El peor de los escenarios se desarrolla en la Comisión Nacional de Resarcimiento, CNR. El peor, con división, acusaciones y modus operandi irregular por parte de las organizaciones sociales representadas, es decir, de aquellos que intermedian para lograr la dignificación de víctimas y sobrevivientes del conflicto armado. Así, hemos conocido acciones de descalificación y linchamiento […]
El peor de los escenarios se desarrolla en la Comisión Nacional de Resarcimiento, CNR. El peor, con división, acusaciones y modus operandi irregular por parte de las organizaciones sociales representadas, es decir, de aquellos que intermedian para lograr la dignificación de víctimas y sobrevivientes del conflicto armado.
Así, hemos conocido acciones de descalificación y linchamiento político del «adversario», interpretaciones casuísticas de normas y procedimientos (entre ellas, el reglamento para la elección de nuevos representantes), críticas sin argumentación, silogismos sin premisas, confusión entre triunfos particulares en votaciones (específicamente en la votación) con triunfos y avances del proceso de resarcimiento.
La crisis en la CNR no es ajena a la historia del país: es consecuencia del daño psicológico y la desarticulación social provocada por la represión (Centro de Acción Legal en Derechos Humanos, Comunicado) daño que si se rastrea permite identificar (algunas de las) pautas de comportamiento destructivas observadas en (algunos de los) integrantes de la Comisión.
Tampoco es ajena a una parte de la historia de las organizaciones de izquierda, donde ha imperado e impera el sectarismo, la autocrítica parca y el monopolio de la verdad, lo que acerca peligrosamente la cultura política de aquellas a la cultura dominante, que pretendemos modificar.
Es en cierto modo, una crisis anunciada. Hace trece meses, recién instaurada la Comisión, se advertía públicamente de dos situaciones negativas: «Se ha tenido información de que personas inescrupulosas están ofreciendo facilitar el resarcimiento a cambio del pago de distintas cantidades de dinero. Asimismo, se conoce de personas que están utilizando el tema del resarcimiento para satisfacer intereses particulares, partidistas o sectoriales» (CNR, 15 de julio de 2004). Entonces no se hizo nada por remediar esas tendencias y ahora llegamos a una situación poco edificante, que amenaza con desbaratar el proceso de resarcimiento. Todo ello por «divisiones internas, luchas de poder e intereses personales y de grupo» (Miguel Ángel Albizures, el Periódico).
Organizaciones cerradas sobre sí mismas
En este sentido, la crisis en la CNR obliga a repensar el papel de intermediación de las organizaciones presentes en la misma y la legitimidad de algunos de los representantes. Aunque las generalizaciones son injustas, la mayoría de organizaciones han trabajado con su agenda propia y no con la agenda de las víctimas, con un comportamiento de «organizaciones cerradas sobre sí mismas» (Mario Palomo, www.albedrio.blogspot.org).
En este sentido, cabe preguntarse si puede remontarse la crisis actual con los mismos actores y esquemas que han colaborado a esta situación cercana al «desastre» (Albizures) o es hora de abrir paso a nuevas representaciones. Representaciones capaces no sólo de dignificar el resarcimiento sino de apoyar la reconstrucción del movimiento social: la crisis afecta negativamente la reorganización incipiente del movimiento social, la agenda maya promovida desde la Coordinadora Waqib´ Kej, y la hasta ahora esperanzadora conformación del Movimiento Indígena, Campesino, Sindical y Popular, donde algunos de los actores involucrados deben verse las caras cotidianamente. En conjunto, se verá afectada la solidez del movimiento social, en el peor instante: cuando ha sido aprobado en Estados Unidos el Tratado de Libre Comercio y su lógica de negociación asimétrica y acuerdos entre desiguales.
Una premisa ética: por nuestros muertos
Estas no son palabras de víctima, ni de dirigente social, ni de persona involucrada en el trabajo cotidiano del resarcimiento, donde probablemente se manejan claves más complejas de interpretación. Son palabras simples de observador de la realidad. Pero en ciertos momentos conviene retornar a la sencillez, aquella que está presente por ejemplo en los grandes ideales, y recordar premisas básicas y fundamentales, como estas:
1. El resarcimiento debe fundamentarse en la apertura, promover la unión y aplicar prácticas de tolerancia e inclusión en todos sus procedimientos.
2. El resarcimiento no puede anteponer agendas sectoriales a intereses generales, por muy legitimadas en liderazgos históricos que aquellas estén.
Hoy es necesario escuchar, no las palabras de otros dirigentes sociales ni las palabras de los medios de comunicación, sino las de las víctimas y sobrevivientes, olvidados en esta crisis. Por ejemplo, las palabras de Jacinto Yac, en la revista electrónica albedrío: «A mí me provoca una profunda tristeza ese conflicto que se está dando dentro de la CNR. La gente que vivió la noche obscura debe sobreponerse inteligentemente al sectarismo. Háganlo por nuestros muertos».