Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
A pesar de la amenaza de arresto, abogados y activistas paquistaníes iniciaron el jueves una «larga marcha» desde la ciudad puerto de Karachi a la capital Islamabad en un intento de forzar al gobierno a reincorporar a abogados despedidos en 2007.
En sólo unas pocas semanas la insurgencia dirigida por los talibanes en Afganistán iniciará una nueva etapa en su larga marcha que hasta la fecha ha durado ocho años por expulsar a las fuerzas extranjeras del país.
El tumulto en Pakistán, que cada vez afloja más el control del poder por el presidente Asif Ali Zardari, y la próxima vuelta de combates en Afganistán, – que se esperan sean los más feroces habidos hasta ahora – están inextricablemente vinculados y se salen rápidamente fuera de control.
El miércoles fueron arrestados cientos de abogados y personalidades de la oposición, y lo mismo podría suceder con los participantes en la marcha. También se han emitido órdenes para la detención de Nawaz Sharif, jefe del opositor partido Liga Musulmana Pakistán-Nawaz (PML-N) y de su hermano Shabhaz Sharif, ex ministro jefe de la provincia Punjab.
Los participantes en la marcha quieren que Zardari cumpla su promesa de reincorporar a los jueces que fueron despedidos por el antiguo gobernante militar general Pervez Musharraf, incluyendo al presidente de la Corte Suprema, Iftikhar Muhammad Chaudhry.
En estos tensos tiempos políticos, a Zardari le queda poco tiempo para hacer frente a la «guerra contra el terror».
Listos para el combate
Antes de la reanudación de la batalla en Afganistán, ahora que hace más calor, los talibanes tienen un cerco virtual alrededor de la capital Kabul. Tienen un control significativo en los vitales distritos de Wardak, Logar, Parwan y Kapisa.
Un segundo anillo estratégico para reforzar ese sitio comprende las provincias de Kunar, Nooristan y Ghazni. Las cuatro rutas vitales de entrada y salida para las líneas de abastecimiento de los talibanes -Nimroz, Herat, Nangarhar y Kandahar- también están fuertemente ocupadas por los milicianos.
Además, después de llegar a acuerdos de paz con las fuerzas de seguridad paquistaníes, el recién formado Frente Unido de Talibanes en las áreas tribales paquistaníes está listo para lanzar por lo menos entre 15.000 y 20.000 combatientes adicionales a Afganistán. Se espera que comiencen a cruzar la escabrosa – y poco vigilada – frontera en abril.
El presidente de EE.UU., Barack Obama, ha prometido otros 17.000 soldados adicionales de EE.UU. para Afganistán, aparte de los 38.000 que ya están en el terreno, así como una mayor cantidad para la OTAN, cuyas fuerzas ahora ascienden a unos 55.000.
Incluso mientras aumenta la cantidad de combatientes, EE.UU. explora modos alternativos de encarar el problema. A diferencia de la doctrina bélica del gobierno de George W Bush de atacar áreas tribales de Pakistán con aviones radiodirigidos Predator para eliminar a dirigentes milicianos cruciales, Washington intenta la mediación para la paz.
El vicepresidente de EE.UU., Joe Biden, hablando en la sede de la OTAN en Bruselas el martes, afirmó que por lo menos un 70% de los guerrilleros talibanes en Afganistán son mercenarios y pueden ser persuadidos a deponer las armas. Esto viene después del aumento de los llamados de EE.UU. para llegar a elementos «moderados» de la insurgencia.
«Cinco por ciento de los talibanes son incorregibles, no susceptibles a ninguna cosa que no sea la derrota,» dijo Biden. «Otro 25% no están muy seguros, a mi juicio, de la intensidad de su compromiso con la insurgencia. Aproximadamente un 70% participa por el dinero.»
En una entrevista en el New York Times de fin de semana, Obama lanzó la idea de involucrarse con miembros no radicales de la insurgencia, mientras Afganistán se prepara para elecciones el 20 de agosto que pondrán a prueba su capacidad de gobernarse a sí mismo.
Sin embargo, parece que Washington ya perdió el tren. La razón es la más alta dominación incomparablemente alta de combatientes influenciados por al-Qaeda – los neotalibanes – que no están dispuestos a llegar a ningún acuerdo que no sea la retirada de las fuerzas de ocupación extranjeras y la restauración del régimen talibán.
A pesar de la muerte de una gran cantidad de importantes comandantes de al-Qaeda, esos defensores de la línea dura tienen una fuerte presencia entre los combatientes paquistaníes aliados con los tres principales comandantes – Mullah Bradar, Sirajuddin Haqqani y Anwarul Haq Mujahid. Los tres han jurado lealtad al líder talibán Mullah Omar, quien ha transformado a los talibanes en una fuerza ultra-conservadora en comparación con hace unos pocos años, cuando los talibanes eran un movimiento tribal pastún.
Es interesante que Washington haya rechazado anteriormente una propuesta similar hecha por el Foreign Office británico que describió a un 80% de los talibanes como reconciliables y a un 20% como contrarios. Sobre la base de esa teoría, la embajada británica y Naciones Unidas apoyaron una iniciativa para iniciar negociaciones con los talibanes en 2007. Enviaron a un funcionario de la ONU y a uno de la UE a la provincia Helmand para realizar conversaciones con el comandante talibán local.
Bajo presión estadounidense, el gobierno afgano expulsó a los funcionarios y las relaciones entre la UE y Gran Bretaña fueron tensas durante unos pocos meses. Tanto, que el gobierno afgano se opuso al nombramiento de Lord Paddy Ashdown como representante especial de la ONU para Afganistán bajo presión estadounidense.
