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Otra política es posible: desde abajo y desde adentro

Fuentes: Rebelión

Asistimos a la larga noche de la historia, a una guerra contra la vida. Las posibilidades de seguir reproduciendo la vida material se agotan, pero también el imperio de muerte se está encargando de matar nuestra vitalidad espiritual, es decir, nuestra capacidad creadora para creer que se pueden construir otros mundos, maneras y modos de […]

Asistimos a la larga noche de la historia, a una guerra contra la vida. Las posibilidades de seguir reproduciendo la vida material se agotan, pero también el imperio de muerte se está encargando de matar nuestra vitalidad espiritual, es decir, nuestra capacidad creadora para creer que se pueden construir otros mundos, maneras y modos de relacionarnos y de vivir.

En la película Matrix hay un diálogo al inicio en el cual Neo, el protagonista, debe elegir entre dos pastillas, es decir, entre seguir engañado o buscar la verdad de lo real, ¿qué es lo real? quizás lo más real es el dolor, nuestra historia arrastra un dolor estructural que urge ser sanado y reparado. Por lo que habría que preguntarnos si las instituciones sociales o sirven a la vida o deberían desaparecer, crearse otras. Ya sean formas de organización social económica, política, cultural… que dejen de fundarse en la violencia hacia el otro y pongan en el centro el cuidado de la vida.

El poder ha configurado una sociedad normalizada, se ha instalado en nuestras cabezas que la realidad no puede ser de otra manera. Nos han convencido que ya no hay nada que hacer. Pero donde hay poder siempre habrá resistencias, ahí donde se pone todo en cuestión, en interrogante, donde se politiza la realidad de la vida cotidiana, cuando asumimos que «lo personal es político». Las búsquedas de sentido y de alternativas no son fáciles, ni únicas, ni tienen un sólo camino. Pero necesariamente tienen que partir de un suelo firme, es decir, desde la base misma de la sociedad, es ahí donde verdaderamente se tejen otras realidades, donde caminan resistencias, desde abajo y desde adentro.

El capitalismo se sostiene por una totalidad estructural, por un sistema de relaciones de poder (formas de organización económicas, jurídicas y culturales) que lo hacen posible y reproducen, que superan lo meramente político, y mucho más lo electoral. Para cambiar la realidad hay que cambiar esa totalidad estructural de relaciones de poder, pero esas contrahegemonías deben cocerse desde las micropolíticas de lo cotidiano, de lo personal, cambiando el miedo que paraliza por la inventiva colectiva y organizada para autogobernarse, generando poder que crea y no que niega, siendo concientes que para ser libres ninguna otra voluntad «de arriba» debe decidir sobre nuestras vidas. Por lo que, hay que generar una disputa de la hegemonía económica, política y cultural (la macropolítica), pero también desde nuestras relaciones cotidianas (la micropolítica).

Crisis civilizatoria/ crisis de ecodependencia e interdependencia

La racionalidad de la modernidad capitalista nos ha conducido a la actual crisis civilizatoria, es decir, una crisis de las relaciones de ecodependencia e interdependencia. La primera generada por una organización social dependiente de la energía fósil («la sangre del capitalismo») y de energías no renovables, esta forma de organización nos están llevando a los límites y extinción del planeta. La disputa por el control de los recursos naturales por parte de los poderosos, está provocando fuertes conflictos ambientales, desplazamientos de comunidades, migración, y muertes.

Deberíamos estar preocupadas/os por generar alternativas a la energía fósil, debatiendo como deberíamos de organizarnos socialmente para vivir con menos uso de energías. Eso requiere apuestas y discusiones por ejemplo, cómo planificar un urbanismo menos dependiente de la energía fósil, apostarle a una agricultura ecológica y potenciar la soberanía alimentaria de los pueblos, el comercio local y solidario, la apuesta por un transporte colectivo alternativo, el uso de la bicicleta, etc.

La ecofeminista Yayo Herrero [1] señala que la acumulación por desposesión no solo se está manifestando en la crisis ecológica, sino también en una deuda de cuidados. Es decir, en la actual configuración laboral capitalista, exige menos disponibilidad de tiempo para cuidar. Únicamente quienes tienen privilegios pueden asegurar pagar más cuidados, además desde la división internacional del trabajo se transfiere trabajos de cuidados de las mujeres pobres del sur global al norte global. El modelo de vida urbana, las relaciones patriarcales entre hombres y mujeres, está dificultando la satisfacción de las necesidades de cuidados, creando un ‘lumpenproletariado’ femenino.

