Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
El 19 de agosto un avión Poseidon P-8 estadounidense de recolección de inteligencia volaba en una misión de vigilancia electrónica a 217 kilómetros al este de la isla china Hainan cuando fue interceptado por un caza chino. El P-8 estaba bastante dentro de la Zona Económica Exclusiva de China, que se extiende como todas las ZEE hasta 370 kilómetros y no había motivo para que estuviera allí aparte de espiar a China. Los chinos enviaron un caza J-11B para controlar al avión espía y el piloto hizo de las suyas. Voló hasta una distancia mínima del P-8 y realizó algunas hábiles maniobras, incluyendo una vuelta de barril, con una destreza acrobática que la Casa Blanca calificó de «provocación profundamente preocupante». Por lo tanto, hablemos de provocaciones.
El caza chino se encontraba a 370 kilómetros de la costa sur de China. El avión espía de EE.UU. estaba a 12.000 kilómetros de la costa oeste de EE.UU. (Incluso Hawái está a 10.000 kilómetros de Hainan.) Pero si los chinos llegaran a enviar un avión espía para que volara a esa distancia de California y fuera detectado registrando transmisiones de, digamos, la base de ensayo de armas en Point Mugu a 80 kilómetros por la costa desde Los Ángeles, ¿imaginamos que esto podría ser descrito por Washington como una «provocación profundamente preocupante»? Por cierto lo sería y tendrían razón.
Y fue ciertamente una provocación cuando un avión ISR (acrónimo en inglés para inteligencia, vigilancia y reconocimiento) realizó una operación de espionaje teniendo como objetivo el equipo de señales de inteligencia de China en la base militar Lingshui en la costa sur de Hainan. Comprensiblemente, a China no le gusta ser espiada y ordenó que saliera un piloto de caza a divertirse y dar un susto de muerte a la tripulación del P-8, lo que parece haber hecho con bastante éxito.
Hubo una pizca de suave crítica en algunos medios extranjeros por el hecho de que el P-8 estuviera en una misión de espionaje tan cerca de China pero fue frívolamente desechada por el Pentágono que declaró altivamente que «se pueden realizar actividades militares dentro de la Zona Económica Exclusiva de otra nación como ejercicio de las libertades de navegación y sobrevuelo». Por lo tanto ¿podemos suponer que si algún día el cielo de mar adentro de EE.UU. está moteado de aviones de inteligencia electrónica chinos y rusos en misiones dentro de 217 kilómetros de su costa no habrá quejas de Washington?
En ningún sitio de la Parte V de la Convención de la ONU sobre la Ley del Mar que define las responsabilidades de los países respecto a las Zonas Económicas Exclusivas existe alguna mención de la palabra «militares». Y «sobrevuelo» aparece pero solo una vez, en el sentido de que debería haber «libertad de sobrevuelo», con la advertencia de que «alta mar [y por inferencia el aire sobre ésta] debe reservarse para propósitos pacíficos». Pero la deliciosa ironía -el chiste absoluto- es que el Senado de EE.UU. se niega a ratificar la Convención. Pero tal vez no informaron al Pentágono cuyo portavoz, el contraalmirante Kirby, declaró que las travesuras del piloto chino al interceptar el P-8 fueron «poco profesionales» lo que yo apostaría a que provocaría un ataque de risa de los homólogos del piloto en la Armada de EE.UU., porque cada uno de ellos, sin excepción, adoraría la oportunidad de hacer una vuelta de barril a 15 metros sobre un pesado avión Poseidon-8, cuyos pilotos son considerados con un genial aire de condescendencia por todo piloto de caza digno de su nombre.
En un curioso incidente paralelo en el Mar Báltico, exactamente un mes antes del fandango en Hainan, otro avión de guerra electrónica de EE.UU. (están por doquier) espiaba a Rusia, que envió un caza para obligarlo a abandonar su costa. Se informó de un funcionario estadounidense quien dijo «la tripulación del avión espía se preocupó tanto del rastreo por radar que quería salir del área lo más rápido posible» y el piloto solicitó el sobrevuelo de territorio sueco. Éste fue rechazado por el controlador sueco de tráfico aéreo, pero el piloto estadounidense no prestó atención a la orden de abstenerse de entrar en espacio aéreo extranjero y voló sobre la isla sueca de Gotland, que tiene una base aérea en Visby en la costa oeste y una estación de radar en Furillen al otro lado.
