El presidente Donald Trump ha procurado un jaque demoledor a la resistencia palestina trasladando la capital sionista a Jerusalén, la ciudad «de las tres religiones monoteístas» que ONU procurara en su momento internacionalizar y preservar de la avidez territorial judía. Las declaraciones y los pasos dados por la dirigencia guatemalteca, con oídos tan receptivos a […]
El presidente Donald Trump ha procurado un jaque demoledor a la resistencia palestina trasladando la capital sionista a Jerusalén, la ciudad «de las tres religiones monoteístas» que ONU procurara en su momento internacionalizar y preservar de la avidez territorial judía.
Las declaraciones y los pasos dados por la dirigencia guatemalteca, con oídos tan receptivos a la mudanza estadounidense fueron llamativos. Con orgullo se proclamaron los primeros en seguir a EE.UU., es decir, los segundos.
Guatemala (así como Uruguay) tuvo un sitial peculiar en la comisión de la ONU diseñada para atender el diferendo judeo-palestino; UNSCOP (por su sigla en inglés), Comisión Especial de las Naciones Unidas para Palestina, y en el surgimiento del Estado de Israel.
Antes de entrar al caso particular, una ojeada histórica al surgimiento de la UNSCOP, 1947. Y antes, todavía, al surgimiento de la ONU, 1945. Como se ve, «nacen» casi simultáneamente, aunque una sea «hija» de la otra. Esto quiere decir que surgieron en la misma coyuntura histórica.
El fin de la 2GM dejó un único vencedor neto: EE.UU. Esto cambiaría notoriamente a principios de la década de los ’50, cuando la URSS detona su primera bomba de hidrógeno (una especie de atómica, recargada). Allí queda establecido lo que se ve como «las dos superpotencias»; EE.UU. (1945) y URSS (1952). Poco antes, ya se había acabado el idilio de posguerra (entre los 4 Grandes; EE.UU., URSS, Reino Unido y Francia), con el comienzo de la Guerra Frìa, alrededor de 1949.
Hay un período entonces, de incontrastable poder único mundial, estadounidense, aproximadamente del 45 al 50. [1]
De la Sociedad de las Naciones a la Organización de las Naciones Unidas
La disolución de la malograda Sociedad de las Naciones, creada sobre la base del oprobioso Tratado de Versalles (cuna del nazismo) en 1919 fue cumplimentada en 1946, pero ya se había agotado con la misma guerra. Tanto es así que a fines de 1945 se crea la ONU que hasta en el sitio de la sede −Nueva York− reconoce al nuevo amo. Y como resultado de la guerra, se crea el Consejo de Seguridad con cinco miembros permanentes, los Big Five: EE.UU., URSS, Reino Unido, China, Francia.
Estamos acostumbrados a asociar a la ONU con los cinco continentes, con conferencias afroasiáticas, a ver secretarios de la ONU de origen asiático o africano. La ONU de nuestro tiempo dista mucho de la inicial. Aquel Consejo de Seguridad tenía otra China en su Consejo Permanente de Seguridad; polo opuesto a la que hoy ocupa ese sitio. El redactor del Preámbulo de aquella ONU fue Jan Smuts, el dirigente máximo de la Unión Sudafricana, supremacista blanco y partidario del apartheid. Que contaba con toda la confianza de la dirigencia política estadounidense.
Smuts tenía una estrecha relación con Chaim Weizman, el primer presidente del Estado de Israel y que antes había sido su diplomático más encumbrado.
Ambos compartían una ideología racista y se sentían compenetrados con la labor colonialista de asentamiento [settlercolonialism]. En ambos casos, sin considerar en absoluto los derechos de las poblaciones desplazadas. Para ambos contaban los derechos de los blancos, únicamente. La relación Sudáfrica-Israel será privilegiada durante prácticamente toda la segunda mitad del s XX hasta que, ante el quiebre político del apartheid sudafricano, su inviabilidad, Israel le retirará prestamente su apoyo.
