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Nord Stream 2, las conspiraciones, el periodismo y el sesgo de confirmación

Fuentes: La Marea [Imagen: Burbujas de gas procedentes de la fuga del Nord Stream 2, el 27 de septiembre de 2022]

Antonio Maestre desgrana en este artículo las claves por las que no considera veraz el texto de Seymour Hersh.

Así voló EE.UU. Nord Stream 2. Es la entrada que Seymour Hersh escribe en su blog en la que acusaba a EE.UU. de haber sido el responsable de haber boicoteado la infraestructura gasística que pertenecía a Rusia y Alemania a través del consorcio Nord Stream AG. La información del periodista, que sostiene que EE.U.U voló Nord Stream 2 con la colocación de explosivos por parte de los buzos de la Marina de EE.UU., no cumple con los preceptos necesarios para ser publicada porque no aporta ninguna fuente de soporte, ni fuentes de contraste, ni pruebas documentales necesarias para hacer una afirmación del calibre, que es culpar a un miembro de la OTAN de atacar infraestructuras críticas de otros miembros de la OTAN en suelo europeo. Grandes afirmaciones precisan grandes investigaciones. 

¿Por qué no podemos dar veracidad al texto de Seymour Hersh?

La investigación de Seymour Hersh está basada en única fuente anónima que, según declaraciones del periodista para la agencia TASS, “es alguien que parece saber bastante de lo que hablaba”. La fuente, que parece saber de lo que habla, según se concluye de lo expuesto en el texto tendría que estar en el círculo cercano de operaciones de inteligencia al más alto nivel ya que cuenta las interioridades de las reuniones y el proceso de gestión del ataque a otro miembro de la OTAN.

Es lógico inferir que la fuente anónima tendría que estar al más alto nivel ya que el artículo cuenta con entrecomillados el proceso de las reuniones de inteligencia. Unos entrecomillados que el periodista no explica cómo ha logrado ni a quién atribuye, simplemente aparecen para trufar el texto. La historia de Hersh transcurre como una novela de espías de John Le Carré, es perfecta, tiene un entrecomillado para cada momento y para añadir épica a la historia. El autor incluye incluso un entrecomillado de la Casa Blanca que, obviamente, si esa información viene de la fuente anónima, no se puede entrecomillar como si fuera una fuente de acceso directo: 

“La Casa Blanca hizo una nueva petición: “¿Pueden los muchachos que están sobre el terreno idear alguna forma de volar los gasoductos más tarde, cuando se les ordene?”.

Ese entrecomillado solo es posible hacerlo si tienes la fuente directa de la Casa Blanca y con atribución. Si no, no es más que un invento, a no ser que indiques que esa información proviene de la fuente anónima atribuyéndosela a la Casa Blanca, pero nunca puede entrecomillarse ya que eso indica una declaración precisa y sin interpretación. Una fuente anónima es el comienzo de una investigación, nunca el destino. Una fuente anónima no puede ser motivo suficiente para publicar una investigación, del mismo modo que no puede serlo un documento filtrado por la UDEF.

David Randall, en su manual de periodismo El periodista universal, deja claro cuál es el proceder con una fuente anónima: “Siempre hay que preguntar a las fuentes si hay alguna documentación que respalde lo que nos están comentando. Si se niegan a entregárnosla, pediremos fotocopias; si también se niegan a eso, les preguntaremos si al menos podemos leerla en su presencia. Si siguen negándose, nos olvidaremos de la historia”.

El trabajo de un periodista no es recoger la información facilitada por una fuente, sino comprobar que la información facilitada por esa fuente es correcta. Si alguien te filtra unos documentos diciendo que Podemos se financió con Venezuela, la obligación de un periodista es asegurarse de que Venezuela financió a Podemos logrando el soporte documental necesario para poder aseverarlo sin ningún mínimo de dudas. Algo que poder defender ante un juez con la seguridad de estar contando la verdad. Lo contrario es solo ser un correo de la difamación de una fuente interesada y faltar a la deontología profesional. Esto puede hacerse por error, omisión o de manera intencionada. Pero lo que es obvio es que no convertirá en fiable lo narrado. 

¿Hay indicios que indiquen el interés de EE.UU. para volar Nord Stream 2? 

La respuesta es sí. Tiene intereses geoestratégicos, políticos y económicos evidentes en aislar a Rusia de Europa en materia energética, como ha demostrado el hecho de que EE.UU. se haya convertido en el principal proveedor de gas licuado, procedente del fracking y que Donald Trump calificó como ‘gas de la Libertad’, a Europa tras las sanciones internacionales a Rusia con motivo de la invasión de Ucrania. En los meses posteriores a la invasión de Ucrania, la exportación de gas natural licuado de EE.UU. a Europa pasó de un 34% del total al 74%, convirtiéndose en el mayor exportador de este elemento a la Unión Europea.

