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175º aniversario de la publicación del Manifiesto comunista, de Karl Marx y Friedrich Engels

Para leer el Manifiesto comunista

Fuentes: Rebelión [Imagen: Monumento a Karl Marx en la ciudad alemana de Chemnitz (antigua Karl-Marx-Stadt), obra de Lev Kerbel inaugurada en 1971; en la fachada del edificio se puede leer en alemán, inglés, ruso y francés '¡Proletarios de todos los países, uníos!'. Créditos: Fotos públicas]

El 21 de febrero de 1848 salía de la imprenta de la Asociación de Trabajadores de la Educación, sita en el número 46 de la calle Liverpool de Londres, el Manifiesto comunista de Marx y Engels, un clásico del pensamiento comunista.


El presente texto de Manuel Sacristán fue escrito con la colaboración de Giulia Adinolfi y Pilar Fibla; escrito en el año 1956 o 1957, fue publicado por primera vez por el Partit Socialista Unificat de Catalunya (PSUC) en el mes de febrero de 1972. Agradecemos a Salvador López Arnal el envío del original de MSL y los comentarios sobre su escritura y edición.


Introducción

I. El estudio

Es frecuente que grupos de trabajadores se planteen la necesidad de mejorar su formación teórica con el estudio del pensamiento marxista-leninista.

La preparación teórica y el estudio son una necesidad permanente para el combatiente revolucionario.

Satisfacer esta necesidad exige en primer lugar la práctica, aprender de la lucha. Pero también exige siempre trabajo de estudio. El trabajo de estudio ha de ser primero individual, puede resultar muy útil al menos por dos razones: 1ª, porque da la costumbre de estudiar a quienes no la tienen; 2ª, porque con las opiniones de muchos es precisa y enriquece el pensamiento de cada uno.

II. Lecturas de introducción al marxismo

Cuando se pretende estudiar el pensamiento marxista-leninista, se suele recurrir a la lectura de algún libro.

Hay varios manuales de marxismo en castellano que pueden encontrarse fácilmente; unos son de autores favorables al marxismo como Kuusinn o Politzer y otros antimarxistas como Wetter, Bochanski o Píattro.

También pueden encontrarse estudios de cuestiones aisladas planteadas por el marxismo, en los que se da una división parecida; autores marxistas (como Althusser o Lefebvre) y antimarxistas (Fromm, Calvez). Y es fácil encontrar libros dedicados a problemas económicos dentro de la línea del marxismo: como Dobb, Mandel, Bettelheim, Sweazy y otros.

Para iniciarse en el pensamiento marxista parece conveniente rechazar los escritos de autores antimarxistas porque están hechos para luchar contra el movimiento obrero y tratan de minar la ideología revolucionaria, y también porque esas exposiciones son incoherentes y no comprenden el pensamiento marxista. Tratan de impedir el enlace de la teoría con la práctica en el espíritu del lector (posteriormente, cuando se adelante en la comprensión del marxismo, acaso sea útil la lectura de algún antimarxista para ayudar a precisar las posiciones marxista y antimarxista en el frente ideológico, pero el valor introductorio de los textos antimarxistas es nulo).

Los estudios sobre aspectos particulares del marxismo o sobre temas de economía tampoco son lo mejor como introducción al marxismo; corresponden a una fase más adelantada del estudio.

Quedan los manuales escritos por marxistas. Podría creerse que alguno fuera adecuado para un plan de estudio elemental, que ha de ser precisamente una visión de conjunto aunque se profundice poco de momento. Pero la solución del manual marxista tampoco es la más recomendable por las tres razones siguientes:

  1. Los manuales existentes, incluso los escritos por marxistas, no tienen en cuenta que lo que ofrecen es una interpretación del marxismo. Porque en todo manual se prescinde de ciertas cosas, se recogen otras y se pone a éstas en un orden que les da determinada importancia. Inevitablemente, el manual no es la reproducción del marxismo, sino una interpretación de ciertos aspectos del pensamiento marxista. Ahora bien: toda interpretación tiene problemas (¿por qué una cosa y no otra?, etc.), y hay que atender además a nuevas realidades. Al hacer como si nada de esto existiera, los manuales ofrecen una versión dogmática del pensamiento marxista que puede desalentar al lector; éste no recurre a ellos para aprender un “credo” sino para encontrar un instrumento para la acción.
  2. En segundo lugar, estos manuales introducen en el marxismo clasificaciones y divisiones que no están justificadas por los clásicos. Estas clasificaciones y divisiones responden en realidad a los hábitos de pensamiento creados por la filosofía escolástica de la Edad Media. Entre ellas están por ejemplo, la división entre “materialismo dialéctico” y “superestructura”. Estas divisiones, que tienden a poner las cosas más claras y separadas de lo que lo están en realidad, acaban por convertir al marxismo en una escolástica catequística.
  3. Finalmente, tanto Marx como Engels consideraron muerta, acabada, a la filosofía, entendida como sistema de todos los conocimientos, que lo quiere explicar todo (contrapuesta al pensamiento científico). Ahora bien, los manuales existentes son precisamente filosofía en ese sentido escolástico extraño al marxismo; la esencia del marxismo es “el análisis de la situación concreta” (Lenin).

