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Perú: La otra tragedia

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La otra tragedia Las víctimas del sismo del miércoles último sufren ahora una segunda tragedia. Al golpe de la Naturaleza se añade el de la sociedad: el caos, la desorganización, la inexistencia de reservas alimentarias, la endeblez de un Estado cada vez más alejado de sus deberes. El Perú es uno de los pocos estados […]

La otra tragedia Las víctimas del sismo del miércoles último sufren ahora una segunda tragedia. Al golpe de la Naturaleza se añade el de la sociedad: el caos, la desorganización, la inexistencia de reservas alimentarias, la endeblez de un Estado cada vez más alejado de sus deberes.

El Perú es uno de los pocos estados que no tiene centros de abastecimiento de víveres no perecibles. Eso, en un país que en tiempos antiguos, incluso antes de los incas, contaba con tampus, los tambos bien distribuidos y enlazados.

La arqueología ha demostrado que, por ejemplo, el reino aymara de los lupacas surgido en el suroeste del Titicaca tenía tambos y aun colonias que llegaban hasta el mar. Los informes del Visitador español García Diez de San Miguel revelaron que los lupacas habían desarrollado lo que hoy se denomina un sistema de archipiélagos o islas ecológicas. Coca, maíz, madera, guano, recursos minerales, productos marinos, eran controlados por ese vasto reino que iba desde la altipampa de Puno hasta Arica y Moquegua.

Eso revela un sentido de previsión y es, sin duda, signo precursor de la regionalización transversal que José Carlos Mariátegui propugnó en sus 7 Ensayos.

La congoja nos debe conducir ahora a pensar no sólo en el pasado inspirador, ni únicamente en el aterrador presente. El Perú demostró estos días que no está preparado ni siquiera para mantener un sistema de comunicaciones, sean por teléfono, Internet, fax o carreteras. Sus servicios eléctricos pueden colapsar de un momento a otro, y no sólo por la acción ciega de la Naturaleza.

¿Qué ocurriría en caso de guerra?

La torpe idea de que en el Perú hay que reducir el poder del Estado olvida que acá lo que hay es un Estado diminuto, succionador centralista de las energías del país.

Basta pensar que se ha instalado en el gobierno y en los medios de comunicación el pensamiento único del neoliberalismo, que preserva ante todo el interés de los grandes empresarios.

Una idea fija domina en esa alianza del poder político y económico: la prosperidad a cualquier precio de una capa de agroexportadores de la costa (incluida Ica) y la ratificación del TLC con Estados Unidos.

Hoy, frente a la catástrofe, cobra mayor fuerza esta previsión: ese convenio comercial va a producir la quiebra del agro peruano, y nos va a hacer, por lo tanto, peligrosamente dependientes de las importaciones alimentarias.

La tragedia nos permite acusar a los responsables de la hambruna de hoy, y la de mañana. Ahora más que nunca sabemos que el hambre no es fruto de la Naturaleza. La Naturaleza no es tan cruel.

Entretanto, el presidente Alan García se exhibe en la televisión con esta frase: «El Estado está presente y nadie se va a morir de sed y de hambre».

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