Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Introducción del editor de TomDispatch, Tom Engelhardt
Nick Turse, ¿de vuelta al futuro con El Complejo?
En otro tiempo, Detroit fue conocido como «arsenal de la Democracia» porque las tres grandes automotoras de la ciudad se ajustaron tan rápido de la producción de vehículos a la fabricación de los tanques y camiones que «ayudaron a ganar la Segunda Guerra Mundial» (y después también «prestaron su tecnología a la manufactura de aviones y de barcos»). Ahora, las mismas tres compañías son simplemente mendigos. Claro que queda por ver si ahora serían capaces de transformarse, como podría desear un gobierno de Obama, en un «arsenal para un futuro verde.» El colaborador regular de TomDispatch, Nick Turse, autor del innovador libro «The Complex» [El Complejo] sobre la militarización de la vida diaria estadounidense, recuerda una era de la Guerra Fría en la que muchas corporaciones que producían los ítems muy caros de la economía del consumo se convirtieron en verdaderos arsenales, produciendo en abundancia armamento de todo tipo. Ahora, cuando esa economía se desmorona, Turse se pregunta si las compañías civiles podrían optar de nuevo por convertirse en «arsenales» para el Pentágono. Tom
¿Una receta para éxito corporativo en tiempos difíciles?
Pica verduras, pañales para adultos y munición táctica
Nick Turse
¿Es posible que uno de los contratistas del Pentágono tenga un modelo empresarial tripartito para nuestros difíciles tiempos económicos: una división que se especialice en ollas de cocción lenta, otra en pañales para adultos y una tercera en munición táctica de calibre medio? ¿Puede el fabricante del Saladshooter, un cortador/picador eléctrico portátil que pica y descarga vegetales rebanados, ser realmente un destacado fabricante de armas? ¿Podría una compañía que produce el Horno para Pizzas Pizzazz ser también un mercader de la muerte? ¿Y podría esa compañía ser un modelo de éxito en una economía que va en descenso?
Erase una vez un complejo militar-industrial repleto de compañías de nombres famosos como General Motors, Ford, y Dow Chemical, que producían sistemas de armas, que el experto en armas Eric Prokosch llamó, «la tecnología de la muerte.» Con el pasar de los años, por motivos económicos así como de relaciones públicas muchas de esas firmas se salieron del negocio de crear tecnologías letales, incluso si siguieron siendo contratistas del Departamento de Defensa (DoD).
El complejo militar-corporativo actual sigue repleto de nombres familiares de nuestra cultura de consumo, incluyendo a contratistas de la defensa como el fabricante del iPod, Apple, el gigante del cacao, Nestlé, el productor de Ketchup, Heinz, y el fabricante de barras de chocolate Hershey, para no hablar de Tyson Foods, Procter & Gamble, y la Walt Disney Company. Pero aunque puedan suministrar los productos de todos los días que permiten que funcionen los militares, que hagan la guerra, y que realicen ocupaciones en el extranjero, la mayoría de esas firmas ya no se interesan por la manufactura de armas propiamente tales.
Whirlpool: Entonces y ahora
Tomemos a la Whirlpool Corporation, que se presenta como «el principal fabricante y vendedor del mundo de grandes electrodomésticos» y alardea de ventas anuales de más de 19.000 millones de dólares a consumidores en más de 170 países. Whirlpool fue reconocida recientemente como «una de las compañías más éticas del mundo por el Instituto Ethisphere.» La compañía también profesa una «fuerte» creencia en «valores éticos» que viene de sus fundadores hace casi 100 años que creían que «no hay un camino correcto para hacer algo malo.»
A mediados del siglo pasado, sin embargo – como documenta Prokosch – Whirlpool estuvo involucrada en lo que muchos podrían considerar como malo. En 1957, Whirlpool inició trabajo en ‘flechettes’, – dardos afilados como navajas con aletas a su lado mocho – para los militares de EE.UU. Mientras International Harvester, el anterior contratista del Pentágono que las producía, había logrado empaquetar sólo 6.265 de esos mortíferos dardos en un frasco de 90 mm, Whirlpool se puso a trabajar para descubrir una manera de meter casi 10.000 flechettes en el mismo medio de entrega. Su objetivo: «mejorar la letalidad de los frascos.» (Además, también se dice que Whirlpool trabajó en «Sting Ray» – un proyecto del Ejército que tenía que ver con un proyectil repleto de flechettes cubiertas con un agente químico todavía no revelado.)
En 1967, un informe de Associated Press, señaló que tropas de EE.UU. estaban utilizando obuses de artillería con flechettes para «rociar miles de saetas de acero en forma de dardo sobre amplias áreas de la selva o territorio abierto» en Vietnam. «He visto informes de soldados enemigos que fueron realmente clavados a los árboles por esas cosas,» comentó un oficial del Ejército.
En un viaje reciente a Vietnam, hablé con un testigo vietnamita que había visto semejantes «balas-alfiler» empleadas muchas veces por fuerzas de EE.UU. en esos años. En un caso, Bui Van Bac recordó que una mujer de su aldea, detectada por un avión de EE.UU. mientras caminaba por un arrozal, fue gravemente herida por ellas. Guerrilleros locales fueron a ayudar a la mujer y la llevaron a un hospital donde un cirujano encontró una cantidad de «alfileres» extremadamente agudos, de tres centímetros de largo, dentro de su cuerpo. Desde el punto de vista médico, era casi irremediable y la mujer murió.
Protagonista de punta en tecnologías letales en aquel entonces, Whirlpool es ahora uno de los contratistas de la defensa más pequeños. Aunque, en los últimos años, la compañía ha ignorado los pedidos de información de TomDispatch.com sobre sus tratos con el Pentágono, los antecedentes indican que el año pasado, por ejemplo, recibió sólo algo más de 105.000 dólares del Departamento de Defensa, en su mayor parte por instrumentos de cocina y muebles para el hogar.
Del mismo modo, el predecesor de Whirlpool en el juego de las flechettes, International Harvester, es ahora Navistar International Corporation. Navistar Defense, una división de la compañía, sigue siendo uno de los «billion dollar babies» ocultos del Pentágono. Pero aunque el año pasado hizo más de 1.000 millones de dólares en negocios con el Departamento de Defensa, Navistar parece haber estado construyendo vehículos para el Pentágono, no armas antipersonal. Son sin embargo, compañías, que no parecen haberse despedido de las tecnologías letales.
National Presto Industries
National Presto Industries comienza su historia con la fundación en 1905 de Northwestern Iron and Steel Works en Eau Claire, Wisconsin, según el Business & Company Resource Center. En 1908, la compañía producía ollas a presión de vapor industriales y, en 1915, comenzó a hacer modelos para uso doméstico. La víspera de la entrada de EE.UU. a la Segunda Guerra Mundial, la compañía entró a los juegos de guerra cuando consiguió un contrato multimillonario para producir espoletas de artillería. Incluso con ese negocio entre manos, se dice que estaba al borde de la quiebra cuando su nuevo presidente, Lewis Phillips, consiguió una serie de otros lucrativos contratos militares.
Durante los primeros años de la Guerra Fría, aproximadamente cuando Whirlpool entró al negocio de las flechettes, National Presto Industries acababa de introducir «un revolucionario nuevo concepto en la cocina eléctrica… una línea completa de instrumentos de cocina eléctrica totalmente sumergibles que empleaban un control de calor desmontable» – y estaba a punto de lanzar «la primera cafetera del mundo de acero inoxidable, automática, totalmente sumergible.» La compañía también producía en abundancia material bélico.
En 1953, National Presto anunció planes de construir una planta multimillonaria para producir obuses de artillería de 105 mm. En 1955, le adjudicaron millones para hacer obuses de cañones sin retroceso para el Ejército, y el año siguiente, recibió millones de la Fuerza Aérea para partes de cazas-bombarderos. En 1958, el presidente de la compañía, Lewis Phillips, declaró: «El futuro de esta compañía en Eau Claire, y por lo tanto la seguridad de nuestros puestos de trabajo, depende ahora casi por completo de contratos de defensa del gobierno de EE.UU.» Cuando el Ejército anuló sus contratos con Presto en 1959, Phillips se lamentó: «Con poco o ningún aviso, la decisión de este gobierno nos obliga a abandonar completamente la manufactura aquí en Eau Claire.»
Los tiempos difíciles no duraron. Bastante pronto, National Presto volvió al ataque, beneficiándose de la desastrosa guerra estadounidense en Vietnam. De 1966 a 1975, la compañía produjo más de dos millones de obuses de ocho pulgadas para cañones sin retroceso y más de 92 millones de obuses de artillería de 105 mm. En Vietnam, los obuses de 105 mm mataron o mutilaron a cantidades innumerables de civiles, pero fueron días de auge para National Presto, que recibió por los menos 163 millones de dólares en contratos del Pentágono en 1970-1971 sólo para partes de obuses de artillería. Cerrada finalmente en 1980, la planta de defensa de la compañía fue mantenida en «lista de espera» por el gobierno hasta los años noventa, un acuerdo entre amigos que hizo ganar a Presto 2,5 millones de dólares al año por no producir absolutamente nada.
Al terminar la Guerra de Vietnam, National Presto volvió al mercado civil con una serie de nuevos artilugios para la cocina: en 1974, el PrestoBurger, una parrilla eléctrica rápida para una sola hamburguesa; en 1975, el
Hot Dogger; y en 1975, la freidora Fry Baby. En 1988, la compañía introdujo su extremadamente popular SaladShooter, seguido en 1991 por su pelador de patatas Tater Twister. Cuando se ralentizaron las ventas de sus SaladShooters, máquinas para palomitas de maíz, ollas a presión, freidoras, y parrillas, sin embargo, las armas volvieron a salvarla.
En 2001, National Presto decidió volver al juego de las armas. Meses antes del 11-S, el presidente de la compañía, Melvin Cohen, expresó temores de que una futura guerra podría significar la ruina para el negocio de artefactos para la cocina de la compañía. Como resultado, Presto adquirió al fabricante de municiones Amtec. En los años desde entonces, según las presentaciones a la Comisión de Valores y Cambios (SEC), Presto también ha «hecho otras adquisiciones complementarias en la industria de la defensa.» Estas han incluido a Amron, un fabricante de cascos de cartuchos de munición de mediano calibre (20-40 mm) y Spectra Technologies, que «participa en la manufactura, distribución, y entrega de municiones y de productos relacionados con suministros de guerra para el DoD y contratistas de primera línea del DoD.»
Esos tipos de municiones son extremadamente versátiles y son disparados desde vehículos terrestres, barcos y varios tipos de aviones – tanto helicópteros como aviones de alas fijas.
Además, en los meses después del 11-S, National Presto entró al negocio de los pañales, y lo estableció en su antigua planta de municiones. En 2004, con la hija de Melvin Cohen, MaryJo, a la cabeza, la compañía siguió expandiendo en el negocio de los productos para incontinencia de adultos. «Pasé un par de días con ellos puestos,» dijo la Cohen más joven al Milwaukee Journal Sentinel en esos días. «Son muy cómodos.»
En 2005, el Pentágono adjudicó a Amtec, de Presto, un trato quinquenal para su familia de balas de 40 mm. A fines del año pasado, ya había recibido 454 millones de dólares y esperaba que la suma llegara, al terminar el contrato, a más de 550 millones.
Tal como los casquillos de 105 mm del tipo producido por Presto fueron una pesadilla para la gente de Vietnam, la munición de 40 mm resultó ser desastrosa para los civiles en Iraq y Afganistán. Durante este año, la BBC informó sobre un típico ataque conjunto de EE.UU. y el Reino Unido contra una casa en Iraq en la que se habían refugiado insurgentes. Después de un intercambio de fuego en tierra, las fuerzas de la coalición pidieron un ataque aéreo. Según la BBC: «El avión disparó balas de cañón de 40 mm contra las dos casas, y finalmente lanzó una bomba sobre una de ellas. Se derrumbó. La otra casa fue incendiada. Los dos insurgentes en la casa fueron enterrados, pero lo mismo ocurrió con una cantidad de mujeres y niños.» Del mismo modo, en agosto, las noticias nos informan que tropas de EE.UU. pidieron un ataque aéreo de un AC-130 – que lleva cañones de 40 mm – que ayudaron a matar a aproximadamente 90 civiles en la aldea de Azizabad en Afganistán, según investigaciones del gobierno afgano y de Naciones Unidas.
Como en el pasado, la guerra ha sido un tiempo de auge para Presto. En 2000, antes del comienzo de la Guerra Global contra el Terror, las ventas anuales de National Presto llegaban a 116,6 millones de dólares. En 2007, totalizaron 420,7 millones, y más del 50% provino de la fabricación de armas. A principios de este año, Presto logró otro contrato por munición de 40 mm (por un monto adicional de 97,5 millones de dólares) para entregas en 2009 y 2010. Según cifras oficiales del DoD, entre 2001 y 2008 National Presto recibió más de 531 millones de dólares, mientras que Amtec se llevó otros 171 millones. Su total combinado, aunque no llega a colocar a Presto en el tercio superior de los contratistas de armas del Pentágono, es a pesar 702,8 millones de dólares – lo que no está mal para una compañía conocida por el corte y la trituración de vegetales.
La muerte es nuestro negocio y el negocio marcha bien
Estos días, la mayoría de los contratistas civiles de la defensa no son como Presto. General Tire and Rubber Company, por ejemplo, dominaba otrora un imperio empresarial que producía no sólo neumáticos para coches, sino minas antipersonal y mortíferas bombas de racimo. Actualmente la compañía parece haber abandonado sus días de aprovisionamiento de los militares de EE.UU. con tecnologías letales.
Dow Chemical atrajo típicamente la ira de manifestantes durante la Guerra de Vietnam por producir el agente incendiario Napalm que se pegaba y quemaba la carne de sus víctimas vietnamitas. Dow se salió del negocio del Napalm mucho antes de que terminara la guerra, pero, debido a protestas generalizadas en esos días, la compañía sigue sufriendo de ese legado.
En una Conferencia de Ética y Observancia en 2006, el presidente, director ejecutivo y jefe de Dow, Andrew Liveris recordó: «Creedme, tuvimos nuestra ración de desafíos éticos, en su mayor parte muy públicos… comenzando con la producción de Napalm durante la Guerra de Vietnam… cuando repentinamente pasamos de ser una compañía que hacía Saran Wrap [film plástico, N. del T.] para mantener frescos los alimentos a ser vista como una especie de máquina bélica… por lo menos según las caracterizaciones de la época.» Aunque Dow sigue siendo un contratista de la defensa, sus contratos con el DoD parecen no incluir la manufactura de armas de ningún tipo. En su lugar, tales compañías han cedido el terreno en gran parte a fervorosos «mercaderes de la muerte» – gigantes de la industria de armamentos como Alliant Techsystems (ATK), Lockheed Martin, y Boeing.
Ahora mismo, National Presto Industries podrá parecer un recuerdo de una era pasada en la que las compañías hacían regularmente tanto ítems inocuos para uso doméstico como armas pesadas. En una nueva economía de los tiempos difíciles, sin embargo, en la cual los dólares del contribuyente probablemente sigan fluyendo generosamente al Pentágono, ¿podría ser más bien un presagio del futuro? Después de haber demostrado que el equipamiento de verdaderas descargas mortíferas es más lucrativo que producir descargas de vegetales triturados, Presto se ha enriquecido en los años de guerra de Bush. En los hechos, ha funcionado mucho mejor que los grandes del negocio de los armamentos. Mientras las acciones de los máximos contratistas de la defensa Lockheed Martin, Boeing, y Northrop Grumman han perdido todos significativamente su valor en el pasado año – un descenso de 29,3%, 55,3% y 50.1%, respectivamente – el precio de la acción de National Presto había aumentado un 28,1% a mediados de diciembre.
No cuesta imaginar que más firmas civiles, especialmente aquellas que ya son contratistas del Pentágono, entren (o vuelvan) al juego de las armas. Después de todo, cuando los Tres Grandes fabricantes automotrices de Detroit andaban limosneando por un rescate hace sólo algunas semanas, utilizaron la participación persistente de EE.UU. en conflictos armados como argumento a su favor. Por ejemplo, Robert Nardelli, jefe ejecutivo de Chrysler, dijo al Senado que la quiebra de la industria automotriz «debilitaría la capacidad de nuestra nación de reaccionar ante desafíos militares, y amenazaría nuestra seguridad nacional.» Aunque el argumento fue descartado categóricamente por el teniente general en retiro del Ejército John Caldwell, presidente de la división de vehículos de combate de la Asociación Nacional Industrial de la Defensa, probablemente no lo habría hecho si las automotoras fabricaran más sistemas de armas.
¿Será Presto el modelo de vuelta al futuro para contratistas del Pentágono en los tiempos magros que se avecinan? Sólo el tiempo lo dirá. Por lo menos, parece que, mientras los estadounidenses permitan que el país haga guerras en el exterior, necesiten que sus ensaladas sean desmenuzadas y tengan problemas de vejiga, el futuro de National Presto Industries estará asegurado.
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Nick Turse es editor asociado y director de investigación de Tomdispatch.com. Ha escrito para Los Angeles Times, San Francisco Chronicle, Adbusters, the Nation, y regularmente para Tomdispatch.com. Su primer libro: «The Complex: How the Military Invades Our Everyday Lives,» una exploración del nuevo complejo militar-corporativo en EE.UU., fue recientemente publicado por Metropolitan Books. Su sitio en la red es: Nick Turse.com
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