Smuts y Weizman se conocieron en 1917 en Londres, ‘la capital del mundo’, adonde Smuts concurrió como delegado sudafricano en el asunto de la guerra y Weizman, químico, habiendo logrado fabricar acetona sintética en cantidades industriales, material escaso para la fabricación de explosivos -tan necesaria para la expansión colonial−, ya era el presidente de una red sionista inglesa también muy comprometida con la victoria militar británica. Smuts y Weizman consolidaron una relación de gran camaradería que durará 30 años (hasta la muerte de Smuts, en 1950). [2] Weizman consideraba al sionismo como avanzada civilizatoria, como ya lo afirmara Theodor Herzl en su libro clave, El estado judío (1896), estrategia que compartía Arthur James Balfour, el supremacista blanco a cargo de la cancillería británica y autor de la Declaración de noviembre de 1917 conocida por su nombre.
Para calibrar el espíritu de época y confrontarlo con las ideas hoy en día de recibo, una cita apenas de Smuts, que expresaba su estrategia:
«Si se concediera igualdad de sufragio a todos los humanos, los blancos quedarían anegados en toda Sudáfrica por los negros y habría que renunciar a toda posición por la cual los blancos han bregado durante doscientos años o más.» (de la Conferencia Imperial, Londres, agosto 1921)
Comparemos la idea de este forjador ideológico de la ONU con la de Nelson Mandela, otro sudafricano, contemporáneo de Smuts, que a la vez se nos hizo contemporáneo nuestro: «Detesto el racismo, porque lo veo como algo barbárico, venga de un hombre negro o un hombre blanco«.
El contraste entre aquella ONU de los ’40 y nuestro presente se agiganta si lo referimos a la cuestión palestino-israelí.
Ya vimos a Smuts preocupado por «la marea negra» en África y en su hermandad con Weizman, a su vez otro confeso racista; aquí una cita de Mandela: «Sabemos muy bien que nuestra libertad está incompleta sin la libertad del pueblo palestino» (en alocución, noviembre 1997).
El unicato de EE.UU., 1945-1950
En resumen, la ONU en esos primerísimos años estaba impregnada de un triunfalismo eurocéntrico muy alejado del espíritu «democrático» que al menos se predica hoy en las labores de la ONU.
El historiador británico Mark Mazower, por ejemplo, rememora que cuando la Conferencia de San Francisco [preparatoria de la ONU], 1945, muchos de los presentes advirtieron «que la nueva institución estaba marcada por la hipocresía. Para ellos, detrás de la retórica internacionalista de libertad y de derechos se escondía una alianza de los grandes poderes inserta en una organización universal.» Incluso, en palabras del historiador británico, este discurso enmascaraba «la consolidación de un directorio de grandes potencias que no era tan diferente del poder del Eje», sobre todo en aspectos como «su imperiosa actitud de determinar cómo los débiles y los pobres del mundo debían ser gobernados.» [3]
Luego de la orgía de racismo explícito del nazismo, aunque los mismos ideólogos nazis se habían reconocido discípulos de los teóricos racistas anglosajones (y franceses), los racistas dominantes en las direcciones políticas victoriosas aprendieron un nuevo estilo; no predicar lo que se ejerciera, cuando se tocaban zonas sensibles de los imaginarios colectivos. El apartheid, por ejemplo, era profundamente racista, pero hasta su designación señalaba una idea de separación, no de segregación, encarnada en aquella consigna, falsa, de «iguales pero separados».