En marzo de 2021, el secretario de Estado, Anthony Blinken, amenazó a Alemania con posibles sanciones por la construcción del gasoducto al atentar contra su interés energético y suponer un importante quebranto a las economías de Ucrania y Polonia, socios imprescindibles de EE.UU., por privarle de los ingresos económicos por el canon de tránsito cobrado por el paso por su territorio del resto de gasoductos.

Nord Stream 2 fue construido con financiación mixta de varias empresas: un 50% de Gazprom, la empresa rusa, y el otro 50% de la petrolera británica Shell, la francesa Engie, la austriaca OMV y las alemanas Uniper y Wintershall DEA. El Congreso de EEUU aprobó en 2019 la necesidad de aplicar esas sanciones contra Alemania y la UE, que finalmente fueron desestimadas en mayo de 2021 por la administración de Joe Biden. Sin embargo, en febrero de 2022, tras la anulación de la certificación por parte del canciller alemán Olaf Scholz, en protesta por el reconocimiento de Rusia de la independencia de las regiones ucranianas en el Donbass, Biden estableció sanciones contra las empresas relacionadas con Nord Stream 2. Las declaraciones de Biden en febrero de 2022 dejaron poco espacio para la interpretación: “Si Rusia invade… entonces ya no habrá un Nord Stream 2… Le pondremos fin”.

A pesar de que se intentó explicar que la referencia del presidente norteamericano se refería a la paralización de la certificación del proyecto por parte de Scholz, que finalmente se produjo, no son pocos los que han utilizado esas declaraciones para intentar explicar la voladura del gasoducto. Victoria Nuland, subsecretaria de Estado de EEUU, ya había dejado muestras en el pasado de la posición beligerante de la administración Biden con Nord Stream 2 y, como bien dice, aquí sí, Seymour Hersh, se congratuló de su desaparición en una comparecencia ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado a finales de enero. Dijo al senador Ted Cruz: “Al igual que usted, me complace mucho, y creo que a la Administración también, saber que el Nord Stream 2 es ahora, como a usted le gusta decir, un trozo de metal en el fondo del mar”.

¿Es posible que lo hiciera Rusia? 

Rusia no tiene intereses económicos en volar un gasoducto de su propiedad que le permitía eludir el canon de tránsito de Ucrania y Polonia y le otorgaba una autonomía de proyección energética sobre Europa. La mayoría de la inversión realizada para la construcción del gasoducto, unos 11.000 millones de euros, la aportó Rusia, por lo que no parece que tenga sentido la destrucción de una infraestructura de ese tipo. Bien es cierto que, tras la invasión de Ucrania y las sanciones europeas a Rusia, podría concluirse que la voladura de la infraestructura podría tener como objetivo incrementar el precio de la energía antes del pasado invierno en Europa y poder así quebrar la unidad de acción europea.

Una de las motivaciones esgrimidas para explicar los posibles intereses políticos de Vladimir Putin para volarlo es que Rusia no ha utilizado las infraestructuras energéticas únicamente como un valor económico, sino como un agente geoestratégico para lograr influencia política. Este es el caso de dos infraestructuras energéticas poco competitivas planteadas únicamente con el objetivo de garantizar unas buenas relaciones con los países de su entorno, como es el caso de TurkStream para mejorar sus relaciones con Turquía o el Lejano Oriente con China. En cualquier caso, el gran beneficiado económico con la desaparición de Nord Stream 2 como vía de suministro energético es, sin duda, EE.UU. Es un hecho incontestable. 

¿La entrada en el blog de Seymour Hersh prueba que EE.UU. volara Nord Stream 2? 

No lo prueba. Solo es un relato de hechos sin probar narrados por una fuente anónima que dice tener conocimiento sobre el hecho y soportados en la información previa ya conocida sobre los posibles intereses de EEUU en hacer desaparecer la infraestructura. 

¿Puede la fuente de Seymour Hersh haberle contado que EE.UU. lo hizo? 

La fuente puede existir, no se puede negar como tampoco se puede afirmar. Es posible que Seymour Hersh haya tenido acceso a una fuente que le haya facilitado la información narrada. Pero no existe una sola prueba o fuente de contraste que permita afirmar que esa fuente ha dicho la verdad, tiene conocimiento sobre lo narrado o es una distorsión de algo conocido por otra fuente. Es tan posible que haya contado la verdad como que se lo haya inventado, porque el artículo no prueba una sola de las afirmaciones con otras pruebas de soporte. Ni siquiera una fuente independiente que exprese lo mismo. En el caso de existir la fuente, solo sería una persona afirmando que EE.UU. lo hizo sin que el periodista haya aportado medios de contraste para aseverarse de que esa persona está diciendo la verdad. 

¿Cuáles son esos medios de contraste? 