Además, la creciente precarización de la vida generada por la globalización neoliberal está generando masivos procesos migratorios globales. La influencia que los fundamentalismos religiosos están ganando en los Estados está dando auge a una nueva ola de extremas derechas y de odio al diferente, al otro. Sobre todo odio al migrante, a la comunidad LGBTI, al cuerpo de las mujeres.

En ese sentido señala Segales que este escenario » reconfigura también la dicotomía izquierda-derecha, situando a la política en la necesaria tematización de proyectos nacionales post-occidentales.» [2] Es decir, la pregunta es cómo generar proyectos de vida colectiva para el 99% sobrante del poder financiero global, proyectos que frenen la lógica suicida del capitalismo.

¿Son posibles los encuentros entre la macropolítica estatal y las micropolíticas emancipadoras?

Como ya lo he manifestado en varias ocasiones, creo que los pilares que sostienen un cambio verdadero de la realidad por una diferente es la que se construye en el seno de la sociedad, que se construyen desde el margen, desde las orillas, desde el corazón sufriente y rebelde de los más pobres y desfavorecidos, desde la organización del dolor y la rabia, desde la construcción de relaciones populares de poder, desde la organización barrial, asamblearia, colectiva, desde abajo y desde adentro.

En un segundo lugar queda para mí la lucha desde arriba «por hacerse del Estado», si bien puede ser útil y hasta emancipatorio si obedece al poder popular, al mandar obedeciendo, sólo contribuye a mitigar el avance del imperio de muerte, muy importante si, pero no crea nuevas maneras de relaciones sociales y humanas, económicas, políticas, culturales. Si no hay lo primero lo segundo se cae, así ha sido. La pregunta es cómo las luchas desde arriba, por hacerse del Estado, confluyen con la lucha por la construcción de poder desde abajo, para fortalecerlo y no para debilitarlo. Es necesario generar poder popular desde lo local a lo global, como lo hace la Vía Campesina, o el movimiento feminista internacional Ni Una Menos, o el movimiento por el comercio justo, por mencionar unos ejemplos.

Frente al desencanto, la alegre rebeldía organizada

Existen alternativas. Por ejemplo desde lo económico pasa por como sociedad debatamos sobre qué producciones necesitamos, qué trabajos necesitamos, y eso pasa por definir cuáles son nuestras necesidades principales, y no confundirlas con satisfactores o deseos ilimitados. Necesitamos una reorganización del trabajo que ponga en el centro el cuidado de la vida.

Necesitamos de procesos de pedagogías populares en las comunidades, en las calles, en las plazas. Necesitamos de los conocimientos campesinos para enfrentar la crisis ecológica, una reorganización del trabajo de cuidados, que los hombres cuiden más. Necesitamos generar procesos de sanación colectiva, de fortalecimiento de vínculos, de cuidado de lo común, de dedicar tiempo al goce y al juego, como principio ético y político. Así enfrentamos la guerra contra la vida.

Frente al miedo la alegre rebeldía, la organización. Yo creo que la palanca del capitalismo puede ser detenida, pero requerirá de los lazos de solidaridad colectiva, de fortalecer la organización popular, de las luchas de la vida cotidiana, politizando lo personal, de nuestra inventiva creativa, y nuestras mejores energías humanas que sepamos generar.

Los poderosos nos quieren tristes, enojados, desmovilizados, sin esperanza, peleándonos pobres contra pobres, en guerra, ante esto debemos responder con la alegre rebeldía, con la afirmación de la vida. Otra realidad es posible, pero las esperanzas hay que buscarlas en otra parte, no desde arriba, sino desde la política que se construye desde abajo y desde adentro de la sociedad y desde el corazón humano mismo.

«Vengo de una tierra a la que le sobra corazón y voluntad» [3]

Notas:

[1] Herrero, Yayo. «El reto de reorganizar la vida en común», 2 de octubre de 2018. En: https://temas.publico.es/precarios-del-mundo/2018/10/02/el-reto-de-reorganizar-la-vida-en-comun/?doing_wp_cron=1548981348.1290500164031982421875

[2] Bautista Segales, Rafael. «¿Golpe en venezuela o definición del cisma geopolítico global?», 26 de enero de 2019. En: https://publicar.argentina.indymedia.org/?p=1433&fbclid=IwAR3JdIrzle15Vmr0XxSE_pRYu93A6BbucTOacmPNppBbavaUzX8spOnnX9s

[3] Marta Goméz, Canción: Confesión. En: https://www.youtube.com/watch?v=aavxgUxDD4Y

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.