Contemplando la campaña mediática de acoso y derribo contra Ollanta Humala parece como si éste fuese el principal desastre con que se enfrenta el Perú. Un día sí y otro también, la prensa, la radio y la televisión lo presentan como el principal peligro para el progreso y bienestar del país. La saña con que […]
Contemplando la campaña mediática de acoso y derribo contra Ollanta Humala parece como si éste fuese el principal desastre con que se enfrenta el Perú. Un día sí y otro también, la prensa, la radio y la televisión lo presentan como el principal peligro para el progreso y bienestar del país. La saña con que los medios de comunicación y algunos políticos lo tratan recuerda el lenguaje y la acritud del fascismo europeo o de la actual Administración fundamentalista de Washington. Los partidarios de Ollanta son secuaces, comunistas, terroristas, narcotraficantes, etc. Sin menoscabo de alusiones despectivas a su origen étnico o social. Los humildes y cobrizos de este país, o sea, la mayoría, son objeto de mofa por parte de los medios pitucos, voceros fieles de sus amos, la gran burguesía criolla.
Cuando los medios audiovisuales le conceden alguna entrevista, los moderadores y moderadoras lo agobian con preguntas insidiosas. Antes de que Ollanta pueda responder a ellas, sus interlocutores callan inmediatamente sus respuestas con nuevas preguntas o respondiendo ellos mismos por él. Es raro encontrar un entrevistador que respete las normas más elementales de su profesión y de cortesía hacia el entrevistado. Otro tanto ocurre con la totalidad de la prensa. Un buen ejemplo puede ser el diario ultraderechista Expreso. El Gobierno y la judicatura no se quedan atrás.
Así, a Ollanta se lo acusa de organizar todo tipo de protestas: de la huelga de la policía, la de los médicos, la de los maestros, etc., etc. Todos ellos son víctimas de los métodos arteros de los comunistas y terroristas, a cuya cabeza está el hombre que en las últimas elecciones obtuvo algo más del 47% de los votos. Ollanta es el primer y único ciudadano peruano a quien los jueces le niegan la libertad de movimientos. Cada vez que quiere salir de Lima necesita el permiso de dos jueces, que deben ponerse de acuerdo. No basta con el de uno solo. No puede dormir ninguna noche fuera de la capital. Por consiguiente, dada la extensión territorial del Perú y su más que deficiente sistema de comunicaciones, tiene muy difícil atender los requerimientos y necesidades de su partido en los 24 departamentos del país y ejercer en ellos el elemental derecho de reunión con los militantes. Jueces, leguleyos y Gobierno se esfuerzan en buscar argucias para excluirlo del registro oficial de partidos e impedir así que se presente a las próximas elecciones regionales (2010) y presidenciales (2011). Y todo eso en el nombre de la libertad y de la democracia, por supuesto, de la freedom and democracy yanqui.
La última patraña, una verdadera canallada propia de una mente primitiva y perversa, ha sido la lanzada por el diario Expreso en relación con el reparto de unas latas de atún entre los damnificados de un barrio de Pisco. Los medios nacionales y extranjeros recogieron inmediatamente la noticia sin que ninguno de ellos la contrastara o verificase. Según este periódico ultraderechista, militantes del Partido Nacionalista de Ollanta repartieron al día siguiente del terremoto unas latas de atún entre los damnificados de un barrio de Pisco con las imágenes de Chávez y Ollanta y un par de consignas del partido [1]. Este paladín de la libertad de expresión, la honestidad y la veracidad mantuvo durante dos días la noticia. Y sin el menor asomo de rectificación a pesar de los desmentidos de Ollanta, del embajador venezolano y del propio general peruano al cargo de Defensa Civil.
La realidad es que Ollanta estuvo en menos de 24 horas, es decir, al día siguiente del seísmo, en las localidades de Cerro Azul, Cañete, Imperial, San Clemente, Chincha y Pisco, aunque en modo alguno en el barrio donde se distribuyeron las famosas latas. Ollanta se unió a la comitiva de su partido, compuesta de 3 todoterrenos con congresistas del Partido Nacionalista, un autobús con 50 jóvenes voluntarios, 2 camiones con 20 toneladas de víveres, ropa y medicamentos, 20 médicos, enfermeras y personal de apoyo. En cada lugar iba dejando parte del personal y de la ayuda a las respectivas autoridades locales. El último cargamento se entregó al alcalde del distrito de Tupac Amaru, en Pisco. El PNP respetó en todo momento la organización del Indeci (Instituto Nacional de la Defensa Civil), a cuya disposición se puso la misma mañana del 16. Tanto el coronel Wilman Pérez como el congresista Daniel Abugattàs, miembros del PNP, fueron los primeros en hablar personalmente con el general jefe del Indeci, antes que ningún otro partido. El PNP ha organizado esta primera ayuda con la colaboración de empresarios y fabricantes amigos, con los militantes que acudieron enseguida a donar sangre y las primeras aportaciones de sus congresistas y simpatizantes. Su personal de ayuda se quedará durante un mes en los pueblos afectados por el seísmo.