Por estas razones parece desaconsejable utilizar los manuales para el estudio del marxismo, aunque se trate de un primer estudio introductorio elemental.

Por otra parte, entre los escritos de los clásicos hay por lo menos dos que pueden usarse como manuales, pues tienen las características que hacen del manual un instrumento útil para aprender a hacer o pensar algo; son breves repasos de muchos temas. Estos dos textos clásicos son el Manifiesto Comunista y el Anti-Düring.

El Manifiesto, no es, naturalmente un manual. Pero reúne con brevedad todo lo que Marx y Engels consideraban imprescindible como base teórica del movimiento obrero en 1847-1848. En cuanto al Anti-Düring, puede decirse incluso que es un manual. Engels no empezó a escribirlo como manual sino como libro de polémica, pero él se dio cuenta de que la utilidad del libro era sobre todo la de un manual (Marx supervisó la redacción e incluso escribió algún capítulo).

Usar como manuales el Manifiesto y el Anti-Düring no es desde luego una solución perfecta; el primero tiene más de un siglo y el segundo poco le falta. Pero es un mal menor. Puesto que los manuales resultan atrasados respecto a nuestro tiempo por ser dogmáticos, no los aventajan por ello. Y el Manifiesto y el Anti-Düring tienen además el valor de ser textos clásicos, que hay que leer de todos modos, como introducciones o como documentos de valor histórico.

III. Plan de estudios

Un plan de estudios elemental de introducción al marxismo puede constar pues de dos fases: una dedicada al Manifiesto (que puede durar de uno a dos meses, en trabajo de estudio colectivo como se indica a continuación), y otra dedicada al Anti-Düring (que seguramente exigirá más de tres meses).

La brevedad del Manifiesto hace posible el siguiente procedimiento de estudio, combinación de estudio individual y estudio colectivo:

La lectura del texto se reserva para el estudio individual.

En una segunda etapa –primera de estudio colectivo- se realiza el control de la lectura individual, sin discutir el fondo sino sólo el texto; un miembro del grupo resume el capítulo o parte del capítulo que se ha leído y los demás critican, completan o aprueban la lectura así propuesta. La finalidad de esta fase es asegurarse de que se ha llegado a una interpretación textual en la que está de acuerdo todo el grupo de estudio; llegar a este acuerdo es una finalidad esencial en un estudio de inspiración leninista para cualquier grupo de estudio.

En una tercera etapa –segunda de estudio colectivo- se discuten las cuestiones de fondo; no la cuestión “¿qué es lo que dice el texto?” sino la cuestión “¿Es verdad lo que dice el texto aquí?”. Si lo es “¿cómo lo es?” “¿Cómo es 1848? ¿De otro modo?

El estudio de Anti-Düring acaso puede organizarse de modo análogo, aunque la extensión del libro obliga a dar mucha importancia a la lectura individual para no prolongar innecesariamente el trabajo colectivo.

Una vez iniciado el estudio elemental del pensamiento marxista, si se pretende pasar a un segundo ciclo más adelantado, conviene tener en cuenta, a la hora de confeccionar el plan de estudios, los dos elementos siguientes: 1) el pensamiento de Lenin; 2) el análisis de la propia realidad histórica en que se vive (análisis de las clases en la sociedad española, situación actual, perspectiva estratégica y etapas tácticas de la revolución socialista).


Lectura del Manifiesto comunista

I. El nacimiento del Manifiesto

En el prólogo de la edición alemana de 1872, Marx y Engels dicen que el Manifiesto es un documento histórico y señalan varias partes del mismo que consideran caducadas. Si así ocurría en 1970, más tiene que ocurrir un siglo después. El Manifiesto fue escrito entre noviembre de 1847 y mediados de enero de 1848 por encargo de la Liga de los Comunistas, una organización clandestina formada por emigrados alemanes, sobre todo en Francia. Reinaba entonces en este país Luís Felipe de Orleáns, llamado el “Rey Burgués”. Su régimen había empezado en 1830 mediante una revolución que derribó a la monarquía absoluta e implantó la monarquía constitucional (en la que el rey no puede hacer legalmente lo que quiera como en la primera, sino que está sometido a la Constitución). Pero este régimen andaba buscando desde hacía años un compromiso con las viejas monarquías absolutistas de Europa (principalmente con Austria) para consolidar el poder de una alianza entre la burguesía y la aristocracia. El desarrollo del proletariado en Alemania era muy escaso. En Francia era más considerable; el proletariado francés había protagonizado la mencionada Revolución de 1830; en febrero de 1848 (pero esta experiencia ya no puede recogerla el Manifiesto) derribaría a la monarquía burguesa y en junio de 1849 iba a intentar (fracasando) derribar la república burguesa instaurada en febrero. Entre los obreros franceses (y los alemanes emigrados) tenía en 1848 una gran influencia el socialismo antiguo o utópico. Por eso el Manifiesto dedica varias páginas a la crítica de las diversas ramas de ese socialismo[1].

