Recién editado por Traficantes de sueños (2020, trad. de Juan Mari Madariaga y Cristina Piña Aldao), Los talleres ocultos del capital. Un mapa para la izquierda recoge una selección de artículos de la socióloga norteamericana Nancy Fraser (1947), complementarios en el empeño de analizar los diferentes escenarios de la explotación en este tiempo nuestro. Ésta está marcada, según ella misma nos explica en el prefacio, por una reconfiguración de los procesos a escala global, por una crisis que afronta desastrosas dimensiones ecológicas y por una intensa diversificación y sectorialización de los conflictos. Partiendo de esto, la obra persigue una “visión ampliada de la sociedad capitalista actual” que pueda servir para alcanzar una “visión ampliada” también, de las luchas necesarias para avanzar en la construcción del socialismo.
Fraser busca una base teórica para su proyecto en Karl Marx y Karl Polanyi, los dos pensadores que mejor han comprendido la genealogía y la dinámica del capitalismo. Integrando la perspectiva económica del primero con el concepto de “mercantilización ficticia” propuesto por el segundo, y considerando además la emancipación como esencial en el proceso, es posible completar la visión de un régimen institucionalizado que rebosa la dimensión económica generando una multiplicidad de conflictos sociales, políticos y ecológicos. Es importante no olvidar que todos ellos son sólo manifestaciones de un sistema único de explotación, para no caer en el error de disgregar las luchas perdiendo de vista la irreductible unidad de éste.
A continuación Fraser aborda algunos aspectos cruciales de la crisis contemporánea del capitalismo. Las labores de “reproducción social”, clásicamente encomendadas a las mujeres, entran en conflicto necesariamente con la dinámica de acumulación, pero es en la fase actual financiarizada cuando la “crisis de los cuidados” llega a amenazar la propia estabilidad del modelo, sin que se adivinen vías de solución dentro de sus coordenadas. Por otro lado, el análisis de la autora demuestra que la opresión racial es inherente a la explotación y principalmente a la expropiación, ejecutada ésta sobre todo en la periferia del sistema, aunque es posible diferenciar fases en las que estos procesos se articulan de forma diversa. El reto planteado aquí también es lograr la solidaridad, en este caso de todas las razas, contra un entramado que a todas sojuzga.
Fraser defiende la tesis de que las crisis políticas son consustanciales al capitalismo, pues el dominio del mercado y la tendencia a la acumulación arruinan necesariamente la vida social y el equilibrio ecológico. El estudio histórico que realiza así lo prueba, y a través de él vemos que tras la implantación del modelo neoliberal en los 80, la crisis política reviste especial dureza por la sumisión total a la economía, con los estados impotentes en muchos casos ante la dictadura global de las multinacionales. Sin embargo, resulta fácil perder de vista este contexto, y esto queda claro al comprobar las problemáticas relaciones entre la ofensiva neoliberal y la segunda ola feminista que se desarrollaba simultáneamente. Las incoherencias que la autora descubre en ésta demuestran lo importante que es dotar a las luchas por la igualdad de género de un decidido enfoque anticapitalista.
Otro capítulo trata de explorar a partir del análisis de Polanyi en La gran transformaciónlas diferencias entre la crisis de los años 30 que él estudió y la que vivimos actualmente. La conclusión es que el marco globalizado y la ausencia de liderazgos dificultan hoy en gran manera la constitución de una alternativa viable, al tiempo que, frente a la dicotomía mercantilización-protección social de entonces, hay que considerar ahora otra variable: la emancipación, lo que obliga a complicados pactos y equilibrios. Un repaso de las últimas décadas de la historia norteamericana que se realiza después incide en esto mismo, y lleva a Fraser a aterrizar en las siempre movedizas arenas de la política doméstica con la propuesta contra el trumpismo de una alianza de las fuerzas emancipadoras y las de protección social, encarnada, según ella, en el populismo progresista de Bernie Sanders.
La sección final de la obra está dedicada a reflexiones de gran calado sobre la justicia, surgidas al hilo de lecturas de Platón, John Rawls y Kazuo Ishiguro: su carácter axial, al posibilitar todas las demás virtudes; su identificación en términos negativos, como superación de la injusticia, que es lo que se nos hace evidente en la vida; y la definición de la injusticia como el estado en el que determinados seres son explotados y no se les permite, por parte de otros constituidos en sus explotadores, desarrollar los valores positivos implícitos en ellos. Es importante considerar además que muchas veces los explotados son despojados por los explotadores del conocimiento de la injusticia que sufren, lo que impone a la lucha una imprescindible componente educativa.
Marx nos enseñó a ver el capital como un ser con entidad propia que impone su dinámica. Por su parte, Karl Polany dejó claros los peligros que acechan cuando el mundo se transforma en mercancía. Los talleres ocultos del capital. Un mapa para la izquierda de Nancy Fraser, con sus espléndidas argumentaciones y su estilo ameno y didáctico, nos demuestra la necesidad de compatibilizar las dos visiones y comprender que los múltiples rostros que adopta la explotación en nuestros días: ecológicos, raciales y de género, deben ser percibidos como cristalizaciones de un único e infame sistema basado en la mercantilización del planeta y sus seres. Las luchas que se despliegan en cada uno de estos campos no tienen más remedio que coordinarse contra “ese monstruo disfuncional y antidemocrático que es el capitalismo”.
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