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Myanmar

Notas desde la clandestinidad

Fuentes: The Irrawaddy
Traducido para Rebelión por Cristina Alonso

Myanmar se está convirtiendo, día a día, en una nación en clandestinidad. Casi podríamos decir que se trata de un juego nacional del «escondite». Pero, por supuesto, es un juego con consecuencias potencialmente fatales. Que te encuentren significa la detención, la tortura e incluso la muerte.

Han pasado muchos meses desde que me escondí. Las personas que lo han vivido estarán de acuerdo con mis palabras: no existe el escondite perfecto. Ellas saben, como yo, que nadie siente verdadera seguridad en ningún escondite, por muy bien escogido que esté.

He descubierto, sin embargo, que todos estos días llenos de preocupaciones tienen un momento seguro y agradable: el momento en que te despiertas por la mañana.

Cuando me despierto en mi cama y me doy cuenta que he pasado una noche más sin que me arresten siento un alivio que me lleva hasta la felicidad. Sencillamente, sigo siendo una persona libre.

Aquí, en Myanmar, no estoy solo en esta situación. Esto se ha convertido en la realidad cotidiana de muchas personas en todo el país durante los últimos siete meses desde el 1 de febrero, cuando los militares tomaron repentinamente el poder del gobierno democráticamente electo.

La lista de grupos objetivo es bastante extensa: personas disidentes, que se manifiestan en contra o que critican al régimen, juventud luchadora de la resistencia, periodistas, trabajadores estatales que participan en el Movimiento de Desobediencia Civil (conocido como CDM), profesionales de la medicina y la enseñanza, actores y actrices, artistas y cantantes famosos. Demasiadas personas para nombrarlas a todas. Sus familias (esposas y maridos, hijos y otros parientes) también son a menudo objeto de detención, retenidas como rehenes por el régimen. Lo único que tienen en común es que todas estas personas están luchando, de alguna forma, activamente contra la junta militar.

Todas estas personas se han escondido ahora para evitar las detenciones arbitrarias, la tortura atroz, las acusaciones irracionales con cargos, las condenas a largas penas de prisión, o el asesinato.

Física y mentalmente, esconderse de los escuadrones de la muerte de la junta militar es una experiencia sin igual. Ya no se trata de la emoción de nuestros juegos de infancia al preguntarnos si evadiríamos que nos descubrieran. Es una sensación de constante temor.

Cifras pesimistas

Es probable que el número de personas que se han escondido o han huido de sus hogares sea muy significativo. Al menos miles, pero posiblemente cientos de miles, si incluimos a todas las personas con alguna razón para evadir la persecución del régimen. La cifra de personal estatal que se niega a trabajar para la junta militar es de aproximadamente 400.000 personas en todo el país. Muchas de estas personas se esconden, o al menos intentan pasar desapercibidas, para evitar posibles detenciones. Esta es sólo una categoría de personas de las muchas que existen.

En los últimos siete meses y hasta el 10 de septiembre, el régimen militar dirigido por el General Min Aung Hlaing ha detenido a 8.013 personas pertenecientes a una u otra de las categorías mencionadas, de las cuales 6.364 permanecen detenidas, según la Asociación de Asistencia a los Presos Políticos (AAPP), un grupo de derechos que documenta a diario las detenciones y asesinatos de la junta. De acuerdo con su último recuento, el régimen ha asesinado a 1.062 personas entre disidentes, personas manifestantes contrarias al régimen, estudiantes, activistas de derechos, personal médico y de enfermería, e incluso profesionales de la poesía. Algunas de estas personas fueron asesinadas de forma arbitraria, pocas horas después de ser detenidas en sus casas o escondites.

Si echamos cuentas, el régimen militar ha detenido a más de 1.000 personas al mes, o lo que es lo mismo, una media de 30 personas al día.

Las operaciones de persecución se han convertido en la rutina nocturna de casi todo Myanmar. Se arresta tanto a personas desconocidas como a personas famosas.

