El presidente peruano se ha mostrado como fiel aliado a los sectores medios y conservadores de la señorial Lima, los empresarios de Perú y funciona como un pibote de los intereses de Washington en la región. A poco más de dos meses de asumir su segundo mandato presidencial, Alan García, el único político en la […]
El presidente peruano se ha mostrado como fiel aliado a los sectores medios y conservadores de la señorial Lima, los empresarios de Perú y funciona como un pibote de los intereses de Washington en la región.
A poco más de dos meses de asumir su segundo mandato presidencial, Alan García, el único político en la historia del APRA que ha llegado a la jefatura de estado peruano, ya ha mostrado sus cartas: no serán las mismas que postuló en su primer presidencia, cuando en forma casi insolente desató una de las crisis más agudas en Perú y la guerrilla recrudeció.
De aquel joven e impetuoso presidente de 36 años (al que antes de llegar al Palacio de Gobierno llamaban «caballo loco») al García de hoy hay mucha distancia, y no solo por los 16 años de diferencia desde aquel 1990, en que a duras penas pudo completar su mandato, no sin antes crear las condiciones para el ascenso de la infame década del hoy preso en Chile Alberto Fujimori.
Hoy, luego de llegar al poder avalado por los sectores más conservadores y de la derecha peruana que votó por él con la nariz tapada con tal que no llegue al poder el nacionalista de izquierda Ollanta Humala, (a quien apoyó el presidente venezolano Hugo Chávez), parece haber aprendido una lección: no sólo que no se enfrentará al «intocable» mercado nacional y extranjero, sino que se ha convertido en fiel seguidor de la política neoliberal inaugurada por Fujimori y continuada por el «cholo» de Harvard Alejandro Toledo.
Visto desde el exterior como socialdemócrata, con lo ambiguo y confuso que esa tendencia ideológica se ha vuelto en los últimos tiempos, puede afirmarse que su intención de llegar a los más pobres y necesitados del sistema sólo ha quedado en una cuestión retórica y discursiva.
Eso sí, se esmera en mantener las formas tanto a nivel económico como en la imagen ante la gente: en el primero de los rubros la macro economía marcha por los mismos carriles que su antecesor, austeridad fiscal, adscripción al libre mercado y pocas intenciones de obstaculizar al capital especulativo.
Los pequeños y medianos productores y los campesinos no estan muy contento. Prioridad de su gobierno es el Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos, que quedó suscripto por el congreso antes de asumir el mandato, sin que la bancada del APRA pusiera objeciones. Miles de productores quedarán en la ruina más temprano que tarde si el TLC se suscribe.
Pero para llegar a esta instancia va a hacer lobby en el Congreso norteamericano, que aun no aprobó el acuerdo. Fue designado el economista liberal Hernández de Soto, y el mismo Alan García irá a Estados Unidos la semana par impulsar el TLC y estrechar las relaciones con Washington.
Su gabinete de 16 carteras está conformado por sólo seis ministros del partido de gobierno, uno del evangelista Renovación Nacional y otros nueve independientes, pero ninguno con tendencia reconocidamente progresista.
Emblemático en cualquier gestión, el ministro de economía Luis Carranza llegó con la bendición empresarial y la aprobación de la candidata de derecha Lourdes Flores pero con fuertes criticas de la Confederación General de Trabajador del Perú, organizaciones sociales y partidos políticos. El que más consenso tuvo fue Garcia Belaunde, un reconocido político e intelectual sobrino del ex presidente de Acción Popular Fernando Belaunde Ferry.
En tanto, para dar una imagen de austeridad gubernamental, se bajaron los sueldos de funcionarios y congresistas que cobraban cifras exorbitantes y se ordenó un recorte de gastos en el sector oficial.
Pero es en su política exterior donde se ve con mayor claridad de qué lado esta parado Alan García. Su acercamiento notorio a Chile y Colombia no hace más que confirmar su idea de contrapesar en la región la tendencia hacia la izquierda política que han tomado los países más grandes: Argentina, Brasil y Venezuela.
Concretamente García quiere rivalizar con Hugo Chávez, con quien mantiene una agria disputa desde tiempos electorales, y a quien en forma periódica critica su forma de gobernar «populista y antidemocrática». A pesar de ser amigo de Lula Da Silva, está más cerca del presidente más cercano a George Bush, el colombiano Alvaro Uribe, que del brasileño.
Para contrarrestar la ida de Venezuela de la Comunidad Andina de Naciones, antes de asumir ya había visitado Santiago de Chile para reunirse con la presidente Michelle Bachelet e impulsar el regreso de Chile, quien se había retirado del bloque en la dictadura pinochetista, hecho que sucedió por estos días pero como miembro asociado.
También quiere alejarse de la influencia de Evo Morales en los sectores más pobres de Perú, especialmente del sur y de la sierra, que casi le hacen perder las elecciones en la segunda vuelta y que son los que están esperando un cambio «a la boliviana», es decir, con el ascenso progresivo de los movimientos sociales y sindicales al poder político.
Por último, la decisión de su gobierno de abstenerse en la votación regional al Consejo se Seguridad de la ONU que postula a Venezuela (apoyada por el Mercosur) y a Guatemala, impulsada por Estados Unidos, no deber ser vista como una tercera posición, tan característica en la época de la guerra fría, sino como otra táctica para debilitar a gobiernos progresistas.
Buscar un candidato de consenso para el organismo, al que pretende arrastrar a Chile y Ecuador, es plenamente funcional a los intereses de Washington, que por todos los medios intenta evitar que Caracas llegue a la silla de la ONU.
Así dos países tan cercanos geográfica, cultural e históricamente como Perú y Venezuela no están pasando buenas relaciones y la pelea no tiene vistas de solucionarse en el mediano plazo.
Alan García: de socialdemócrata a neo liberal, de romper con la banca internacional a someterse mansamente al mercado, del apoyo de los humildes, al de la clase media limeña y los poderosos. Nadie podrá decir que engañó a su pueblo, en el baile de máscaras, él muestra a todos, su único rostro.