Jorge Ramos Tolosa [4] lo resume, citando al ya mencionado Mazower: «Todo encajaba: los colonos blancos requerían la protección del imperio, mientras que los sujetos colonizados se beneficiaban de su ‘tarea civilizadora’. Mazower relaciona este factor con el hecho de que la Carta de las Naciones Unidas omitió cualquier mención a los derechos de los pueblos colonizados, algo que escandalizó en San Francisco al intelectual estadounidense William Edward Burghardt Du Bois: «Hemos conquistado Alemania […] pero no sus ideas. Todavía creemos en la supremacía blanca, manteniendo a los negros ‘donde deben estar’ y mintiendo sobre la democracia cuando nos referimos al control imperial de setecientos cincuenta millones de personas en las colonias». (ibíd.)
Vemos que la ONU no es lo que aparenta ni expresa; las relaciones de poder subsisten por debajo de lo expresado. Por ejemplo, ¿cuál fue el norte de la actividad política de Smuts para Mazower? […] «recurría a una retórica ‘humanista’ y ‘democrática’ al mismo tiempo que pensaba que la institución internacional podía ser el mecanismo perfecto para adaptar el dominio mundial blanco. El medio pasaba por reforzar la alianza entre las potencias euroamericanas e intentar prolongar la vida del imperio a través de la ‘cooperación internacional‘. Según el autor británico, el pensamiento de Smuts representaba una metáfora de la Organización de las Naciones Unidas.» (ibíd.)
Otro dato clave para entender el interés de EE.UU. en la cuestión palestina surge del cónclave sionista mundial de 1942, en Nueva York, en el Hotel Biltmore, [5] donde expresamente la dirección sionista decide abandonar la protección de que gozaba hasta entonces de Inglaterra, ahora exhausta por la guerra, y adoptar por decisión propia el padrinazgo de EE.UU. Tamaña capacidad de maniobra se explica porque la minoría judía radicada en EE.UU. era significativa, numéricamente, pero sobre todo económicamente. [6]
El papel protagónico de EE.UU. en la ONU será asordinado por la composición que ya vimos del equipo permanente del Consejo de Seguridad.
Cuando se aborda la cuestión palestino-israelí, EE.UU. aludiendo neutralidad, logrará una serie significativa de avances. Así describe el ya citado historiador valenciano Ramos Tolosa [7] el proceso de nombramientos de UNSCOP: [8]
«Ninguno de ellos era miembro del Consejo de Seguridad. La Administración Truman […] insistió en que el UNSCOP debía estar formado por representantes de países ‘neutrales’ que no tuvieran ‘intereses vitales’ en Oriente próximo […]. El deseo estadounidense de neutralidad en el UNSCOP debe entenderse en dos claves.»
Por un lado, EE.UU. quería evitar el peso ruso-soviético contactando directamente con representaciones latinoamericanas que EE.UU. tenía «en gatera». La URSS presentaba un problema porque El Vaticano rechazaba con vehemencia toda presencia ‘comunista en Tierra Santa’. Pero Ramos Tolosa nos habla de dos razones y la segunda se refiere a nosotros, sudacas: proteger «la propia capacidad de influencia de Washington […] las dinámicas internas de la ONU favorables a EE.UU, puesto que su delegación había conseguido que la mayor parte de los países elegidos para tener representantes en la UNSCOP perteneciera al ámbito occidental o tuviera más vínculos con el país norteamericano que con los estados de influencia soviética. […] Veinte de los cincuenta miembros fundadores de la ONU en 1945 eran latinoamericanos. En UNSCOP, tres delegados pertenecían a ese ámbito, pero si se suman los representantes americanos a los de Europa Occidental y a los del Commonwealth, su número ascendía a 8 de los 11 totales.» [9]
Ya vamos viendo los quilates, ausentes, de UNSCOP: la tarea para la que fue designado; no para atender «objetivamente» la cuestión, sino para aplicar una política.
El informe de mayoría de UNSCOP, setiembre 1947
Los representantes nacionales de Canadá, Checoeslovaquia, Suecia, Holanda, Perú, Uruguay y Guatemala plantearán una partición del territorio palestino. proponiendo adjudicarle a la minoría judeosionista el 55% del territorio y a la mayoría árabe-palestina el 43% (leyó bien: a la minoría una porción mayor de «la torta» y a la mayoría, oriunda, la porción más chica (un 2% en el área jerosolimitana quedaría internacionalizado y bajo control de la ONU).