Esta flagrante violación de la soberanía de Suecia no atrajo demasiada crítica porque Suecia se ha alejado de la valerosa neutralidad que otrora mantenía. Ahora es miembro de la «Asociación para la Paz» de la OTAN, una entusiasta alianza antirrusa que involucra «virtualmente cada campo de actividad de la OTAN, incluyendo el trabajo relacionado con la defensa, reforma de la defensa, política y planificación de la defensa, relaciones civiles y militares, educación y entrenamiento, cooperación y ejercicios entre militares», El semipsicótico secretario general saliente de la OTAN (el «Comandante Supremo Aliado», quien decide, es siempre un general estadounidense), Anders Fogh Rasmussen, declaró en enero que Suecia es «uno de los socios más activos y efectivos de la OTAN, y ahora tenemos una verdadera oportunidad de hacer que nuestra cooperación sea aún más fuerte», mientras en Ucrania la alianza de la OTAN «planea más ejercicios conjuntos, más cooperación y ayuda a largo plazo para modernizar las fuerzas armadas ucranias y el sector de seguridad ucranio».
Por lo tanto todos sabemos dónde estamos y Rusia se da cuenta de que no existe la menor esperanza de acercamiento con EE.UU. y la OTAN por su actitud de rígida confrontación. La Segunda Guerra Fría se acerca y la OTAN, dirigida por EE.UU., ansía calentarla.
La conferencia de la OTAN en Gran Bretaña en septiembre fue una juerga absurda de poses de provocación en la cual, entre otras bravatas contra Rusia, se decidió crear «una fuerza de reacción rápida de varios miles de soldados para proteger a miembros europeos orientales contra una posible agresión rusa. La fuerza, que estará compuesta de soldados suministrados por Estados miembros sobre una base rotativa, podría ser desplegada dentro de 48 horas». Y me reí a carcajadas, como sin duda lo hizo Putin.
No va a haber ninguna «agresión rusa» contra alguna nación de la OTAN. No ha habido ninguna «agresión rusa» contra nadie. Moscú aprobó racionalmente un plebiscito pacífico en Crimea que condujo a un acceso enteramente legal, democrático y popular a Rusia sin la pérdida de una sola vida. Moscú apoya ahora a la población rusohablante, de cultura rusa y rusófila de algunas partes de Ucrania oriental, que por miles ha tenido que huir de la persecución del gobierno de Kiev. Pero EE.UU. y la OTAN no están de acuerdo con esto y han buscado un enfrentamiento que no pueden ganar, sea a través de sus necias sanciones ni -lo que es mucho más preocupante- en el campo de batalla.
El Pprimero ministro del Reino Unido, Cameron, declara respecto a Putin y Ucrania que «no podemos permitir que se apodere de todo el país». Pero se niega a ver que Putin no quiere Ucrania. ¿Quién en este mundo la querría? (La UE ciertamente no la quiere). Es un desastre económico corrupto y caótico. Si Rusia invadiera y ocupara ese lugar, lo que podría hacer fácilmente, tendría en sus manos un vasto, costoso e insoluble problema de seguridad interior, y no lo desea. Todo lo que Rusia quiere es justicia para los habitantes de cultura rusa en las regiones orientales: nada menos -y nada más- Y la obtendrá.
La actual postura de provocación y bravuconería por parte de EE.UU. y la OTAN es peligrosa y potencialmente catastrófica. El insustancial y artificial enfrentamiento con Rusia es mucho más serio que los irritantes incidentes en los cuales sus aeroplanos espías realizan provocaciones cerca de instalaciones reservadas de otras naciones. Involucra a unos pocos políticos incompetentes (que son increíblemente impopulares en sus propios países) que formulan amenazas contra una nación orgullosa a la que casi le basta su arrogancia. Resoplando y haciendo posturas contra Rusia podrá tener el objetivo de impresionar a sus audiencias nacionales, pero existe un límite para la paciencia rusa. La OTAN es ciertamente un mal chiste -humillada por su derrota en Afganistán por parte de unos pocos miles de guerrilleros variopintos- pero esa gente está jugando con fuego. Y el peligro para todos nosotros es que sus arrogantes fanfarronadas podrían incendiar el mundo.
Brian Cloughley es un exsoldado que escribe sobre temas militares y políticos.
(Copyright 2014 Brian Cloughley)
Fuente: http://www.atimes.com/atimes/China/CHIN-01-080914.html