En la misma Liga de los Comunistas que encargó la redacción del Manifiesto las ideas eran aún poco precisas. El propio Marx no había construido aún su teoría de la plusvalía y muchos miembros de la Liga eran más o menos lo que hoy llamamos anarquistas. Estas dos circunstancias nos permiten comprender mejor, por una parte, que en el Manifiesto falta alguna idea importante del pensamiento clásico de Marx, y por otra que Marx y Engels hayan sido (quizá intencionalmente o por faltarles todavía claridad a ellos mismos) ambiguos u oscuros en algunos puntos, tal vez con objeto de que los miembros de la Liga de tendencias anarquistas aprobaran el escrito (Bakunin, que 23 años después se separó de la Internacional con los anarquistas, aceptaba el Manifiesto todavía en 1879, fecha en la cual lo tradujo al ruso).

Como se ve, ni siquiera uno de los textos más clásicos del marxismo como es el Manifiesto puede leerse como si fuera una pieza definitiva en todas sus partes y sobre la cual no hubiera ya que volver nunca para comprobar si aún recoge suficientemente la realidad. La persona que se interesa por el estudio del marxismo debe saber desde sus primeras lecturas que el marxismo no puede ser un dogma que se le presenta hecho y acabado, detallado y perfecto.

Algunas de las razones por las que el marxismo no puede verse como un dogma pueden resumirse como sigue:

  1. El marxismo (contra lo que hacen creer los manuales) no es un sistema filosófico para explicarlo todo. Engels, de acuerdo con Marx escribe que la explicación de los hechos del mundo es cosa de cada ciencia (de la economía, de la física, etc…), y que la vieja filosofía, que es como una especie de superciencia que pretende explicarlo todo, incluso las ciencias mismas, será llamada a desaparecer, porque esa pretensión responde en realidad a insatisfacciones humanas que se superarán, como la necesidad de religión. La filosofía tradicional y el dogma son básicamente ideología, no conocimiento. El marxismo, visto como teoría –aunque no es sólo teoría sino también práctica revolucionaria inspirada en ese aspecto teórico-, es la toma de conciencia de la actitud científica, no la suma de todos los conocimientos científicos. La conciencia científica es la clave de la ciencia, pero no es la ciencia.
  2. En segundo lugar, la toma de conciencia de la actitud científica ante la realidad es histórica; depende del grado de conocimiento de la realidad, y por eso cambia.

II. El «núcleo» del Manifiesto

Por lo que hace al concreto periodo histórico en que vivieron los clásicos y vivimos nosotros, -al periodo de la sociedad capitalista burguesa y más en general, el periodo de las sociedades pre-comunistas-, los propios Marx y Engels señalaron lo permanente del marxismo; en el prólogo a la edición inglesa del Manifiesto de 1888 dedicaron unas líneas a definir “la idea básica que constituye su núcleo”.

“Esta idea consiste en lo siguiente: que en toda época histórica el modo de producción e intercambios económicos y la articulación social que de él se sigue constituye necesariamente el fundamento sobre el cual se construye la historia política e intelectual de esa época, que sólo puede explicarse por aquello que, consiguientemente, toda la historia de la humanidad (desde la supresión del orden gentilicio con su posesión colectiva de la tierra) ha sido una historia de lucha de clases, lucha entre clases explotadoras y explotadas, dominantes y oprimidos; que la historia de esas luchas de clases representa una historia evolutiva en la cual se ha alcanzado ahora un estadio en el que la clase explotada y oprimida –el proletariado- no puede liberarse del yugo de la clase explotadora y dominante –la burguesía- sin liberar al mismo tiempo a la sociedad entera, de una vez y para siempre de toda explotación y opresión, de todas las diferencias de clase y de todas las luchas de clase.”

III.- Cuestiones para la discusión

A continuación se irán señalando algunas cuestiones de fondo discutibles hoy. Según el punto de vista y los intereses prácticos de cada lector o grupo de estudio esas cuestiones parecerán más o menos importantes. Por eso la siguiente lista es sólo una indicación de temas o contenidos posibles para la última fase del estudio del Manifiesto.


I. Cuestiones teóricas generales

I.- El papel de los factores sobreestructurales

En el “núcleo” del Manifiesto se dice que el modo de producción que acarrea un modo de estar organizados los hombres socialmente, es la base de su modo de organizarse y vivir políticamente y culturalmente. El problema está en precisar qué quiere decir que la vida política y la vida cultural se construyen sobre la base económico-social. Si se quiere decir que todo lo que hay en la política o en la cultura viene directa e inmediatamente sin rodeos o mediaciones, de la base económico-social, entonces ningún elemento de la política y la cultura (ningún factor sobreestructural) tendría nunca influencia en la base. Pero en el propio Manifiesto se citan al menos dos hechos sobreestructurales (hechos que son en una pieza políticos, técnicos, científicos, militares, ideológicos y religiosos) de los que Marx y Engels dicen que han influido sobre la base, sobre la marcha de la economía burguesa que por entonces se iba haciendo capitalista; esos dos hechos son el descubrimiento de América y la circunnavegación de África. A propósito de ellos puede plantearse la cuestión de la importancia de los factores sobreestructurales (de la política, la ciencia, la técnica, la cultura, la religión, el derecho, etc.) y de su completa (dialéctica) relación con la base.

