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Perú: Humala y el movimiento indígena

Fuentes: Sinpermiso

Ollanta Humala que luego de su plausible levantamiento contra Fujimori estuvo de funcionario gubernamental en Francia y Corea, entró en la política electoral propagandizado por su hermano Antauro, quien organizó a los reservistas que vendían su periódico Ollanta, muy bien confeccionado para lectura popular y mostrándose anti-sistema. En su prédica reivindicó al movimiento indígena. Eso […]

Ollanta Humala que luego de su plausible levantamiento contra Fujimori estuvo de funcionario gubernamental en Francia y Corea, entró en la política electoral propagandizado por su hermano Antauro, quien organizó a los reservistas que vendían su periódico Ollanta, muy bien confeccionado para lectura popular y mostrándose anti-sistema. En su prédica reivindicó al movimiento indígena. Eso atrajo a la gente pobre que está harta del sistema. Por lo tanto la corriente «humalista» tiene mucho de positivo.

Una cosa es la corriente «humalista» formada por Antauro y otra los Humala.

Los Humala se llaman apropiadamente «etnocaceristas». ¿Qué es eso? Es la reivindicación de Andrés Avelino Cáceres que dirigió las guerrillas indígenas de resistencia contra las tropas invasoras chilenas y los abusos que ellas cometían. Naturalmente que aplaudimos esa actitud.

Pero ahí no termina la historia, cuando los guerrilleros indígenas continuaron su lucha contra sus enemigos peruanos, los hacendados, Cáceres los traicionó. Eso le dije a Antauro, él me contestó textualmente: «No sólo los traicionó, los hizo fusilar» (¡). Le pregunté si sabía que durante el gobierno de Cáceres los hacendados disfrutaron muy bien. Me dijo que sí, porque «todavía no era tiempo de luchar contra ellos».

En mi opinión desde el asesinato de Atawallpa ya era tiempo de luchar contra los invasores y sus herederos, como lo hicieron Tupac Amaru I, Manco Inca, Juan Santos Atawallpa, Tupac Amaru II. Esas rebeliones fueron correctas aunque no hayan sido exitosas.

El triunfo contra los hacendados con la recuperación de la tierra fue logrado en forma pacífica por nuestra lucha indígena de los años 1958 en adelante, iniciándose en la zona semi-tropical del Cusco. Esa reforma agraria democrática y pacífica fue respondida por la agresión represiva armada, ante ello decidimos democráticamente practicar la autodefensa, también armada, para defender lo conquistado al grito de «¡Tierra o Muerte!». Aunque el gobierno militar de Lindley logró disolvernos, comprendió que si el campesinado indígena había resistido en forma armada a los inicios de la represión, la zona se iba a incendiar si le arrebataban la tierra obligándole a trabajar nuevamente para las haciendas en forma gratuita, lo que ya no hacía durante meses; para evitar ese levantamiento sacaron una «Ley de Reforma Agraria» sólo para esa zona, legalizando con ello lo que el campesinado había hecho.

Luego, en varios lugares del Perú se produjeron tomas de tierra de las haciendas por parte del campesinado; esto fue contestado a balazos por el gobierno de Belaúnde, a pesar de los muertos las tomas de tierra continuaron.

Ante este panorama los militares comprendieron que el Perú se iba a incendiar si el gobierno continuaba defendiendo a balazos el régimen semifeudal de las haciendas. Por lo tanto decidieron tomar ellos el Poder y extender a todo el Perú lo que habían hecho en la zona semi-tropical del Cusco. Entró Velasco Alvarado y decretó la «Ley de Reforma Agraria» para todo el país.

Naturalmente nos parece positiva la liquidación del latifundio, sin embargo debemos señalar los aspectos con los que no concordó el movimiento campesino.

A diferencia de la reforma agraria hecha por el campesinado en una zona del Cusco que se hizo en forma democrática, la reforma de Velasco se hizo al estilo militar, verticalmente. Esto trajo muy malas consecuencias:

Se programó un calendario que el campesinado no aceptó, por eso se dieron acciones campesinas que fueron violentamente reprimidas como en Andahuaylas. En Huanta se produjo una masacre inmortalizada por la canción «Flor de Retama».

No se respetó la cultura indígena del ayllu o comunidad campesina y en muchas zonas en lugar de devolver la tierra usurpada a los ayllus se fabricó gigantescas cooperativas superburocratizadas que resultaron beneficiando sólo a un puñado de funcionarios. El campesino comunero indígena se levantó y a pesar de la represión recuperó la tierra para las comunidades.

Haciendas de la costa fueron parceladas dejando los pozos de agua en manos de algunos privilegiados y a la mayoría de los parceleros sin agua.

Repito, considero positiva la liquidación de las haciendas por Velasco, pero junto con el movimiento campesino, he luchado contra sus limitaciones.

Me he extendido en esto al tratar sobre Humala porque ellos no reivindican al movimiento indígena democrático y de acción directa, como el del Cusco, las tomas de las haciendas en la época de Belaunde o el movimiento comunero que recuperó las tierras de las falsas cooperativas creadas por Velasco.

Sus emblemas son Cáceres y Velasco, dos militares que dirigieron a los indígenas y cuando ellos querían aplicar su democracia indígena, contestaban abaleandolos.

El comandante dirige a los indios, y cuando estos se pasan de la raya, los fusila.

Por eso no debe extrañarnos que en el partido de Humala se desconozcan los dirigentes o los candidatos elegidos por las bases democráticamente, no se permite que manden las bases, manda «el comandante». Hay coherencia en el etnocacerismo

Nosotros estamos por el movimiento indígena democrático, donde el movimiento no es guiado por ningún comandante ni caudillo, sino por sí mismo.

Reivindicamos la lucha de los guerrilleros contra las haciendas, traicionados y fusilados por Cáceres. Reivindicamos la reforma agraria hecha por el propio campesinado en el Cusco. Reivindicamos las tomas de tierras de la época de Belaunde. Reivindicamos a los comuneros que en Puno recuperaron la tierra de las cooperativas fabricadas por Velasco. Reivindicamos al movimiento indígena de Anta que maneja directamente su municipio.

No nos extraña que cuando un candidato de la derecha pidió la amnistía para los militares masacradores de gran parte de los 70,000 indígenas asesinados durante la guerra interna, Ollanta Humala se indignó, pero no por el pedido de amnistía para los asesinos, sino porque no debía ser tratado en forma electorera ese «asunto tan delicado para la familia militar».

Puestos en una balanza los miles de indígenas muertos, frente a sus asesinos de la «familia militar», él está con la «familia militar».