La sola presentación de estos porcentajes revela el sesgo que estos comisionados tenían. Como señala Ramos Tolosa los miembros del Commonwealth británico más los países europeos occidentales más los mal llamados latinoamericanos (continente indoafrolatino) eran mayoría absoluta en UNSCOP. Reforzada por el voto del único representante comunista soviético; Australia termina absteniéndose.
Es interesante de dónde, de qué situación, proviene el voto de los otros tres miembros de UNSCOP; India, Yugoeslavia e Irán, que no aceptaron el informe de mayoría, que hicieron uno de minoría (que fue rápidamente soslayado).
La India era un país, casi un continente, que había conseguido la independencia el año anterior, tras la brega y el asesinato de Mahatma Gandhi quien se había opuesto tenazmente a la colonización europea de Palestina; [10] Yugoeslavia era el único país socialista que NO se alineó con la política de EE.UU. ni con los estados comunistas; era el único país socialista fuera de la férula estaliniana; Irán también había conseguido cierta independencia -también en su caso, recientemente al igual que la India, como expresión de la descomposición aunque no absoluta del British Empire−. Desde mucho tiempo atrás había estado sometido a presiones de Inglaterra y Rusia. Esa reciente independencia le permitió decidir no renovar las concesiones petrolíferas a la Anglo-Iranian Co., en un proceso de nacionalización llevado adelante por el ministro del Sha, Mohammad Mossadegh. El Sha, entonces, 1949, decidió darlo de baja pero la reacción popular fue tan mayúscula que el Sha terminó abandonando el país y refugiándose… en EE.UU. Fue durante la corta primavera nacionalista que el representante iraní optó en UNSCOP por defender la sociedad palestina establecida y rechazar el proyecto colonial, antes británico, ahora sionista. [11]
Son tres estados fuera de la influencia norteamericana los que procuraron preservar la sociedad palestina.
la resolución no 181 de la ONU, noviembre 1947. Sobre el futuro gobierno de Palestina.
No faltarán las palabras, tan ajenas a la realidad, como nos recuerda Mazower.
De ese modo podemos leer una serie de buenos propósitos: ‘No serán denegados ni vulnerados los derechos existentes respecto a los lugares sagrados y a los santuarios o edificios religiosos… en lo que respeta a los lugares sagrados, se garantizarán las libertades de acceso, visita y tránsito, de conformidad con los derechos existentes, a todos los residentes o ciudadanos del otro Estado y de la Ciudad de Jerusalén, como también [a] los extranjeros, sin distinción de nacionalidad, sin perjuicio de las exigencias de la seguridad nacional, del orden público y del decoro.’
Otras disposiciones: ‘se garantizará a todos la libertad de conciencia y el libre ejercicio de todas las formas de culto, compatibles con el mantenimiento del orden público y de la moral.’
‘No se hará discriminación de ninguna clase entre los habitantes por motivos de raza, religión, idioma o sexo‘…
Hay una de estas disposiciones que contrastará con lo que deparó el futuro inmediato: ‘no se permitirá ninguna expropiación de tierras poseídas por un árabe en el Estado judío (o por un judío en el Estado árabe), excepto para fines de utilidad pública. En todos los casos de expropiación, se pagará totalmente la indemnización que haya fijado la Corte Suprema con anterioridad al desposeimiento.’ (la Corte Suprema no sabemos si Internacional, palestina, israelí, británica o qué, brillará por su ausencia). Porque muy pocos meses después, las fuerzas militares sionistas desencadenarán una campaña de terror, con propaganda, violaciones y asesinatos incluso colectivos, que les permitirá apropiarse de buena parte de las tierras palestinas, quebrando además el tejido social palestino. Mayo 1948.