II.- El comunismo primitivo

En el Manifiesto se dice que toda la historia es historia de luchas de clases. En uno de los prólogos posteriores a su redacción se exceptúa de esta afirmación el llamado comunismo primitivo. La hipótesis del comunismo primitivo permite teorizar sobre el comienzo de la lucha de clases, sobre el comienzo de la historia a partir de la prehistoria. Engels lo hace en el Anti-Düring, del que circulan varias ediciones castellanas de las editoriales Ciencia Nueva, Grijalbo de México, Claridad de Buenos Aires y Editora Política de la Habana, y en El origen de la familia, de la propiedad privada y el estado, editoriales Claridad y el equipo editorial de San Sebastián, y esta cuestión puede dejarse para un ciclo de estudio posterior. Pero ya aquí, en el Manifiesto la cuestión plantea un problema y permite hacer una observación que vale la pena discutir:

El problema consiste en la validez que tenga hoy la hipótesis del comunismo primitivo en la actual ciencia prehistórica, en la antropología y la etnología, a lo que en definitiva hay que atender. Pues Marx y Engels se basaban en los trabajos de Haxthausen, Mayer, y Morgan que tienen más de un siglo de antigüedad.

La observación es que la hipótesis del comunismo primitivo no les fue necesaria a Marx y Engels para formular el “núcleo del marxismo” y que la introducción posterior de esa hipótesis no obliga a rectificar nada, sino que les permitió sólo complementar una tesis sobre la prehistoria. Esto quiere decir que en el marxismo hay hechos comprobados e hipótesis que son más o menos esenciales.

III.- La falta del concepto de plusvalía en el Manifiesto

La teoría marxista de la plusvalía consiste en resumen en lo siguiente: el origen del beneficio de la burguesía capitalista –considerada globalmente como clase y no como empresario por empresario, para simplificar la cuestión- está en el hecho de que el salario que el capitalista paga al obrero representa lo que el obrero necesita para vivir (con familia, etc.) durante la jornada (entendiendo por “salario”, “jornal”). Pero el obrero, como en general la especie humana, es creador mediante el trabajo; crea durante la jornada de trabajo más valor del necesario para alimentarse, vestirse, etc. Y como por la relación capitalista entre el trabajo y el capital, todo el valor que el obrero crea durante la jornada pasa a ser propiedad del capitalista, éste se beneficia de la diferencia entre el valor pagado al obrero (salario) y el valor creado por el obrero durante la jornada. Esta diferencia se llama plusvalía. En la sociedad capitalista el obrero no tiene más remedio que someterse a esta situación porque él carece de los medios de producción -la tierra, las máquinas, las materias primas, etc.- que son propiedad del capitalista. Por eso, a diferencia de la socialdemocracia, el movimiento marxista-leninista se propone, más que suavizar la explotación del obrero sin eliminar el modo de producción capitalista, hacer que los medios de producción pasen a manos de la clase obrera.

La falta de la teoría de la plusvalía en el Manifiesto tiene una importancia distinta que la falta de la hipótesis del comunismo primitivo. El añadido de esta última hipótesis, efectivamente no acarrea ninguna corrección del marxismo del Manifiesto, sino sólo una ampliación no esencial; le permite hablar de la prehistoria además de la historia (lo último es su objetivo esencial) y explicar el comienzo de la historia. En cambio, el añadido de la teoría de la plusvalía acarrea una ampliación esencial y una corrección esencial y una corrección del marxismo del Manifiesto:

La ampliación esencial consiste en que la teoría de la plusvalía permite una explicación del beneficio capitalista y de la acumulación del capital industrial, cuestiones esenciales para comprender el funcionamiento de la economía capitalista y que faltan en el Manifiesto.

La corrección es que ya no puede decirse, como dice el Manifiesto que el obrero venda trabajo al capitalista por el salario; lo que vende es fuerza de trabajo, o sea, su capacidad creadora de valor nuevo durante la jornada.

IV.- La alienación

En el capítulo III del Manifiesto al hablar del socialismo alemán, Marx y Engels rechazan que los problemas sociales o básicos se consideran filosóficamente (véase lo dicho más arriba a propósito de la filosofía tradicional). Y así, rechazan por ejemplo, el tema de la alienación. Este tema es hoy muy discutido entre los marxistas; unos de ellos piensan que se trata de un resto idealista (procedente de Hegel) en Marx. Otros piensan en cambio, que es un tema esencial al marxismo. Por esa división los ideólogos antimarxistas que escriben sobre Marx, han encontrado aquí un terreno muy adecuado para crear confusión y división en el movimiento revolucionario (especialmente entre las fuerzas de cultura, estudiantes, etc.). Naturalmente, no se consigue nada si frente a esos intentos se contrapone sólo una mera ignorancia del problema.