Pero de nada de esto informan los medios, y mucho menos el Expreso o el canal 7 de TV, gubernamental, los más destacados en sostener la calumnia de las latas. Todas las latas reunidas por el PNP son de marcas comerciales peruanas. Los envíos de Venezuela han permanecido almacenados (retenidos) en la base aérea de Ica. Ninguna autoridad fue a recibir la ayuda venezolana. La revisión de la carga no ha descubierto nada relacionado con las latas de marras. El presidente Alan García se ha disculpado a medias ante Chávez, pero deja abierta la calumnia para Ollanta.
Todo esto se calla, claro está. Estos heraldos de la libertad y la democracia hacen uso de su derecho a publicar lo que consideran más conveniente a sus intereses. Es lo que llaman libertad de expresión. Según estos medios, Venezuela y Cuba no han enviado nada, pues nada se informa de eso. Nada se dice de los dos aviones venezolanos sin descargar en Pisco, ni de la contribución de Venezuela en dinero, superior a la de Estados Unidos. Ni de los dos hospitales de campaña y los 64 médicos enviados por Cuba. Pero sí repiten hasta la saciedad la verborrea de Alan García y del colombiano Uribe paseando ante las cámaras. En un suelto de La Primera se menciona que el presidente de Bolivia, Evo Morales, dona la mitad de su sueldo y, sus ministros, el 25%. Nada se sabe acerca de los sueldos de Alan García, sus ministros o los congresistas peruanos. Pero los grandes titulares denuncian las ONG y asociaciones populares que tienen algún tipo de relación con el ALBA (Alternativa Bolivariana para las Américas). Y, sobre todo, las investigaciones que lleva a cabo la policía antiterrorista a las congresistas Nancy Obregón y Elsa Malpartida, ambas del partido de Ollanta, por defender los intereses de los cocaleros de sus respectivas regiones. De ese modo se pretende insinuar que Ollanta tiene algo que ver en el asunto de la coca.
Pero lo cierto es que Ollanta y las dos congresistas, como las dos diputadas indígenas de Cuzco, defienden los intereses de estos campesinos y de otras comunidades frente a la devastación y al expolio impune de sus tierras por parte de las compañías mineras y los grandes consorcios del monocultivo. Ollanta propugna la nacionalización de los recursos naturales del país, la recuperación de las aguas marinas, la solución del conflicto fronterizo con Chile, la eliminación de la rampante corrupción que carcome lo poco que hay de Estado en Perú, la limpieza en las elecciones, la excelencia en la educación del país y una mayor calidad de vida de los maestros, la emancipación de la secular sumisión de la mayoría cobriza de la población por una minoría criolla, gamonal y extranjera. Estos, y otros semejantes, son los motivos de su acoso.
Y, lo peor de todo, Ollanta representa para esas mayorías la esperanza de una vida mejor. Éste es el principal delito de Ollanta, haber introducido en sus mentes y en sus corazones el principio de la esperanza.
Por eso Ollanta es un peligro para los intereses minoritarios y hay que hacer lo posible y lo imposible para que el cambio no se produzca y la explotación siga campando por sus respetos. Sí, a Ollanta lo acosan por buenas razones.
Nota
[1] En la mañana del 14 de agosto, un día antes del terremoto, el subdirector del Expreso y otro responsable del periódico estuvieron en la sede del PNP para expresarle personalmente a Ollanta su promesa de tratarlo con menos agresividad a partir de ese momento. Ese subdirector, haciendo gala de su honestidad y de su libertad de expresión, no tuvo reparos en admitir en la conversación que se debía al dueño del periódico y que, por lo tanto, tenía que respetar sus consignas. La misma mañana que hacía estas promesas el periódico publicaba el bulo de que Ollanta era el promotor de la huelga de policías. Sin comentario. Por cierto, ya tienen casi ubicado al hacedor de las latas. Sólo falta concretar la imprenta que hizo las pegatinas, pero parece que ya están a punto de descubrirlo.
Vicente Romano es catedrático jubilado de Comunicación Audiovisual de la Universidad de Sevilla y miembro de Rebelión y Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística.