terribles atentados terroristas que aún permanecen impunes y sin resolver.
Hoy el terrorismo viaja en transporte público y la amenaza revanchista que Ud. profesa como un dogma, ya ha hecho perder la vida a trabajadores y usuarios del transporte público en Madrid y Londres, y ha tornado insegura la vida en lugares tan disímiles como Roma, Bali, Miami y Nueva York.
Le solicito en nombre del pueblo argentino, que nos evite estos grandes riesgos; podría Ud. hacerse presente en la Cumbre de las Américas por medio de una teleconferencia brindada desde Washington, que, a la vez, lo pondría a salvo de las expresiones físicas del repudio que le profesamos.
A la espera de su respuesta, lo saludo con distinguida consideración.