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Oriente Próximo entre la guerra y la negociación

Fuentes: Le Monde Diplomatique

El informe que presentó a finales de noviembre el Grupo de Estudios sobre Irak es un símbolo de la situación que se vivirá en el 2007 en Oriente Próximo. El Informe recomienda al presidente George W. Bush que negocie con todas las partes internas y externas al conflicto y que tome medidas para retirar las […]

El informe que presentó a finales de noviembre el Grupo de Estudios sobre Irak es un símbolo de la situación que se vivirá en el 2007 en Oriente Próximo. El Informe recomienda al presidente George W. Bush que negocie con todas las partes internas y externas al conflicto y que tome medidas para retirar las fuerzas en un periodo de dos años. A la vez, establece un vínculo con otros conflictos en Oriente Próximo, especialmente el palestino-israelí. Sin embargo, la Casa Blanca parece poco dispuesta a escuchar que se negocie con Irán y Siria, ni muestra signos de modificar su apoyo a Israel. Esta oposición entre negociación y perspectiva regional frente a uso unilateral de la fuerza y visión parcial se proyectan sobre una región en la que cada situación tiene sus características pero todas forman un sistema conflictivo (1).

El 26 de noviembre pasado el Rey Abdalá de Jordania afirmó en una entrevista con ABC News que hay tres guerras civiles en ciernes y sólo dos meses para negociar algo sustancial. Para el monarca jordano la cuestión prioritaria es Irak, pero el Líbano y Palestina estarían en la misma línea de peligrosidad. Indicó también que un grupo de árabes y musulmanes trabajan a partir de la iniciativa que negoció la Liga Árabe en 2002 que prometía normalizar la relación de los países árabes con Israel si este país se retiraba de los territorios ocupados.

La propuesta del primer ministro Olmert a finales de noviembre de negociar sobre prisioneros palestinos y el soldado israelí secuestrado en Gaza, más el alto el fuego en esta franja entre Israel y Palestina, son signos positivos que enlazarían con un posible reconocimiento de esa necesidad de abrir un espacio amplio de negociación permanente sobre Oriente Próximo, e incluir ahí los diferentes conflictos y conexiones entre ellos.

Entre los estados árabes hay movimientos diplomáticos para frenar la polarización política en el Líbano y frenar el choque creciente entre las comunidades suníes y chiitas que desde Irak podría expandirse (2). Sin embargo, la guerra entre Hamás y Al Fatah en Palestina, el rechazo de Bush a dialogar con Irán y Siria y su voluntad de aumentar el número de tropas en Irak son elementos en contra.

Existen ideas y planes para negociar sobre los conflictos, pero se corre el peligro de que haya estallidos que conduzcan a una desestabilización todavía mayor que la existente en el Líbano, Palestina e Irak. Paralelamente, la guerra en Afganistán se torna más compleja: ni la OTAN ni el Gobierno de Kabul controlan amplias zonas. La ofensiva bélica da lugar a mayor insurgencia y creciente número de refugiados. Las formas de la guerra se asemejan cada vez más al escenario iraquí. «Frente a una insurgencia como ésa, dijo recientemente Tom Koenigs, jefe de la misión de la ONU en ese país, las tropas internacionales no pueden ganar» (3).

Negociar con Siria e Irán es complejo para Washington que situó desde 2003 a estos dos países en la lista de miembros del Eje del Mal que alientan el terrorismo. A Siria la acusa de ser el país clave detrás de la desestabilización y apoyo a Hezbolá en el Líbano, además del rearme de milicias en Irak que vendrían desde ese país. Respecto de Irán, Washington ha disminuido la presión sobre el programa nuclear civil que desarrolla este país (que podría transformarse en militar) pero no quiere abandonar esa cuestión.

Ni Damasco ni Teherán encuentran razones para ayudar a Washington a salir del atolladero en que se metió en Irak. Siria continuará tratando de tener hegemonía en el Líbano, donde el Gobierno se encuentra sitiado, y apoyar a Hezbolá y Hamás, dos movimientos con popularidad en ascenso. Negociar con EEUU tendría sentido si le ayudase a recuperar los Altos del Golán que ocupa Israel. Pero Bush no planteará este tema.

Irán ha logrado detener la presión sobre su programa nuclear sin dar nada a cambio y poco tiene que obtener por el momento de Washington. En todo caso, el interés de ayudar a mantener la estabilidad después de que se marchen las tropas de EEUU reside en que ni Damasco ni Teherán quieren tener a un Irak fragmentado, armado y plagado de milicias.

Un posible acercamiento para dialogar entre Washington, Siria e Irán genera reacciones adversas en Israel. El Gobierno israelí no pierde de vista a Irán como a un enemigo estratégico, algo que es recordado cada día por la retórica agresiva del Presidente iraní, y con Siria tiene el contencioso por los Altos del Golán. Los neoconservadores en EEUU alientan, además, a Israel a realizar el ataque a Irán que el presidente Bush parece ahora descartar. Pero algunos oficiales del ejército israelí estarían a favor de entablar diálogo «con Hamás, con Hezbolá, con los sirios, con los iraníes, inclusive con el diablo» (4). Y los Gobiernos árabes moderados están alarmados por el auge del chiísmo y piden a Estados Unidos que reavive el proceso de paz palestino-israelí y abra el diálogo con Siria e Irán (5).

La visita a principios de diciembre del presidente de Irak, Jalai Talaban, al presidente iraní Mahmud Ahmadineyad, indica que Irán podría desempeñar ese papel estabilizador en Irak, especialmente si presiona a los líderes chiitas para que controlen a los grupos paramilitares que están ejecutando matanzas contra los suníes. Igualmente, el ministro de Asuntos Exteriores sirio, Walid Al-Moallem visitó en noviembre Irak para ofrecer sus servicios para estabilizar el país (6). Irán se está convirtiendo en el gran beneficiario de la guerra de Irak. Por una parte porque Bagdad no puede competir como potencia regional. Por otra, debido al ascenso en las elecciones y en el poder militar y político interno de la comunidad chiita.

El Gobierno de Bush está dando pasos importantes en Irak, pero quizá son tardíos. El asesor de seguridad nacional del Presidente, Stephen Hadley, estaría promoviendo un programa para pactar con el Gobierno de Irak que incluya en la negociación a la oposición armada y conceda una amnistía general, que disuelva la comisión que prohibió al Partido Baas (de Sadam Husein); que acabe con cualquier propuesta de federalismo (que tanto inquieta a los suníes porque temen quedarse sin las fuentes de petróleo), que aumente el poder de los gobernadores locales, y regule el acceso de todas las comunidades al petróleo y sus beneficios. La cuestión no es fácil, porque la comunidad y dirigentes chiitas no quieren perder los espacios que han ganado desde 2003.

En Palestina la situación evoluciona hacia un enfrentamiento violento entre Hamás y Al Fatah. El llamamiento a elecciones que ha hecho el presidente Mahmud Abbas a mitad de diciembre agudiza la crisis. Hamás resultó elegido democráticamente en enero pasado, pero el boicot internacional y el asedio de Israel le impide gobernar. Es previsible que el apoyo político haya crecido y que una parte de la población palestina esté más radicalizada. Los enfrentamientos violentos, además, podrían aumentar si el Gobierno de Abbas recibe más armas desde algunos países occidentales y de Gobiernos árabes temorosos del ascenso de Hamás (7).

En general hay un acuerdo por el que el marco de negociación para Israel y Palestina está definido por las Resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU 242 (1967) y 338 (1973), los acuerdos de Camp David de 1978, los denominados Parámetros de Clinton (2000), la iniciativa de la Liga Árabe (2000), la Iniciativa de Ginebra (2003) y las líneas del Mapa de Ruta del Cuarteto (Naciones Unidas, EEUU, Unión Europea y Rusia). La cuestión palestina no es la única que genera violencia en la región, pero sin que haya una negociación que permita el establecimiento de un Estado palestino y una política de reparaciones por parte de Israel, no disminuirá la tensión en otros conflictos (8).

