Si alguien debiera creer la versión oficial, la invasión de las tropas de Australia en Timor Oriental se debe a los más nobles motivos. Simplemente están allí para restaurar la paz y la estabilidad tras el colapso de la autoridad del gobierno. Pero esta ficción política ha sido desenmascarada por los acontecimientos de los últimos […]
Si alguien debiera creer la versión oficial, la invasión de las tropas de Australia en Timor Oriental se debe a los más nobles motivos. Simplemente están allí para restaurar la paz y la estabilidad tras el colapso de la autoridad del gobierno. Pero esta ficción política ha sido desenmascarada por los acontecimientos de los últimos días por la lucha de poder que inició la crisis y la trajo a la superficie.
La intervención del gobierno de Howard no tiene nada que ver con proteger los intereses de la gente de Timor Oriental. El objetivo es producir un «cambio de régimen» reemplazando al gobierno del Primer Ministro Mari Alkatiri por una administración más en consonancia con los intereses australianos.
Hay una vieja sentencia en política exterior que dice que no hay aliados ni alianzas permanentes, sólo intereses permanentes. Este es ciertamente el caso de Timor Oriental donde una de las principales preocupaciones del gobierno australiano, apoyado por el opositor Partido Laborista, ha sido asegurarse que otros poderes no tuvieran posibilidad de usar su influencia en lo que se refiere explícitamente al «patio trasero de Australia».
En 1999, el gobierno de Howard envió tropas para liderar la intervención militar de la ONU a fin de asegurar que Australia, más que el primer poder colonial, Portugal, ejerciera la mayor autoridad en el Timor Oriental post-independencia y estuviera en la mejor posición para explotar las valiosas reservas de gas y petróleo. Siete años después las motivaciones esenciales son las mismas.
El conflicto subyacente con Portugal se abrió el pasado viernes cuando el Primer Ministro John Howard aseguró durante una entrevista que la crisis de Timor Oriental era debida a una «pobre gobernabilidad». Era un ataque claro al gobierno de Alkatiri. La declaración fue respondida por el Ministro de Asuntos Exteriores portugués, Diogo Freitas do Amaral, que definió las afirmaciones de Howard como «una interferencia en los asuntos internos» de Timor Oriental. «No estamos de acuerdo con esta clase de declaraciones por parte de países extranjeros» añadió.
Pero Howard no fue disuadido. De hecho, decidió decir más en cuanto tuvo la siguiente oportunidad.
En una aparición en el programa matutino del domingo «Insiders» de la televisión ABC, Howard fue preguntado por «cuan malo» había sido el gobierno de Timor Oriental y sobre la responsabilidad de Alkatiri.
Howard dijo que no quería entrar «en comentarios detallados sobre los políticos del país» pero procedió a hacer justo eso. Era obvio, decía Howard, que el país no había sido bien gobernado los últimos años. Además dijo que no pensaba retractarse de los comentarios realizados dos días antes.
Inquirido sobre si los planes a largo plazo de Australia serían similares a los llevados a cabo en las Islas Salomón donde oficiales australianos se habían hecho cargo de los ministerios de finanzas, así como de la gestión de la policía y de las prisiones, Howard fue más allá.
«Bien, no descarto nada, pero no quiero declarar nada sobre lo que vaya a suceder o de lo que debiera suceder sin discutir antes del tema con los timoreses orientales» dijo. «Quiero decir, nos encontramos ante un camino complejo que recorrer. Por una parte, queremos ayudar, somos el poder regional que está en posición de hacerlo. Es nuestra responsabilidad el ayudar, pero quiero respetar la independencia de los timoreses. Sin embargo, por otra parte, deben desempeñar esa independencia o las responsabilidades de esa independencia con más eficacia de lo que lo han hecho los últimos años.