La resolución no 181 fue aprobada en la Asamblea General de la ONU por 33 estados y votada en contra por 13.
Los 33 países (58% de la composición de entonces) que votaron a favor de la resolución 181 fueron: Australia, Bélgica, Bielorrusia, Bolivia, Brasil, Canadá, Checoslovaquia, Costa Rica, Dinamarca, República Dominicana, Ecuador, Estados Unidos, Filipinas, Francia, Guatemala, Haití, Holanda, Islandia, Liberia, Luxemburgo, Nueva Zelanda, Nicaragua, Noruega, Panamá, Paraguay, Perú, Polonia, Suecia, Sudáfrica, URSS, Ucrania, Uruguay y Venezuela.
En resumen: todos los países de impronta eurocentrada (europeos, EE.UU., Canadá, Australia, N. Zelandia), 12; más dos tercios de los países centro- y sudamericanos, 13; más el bloque soviético, 5. Completaron los votos afirmativos Filipinas, Sudáfrica y un estado que está en la órbita de EE.UU, aunque no sea eurocentrado; su vástago racial, Liberia.
Los 13 países (23%) que votaron contra la Resolución 181 fueron: Afganistán, Arabia Saudí, Cuba, Egipto, Grecia, India, Irán, Irak, Líbano, Pakistán, Siria, Turquía y Yemen. Solo un estado iberoamericano, Cuba, más los 10 países islámicos que por entonces integraban la ONU y Grecia e India.
Los países que se abstuvieron fueron 10 (el 18%): Argentina, Colombia, Chile, China, El Salvador, Etiopía, Honduras, México, Reino Unido y Yugoslavia.
Tailandia estuvo ausente en la sesión plenaria.
Los estados geográficamente cercanos votaron TODOS en contra, lo que auguraba conflicto; los conflictos que efectivamente se desencadenaron.
Por entonces, apenas había comenzado el fin de la colonización formal de África (la real parece mucho más dura de erradicar), y apenas 57 estados eran miembros de las Naciones Unidas (actualmente son 193). El mayor bloque lo constituían los veinte estados iberoamericanos, seguido de los países árabes e islámicos (diez), los de Europa Occidental (ocho) y los comunistas (seis).
Fue, en resumen, un enfrentamiento entre el bloque eurocéntrico y el comunista por un lado, y por el otro, el islámico (árabe o no). Anticipo impensable de lo que iba a sobrevenir luego del colapso soviético, desde los ’90.
Las disposiciones de la resolución son muy extensas y detalladas. Se ve allí un diseño de dos estados paralelos con una cierta cantidad de áreas y tareas de coordinación. Buena parte de las disposiciones son transitorias como para que el Mandato [británico] sobre Palestina terminara lo antes posible, «en ningún caso después del 1º de agosto de 1948». Eso incluía el retiro de tropas con la misma fecha.
El presunto estado independiente palestino y el Régimen Internacional especial para la Ciudad de Jerusalén, establecido en la Parte III de este Plan, se proyecta que empezarán a existir en Palestina, dos meses después de concluida la retirada de las fuerzas armadas de la Potencia Mandataria, en ningún caso después del 1º de octubre de 1948. Los límites del estado árabe-palestino, del estado judío y de la Ciudad de Jerusalén son los señalados en las Partes II y III de la resolución.
Observemos que durante un largo medio año, ni los palestinos ni el régimen administrativo internacional para Jerusalén serán establecidos, pero ahora sabemos que el Estado de Israel resultará proclamado bastante antes; el 14 de mayo de 1948. Desde esa fecha no queda ni policía ni militares británicos, ni ciertamente autoridad alguna de la ONU, pero sí habrá en Palestina, policía y ejército israelí. Con todas las tensiones ya sufridas, los rechazos, huelgas, represiones sangrientas (como la de 1936-1939 con diez mil palestinos matados), la ONU deja al zorro a cuidar a las gallinas…
Ni el presunto estado palestino ni la jurisdicción internacional jerosolimitana tendrán concreción.