El enfoque del tema de la alienación en los textos clásicos del marxismo es en resumen el siguiente:

  • Antes del Manifiesto: Marx ha hablado de alienación en el sentido general siguiente: el hombre ha estado siempre sometido, como si fuera fuerzas por completo independientes a él, a cosas que él mismo crea, como son las relaciones interhumanas (la organización económico-social y política, las ideas religiosas, las ideas morales o jurídicas y también los productos de su trabajo. Aunque son obra suya, las creía y las sigue creyendo poderes externos independientes que mandan sobre él; a eso se llama estar alienado[2].
  • En el Manifiesto: Marx y Engels se desentienden de consideraciones filosóficas tan generales, y ven en los autotitulados socialistas alemanes que se ocupan de ellos como los únicos o los más importantes del socialismo unos paralizadores de la acción socialista concreta. Hoy puede decirse lo mismo de la mayoría de los filósofos antimarxistas que escriben sobre el tema de la alienación (como el libro del jesuita Calvez).
  • Después del Manifiesto: Marx (en el libro I del Capital, habló de un fenómeno por él descubierto al que llama “fetichismo de la mercancía” que consiste en los siguiente: cuando un producto de la actividad humana –un pan, por ejemplo- pasa al mercado, cobra en el mercado un valor de cambio que es un valor abstracto, una relación matemática del cambio de ese producto por otros. Esa cantidad abstracta puede expresarse en dinero; por ejemplo, el pan vale 5 ptas. El valor de cambio no coincide con el valor de uso que es el valor nutritivo, estético, moral, etc. Del pan, desde las calorías que da a quien se lo coma, hasta sus cualidades de sabor, tacto, etc. El producto humano dotado de valor de cambio se llama mercancía y la economía en que los productos parecen de manera general como mercancías se llama economía mercantil. Pues bien: las mercancías a pesar de ser obra de los hombres, está regida por leyes que son independientes de la voluntad de quienes han producido los bienes, así como independientes de la voluntad de los consumidores, de quienes aprovechan su valor de uso; esas leyes son a menudo incluso contrarias a su voluntad.

La sociedad burguesa y especialmente la capitalista generalizan la economía mercantil, mercantilizan casi todas las relaciones humanas: hasta la prestación de un médico, de un sacerdote, de un artista se convierte en una mercancía. El valor de cambio penetra incluso en estas relaciones tan directamente personales. Por eso la sociedad capitalista presenta en general las relaciones entre persona como regidas por las leyes objetivas de la mercancía independientes de la voluntad de esas personas. El producto humano convertido en mercancía se ha vuelto un “fetiche” como el fetiche del salvaje primitivo, la mercancía está producida por el hombre, pero el hombre se somete a ella como el primitivo al fetiche. El mundo humano dominado por el fetiche-economía, se “fetichiza” todo él y el hombre que en él viva es un “fetichista” a la fuerza.

Este breve repaso permite seguramente pensar que se equivocan los marxistas que consideran el tema de la alienación como no marxista. En todo caso, es hoy un punto de discusión importante.

V.- El igualitarismo

Se entiende por igualitarismo la aspiración a la igualdad, pero hay que precisar. La desigualdad existente puede ser de tipo natural (unos más listos o fuertes que otros) o social (diferencias de clases). Por el texto del Manifiesto puede verse que el comunismo marxista pretende destruir las sociedades divididas en clases, pero que no ha sido igualitarista en el sentido acientífico anarquizante ni siquiera en sus comienzos.


II. Análisis de la sociedad capitalista

Es probable que en 1847-1848 Marx y Engels no creyeran que la sociedad capitalista consiguiera resistir durante tanto tiempo como está resistiendo. El hecho de que Lenin tuviera que señalarse a sí mismo la tarea de escribir sobre la estructura económica de tendencia monopolista de finales del siglo XIX y actual, es un indicio bastante convincente de ello. Por esta razón en análisis de la sociedad capitalista que hay en el Manifiesto no corresponde suficientemente con la situación de la sociedad de hoy. Marx y Engels, al suponer poca vida al capitalismo, no previeron seguramente fases de desarrollo y rasgos del mismo que quizá ya se podían percibir en la segunda mitad del siglo XIX. Por eso la ideología burguesa dispone en este campo, el del análisis de la sociedad capitalista y su evolución, de una serie de conceptos de propaganda cuya consideración es útil para el desarrollo del marxismo.

I. Las dos clases únicas

El Manifiesto afirma que la sociedad capitalista tiende a dividirse en dos clases únicas, la capitalista y la proletaria. A esto se opone hoy la ideología burguesa y en general conservadora con dos afirmaciones principales: la primera es una simple confusión de conceptos, pero la segunda es más seria.

