La importancia geoestratégica de Irán rebasa por mucho el negocio internacional de la venta de su petróleo y gas natural. Sucede que todas las costas que configuran el Golfo Pérsico son, a su vez, las fronteras de países que abastecen al mundo con petróleo. Por allí exportan gran parte de su petróleo Irán, Irak, Kuwait, […]
La importancia geoestratégica de Irán rebasa por mucho el negocio internacional de la venta de su petróleo y gas natural. Sucede que todas las costas que configuran el Golfo Pérsico son, a su vez, las fronteras de países que abastecen al mundo con petróleo. Por allí exportan gran parte de su petróleo Irán, Irak, Kuwait, Arabia Saudita, Baréin, Qatar, los Emiratos Árabes Unidos y, parcialmente, el Sultanato de Omán. La única salida que tiene el Golfo Pérsico hacia las rutas mundiales de navegación es a través de una reducida porción de mar conformada territorialmente por la península de Musandam, que es un exclave [1] de Omán, en el extremo oriental de los Emiratos Árabes Unidos y, por el otro lado, el extremo suroeste de Irán, la cual conecta con el Mar Arábigo y de allí directo hacia el Océano Índico. Milenarias han sido las batallas, conflictos y guerras que se han sucedido entre los pueblos del Golfo y poderosas fuerzas imperiales que, buscando el control de la vital ruta de navegación, han llevado a cabo intrigas mayúsculas y campañas bélicas de gran envergadura.
Esa reducida porción de mar es llamada Estrecho de Ormuz y es precisamente el más importante «choke point» petrolero del mundo. Y es el más importante, porque por allí se transportan, nada más y nada menos, que 17 millones de barriles de petróleo al día (cifra del 2011; todo parece indicar que para el presente año la cifra será mayor). Lo que equivale a 38% de todo el petróleo transportado por mar en el mundo. Sin embargo, esa misma cifra representa un 53% del crudo que produjo la OPEP el año pasado. Diariamente atraviesan Ormuz entre 14 y 16 navíos -tanqueros de crudo-; la inmensa mayoría son VLCC (Very Large Crude Carriers) y ULCC (Ultra Large Crude Carriers), es decir, con capacidad de entre 200,000 y 320,000 toneladas de desplazamiento. De hecho, estos son los navíos de mayor tamaño y desplazamiento que existen, mucho más que cualquier portaaviones. Las dimensiones de esos navíos son tales que, por ejemplo, el Canal de Panamá, aún con su ensanchamiento reciente, resulta muy pequeño para permitir el paso de estas embarcaciones.
Para ser aún más precisos en cuanto a las diminutas dimensiones de este particular y sensible accidente geográfico, podemos mencionar que la parte más reducida de Ormuz tiene tan sólo 56 kilómetros de ancho (35 millas) y una profundidad de entre 60 y 80 metros (196 – 262 pies), según los datos batimétricos de la zona. Pero como si fuera poco, el canal de navegación (Shipping line) del estrecho tiene -a cada lado- una distancia de amortiguamiento de varias millas, lo que reduce el espacio neto de navegación y maniobra considerablemente. Además hay que destacar, que una parte significativa de las aguas del canal de navegación de Ormuz pertenecen a la República Islámica de Irán, acorde con los estatutos del Derecho o Ley del Mar. Es por tales razones que el Estrecho de Ormuz resulta vital a escala planetaria. Por eso, tan sólo un rumor sobre un cierre parcial del estrecho, hace que la especulación se catapulte disparando los precios del crudo y sus principales derivados a niveles astronómicos. Y es que realmente el cierre de Ormuz alteraría totalmente la infraestructura básica de suministro de petróleo causando un disloque para el cual es muy difícil una salida a corto plazo que no implique una escasez mundial del preciado hidrocarburo. Para tener una idea solamente, existe un oleoducto que atraviesa Arabia Saudita, más o menos, de este a oeste hacia el Mar Rojo, con lo cual se podría pensar en salvar parcialmente el problema de un cierre o bloqueo de Ormuz. Pero el oleoducto de Abquaiq tiene tan sólo una capacidad máxima estimada en 5 millones de barriles diarios de petróleo, capacidad que ha sido prácticamente alcanzada, por tanto, no es posible transferir cantidades significativas del crudo que por Ormuz fluye hacia esa vía terrestre.
En pleno conocimiento de esa realidad geoestratégica, Irán de seguro que está basando su poder de negociación y de defensa de su integridad nacional en su relativamente fácil capacidad de interrumpir el paso de la navegación a través del Estrecho de Ormuz. Y esa es una de las utilidades más notables de un choke point, que resulta precisamente de la ventaja que brinda un accidente geográfico de esta naturaleza a un país como Irán que es considerablemente más débil militarmente que los Estados Unidos. Cuando recientemente el presidente Obama hablaba de agotar todas las posibilidades de diplomacia y diálogo, lo hacía con total convencimiento de que un conflicto en la región tendría la posibilidad de alterar no sólo a el propio Israel y el Medio Oriente, sino toda la frágil economía mundial. Y por eso ha sido enfático en no respaldar, de ninguna manera, una acción militar unilateral israelí, la cual, tal parece que está preparada aunque no sería tan simple como la incursión que hizo la fuerza aérea de Israel sobre el Irak de Saddam Hussein con el mismo objetivo. Esto a pesar de que se constató que Irak nunca llegó a tener tales armamentos ni la capacidad de fabricarlos.
Otro ejemplo de lo que queremos decir radica en la postura china con respecto al problema iraní. Y es que uno de los países que durante los últimos años ha venido aumentando sus importaciones de crudo iraní a través de Ormuz es la República Popular China. Durante el año pasado China importó un promedio 543,000 barriles de petróleo diarios (bpd) seguido de la India con 341,000 bpd, países que encabezan la lista como los nuevos grandes compradores de crudo iraní. Al presente sabemos que China ha aumentado sus importaciones a 635,000 (bpd). En cambio, la India recibe fuertes presiones de los Estados Unidos para que reduzca sus compras petroleras a Irán.
Pero China no tan sólo se ha convertido en el importador mayor de crudo iraní, sino que, además, ha puesto a la disposición de Irán capital financiero e inversiones directas, sustanciales éstas, con el propósito de aumentar la capacidad de refinamiento de crudo, que ha sido una debilidad estructural del país persa durante las pasadas décadas. Por eso, ha sido notable la intensidad de la actividad diplomática del «Coloso de Oriente» en defensa de cualquier intervención en la región. La cúpula dirigente en la República Popular China hace todo el esfuerzo posible por mantener las relaciones de poder estables en la región y reconoce, a su vez, a Irán como un actor indispensable en ese escenario al que está geoestratégicamente vinculada. Otro actor importante en esta ecuación geoestratégica es la República Federativa de Rusia. Para Rusia el sostenimiento de relaciones constructivas con Irán resulta esencial para poder mantener, a su vez, su presencia e influencias sobre el Turquestán, donde se localizan un grupo importante de las antiguas repúblicas soviéticas con poblaciones significativas de confesión islámica.
Así pues, en Ormuz se juega un nuevo capítulo la frágil estabilidad mundial, la cual no pocos pensaron que, luego de la caída del Muro de Berlín y la desaparición de la Unión Soviética, sería muy fácil de sostener. Todo lo contrario, el Realismo Político se ha presentado tal cual es, sin disfraz, desde hace más de veinte años. En Ormuz suena aún -quizás con mayor fuerza que en todos los pasillos de las Naciones Unidas- el lema de la más reciente conferencia mundial sobre el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares (del cual la República Islámica de Irán es signatario mientras que Israel no lo es) celebrada en la ciudad de Nueva York en el año 2010. El lema de la conferencia fue: «Energía nuclear para todos, armas nucleares para nadie«.
[1] Un exclave es una porción de un Estado que está localizado fuera de su territorio nuclear o contiguo. Otros ejemplos de exclaves importantes son: Gibraltar que es una porción del Reino Unido dentro del territorio del Estado español o, a su vez, Ceuta y Melilla, ciudades que pertenecen a España pero se localizan en la costa septentrional de Marruecos.
Carlos E. Severino Valdez es catedrático de geografía en la Universidad de Puerto Rico.
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