Papel tutorial de EE.UU. en la Europa de posguerra y en los países «latinoamericanos»
Guatemala
Para Julio Castro, maestro e historiador, asesinado por la dictadura militar uruguaya (1973-1984), Jorge Ubico fue el dictador prototípico, el peor, si así puede medirse, que tuvo América al sur del río Bravo durante todo el siglo XX.
Modernizó el país con obras de infraestructura y terror político y policial (aunque con fuerte apoyo social, bueno es tenerlo en cuenta, dándole al país su materialidad vigente: Palacio Nacional (del ejecutivo), el Legislativo, el de la Policía Nacional, todos palacios, como se ve. Entregó el país a la United Fruit, construía carreteras con «vagos», es decir con cualquiera, y aplicó «ley de fugas» a disidentes…
En 1944, Ubico debe renunciar; como si sectores ahora significativos no aguantaran más tanta tiranía. Ante movilizaciones, otra presidencia fuerte pasa a ser ejercida por otro general, Federico Ponce Valdez. Fugazmente. Entre los apoyos militares que respaldan a este último, figura un capitán, Jacobo Arbenz.
Con la movilidad política no cuaja el estilo ni la continuidad del nuevo general-presidente y una movilización civil, unida a militares decepcionados del «nuevo curso» (que era tan idéntico al anterior de Ubico), entraron en desobediencia directa contra el gobierno. Algunos destacamentos o regimientos guatemaltecos todavía bajo las órdenes oficiales de Ponce, se «dieron vuelta» y el 20 de noviembre de 1944, sectores universitarios y de las capas adineradas desconocen los mandos militares. Entre los que cuestionan al nuevo general está el ya mencionado Arbenz, inicialmente de la constelación golpista. En noviembre de 1944 se vota y sale elegido Juan J. Arévalo.
Así como Ubico fue el hombre de los EE.UU. de Teddy Roosevelt, su garrote y su empresa United Fruit, Juan J. Arévalo fue el hombre de Franklin D. Roosevelt y su política de buena vecindad. Apostó a la educación y a una autonomía ante los tonos más cerriles del EE.UU.; trató de que la United Fruit no se llevara el 100% de las ganancias sino que dejara un porcentaje para el país del que se llevaban tanta riqueza. Era una demanda hasta amistosa con el Gran Hermano (aunque quebrándole la costumbre de «llevarse «todo»).
Observe el paciente lector que en «la aldea» centroamericana se produce una suavización del saqueo y el verticalismo tradicional así como en «el mundo» el fin de la 2GM produjo una dulcificación de los modos de dominación. Nadie sería tan pueril para decir que se habían abolido, pero sí que habían cambiado las modalidades del dominio.
Así, Guatemala siguió ligada al Gran Hermano, en tanto que los sectores locales más recalcitrantes tildaban al país de comunista. El período «nacionalista», basado en la política «de buena vecindad», con Arévalo, Arbenz, resultó demasiado para la política de coloniaje y saqueo directo de EE.UU. y en 1954 termina, con el desembarco de Castillo Armas, que con pocos cientos de mercenarios derriban y clausuran el paréntesis «democrático».
Observemos que es en ese corto período, 1944-1954, que se crea UNSCOP, 1947.
Durante lo que llamamos «paréntesis», el país siguió siendo eurocéntrico, aunque adueñado del «espíritu de época» dejó de negar toda importancia a lo indígena (Guatemala es, junto con Bolivia, los dos estados americanos que cuentan con mayoría absoluta indígena en el siglo XX).