En 2000, antes de la invasión de Afganistán y el derrocamiento de los talibanes, el entonces presidente paquistaní Musharraf advirtió a Washington que existen dos tipos de talibanes. Un grupo es militante, el otro moderado. Abogó por contactos con los moderados, pero los estadounidenses dijeron que Pakistán se mostraba demasiado comprensivo hacia los talibanes y rechazó la propuesta.
Después de la derrota de los talibanes, Musharraf se reunió con el presidente George W Bush y, según se informa, señaló que EE.UU. estaba cometiendo un error craso al concentrar todas sus operaciones en Kabul y al dejar que el resto del país fuera doblegado por la fuerza aérea.
Musharraf indicó que Afganistán tiene ocho centros del poder – Herat, Kandahar, Nangarhar, Mazar-i-Sharif, Kunar y Nooristan, Paktia y Paktika, Khost y Pansher. Sugería que si Bush quería consolidar el control estadounidense, tendría que negociar de inmediato con los diversos señores de la guerra en esas regiones y llegar a acuerdos por separado.
El consejo fue ignorado y EE.UU. llegó a acuerdos en todo Afganistán sólo con comandantes asociados con
Shura-e-Nazar. Este consejo fue formado por el difunto Ahmad Shah Massoud de la Alianza del Norte contraria a los talibanes que estaba compuesta por grupos en su mayoría no pastunes.
El resultado fue que los poderosos comandantes asociados con Hezb-e-Islami Afganistán dirigidos por
Gulbuddin Hekmatyar y los que estaban aliados con los talibanes fueron pasados por alto y luego se fusionaron con la insurgencia dirigida por los talibanes.
Un buen ejemplo de esto es el comandante más poderoso en el Valle Kumar, Haji Kashmir Khan. Saludó la derrota de los talibanes en 2001 y fue a Kabul junto con sus comandantes leales a saludar a Hamid Karzai, el nuevo presidente.
Sin embargo, por ser un asistente cercano de Hekmatyar, no obtuvo ningún puesto en Kunar – todos fueron otorgados a comandantes rivales asociados con la Shura-e-Nazar. Khan volvió malhumorado a sus refugios en las montañas y hasta hoy es el principal protector de Hekmatyar. Hekmatyar he reagrupado el comando disperso de Hezbe-e-Islami, han realizado varias operaciones exitosas y constituyen una parte importante de la insurgencia.
Además, con el pasar de los años una nueva generación de combatientes se ha hecho cargo del comando en muchas áreas. Son ultraconservadores y se mofan de la afirmación de Biden de que un 70% de los talibanes puedan ser comprados.
El cenagal político paquistaní
Mian Raza Rabbani, presidente de la Cámara en el senado y alto miembro del principal partido en la coalición gobernante, el Partido del Pueblo de Pakistán (PPP), renunció esta semana. Aparentemente se disgustó porque un cercano amigo y nuevo ingreso al PPP, Farooq Naek, fue nombrado como candidato del partido para la posición de presidente del senado.
Este hecho ha sido interpretado como la primera señal de disenso dentro de la dirigencia de Zardari, quien ya ha desarrollado una serie de diferencias con el primer ministro Syed Yousuf Raza Gillani, otro alto líder del PPP.
El desasosiego dentro del partido no podía ocurrir en un peor momento, en vista de los disturbios en las calles con elementos opuestos al gobierno y la combatividad rampante en las áreas tribales. En efecto, todas las operaciones del Estado están inhabilitadas, incluido el compromiso de Pakistán con la «guerra contra el terror». La parálisis en Islamabad afecta directamente al vecino Afganistán ya que todas las estrategias de contención contra los talibanes tienen que ser encaminadas, directa o indirectamente, a través de Pakistán.
Es poco probable que los militares, debido a su extrema impopularidad durante los ocho años de la era de Musharraf que terminó en 2007, estén en alguna posición para un cierto «aventurerismo», como ser un golpe.
De todas maneras, el Cuartel General en Rawalpindi ha activado sus fuerzas e informado a las autoridades en Islamabad que supervisará directamente la seguridad en Islamabad. Es la primera vez que la seguridad ha sido arrebatada al Ministerio del Interior.
Zardari está una posición difícil respecto a la reincorporación de los jueces, especialmente del ex presidente de la Corte Suprema, Chaudhry. En un acuerdo con Musharraf negociado por los estadounidenses, Zardari recibió un perdón presidencial por todos los casos de corrupción pendientes en su contra, permitiéndole ocupar un puesto político. Si Chaudhry volviera, es muy probable que cuestionara la orden presidencial.
Funcionarios estadounidenses hablan ahora con el líder de la oposición Sharif, con Aitazaz Ehsan, el líder del movimiento de los abogados, así como con Chaudhry, con el propósito de posiblemente derrocar a Zardari, quien sólo se hizo cargo de su puesto en septiembre pasado.
El jueves, el enviado de EE.UU. Richard Holbrooke visitó a Gillani en la Asamblea Nacional y habló con él durante 15 minutos. Según fuentes que hablaron con Asia Times Online, expresó preocupación por la agitación política e instó al primer ministro a mostrar moderación. Anteriormente, la embajadora de EE.UU. en Pakistán, Anne Peterson. Se reunió con Sharif.
EE.UU. sigue deseando un gobierno que comprenda a partidos políticos laicos y liberales que apoye la «guerra contra el terror» y la ‘oleada’ militar contra los talibanes y al-Qaeda en Afganistán y Pakistán. Ya que parece cada vez más que su primera selección, Zardari, es un perdedor, se hace atractivo un cambio de política a mitad de camino, pero semejantes maniobras en el volátil Pakistán nunca son fáciles.
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Syed Saleem Shahzad es el jefe del Buró Pakistán de Asia Times Online. Para contactos: [email protected]
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