Henry Kissinger ha indicado este vínculo, y que «el reestablecimiento de un proceso de paz sobre la cuestión palestina podría desempeñar un papel significativo» en una negociación entre EEUU e Irán en el que participaran también Europa y los Estados árabes moderados (9). Las posibilidades de avanzar hacia una negociación aumentarían si se desbloquean los fondos de ayuda internacional para la Autoridad Nacional Palestina (ANP) que penalizan y radicalizan a la población.

La necesidad de alcanzar un acuerdo es perentoria: la distancia y desconfianza entre las sociedades israelí y palestina es cada vez más grande. En los últimos años, los sectores israelíes que consideran que se puede alcanzar un acuerdo con los palestinos han disminuido y la radicalidad en la población palestina aumenta (10).

Cada conflicto necesita su propia negociación. A la vez habría que reconocer tres factores. Primero, la fuerza en las guerras asimétricas entre Estados y grupos armados ya no ayuda en la región a ganar posiciones sino que socava las posibilidades de negociar y alcanzar ganancias políticas, como se ve en el Líbano (11). Segundo, Estados Unidos es un actor importante pero no el principal. Su papel es crucial pero al carecer de política hacia la región, excepto la fuerza y una abstracta misión de promocionar la democracia, Washington ha creado un vacío destructivo que deben llenar otros actores. Tercero, nadie tiene el liderazgo para la región. El eje Estados Unidos-Israel ya no manda por la fuerza. Otros actores tienen fuerza creciente, entre ellos Europa, Naciones Unidas y grupos no estatales como Hezbolá y Hamás.

© EDICIÓN ESPAÑOLA


Notas:
(1) James A. Baker III and Lee H. Hamilton. Co-Chairs, The Iraq Study Group Report, Vintage Books, New York, 2006.
(2) Dina Ezzat, «Seeking a middle ground», Al-Ahram, El Cairo, 21 de diciembre, 2006. www.al-haram.org
(3) «NATO ‘cannot defeat Taliban by force'», The Guardian Weekly, 24 de noviembre, 2006, y Sam Arachosia, «Les talibans reviennent par le sud du pais», Courrier International, 9 de noviembe, 2006.
(4) Margarita Mathiopoulos, «A dose of reality», International Herald Tribune, 13 de octubre, 2006. La autora es directora ejecutiva de EAG European Advisory Group y profesora en la Universidad de Potsdam.
(5) Roula Khalaf, «Road to peace is through Beirut and Jerusalem», Financial times, 18 de noviembre, 2006.
(6) Salah Hemeid, «At what price?», Al-Ahram, El Cairo, 23 de noviembre 2006.
(7) «Abbas’s gamble deepens strife with Hamas», Financial times, 18 de diciembre, 2006.
(8) Ver International Crisis Group, «The Arab-Israeli Conflict: to reach a lasting peace», Middle East Report 58, 5 de octubre de 2006. Diseños de acuerdos interesantes en Yossi Beilin, «Hacia un acuerdo entre palestinos e israelíes», La Vanguardia, 25 de noviembre, 2006, George Corm, «El sueño de una solución global», Le Monde diplomatique, edición española, diciembre 2006. También, Helena Cobban, «For a lasting Middle East peace, look back to 1967 UN plan», The Christian Science Monitor, 10 de agosto, 2006.
(9) Henry Kissinger, «On negotiating with Teheran», International Herald Tribune, 24 de noviembre, 2006.
(10) Jonathan Steele, «Profound pessimism has taken hold of Israel», The Guardian Weekly, 17 de noviembre, 2006.
(11) Marwan Bishara, «De la guerras asimétricas al caos constructivo», Le Monde diplomatique, edición española, octubre 2006.
Director de Paz y Seguridad en FRIDE, Madrid.