Por su contextura sociopolítica, Guatemala era un candidato «excelente» para encarar el diferendo judeo-palestino. Es sugerido en la ONU y se designa representante a una de sus figuras mayores, Jorge García Granados (con genealogía presidencial) que no conoce un átimo de la cuestión judeo-palestina, como él mismo reconoce. [12]
Un claro exponente de la dependencia de Guatemala respecto del líder planetario en los ’40 es la mismísima edición del libro recién mencionado, muy famoso en su momento, que Jorge García Granados redactó con motivo de su participación en UNSCOP. No hemos podido saber si su autor lo escribió directamente en inglés, pero su primera edición de cualquier modo fue hecha en EE.UU. y en inglés. A cargo de la casa editora Knopf, en Nueva York en 1948, bajo el título The Birth of Israel. Al año siguiente se edita en castellano, en Buenos Aires, a través de un ignoto sello, Ediciones Oriente, que aparece gestionado por una firma gerencial estadounidense. Se trata de una traducción directa del original inglés antes señalado. No deja de ser peculiar el trámite: indudablemente la edición y la geopolítica estadounidense tenían prioridad sobre otras pertenencias.
En su libro, JGG comenta el sinsentido que a alguien se le pueda ocurrir consultar a los aborígenes, a los indígenas, a los que mantienen un asentamiento inmemorial en una tierra, para definir a quién le corresponde… dicha tierra:
«[…] los árabes sostenían que Palestina fue cedida a la parte interesada: la población del país para ellos. [13] Pero el artículo 1 del Tratado de Lausana establecía la renuncia de los turcos a todos sus derechos. No existe ninguna referencia que sugiera la cesión en favor de los habitantes, ni en parte alguna se establece que ellos son la parte interesada; ni se especifica tampoco quién es la parte interesada.[…] en los principios generales del derecho internacional nos hallamos con que sólo los estados soberanos pueden ser sujetos en el derecho internacional [sic]. Los individuos y los pueblos que no gozan del estatuto legal de gobierno soberano sólo pueden ser objetos del derecho internacional.» [14]
Con verba jurídica impecable, ni Stalin, ni Churchill, ni Hitler podrían haberlo dicho mejor.
Los Arévalo, los Arbenz, los García Giménez podían discutir el saqueo de los empresarios (y los ejércitos yanquis) sobre las tierras centroamericanas, pero de ninguna manera plantearse de quiénes eran las tierras usurpadas por las empresas norteamerica-nas. «Ellos», los titulares de la patria guatemalteca, se bastaban a sí mismos para decidir.
Y si así pensaban en América Central, en ese país con mayoría maya políticamente ignorada, ¿por qué iban a pensar de otro modo cuando son convocados al caso palestino-israelí? Al contrario, son convocados porque pensaban y actuaban como pensaban y actuaban, como piensan y actúan.
Guatemala hoy
Israel ha sabido retribuir aquellos favores. Cuando la represión arreció a principios de la década de los ’80 en América Central y países como Guatemala, Honduras, El Salvador tenían dictaduras directamente asesinas sustentadas en «asesoramiento» estadounidense, esa agresión, tan violatoria de los derechos humanos, fue encontrando resistencia dentro de EE.UU. cuyo gobierno finalmente tuvo que abandonar su «protección y asesoramiento» a esas dictaduras, delegando en regímenes de su confianza esa tarea. Fue la Argentina de los desaparecedores (dictadura Galtieri) y el colonialista Estado de Israel quienes tomaron la posta. [15] Hay así una liga ideológica entre Israel y Guatemala.
Y llegamos al día de hoy. Nos cuenta Jimmy [sic] Morales, el evangélico presidente actual de Guatemala, con motivo de la instalación de la embajada guatemalteca en Jerusalén, que han dado «un paso hacia el amor, la prosperidad, la paz«… Lo de prosperidad tiene un retintín menos espiritual que los otros anuncios. De cualquier modo, el remate de sus «buenos deseos» nos da una orientación precisa: «[…] y puedo afirmar que traerá un legado de enormes beneficios para nosotros«. No especifica el monto del legado, pero bien podríamos decir en este caso, sin temor a equivocarnos, en lugar del tradicional «Cherchez la femme«, un «Cherchez l’argent.»
