Aunque la tasa de desempleo urbano en América Latina y el Caribe alcanzó el nivel más bajo de los últimos años y continuó descendiendo por quinto año consecutivo, persiste la brecha de género en el acceso al empleo al punto que la tasa de desocupación entre las mujeres de la región es 1.6 veces mayor […]
Aunque la tasa de desempleo urbano en América Latina y el Caribe alcanzó el nivel más bajo de los últimos años y continuó descendiendo por quinto año consecutivo, persiste la brecha de género en el acceso al empleo al punto que la tasa de desocupación entre las mujeres de la región es 1.6 veces mayor que la de los hombres.
Esta es una de las principales novedades que trae el Panorama Laboral 2007 publicado por la Oficina Regional de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) con sede en Lima y que fue presentado a la prensa a fines de enero. Está basado en el análisis de la situación del empleo y condiciones de trabajo de quince países de la región.
La medición del desempleo urbano durante los tres primeros trimestres de 2007 arrojó una tasa de 8.5 por ciento, mientras que igual periodo en 2006 la tasa fue de 9.1 por ciento. No obstante, eso implica que en la región hay todavía 17 millones de personas de la población económicamente activa (PEA) desocupadas, dijo Francisco Verdera, especialista en temas de empleo de la OIT.
Las mujeres, los jóvenes y las minorías étnicas son las más perjudicadas por la falta de empleo. «La tasa de desempleo de los jóvenes es casi tres veces que la tasa de los adultos», precisó Mónica Castillo, especialista en trabajo decente y análisis laboral.
«La discriminación y la falta de oportunidades de empleo de calidad afectan con mayor severidad a las mujeres indígenas y afrodescendientes quienes tienen mayores obstáculos para salir de la pobreza y proporcionar bienestar a sus familias», señaló José Luis Daza, Director de la Oficina Subregional de la OIT.
El especialista subrayó que la diversidad de conocimientos, capacidades, redes sociales y demás atributos de los grupos étnicos de la región constituyen una verdadera riqueza que no es aprovechada y que debería considerarse como parte del capital social de la región.
Según la OIT, en la región habitan 58 millones de personas pertenecientes a diversos grupos indígenas y 174 millones de afrodescendientes. Los países que albergan mayor cantidad de población indígena son Bolivia, con 50 por ciento de su población total, y Guatemala, con el 39,4 por ciento. En el caso de los afrodescendientes, Brasil con 44.7 por ciento y Cuba, con 34.9 por ciento ostentan los primeros lugares, precisa el informe.
La situación de estos dos segmentos poblacionales es tan grave que ha merecido un capítulo especial de análisis en el panorama laboral de este año. En él, se analiza la situación laboral que confrontan mujeres y hombres indígenas y afrodescendientes en siete países (Bolivia, Brasil, Chile, Cuba, Ecuador, Guatemala, Perú y Uruguay).
Entre otras cosas, afirma el informe que los afrodescendientes se encuentran entre los grupos más desfavorecidos de la región pues «tienen bajos niveles educativos, limitado acceso a la protección social, empleos precarios y una mayor probabilidad de que sus ingresos estén por debajo de la línea de pobreza».
En cuanto al incremento en el mercado de mano de obra femenina, el informe indica que este fenómeno, común a la mayoría de países de la región, se registra entre las mujeres indígenas de Bolivia y Chile, y entre las indígenas y afrodescendientes de Brasil, mientras que en Ecuador y Guatemala la tasa de participación femenina disminuyó en el último año.
Sin embargo, en todos los países analizados las tasas de actividad femenina se mantuvieron en niveles inferiores a las registradas por los hombres, trátese o no de poblaciones indígenas o afrodescendientes.
Su bien en promedio la tasa de participación femenina fue 30 por ciento menor a la de participación masculina, en Guatemala, la participación femenina indígena fue 66 por ciento menor a la de sus pares masculinos indígenas. Perú, por el contrario, estuvo por encima del promedio, con una participación femenina indígena de 13.4 por ciento menor a la masculina, y Brasil mantuvo el promedio de 30 por ciento de participación femenina afrodescendiente.
En cuanto al desempleo abierto, el estudio de la OIT encontró que en Bolivia, Guatemala y Perú, la tasa de desempleo indígena fue menor a la no indígena, mientras que Brasil, Chile, Ecuador y Uruguay, la tasa de desempleo de las minorías indígenas o afrodescendientes fue más alta.
Sin embargo, al analizar el desempleo en función del género, se ratifica que las mujeres -sean indígenas, afrodescendientes o de otro grupo étnico- enfrentan mayores dificultades para insertarse en el mercado laboral.
Así, mientras que la tasa de desempleo de las mujeres no indígenas ni afrodescendientes superó en más de 60 por ciento a la contraparte masculina, entre las mujeres indígenas y afrodescendientes, la brecha fue 85 por ciento en promedio en todos los países analizados.
«Esto significa que, en promedio, las brechas en la tasa de desempleo por género fueron mayores que las diferencias por etnicidad», subraya el informe aunque aclara que los obstáculos son mayores para las mujeres indígenas y afrodescendientes en Brasil, Chile, Ecuador y Uruguay.
Pero las mujeres indígenas y afrodescendientes insertadas en el mercado laboral tampoco la pasan mejor: sus ingresos laborales por hora representan solo el 39 por ciento de los ingresos de los hombres no indígenas ni afrodescendientes.
En lo que respecta a calidad del empleo, la mayor cantidad de trabajadores indígenas se concentra en el sector agrícola y en segundo lugar, en el trabajo doméstico y los trabajos familiares auxiliares, donde también se encuentra una alta proporción de afrodescendientes. En suma, las ocupaciones más frecuentes de los indígenas y afrodescendientes hombres y mujeres son los trabajos no calificados.
Ello conlleva a una menor protección en salud y pensiones entre estas poblaciones en comparación con los no indígenas ni afrodescendientes, precisa el documento.
El informe destaca el caso de Cuba, único país de los siete analizados donde se encontró un alto porcentaje de afrodescendientes ocupados en cargos directivos, profesionales, técnicos de mando medio y administrativos: 38 por ciento de negros y 37.9 de mestizos y mulatos, sin embargo ligeramente inferior a los que no son afrodescendientes entre los cuales la tasa de ocupación es de 41.6 por ciento.
Bolivia y Brasil son los países con menor población indígena y afrodescendiente ocupada en estos rubros, con una diferencia de hasta de 16 puntos respecto de las poblaciones no indígenas ni afrodescendientes.
Según la OIT, la desventaja de estas poblaciones en el ámbito laboral es uno de los factores para lo que califica de «altamente inequitativa distribución de ingresos en la región».
«Se requiere de un fuerte liderazgo y compromiso de las sociedades en conjunto, a través de un mecanismo de diálogo social que involucre a los propios pueblos indígenas y afrodescendientes, así como al Estado, las organizaciones de empleadores y las organizaciones sindicales y otros miembros de la sociedad civil, para lograr eliminar la discriminación y asegurar así el predominio de condiciones de igualdad de oportunidades y trabajo decente para todas y todos», concluye el estudio.