Otras fuentes independientes, fuentes que participaran o tuvieran conocimiento directo y que no estén intoxicadas por la primera fuente. Habría que asegurarse de que la primera fuente y las fuentes de contraste no están relacionadas entre sí y que el conocimiento de la información por las fuentes de contraste no proviniera de la fuente original. La aportación de documentación, pruebas materiales o de seguimiento de los operativos que participaron con fuentes abiertas disponibles.

¿Qué podemos verificar sobre la información de Seymour Hersh?

Algunas afirmaciones del texto son fácilmente desmontables. Seymour Hersh afirma en su artículo que Jens Stoltenberg, máximo dirigente de la OTAN, «era un partidario de la línea dura en todo lo relacionado con Putin y Rusia y había cooperado con la comunidad de inteligencia estadounidense desde la guerra de Vietnam. Desde entonces se confía plenamente en él. ‘Es el guante que se ajusta a la mano estadounidense’, afirma la fuente». 

Stoltenberg nació el 16 de marzo de 1959 en Oslo. La guerra de Vietnam comenzó en el año 1955 y acabó en marzo de 1975. Jens Stoltenberg acababa de cumplir 16 años cuando terminó la guerra de Vietnam. Es posible que Seymour Hersh se confundiera con su padre, Thorvald Stoltenberg, que como diplomático ayudó a refugiados húngaros en la huida tras la invasión de la URSS en 1956. Sea o no una confusión con su padre, es un hecho que un menor de 16 años de Oslo tiene poco que colaborar con la inteligencia de EE.UU. en Vietnam. En el momento de publicar este texto, no hay ninguna fe de errores ni aclaración en el artículo de Hersh.

Las fuentes abiertas son uno de los métodos de verificación con los que los periodistas podemos trabajar para comprobar la certeza de afirmaciones de otros reportajes de investigación. Es precisamente mediante el uso de esas fuentes que se puede comprobar que las únicas afirmaciones verificables del artículo de Seymour Hersh son incorrectas. El trabajo ya se ha hecho dejando claro que lo único demostrable de lo afirmado es incorrecto.

El periodista Joe Galvin, experto en operar con inteligencia OSINT (fuentes abiertas), verificó los dos únicos datos aportados por Seymour Hersh que permitían hacer una trazabilidad de las afirmaciones. Seymour Hersh afirmaba que en la operación intervinieron un dragaminas noruego de clase A en la colocación de explosivos y se produjo el lanzamiento de una boya con sonar a través de un avión P8 noruego. Es preceptivo aclarar que es posible usar las herramientas de tracking de aviones y barcos porque Seymour Hersh afirma en su artículo que no fue una operación encubierta sino que se aprovecharon unas maniobras BALTOPS 22 de la OTAN para llevar a cabo la operación. Esa afirmación de Hersh permite la trazabilidad de las operaciones y movimientos de dichos equipamientos militares que de otro modo habrían quedado ocultas.

Según Galvin, Noruega tiene tres embarcaciones de la clase indicada por Hersh. El M350 Alta con código de rastreo (MMSI: 258001000), el M351 Otra (MMSI: 259014000) y el M352 Rauma (MMSI: 259015000). Según los datos recopilados por el periodista, no había ninguna de estas embarcaciones en el área de operaciones de BALTOPS 22 durante las fechas en las que las maniobras se realizaron, del 5 al 17 de junio de 2022. Joe Galvin añade que un dragaminas de la clase Oksay, el M343 Hinnoy (MMSI: 259019000), estuvo cerca de los lugares donde se produjeron las explosiones pero sin estar el suficiente tiempo para desplegar a los buzos de operaciones.

En el caso de la aeronave P8 Poseidón encargada de desplegar la boya que provocaría las detonaciones, no muestra rastro de operaciones en el área de las explosiones en la fecha del 26 de septiembre de 2022. De los cinco P8 que tienen las fuerzas aéreas de Noruega, ninguno estuvo sobre la zona en esa fecha. Sí estuvo en esa zona un P8 de EE.UU. pero 90 minutos después de producirse las detonaciones. Según Joe Galvin, los datos disponibles con fuente abierta que pueden verificarse con los datos narrados por Seymour Hersh refutarían su versión. La refutación de los dos únicos datos aportados por Seymour Hersh que pueden ser verificados no implica que EE.UU. no haya volado Nord Stream 2, sino que el artículo no permite aseverarlo, por lo que nunca tendría que haberse publicado con un nivel de soporte de afirmación tan escaso. 

¿Por qué dudar de Seymour Hersh a pesar de tener un Pulitzer de 1973?