Un catedrático israelí, comentando esto de las instalaciones diplomáticas en Jerusalén, en particular la de Guatemala, que no se trata solamente de la tan invocada amistad guatemalteco-israelí sino de «su gran dependencia de EE. UU.» Se agradece la franqueza, aunque era ya totalmente innecesaria.
Burnham describió ese estado de situación en 1940. En 1945, Japón y Alemania no eran los que habían sido, estaban devastados y ocupados por Los Aliados, básicamente por EE.UU. Que no sólo se había consolidado regionalmente, poniendo a su servicio al resto del continente americano sino que disponía del control militar e industrial de la Cuenca del Ruhr y del Extremo Oriente. Aquellos «tres superestados», como la Santísima Trinidad, eran uno solo…
Está el incipiente poder industrial ruso-soviético que Burnham no mencionara. Pero este último, el único que no está bajo control estadounidense, dista mucho por sus dimensiones de poder competir o aminorar el dominio norteamericano mundial.
[2] Datos extraídos de Richard P. Stevens, «South Africa, Zionism and Israel. Smuts and Weizman», Israel & SouthAfrica. The progression of a Relationship, Richard Stevens & Abdelwahab Elmessiri (comp.), New World Press, N.Y., 1976.
[3] Mark Mazower, No Enchanted Palace: The End of Empire and the Ideological Origins of the United Nations, cit. p. Ramos Tolosa, Jorge, ¿»Las Naciones Unidas no son nada»? Pablo de azcárate y el fracaso de la onu en palestina (1947-1952) , Universidad de Valencia, Valencia, 2016.
[4] Jorge Ramos Tolosa, ob. cit.
[5] Biltmore, 1942. En la Conferencia declaran que Palestina debía constituirse como una «Commonwealth judía«. Significativa identificación con una experiencia colonial.
[6] La presencia judía en EE.UU. era tan significativa que dio lugar a la elección de EE.UU. como aliado y protector, y a la vez a una fuerte oposición de eminentes judíos neoyorquinos antisionistas, entre ellos el dueño del Washington Post y el editor del New York Times, que fundan entonces la ACJ (American Council on Judaism) para oponerse al proyecto de crear un estado judío en Palestina. Su tesis era que lo judío, el judaísmo es una religión, no una política.
[7] Ramos Tolosa, ob. cit.
[8] Australia, Canadá, Checoeslovaquia, Guatemala, Holanda, Honduras, India, Perú, Suecia, Uruguay, Yugoeslavia.
[9] Ibíd., p. 192.
[10] «Palestina pertenece a los árabes en el mismo sentido que Inglaterra a los ingleses… es inhumano imponer a los árabes la aceptación de los judíos. Sería un crimen contra la humanidad someter a los orgullosos árabes con la finalidad que Palestina pueda ser restaurada como hogar nacional judío. […] Los judíos nacidos en Francia son franceses, en el mismo sentido que los cristianos nacidos en Francia son franceses. Si los judíos tienen como hogar sólo a Palestina, ¿les gustará la idea de ser forzados a abandonar las otras regiones del mundo en las que se han establecido? Harijan, India, nov. 1938.
[11] En 1953 recordemos que EE.UU. invade Irán, encarcela, previa humillación pública a Mossadegh y restaura en el trono a su chirolita el Sha quien se hará tristemente famoso por haber convertido a Irán en asiento de una de las más temibles policías políticas del planeta: la SAVAK.
[12] Lo cual no le impide escribir un libro donde jamás logra distinguir los conceptos de judío y sionista; Así nació Israel.
[13] Suponemos, no hay referencia, que alude a las promesas de Lawrence (de Arabia).
[14] Así nació Israel, Biblioteca Oriente, Bs. As, 1949, p. 76.
[15] Chomsky, Noam, La quinta libertad, Editorial Crítica, Barcelona, 1988, p. 250.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.