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Perú: Una izquierda sólidamente dividida

Fuentes: Brecha

A doce días de la jornada electoral del pasado 9 de abril sigue ocupando el centro de atención la reñida carrera que definirá al candidato que competirá con Ollanta Humala en la segunda vuelta. En ese escenario no parece oportuno preguntarse por qué no hubo una opción de izquierda. Inoportuna y todo, la pregunta vale

Al cierre de esta nota, computado el 91 por ciento de las actas electorales, Ollanta Humala (UPP) se mantiene en el 30,7 por ciento de los votos y la distancia que separa a la candidata Lourdes Flores, de Unidad Nacional, del candidato del APRA, Alan García, es de 79.838 votos, equivalentes al 0,71 por ciento. Flores adjudica su repunte a los votos del extranjero, aunque se entiende que los votos foráneos aún no contabilizados (unas 600 actas), no superarían los casi 80.000 votos de ventaja que le lleva Alan García. No obstante, los seguidores de Flores confían aún en que los votos de las actas impugnadas en Lima le permitan obtener el triunfo.

Este final cabeza a cabeza para definir el segundo lugar deja fuera de foco al ganador de la primera vuelta, Ollanta Humala. Sin embargo, este candidato sigue siendo un fenómeno político que pone en serias dificultades a quien intenta explicarlo. Porque sigue siendo un enigma político entender qué pasó en ese país de partidos de izquierda y guerrillas históricas para que los resultados electorales fueran los que fueron: un desastre para las opciones de izquierda que se presentaron atomizadas al veredicto popular sin alcanzar, ninguna, el 1 por ciento de los votos. Susana Villarán (Concertación Descentralista), representante de dos partidos nacionales de izquierda y de nueve regionales, obtuvo un 0,62 por ciento; Javier Diez Canseco (Partido Socialista) un 0,49 por ciento y el Movimiento Nueva Izquierda un 0,02.

Para encuadrar mejor esos muy magros resultados hay que saber que la opción fujimorista representada por Martha Chávez, de Alianza por el Futuro, obtuvo el cuarto lugar entre los más votados, con un 7,4 por ciento. Que detrás se colocó Valentín Paniagua (Frente de Centro), con el 5,7 por ciento, seguido de otra sorpresa: el serenísimo evangelista Humberto Lay Sun, de Restauración Nacional, con el 4,3 por ciento de los votos. Todos ellos recogieron más adhesiones que la izquierda electoral. Tampoco se dieron fenómenos que permitieran inferir que la izquierda vive y lucha fuera del escenario electoral.

¿Humala es la izquierda peruana?

Los izquierdistas peruanos, muy marcados por la huella identitaria de la lucha armada (a favor o en contra), se sitúan a distancias muy variadas del fenómeno Humala. Para unos no es más que un militar autoritario sin propuestas claras. Para otros es el claro outsider, candidato de un nacionalismo refundante añorado. Y, para un tercer sector, Humala es la opción progresista que la izquierda no supo liderar. Según Carlos Tapia, ex comisionado de la Comisión de Verdad y Reconciliación (CVR), Humala representa una salida nacionalista, apoyada por la izquierda que no se vio representada en los candidatos propios, como Diez Canseco o Villarán.

«Cada uno quería ser cabeza de ratón. Buscaron pretextos para apostar por un protagonismo personal. El ejemplo de unidad de (Alfonso) Barrantes se dejó de lado y ahora dicen que para las elecciones municipales y regionales volverán a presentarse. Con esos niveles de votación eso significa no tener un sentido ético», sentenció Tapia (diario La República, de Perú, 19-IV-06).

Humala no es de izquierda -él mismo declara que no es de izquierda ni de derecha- pero tiene el apoyo de los sectores más pobres y desprotegidos del país. Y tiene además, combinación que no suele resultar perjudicial, el apoyo de una parte de la izquierda, algunos de los sectores (no todos) de la llamada «izquierda caviar», de intelectuales de capas medias. La candidata Susana Villarán, también catalogada como caviar, presentó sin embargo su propia candidatura.

Causas de la dispersión

Durante la semana electoral, BRECHA mantuvo en Lima una extensa conversación con el ex senador de Izquierda Unida, el sociólogo Rolando Ames, de la que dio cuenta parcial en la edición anterior. Pero la conversación incursionó también en las causas del fraccionamiento de la izquierda peruana.

«No tuvimos la fuerza para diferenciarnos, en los años ochenta, de los dos fenómenos de mayor impacto en la sociedad: Sendero Luminoso por un lado, Alan García por el otro. Ambos tomaron cosas de nuestro mensaje, ambos hacían, como nosotros, ‘la revolución'».

-¿A quiénes se refiere cuando dice «nosotros»?