El 1 de septiembre, Daw Khin San Hlaing, legisladora electa de la Liga Nacional para la Democracia o NLD, fue detenida mientras se escondía en Rangún. Asimismo, el columnista político U Sithu Aung Myint y una reportera de BBC Media Action fueron detenidos el 15 de agosto en sus escondites de la ciudad.

Para la legisladora, que tiene más de 60 años, la liberación está descartada, ya que la mayoría de sus 300 colegas de la NLD están actualmente bajo detención (representantes de agrupaciones políticas, de ministerios, legisladores y otras personas miembros) y se enfrentan a largas penas de prisión, con acusaciones de múltiples cargos.

El columnista se enfrenta a cadena perpetua con cargos de sedición por criticar al régimen militar y por, supuestamente, apoyar al Gobierno de Unidad Nacional en la oposición que se ha formado tras el golpe con representación electa de la NLD y de sus alianzas con las minorías étnicas. Antes de su detención, el régimen arrestó a 95 periodistas y personal de los medios de comunicación. Aproximadamente 50 permanecen en prisión.

Cualquier arresto puede llevar a la muerte, debido a las torturas brutales que practican las tropas del régimen. A finales de agosto, la AAPP informó de que al menos 110 personas habían muerto bajo custodia. A principios de septiembre, como mínimo una persona más fue torturada hasta la muerte justo después de su detención. El 6 de septiembre, Ko Zaw Linn Htet, de 30 años, fue detenido a las 15.30 por su relación con un sindicato de estudiantes en Pyay, en la región de Bago. Horas más tarde, alrededor de las 8, las autoridades informaban a su familia de su muerte.

Debido a esto, encontrar un escondite seguro es crucial. Si no puedes esconderte de forma segura, puede costarte la vida. Si te capturan y tienes la suerte de que no te torturen hasta la muerte, lo menos que te puede pasar es que sufras trato inhumano al principio, antes del estricto encarcelamiento.

Esconderse en zonas de conflicto es otro nivel de calvario. Desde finales de marzo, en todas las regiones y estados del país (excepto en el estado Rakhine), decenas de miles de residentes han tenido que huir de sus hogares a consecuencia de los enfrentamientos entre combatientes de la resistencia civil y las tropas del régimen. Estos combates comenzaron poco después de que los militares reprimieran con violencia las manifestaciones pacíficas que se organizaban en respuesta al golpe de estado.

Las aldeas de esas zonas han sido asaltadas y las casas saqueadas por los soldados de la junta. Muchas personas se han visto obligadas a esconderse en las selvas sin alimentos, o sin tan siquiera un refugio rudimentario. El mes pasado, la Actualización de Emergencia de Myanmar del ACNUR informó de que aproximadamente 211.000 personas habían sido desplazadas internamente en el país desde el golpe de estado.

Una magnitud sin precedentes

Myanmar ha sufrido numerosas épocas oscuras, especialmente bajo las dictaduras militares y autoritarias que han existido desde 1962. Sin embargo, es posible que nunca haya habido tanta ciudadanía escondida en tantos lugares como en estos momentos, desde en las ciudades más grandes como Rangún y Mandalay hasta en las aldeas más pequeñas del interior y de las zonas fronterizas.

Después de que el dictador difunto, el General Ne Win, diera su primer golpe de estado en 1962, el liderazgo del gobierno civil, la representación política, dirigentes de las minorías étnicas y estudiantes en contra del régimen, fueron arrestados. Sin duda, algunas personas contrarias al régimen se escondieron, pero su número fue relativamente insignificante.

Sin embargo, durante y después del segundo golpe de estado militar tras el levantamiento democrático nacional de 1988, el número de detenciones y muertes fue mucho mayor, y la persecución del régimen aumentó considerablemente en escala. Varios miles de personas, activistas y de la política prodemocrática, fueron detenidas. Además, aproximadamente 10.000 estudiantes y activistas en favor de la democracia huyeron para tomar las armas y luchar contra la junta desde las zonas fronterizas. Muchas personas que decidieron continuar con sus actividades contra el régimen en el interior del país se vieron obligadas a esconderse para evitar las cacerías de la junta militar. Aun así, muchas de ellas acabaron en la cárcel en un momento u otro durante el régimen presidido por el General Than Shwe. Tras su dimisión en 2011, Than Shwe nombró al actual golpista, el General Min Aung Hlaing, como comandante en jefe de las fuerzas armadas.

