Cuando cayó el Muro de Berlín, símbolo de la caída del socialismo, y la globalización se impuso, parecía no haber respuestas y que el capitalismo neoliberal era único e indestructible. Entonces surgió el Foro Social Mundial con su consigna esperanzadora: «otro mundo es posible». Ahora que existe una crisis generalizada: financiera, ambiental, política, ética, se […]
Cuando cayó el Muro de Berlín, símbolo de la caída del socialismo, y la globalización se impuso, parecía no haber respuestas y que el capitalismo neoliberal era único e indestructible. Entonces surgió el Foro Social Mundial con su consigna esperanzadora: «otro mundo es posible».
Ahora que existe una crisis generalizada: financiera, ambiental, política, ética, se hace más urgente esa frase, y, sobre todo, el aterrizarla en propuestas concretas. Otro mundo es posible, sí. Pero cuál es ese mundo que soñamos, cómo vamos a construirlo, quiénes lo haremos y cuándo lo haremos, dónde están las reservas humanas del futuro.
El IX Foro Social Mundial que acaba de terminar en Belem do Pará, Brasil, tenía entonces, más que nunca, el desafío y la oportunidad histórica de responder a esas preguntas. Después de casi una década de sucesivas ediciones, era ya el momento de dar el paso adelante y pasar, por fin, de la protesta a la propuesta.
Pero no lo hizo: nuevamente, como en años anteriores, cada grupo o red se limitó a debatir su temática puntual: feministas, ambientalistas, sindicalistas, etc. Cada quien hizo su taller para poder rendir el informe narrativo y económico a su entidad cooperante, sin preocuparse por escuchar a los demás, sin articular demandas y mucho menos propuestas, sin cuestionar el modelo global en crisis. Concentrado solo en su propia agenda y siempre sin salirse de los marcos del sistema (no vayan a perder la cooperación por subversivos).
Solo hubo un sector capaz de definir todas esas crisis en una sola: el movimiento indígena, que habló de una crisis civilizatoria y además planteó alternativas de solución a ella: frente a la crisis política de la democracia representativa y su Estado liberal, el Estado Plurinacional; frente al cambio climático y la amenaza de hecatombe ambiental, el reconocimiento y respeto de los derechos de la naturaleza; frente a la crisis económica y financiera, el Buen Vivir: en armonía entre los hombres y con la naturaleza, produciendo para satisfacer las necesidades de todos y no para enriquecer a unos pocos.
Estas son propuestas y aportes no solo para los pueblos indígenas sino para la humanidad en su conjunto. Por ello lograron que su convocatoria a una Movilización Global en Defensa de la Madre Tierra para el 12 de octubre de este año fuera incluida en la Declaración de la Asamblea de los Movimientos Sociales, pese a que hubo algunos que quisieron reducir la propuesta a una declaración del 12 de octubre como Día de la Madre Tierra.
Mi presencia en el Foro Social Mundial evidenció, es mi obligación decirlo, que hay exclusión entre los excluidos. Porque se supone que éste es un espacio de los movimientos sociales que sufren las tropelías del modelo y se resisten a él. Pero, en lugar de articularse, defiende cada uno su espacio y su agenda, non plus ultra.
Mientras se resisten a articularse y a construir propuestas colectivas, miran con ojos paternalistas (que es una forma excluyente) a quienes sí se atreven a hacerlo. En su afán reduccionista, siguen refiriéndose a los pueblos indígenas como «el nuevo actor político que sólo en la última década viene cobrando protagonismo…». Mentira, los pueblos indígenas existen desde hace miles de años, mucho antes de las colonias y de las actuales repúblicas, y hace más de 500 años que vienen resistiendo y ofreciendo sus propuestas de Estado Plurinacional, armonía con la naturaleza y Buen Vivir.
¿Son estas alternativas excluyentes? No. Y tampoco es que los pueblos indígenas quieran ser «incluidos» (hace cinco siglos que pelean contra eso) o «incluir» a los demás en sus propuestas. Lo que quieren es seguir contribuyendo y avanzando en los procesos de articulación del movimiento social. Por eso, para eso, participan en los Foros Sociales.
Por eso y para eso deben ser los Foros Sociales: para construir alternativas desde los movimientos sociales, sin sectarismos, medias tintas ni hipotecas que solo alimentan al sistema en crisis, al fragmentarnos y evidenciar carencia de propuestas. Si no lo hacemos así, no valdría la pena hacer un X FSM, porque ¿para qué gastar tiempo y recursos en reunirnos si no vamos a los foros sociales para empezar a construir ya esos otros mundos posibles y urgentes?
Wilwer Vilca Quispe, es miembro del Consejo Consultivo de la Coordinadora Andina de Organizaciones Indígenas – CAOI