-A la Izquierda Unida, que nació en setiembre de 1980, en parte como consecuencia del fracaso electoral de la izquierda (que votó dividida, como ahora) y le dio al APRA la chance de convertirse en la segunda fuerza política del país. El objetivo era la creación de un frente de masas, un militante-un voto, integrado por siete partidos, cinco de los cuales eran marxistas de diversas vertientes, un grupo velasquista y un pequeño grupo del nacionalismo derivado de Belaúnde, de izquierda. La cultura promedio nos llevaba al socialismo, eso podría explicar muchas cosas. El frente gana la alcaldía de Lima en 1983 y desde ahí hasta el 90 gana siempre en los distritos populares de Lima y la sierra centro sur.

-¿Y qué cataclismo detuvo esa marcha triunfal?

-Que simultáneamente Alan García, al frente del APRA, toma muchas de las banderas de la izquierda. Cuando se produce la estatización de la banca, por ejemplo, quedamos en una posición muy rara, porque no éramos del gobierno pero en los debates defendíamos mejor las razones de la estatización que los propios apristas.

Y que del otro lado salió Sendero Luminoso (1) también en nombre del socialismo y de Mariátegui, el mismo José Carlos Mariátegui que nosotros reivindicamos. En 1989 hicimos un congreso y allí nos dividimos entre los partidarios de una vía más moderada, que iban con Barrantes, y los marxistas más radicales e independientes que considerábamos que había que hacer un gobierno sensato sin romper la base popular, sin romper el frente. Pero ya la suerte estaba echada, fue un tiempo terrible entre la hiperinflación y la violencia. Perú aparecía como un país de viabilidad precarísima.

-Pero, ¿cuáles fueron las causas internas del fracaso del frente? ¿Radicalización, asimilación?

-El frente era un proyecto que tenía base social débil y era demasiado utópico. De a ratos pienso que no fallamos por radicales sino por no ser más integralmente radicales. Por no criticar cosas más cualitativas, más culturales, económicas.

-Pasaron muchos años de todo eso pero en estas elecciones no parece haberse recuperado ni una brizna de unidad. Diez Canseco va solo, Susana Villarán también…

-La gente quedó con distintas heridas de aquella experiencia. Javier (Diez Canseco) era parte del comité directivo de IU. Si estuviera aquí diría las mismas cosas que estoy diciendo. Pero yo, como científico social, tuve un lugar de repliegue que me permitió rediscutir lo que había sucedido sin alejarme de la política, en cambio Javier no tuvo un espacio de revisión crítica. Lo hizo personalmente. Y Susana Villarán ha querido hacer una centroizquierda que no creo que tenga viabilidad, muy limeña, muy tecnócrata, con un equipo excelente que podría ser bueno para cualquier gobierno, pero que no es expresión de esta sociedad. Por purismo de ambos lados, Diez Canseco y Villarán se quedaron separados.

-¿Y el resto?

-Los que venimos de esa experiencia hubiéramos tratado de hacer una alianza, no sólo entre Villarán y Diez sino también con el frente amplio de Moreno, porque todo eso fue Izquierda Unida. Pero el sentimiento de unidad que funcionó en los ochenta se quebró, y al quebrarse y venir la derrota, con un Fujimori exitoso… ya es casi impensable que pueda reconstruirse. No lo hizo y tengo la impresión de que ahora viene una tarea que nos va a obligar a actuar, pero va a recoger muy poco del pasado. Tendrá que hacerse a partir de los nuevos datos. Y eso está bien difícil.

Nota

1) La izquierda peruana nace a comienzos del 900, con la fundación del APRA (1924) y el Partido Socialista de Mariátegui, que sería luego (1931) el Partido Comunista Peruano (pcp), de evolución similar a la mayoría de los partidos comunistas latinoamericanos. Pero aquel APRA de los años treinta y cuarenta no era el APRA de Alan García. Era el que se ponía al frente de las luchas populares y sufría las consecuencias, como cuando lideró en 1932 la insurrección de Trujillo, cruentamente reprimida. A partir de los años cincuenta el APRA se corrió al centro y, como parece inevitable, el lugar que dejó vacío en la izquierda fue ocupado por otros, en este caso por grupos marxistas que, a partir de la revolución cubana, optaron por el camino armado y transitaron la clandestinidad. El pcp se incorporó en los años sesenta a la legalidad, pero las intensas polémicas internacionales de esos años (el debate China-URSS; Cuba, etcétera) alentaron la separación de diversos contingentes y el surgimiento de una fracción maoísta (1964) que, tras varias divisiones, dará lugar al Partido Comunista del Perú «Por el luminoso sendero de José Carlos Mariátegui», el famoso Sendero Luminoso. Junto a esta influyente corriente maoísta surgió otra, autodenominada «nueva izquierda», que pretendía un camino autónomo respecto de China y la URSS y hacía hincapié en reivindicaciones nacionalistas. Dispersas por la represión y vueltas a organizar, las fuerzas izquierdistas se toparon poco después, en octubre de 1968, con el golpe militar del general Juan Velasco Alvarado.