  • La primera es que los obreros muy calificados de las industrias más adelantadas, que a veces “tienen coche”, al igual que los empleados (trabajadores de la banca, de las oficinas, etc.) constituyen una nueva clase media; que los técnicos y los funcionarios constituyen otra; o se dice que “el conflicto social se ha desplazado de la producción al consumo”. Todas estas afirmaciones se basan en un concepto de clase que no es el marxista. Una clase es, según el concepto marxista, un conjunto de individuos definido por su relación con los medios de producción. Y ni los obreros “con coche”, ni los empleados, han alterado sus relaciones con los medios de producción; éstos siguen siendo propiedad del capital. Y tampoco altera este hecho el aumento del consumo cuando se produce.
  • La segunda objeción, la más importante, es la siguiente: la gran industria capitalista desarrolla la necesidad de pequeñas industrias a veces artesanales, no capitalistas propiamente dichas. Por ejemplo, electricistas, fontaneros, etc. Estos artesanos constituyen una tercera clase intermedia; son en efecto, propietarios de los medios de producción que ellos mismos usan; pero éstos no son suficientes para explotar la fuerza de trabajo ajena de un modo considerable y permanente; luego no son capitalistas.

La cuestión es si esta situación puede ser duradera y compatible con el progreso de la economía capitalista, o si no es más bien un residuo anticuado. Ya hay grandes empresas de servicios técnicos y hasta científicos, o compañías capitalistas que suplen trabajos anteriormente artesanales del tipo pintado, albañilería, empapelado, reparaciones eléctricas, etc. Por otra parte, el estado burgués probablemente puede mantener de un modo artificial pequeñas empresas artesanales, como mantiene artificialmente en muchos países la existencia del pequeño propietario agrario. Pero esto último es un gesto político, no económico que constituye un freno a la producción capitalista misma.

La confusión posible en esta cuestión es la siguiente: una cosa es que con la gran industria capitalista y su evolución, sea naturalmente compatible con una industria artesana, cuyos miembros formarían efectivamente una clase media entre el proletariado y la clase capitalista, y otra cosa es que con la gran industria y su evolución sean compatibles industrias pequeñas o menores, pero también capitalistas, pues en este caso no hay una tercera clase, sino una capa especial de la burguesía capitalista tal vez con más matices y complicaciones de las previstas por los clásicos del marxismo.

Por último, debe observarse que las tesis marxistas al respecto, las tesis de las dos clases únicas, son lo que se llama “leyes de tendencia” o simplemente “tendencias”. Las cosas que afirman las ciencias sociales son diferentes de las que afirman las ciencias formales como por ejemplo la geometría; en geometría una línea no puede ser más o menos recta, sino que es recta o no lo es; una sociedad capitalista en cambio, puede serlo en más o en menos, esto es, las relaciones de producción capitalistas, aparte de ser predominantes, pueden entrar en más o menos zonas de la vida social. Así, en nuestro país, la entrada masiva de los monopolios en el sector de los servicios (el turismo, por ejemplo), es relativamente reciente.

II. El estado burgués como administrador de los intereses de la burguesía

Esta tesis sugiere una discusión acerca de los siguientes puntos:

  • En qué medida la lucha de la clase obrera en los últimos ochenta años perturbe esa función del estado burgués.
  • En qué medida la división de la misma burguesía en capas y grupos de interés (por ejemplo, propietarios agrarios, propietarios industriales, rentistas…) hace indirecta esa función del estado, es decir, impide que el estado burgués pueda ser un administrador eficaz de todos los intereses de todas las capas burguesas al mismo tiempo.
  • En qué medida el tránsito del capitalismo competitivo al capitalismo monopolista afecta a esa función del estado, es decir; si el sector monopolista predomina sobre todos los demás sectores burgueses, en qué medida el estado puede hacerse eco de los intereses del sector no monopolista y ser “democrático” para toda la burguesía.

III. El cambio en la sociedad burguesa

La tesis del Manifiesto según la cual es característico de la sociedad capitalista un cambio rápido en la producción misma puede parecer contradictoria con el “núcleo del Manifiesto, que supone que un cambio en las relaciones de producción es un cambio de toda la base social.

En realidad, las relaciones de producción de la época burguesa están cambiando constantemente por la aparición de técnicas, materias primas, etc., nuevas. Estos cambios son generalmente en cantidad (por ejemplo, aparición de nuevas ramas industriales, o cambios en la proporción entre capitalistas y obreros en una base determinada). Cada uno de estos cambios por sí sólo no altera el cuadro general de la relación de producción básica que se refiere a la disponibilidad de los medios de producción (los bienes que sirven para producir otros) y a la apropiación consiguiente del producto. Cada clase sigue en la misma relación en que estaba con los medios de producción. Pero en la economía capitalista, en parte por la liberación parcial de la ciencia que es uno de los logros de la civilización burguesa, se producen muchas innovaciones técnicas y por el principio del beneficio se suelen aprovechar casi todas. Sin embargo, la acumulación rápida de cambios cuantitativos tiende a preparar un cambio cualitativo. Esta cuestión tiene mucha importancia a propósito de las perspectivas de la automoción en la economía socialista. Con todo, en la discusión de este punto no debe olvidarse que los cambios sociales cualitativos, aunque tengan el terreno preparado por cambios en la técnica, etc., precisan de voluntad social para llegar a producirse plenamente.

IV. La pauperización

Este tema, uno de los más discutidos hoy se ha enriquecido y ahora se distingue entre:

  • Pauperización absoluta es el hecho de que el obrero gane cada vez menos en valores de uso (salario real) que determina la posibilidad de adquirir los bienes, los valores de uso.
  • Pauperización relativa; el hecho de que el obrero aunque gane cada vez más (incluso en salario real) vea aumentar su salario real menos de lo que aumenta la productividad de su trabajo. Y como es ésta la que determina las necesidades humanas de cada época (pues también las necesidades dependen de la época, por ejemplo, la necesidad de instrucción hace mil años y hoy), el obrero, pese a ganar más es cada vez menos capaz de conseguir los bienes que se van haciendo necesarios para la vida en un mundo de mayor productividad del trabajo.

La discusión de estos temas en el Manifiesto (al final del capítulo primero) contiene una presentación muy interesante del problema que no ha sido estudiada como merece. Se dice que en el fondo, la burguesía “no es capaz de dominar porque no es capaz de asegurar a su esclavo su existencia”. Y Marx y Engels añaden que el sistema capitalista obliga a la clase dominante al comportamiento siguiente respecto del proletariado: se le deja decaer, pero luego se llega hasta el punto en que la burguesía es la que tiene que mantener a extensos sectores del proletariado (numerosas personas que no producen: parados, mujeres en parte… pensar en lo que Marx llamó posteriormente “ejército industrial de reserva”) en lugar de ser mantenida por ellos.

Esto se hace por ejemplo, mediante gastos para el mantenimiento de instituciones asistenciales, etc. Estos gastos no están justificados económicamente; desde este punto de vista son un despilfarro. Pero sí están justificados para la burguesía políticamente; se trata de unos pagos para evitar que se produzca una revolución.

Esta idea tiene mucho interés tanto para interpretar hechos actuales como los seguros de paro, etc., como para hacer previsiones sobre la transformación técnica nueva que hoy se está produciendo en el mundo. Por ejemplo, volviendo a la cuestión de la automatización; ¿podrá el capitalismo mantener con gastos políticos a las grandes masas de fuerza de trabajo que probablemente liberará la automatización, (lo que se llama “desempleo tecnológico”)? ¿O será eso demasiado antieconómico para resultar compatible con el principio del beneficio capitalista? ¿Podrá por tanto realizar la transformación técnica de la automatización la sociedad capitalista hasta sus últimas consecuencias?

V. La economía capitalista pone la explotación al descubierto

Esta idea del Manifiesto, como la que se señala en el número 6 a continuación, corresponde sólo a una situación que la sociedad capitalista ha superado ya. El capitalismo ha puesto a punto técnicas de propaganda y publicidad de manipulación masiva, que encubren con bastante eficacia el carácter directo de la explotación del trabajador asalariado. Precisamente hoy es tarea de los grupos revolucionarios proponerse poner la explotación al descubierto.

VI. El obrero industrial no necesita aprender nada

En las industrias más adelantadas que han llegado a nacer todavía en la sociedad capitalista, por lo menos, se ha dado un desarrollo de la técnica que hace falsa esa afirmación. En ellas los trabajadores han de saber bastantes cosas.


III. Problemas del paso al comunismo

I. Toma y ejercicio del poder por la clase obrera

En el Manifiesto no se dice prácticamente nada sobre la toma del poder por la clase obrera y muy poco acerca del ejercicio del poder por ella. Hablan de medidas dictatoriales, pero no (todavía) de un cambio total en la organización del estado. De esto último hablaron a partir de 1871 (por la experiencia de la comuna de París), sobre todo en las obras de Marx La guerra civil en Francia (editada por Ricardo Aguilera de Madrid) y la Crítica del Programa de Gotha. La cuestión pues, es histórica y depende de la situación en cada época. Lenin la examinó para su época en su trabajo El estado y la revolución. Es de mucho interés plantearse cuál es hoy la situación al respecto y si es o no lo mismo en todos los países.

II. Familia – Moral – Cultura

Lo que la sociedad comunista tiene que hacer con las relaciones correspondientes, es decir, liberarlas de todo carácter no personal, no humano (por ejemplo, en el matrimonio o en la esclavitud económica de los hijos respecto de los padres), y hacerles libres y puramente humanos. El Manifiesto es muy oscuro sobre este punto, probablemente por falta de maduración del problema. Así por ejemplo, el Manifiesto presenta al proletariado desligado del pasado cultural, como si no tuviera nada que ver con las conquistas de la humanidad bajo la dominación de otras clases (por ejemplo, una de esas conquistas es la ciencia). Este es hoy un punto de discusión importante también.


Bibliografía

I. Bibliografía marxista en la España actual

Se ha tratado de reunir la lista de los principales textos de Marx y Engels que pueden adquirirse hoy en las librerías españolas. Resulta conveniente dirigirse a las grandes librerías donde es probable que haya existencias de los mismos o bien encargarlos si no es así; para ello basta indicar al librero el título y la editorial de referencia y acaso para mayor seguridad el lugar de la publicación.

En la lista que sigue se indican los precios de las obras (que pueden haber variado levemente), precio que en algunos casos va seguido de la indicación apr. (aproximadamente) cuando no se tiene la absoluta certeza de los mismos.

II. Obras de Marx y Engels

Marx, Crítica de la filosofía del estado de Hegel, México, Ed. Grijalbo 1968

Marx, La Sagrada Familia y otros escritos juveniles, México, Grijalbo 250 pts. apr.

Marx – Engels, La ideología alemana, México, Grijalbo 1970, 400 pts.; texto en catalán Barcalona Edicions 62 (col. l’Escorpí), 50 pts.

Marx, Manuscritos: economía y filosofía, Madrid, Alianza Editorial, 50 pts.

Marx – Engels, El Manifiesto Comunista, México, Grijalbo (Col. 70), 90 pts. Otra edición con prólogos e introducciones, México, Compañía General de Ediciones, 1966, 200 pts. apr.

Marx, Trabajo asalariado y capital, Madrid, Ediciones Ricardo Aguilera, 1968.

Marx, Salario, precio y ganancia, Madrid, Ed. Ricardo Aguilera, 1968, 60 pts.

Marx, Trabajo asalariado y capital y Salario, precio y ganancia (en un solo volumen) San Sebastián, Equipo Editorial, 1968, 60 pts.

Marx, La lucha de clases en Francia, Madrid, Ed. Ciencia Nueva, 1967.

Marx, El 18 Brumario de Luis Bonaparte, Barcelona, Ariel Quincenal, 50 pts.

Marx, Revolución en España, Barcelona, Ariel Quincenal, 50 pts.

Marx, Revolución y contrarrevolución en Alemania, México, Ed. Grijalbo, 90 pts.

Marx, Cartas a Kugelman (en catalán) Barcelona, Ediciones 62 (Col. l’Escorpí), 50 pts.

Marx, Anti-Düring, Madrid, Ed. Ciencia Nueva, 1968, 60 pts. Hay otras ediciones de la editorial Claridad de Buenos Aires y de la Editora Política de La Habana que se encuentran ocasionalmente en las librerías. Sus precios oscilan entre los dos citados.

Marx, Formaciones Económicas precapitalistas, Madrid, Ed. Ciencia Nueva 1967, 60 pts.

Marx, El Capital (3 volúmenes) México, Fondo de Cultura Económica, 1710 pts.

Engels, El origen de la familia, de la propiedad privada y del estado, Buenos Aires, Ed. Claridad, 1964, 160 pts. otra edición Progreso, Moscú, Perú, 110 pts. Agotada la edición que publicó Equipo Editorial de San Sebastián al precio de 50 pts.

Engels, L. Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, Madrid, Ed. Ricardo Aguilera, 30 pts.

Engels, Del socialismo utópico al socialismo científico, Madrid, Ed. Ricardo Aguilera, 1969, 30 pts.

Marx-Engels, Cartas sobre El Capital (en catalán) Barcelona, Edició de Materials, 250 pts.

II. Extractos – Fragmentos – Antologías – Otros

K. Marx, Teoría Económica (en catalán), Barcelona, Ed. 62, 195 pts.

K. Marx, Sociología i filosofía social (en catalán), Barcelona, Ed. 62, 195 pts.

F. Engels, Temas militares, San Sebastián, Equipo Editorial, 1968, 150 pts.

K. Marx, Escritos económicos varios, Grijalbo, México 1962, 400 pts.

F. Engels, Escritos: historia, economía, crítica social, Barcelona, Ed. 62, 1969, 300 pts.

Marx – Engels, Escritos sobre arte, Barcelona, Ediciones 62, 1969, 150 pts. apr.


Notas

[1] Si se tiene ocasión de estudiar con algún detalle este periodo de la historia de Europa debe hacerse como estudio importante para comprender mejor las circunstancias en las cuales cristalizó casi definitivamente el pensamiento de Marx; los años 1830 y 1848 constituyen un último periodo revolucionario burgués, en el cual hace sus primeros actos de presencia revolucionaria la clase obrera como tal, es decir, con conciencia de ser clase y con perspectivas políticas distintas a las de sus ocasionales aliados. Sobre la revolución de 1848 en Francia puede verse el libro de Karl Marx La lucha de clases en Francia, editorial Ciencia Nueva de Madrid.

[2] Puede verse al respecto: K. Marx, Manuscritos: economía y filosofía, publicado por Alianza Editorial de Madrid. Ha de observarse que en su juventud Marx daba poca importancia a las relaciones económicas que apenas había estudiado aún.

[3 Nota de Rebelión] Esta biografía se refiere a 1972 (fecha de la edición por el PSUC), incluso en algunas referencias se indica que la bibliografía es de 1956-1957. La mayoría de estos textos pueden encontrarse en el Archivo Marx-Engels.

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