Traducido del ruso para Rebelión por Josafat S.Comín
El nuevo poder ruso ha destruido el potencial económico y defensivo de nuestra superpotencia. Ha desatado el terror contra su propio pueblo. Ha dado la oportunidad a los expoliadores de nuevo cuño de desvalijar fábricas e industrias, Koljoses y Sovjoses, laboratorios científicos y apropiarse de los recursos naturales. Ha liquidado el sistema de garantías y derechos sociales. Ha abandonado a su suerte a obreros y campesinos, intelectuales, investigadores y artistas, a la juventud y a los veteranos. Ha desencadenado sangrientos conflictos interétnicos. Ha entregado el país al sometimiento del endeudamiento esclavo frente a los especuladores financieros. Ha dejado a la gente a solas ante funcionarios desaprensivos y oligarcas criminales.
Hoy asistimos a un nuevo intento de engordar esta lista de «méritos».
En el Consejo interconfesional de Rusia, se oyó la propuesta de sustituir el 7 de noviembre (celebración del triunfo de la Revolución de Octubre. N de la T) como fiesta nacional. A cambio se propuso sustituirla por el 4 de noviembre, el día en que en 1612, las milicias de Minin y Pozharsky comenzaron a expulsar a los invasores polacos de Moscú.
De esta iniciativa se hicieron amplio eco los políticos cercanos al kremlin. Con carácter de urgencia fue incluida en el orden del día de la Duma.
El Comité Central del Partido Comunista de la Federación Rusa está en absoluto desacuerdo con esta propuesta y la considera perjudicial y peligrosa para Rusia.
Hoy se hace imprescindible fortalecer por todos los medios posibles, la memoria histórica rusa, reforzar el apoyo en las tradiciones de nuestro pueblo durante siglos. Los comunistas rusos, a lo largo de toda la historia postsoviética han defendido firmemente esta postura. Pero para la consecución de este objetivo es inaceptable recurrir a métodos dudosos y a sucias triquiñuelas políticas.
Amparándose en la memoria de nuestros valerosos antepasados, defensores de Rusia en los tiempos de las sangrientas revueltas del s.XVII, no se puede sembrar cizaña en la sociedad contemporánea rusa, contraponiendo a patriotas «rojos» y «blancos», partidarios de diferentes caminos para lograr el renacimiento de una gran potencia unida.
Decenas de millones de nuestros conciudadanos continúan considerando con toda justicia, que la unión Soviética, cuya primera piedra colocó el Gran Octubre de 1917, les dio mucho más, que la actual Rusia «democrática» y saqueada. Para todos nosotros el 7 de noviembre, no es solo el día en que recordamos a una Potencia que derrotó al fascismo, y que aseguró para todos sus ciudadanos derechos fundamentales como el trabajo, el descanso, la educación, la sanidad. Este es un día con el que relacionamos nuestras esperanzas en un futuro mejor, más digno y más justo.
El día de la expulsión de Moscú de las tropas polacas en 1612 no es el 4, sino el 8 de noviembre, de acuerdo con el nuevo calendario. El 4 de noviembre es una fiesta de la iglesia ortodoxa rusa, el día de la virgen de Kazán.
En Rusia conviven millones de personas, que tienen diferentes convicciones y profesan diferentes religiones. El pleno del CC considera que la iglesia, como ya ha ocurrido en otras ocasione a lo largo de la historia rusa, debe ser un instituto de unión, de aunamiento de la nación frente a los peligros que la amenazan, pero nunca un instrumento de división, enfrentamiento y confrontación de una parte de la sociedad frente a otra.
¿Acaso de entre el océano de problemas que tenemos en la actualidad, para la iglesia no hay problema más candente que el de la abolición de las fiestas soviéticas del calendario? ¿Será que a la jerarquía eclesiástica y a los fieles ortodoxos no les preocupa el problema escandaloso de la desigualdad social, que ha dividido nuestra sociedad en un puñado de gente insultantemente rica y una enorme mayoría de personas desdichadas?
¿Por qué los arquitectos y mecánicos de este «homicidio» popular, los Yeltsin, Chubais, Gaidar y Gref, siguen campando a sus anchas? ¿Por qué ninguno de ellos ha sido objeto de crítica desde las altas instancias eclesiales? ¿Acaso la conciencia ortodoxa permite resignarse ante esto? ¿Acaso han sido olvidadas para siempre las palabras de Cristo cuando dijo: «Más fácil es que un camello pase por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el reino de los cielos.»?
Todavía cabe señalar infinidad de problemas que exigen la unidad del país. Se está produciendo un genocidio a gran escala del pueblo ruso. Cada año hay menos rusos. El pueblo ha sido apartado de la dirección de su propio país, privado del acceso a los tesoros de su cultura, y a los medios de comunicación.
¿No sería más lógico en una situación así, desde los ambones de la iglesia rusa, escuchar un encendido llamamiento a nuestro renacimiento nacional, sin el que la degradación moral, espiritual y religiosa del pueblo ruso es inevitable?
El PCFR llama a sumar fuerzas frente al terrorismo social, la miseria y la pobreza; a luchar por los derechos humanos de verdad, no de palabra; a conseguir garantías de pleno empleo y de una remuneración justa por el trabajo; a dedicar especial atención a la infancia y la maternidad; a defender el gran y poderoso idioma ruso, fundamento de los más destacados logros culturales. Estas son las tareas y los valores, alrededor de los que proponemos unirse a todos los ciudadanos del país.
El Partido Comunista de la Federación Rusa está listo para la unidad de acción por el bien de Rusia y sus ciudadanos.
Los comunistas darán todas sus fuerzas a Rusia, a la patria, al pueblo, en nombre de los ideales del Gran Octubre.
Guennadi Ziuganov. Secretario General del PCFR.