El último reportero de EE.UU., como se autodenominó en su autobiografía, hace mucho tiempo que dejó de ser lo que fue. Su legado, que es necesario consignar por haber sido muy importante, tiene como investigaciones más relevantes la masacre de EE.UU. en My Lai en Vietnam, por la que ganó el premio Pulitzer, y las investigaciones sobre las torturas en la prisión de Abu Graib (Iraq). Nadie dudaba de aquellas informaciones porque tenían todo lo necesario para ser publicadas, porque eran verdad y se demostraban en las informaciones. Solo hay que leer el reportaje The Massacre at My Lai, publicado el 22 de enero de 1973 en The New Yorker, disponible para quien quiera leerlo, para poder diferenciarlo de la noticia sobre la voladura del Nord Stream 2, un reportaje impecable que sonroja comparar con el publicado estos días.

No estaríamos hablando de un artículo en un blog si no fuera porque es de Seymour Hersh y su pasado periodístico merecía el beneficio de la duda. Pero hace tiempo que perdió ese aura. En sus últimos años nunca ha podido probarse su trabajo y comenzó una deriva de publicaciones conspiranoicas que cada vez iban deslizándose a lugares más oscuros y con menos rigor. La lista es larga. El modus operandi es afirmar aquello que no se podrá refutar por las partes implicadas por cuestiones de seguridad nacional para que sus textos no puedan ser desmentidos de manera rotunda más que con la desclasificación de información de alto secreto y aportando con sus artículos a un bando en disputa aquello que quiere oír para reafirmar sus sesgos y utilizar sus publicaciones con fines políticos.   

Seymour Hersh publicó en el año 2015 en London Review of Books –era el tiempo en que aún conseguía colocar sus textos en medios con prestigio en vez de su blog– la información de que el asesinato de Bin Laden había sido un montaje de la administración de Barack Obama, que, en connivencia con Pakistán, habían pactado que los soldados americanos entraran en la casa y lo mataran. La versión de Hersh venía a poner en cuestión la operación encubierta de EEUU en la que los miembros de las fuerzas especiales entrarían en el complejo de Bin Laden sin el conocimiento de Pakistán para intentar capturar al ideólogo del 11-S. En aquel reportaje volvió a utilizar una única fuente para aseverar que los dos gobiernos tramaron una conspiración de encubrimiento a diferentes niveles administrativos. Tras su publicación, Peter Bergen, analista de seguridad internacional de la CNN y autor del libro Manhunt: The Ten-Year Search for bin Laden – Del 11 de septiembre a Abbottabad, escribió un texto en el que desmontaba las afirmaciones de Hersh con fuentes directas, sí mencionadas. 

Seymour Hersh volvió a recurrir a la baza de la fuente anónima para negar el uso de armas químicas en Siria. La información creada por el periodista, como siempre, solo es desencriptable con un arduo trabajo de documentación para poder conocer cómo quedó desacreditado con investigaciones científicas sobre el terreno de organismos internacionales. En un artículo en Welt, que fue rechazado por la London Review of Books, Seymour Hersh negó que el régimen de Al Assad usará gas sarín el 4 de abril de 2017 sobre la región de Khan Shaykhun y que el accidente químico fue debido a un error con una bomba convencional caída sobre una fábrica de fertilizantes.

Un artículo en Bellingcat desmontó la pieza de Hersh de manera detallada, incluso se llega a identificar cuál fue la fuente de la información del Pulitzer, el coronel retirado Lawrence Wilkerson, que había publicado su versión en una entrevista tres meses antes de la publicación del artículo de Hersh. Su fuente era una entrevista a un exmilitar en Internet. El 30 de junio de 2017 la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPCW ) en la Misión de Investigación de la OPAQ confirmó el uso de armas químicas y de sarín en Khan Shaykhun el 4 de abril de 2017 en un informe de 78 páginas que acabó por enterrar la teoría conspiranoica de Seymour Hersh. 

Las conspiraciones para prender necesitan soporte de veracidad, y es muy fácil creer que EE.UU. pueda haber hecho una operación de ese porte. No solo porque tiene los medios, la motivación y la experiencia, sino porque la historia nos enseña que en el pasado EE.UU. hizo operaciones de este tipo con bastante asiduidad en sus campañas de desestabilización internacional. Creer algo cuando reafirma los sesgos preestablecidos es sencillo, por ello en política es habitual utilizar esa herramienta de confirmación de prejucios por quien tiene poco escrúpulos. Si tuviera que apostar mi escaso patrimonio sobre quién voló Nord Stream 2, lo pondría sin dudar a EE.UU. Pero los que estamos en contra del azar, las apuestas y las conspiraciones como base fundamental del análisis político y del periodismo necesitamos hechos para afirmarlo. La teoría de que EE.UU. voló Nord Stream 2 basándose en el artículo de Hersh es solo material para Iker Jiménez en Cuarto Milenio

Fuente: https://www.lamarea.com/2023/02/14/nord-stream-2-las-conspiraciones-el-periodismo-y-el-sesgo-de-confirmacion/