Muchas personas disidentes y de la política no pudieron permanecer ocultas durante mucho tiempo, ya que el aparato de inteligencia del régimen militar llegó a ser muy eficaz dirigiendo las operaciones de búsqueda. La unidad de Inteligencia Militar (conocida simplemente como «MI») se convirtió en la institución más temida entre la sociedad birmana. La unidad MI, bajo el mando del jefe de espionaje General Khin Nyunt, apodado el «Príncipe del Mal», fue el principal mecanismo de la junta para perseguir, detener y encarcelar a las personas disidentes en todo el país. Bajo sus directrices y a partir de 1988, la MI detuvo a miles de personas de la política y de la juventud disidente; las cárceles del país llegaron a albergar a dos mil presos políticos. Como la unidad MI era la principal responsable de la represión dirigida hacia la disidencia política, Khin Nyunt fue considerado el principal villano del anterior régimen militar después de su jefe, el General Than Shwe. Aunque Khin Nyunt fue apartado del régimen en 2004 y condenado a 44 años de arresto domiciliario (más tarde, conmutados) debido a que su jefe Than Shwe empezó a percibirlo como un rival, no ha suavizado la opinión pública sobre él.

En las décadas de 1990 y 2000, el escrutinio sistemático y opresivo en todo el país del movimiento prodemocrático, llevado a cabo por la unidad MI, obligó a muchas personas disidentes a huir de Myanmar para evitar la detención y el encarcelamiento arbitrario. El legado de esa persecución es la numerosa comunidad birmana que vive exiliada en el extranjero, particularmente en países occidentales europeos y en Estados Unidos, en donde la disidencia recibió asilo político.

La lucha continúa

La razón por la cual las personas comprometidas con las actividades en contra del régimen decidieron esconderse en aquella época es la misma que motiva a la disidencia que participa de forma activa en esta Revolución de Primavera actual: sobrevivir para continuar, cada persona por sus respectivos medios, con la misión de acabar con la dictadura militar estancada por décadas en el país.

Las personas que actualmente se esconden de los escuadrones de la junta pueden, al menos, agradecer que Khin Nyunt y su otrora poderosa unidad MI hayan desaparecido de la escena. Las personas escondidas en la actualidad lo tendrían mucho más difícil si ese mecanismo siguiera existiendo.

Pero el actual régimen militar, bajo el mando del General Min Aung Hlaing, ha aumentado en el número de detenciones y en las cifras de personas torturadas y asesinadas bajo custodia. El número de personas detenidas y asesinadas en los últimos siete meses es superior al del régimen militar anterior: 8.013 personas detenidas y 1.062 personas asesinadas hasta el 10 de septiembre.

En ausencia de la unidad MI, la junta actual se apoya en una red amplia de informantes, conocida como da-lan en birmano, que hace posible sus operaciones de cacería.

Para acabar con la democracia por la que lucha la mayoría del pueblo de Myanmar, la junta militar tiene que eliminar a activistas y defensores de la democracia. O, por lo menos, doblegar su fuerza de espíritu. Para ello, las tropas del régimen van de caza cada noche para encontrar en sus escondites a estas personas comprometidas con la democracia. Ese es su deber mortal. El nuestro es mantenernos con vida y libres. Pero ese no es nuestro objetivo final.

Día a día, nos escondemos para sobrevivir como personas libres. Pero hay un objetivo mayor, una razón más elevada: continuar la lucha para librar a Myanmar del actual régimen militar y acabar con el sistema dictatorial de una vez por todas.

Tal vez hay muchas otras personas como yo, sentadas en sus escondites, a lo largo y ancho de este país. Esperando ansiosamente, mañana por la mañana, despertarse como personas libres.

Ese es nuestro objetivo final.

Naing Khit es comentarista de asuntos políticos

Fuente original en inglés: https://www.irrawaddy.com/opinion/guest-column/notes-from-myanmars-underground.html