El «camino complejo» concierne a las actividades de los rivales australianos en la región, como indicaban los comentarios del ministro de asuntos exteriores portugués. Hasta el momento, el gobierno australiano ha tenido en su mano el contestar a estas presiones gracias al apoyo de Estados Unidos. De la misma manera que la administración Clinton respaldó la intervención de 1999, la Secretaria de Estado de Estados Unidos, Condoleezza Rice, ha dejado claro que su país respalda plenamente el último despliegue de tropas. En una conversación telefónica con el ministro de asuntos exteriores australiano, Alexander Downer, Rice dijo haberle preguntado: ¿Qué quiere usted que hagamos?
El foco inmediato del cambio de régimen es la reunión del Consejo de Estado, de carácter consultivo, que se celebra en estos momentos en Dili. Este ente, convocado por el presidente Xanana Gusmao, tiene la capacidad de despedir al gobierno de Alkatiri y nombrar a un supuesto gobierno de unidad nacional hasta las próximas elecciones que deben ser celebradas en Mayo.
Después de una reunión de 9 horas celebrada ayer, el consejo no llegó a tomar una decisión y las negociaciones continúan hoy mismo. Mientras, no habiendo decisión oficial, el ministro de Asuntos Exteriores de Timor Oriental, José Ramos Horta, dejó claro que, en lo que a él y a Gusmao se refiere, Alkatiri debe renunciar.
En declaraciones para la televisión ABC, Ramos- Horta dijo: «Lo que ahora es necesario es una solución de la actual crisis política que implica, obviamente, primero al primer ministro en el sentido que mucha gente quiere, el de su renuncia».
Cuando fue preguntado por su situación, Ramos-Horta, declina comentar nada, explicando que está envuelto en negociaciones con ambas partes.
En Timor Oriental la campaña para expulsar a Alkatiri, el lider del partido preponderante (Fretilin) lleva en curso algún tiempo. La situación ha estallado después de la decisión de Alkatiri de convertir en opcional la educación religiosa en lugar de obligatoria.
Este movimiento elemental de separación iglesia – estado provocó virulentas denuncias de la iglesia católica. Se celebraron manifestaciones con proclamas de expulsión de Alkatiri y el final de «su gobierno extremista». En una nota pastoral publicada en abril del 2005 la jerarquía eclesiástica en Dili decía que el gabinete contenía «Marxistas» que ponían en peligro la democracia. Asimismo se decía que el gobierno seguía políticas basadas en el «modelo chino» y en el «tercer mundo retrogrado».
De acuerdo con un reportaje del Asia Times, el embajador de Estados Unidos en Timor Oriental apoyaba abiertamente a la Iglesia en sus protestas callejeras contra el gobierno el pasado año, llegando incluso a acudir personalmente a una de ellas.
El pasado enero, un líder del Fretilin miembro del parlamento nacional, Francisco Branco, denunció que un conocido sacerdote emprendió una campaña para derribar al gobierno. De acuerdo con Branco, el sacerdote había explicado a los feligreses que la decisión de enviar estudiantes a Cuba convertiría a Timor en un país comunista y que Fretilin había planeado matar curas y monjas si ganaba las próximas elecciones.
Una vez emprendida la intervención militar, los media australianos, siguiendo al gobierno de Howard, incrementaron las denuncias al gobierno de Alkatiri.
En un comentario publicado el pasado sábado, el editor australiano, Greg Sheridan, calificó a Alkatiri como un «desastroso primer ministro, liderando la «llamada camarilla de ideólogos de Mozambique» en referencia al largo periodo de exilio de Alkatiri en otra colonia portuguesa durante la ocupación indonesia de Timor Oriental.
«La catastrófica decisión de convertir el portugués en lengua nacional de Timor Oriental, ilustra a la perfección el dogmatismo y grado de irrealidad del pensamiento de Alkatiri. Es una decisión que priva de derechos civiles a los jóvenes timoreses que hablan Tetun, Indonés o inglés. Atrinchera a la camarilla de viejos y dogmáticos marxista-leninistas del Fretilin y exacerba las divisiones en el seno de la sociedad de Timor Oriental. Además de no ayudar en nada a que los jóvenes de Timor Oriental se ganen la vida.»
Alkatiri y sus partidarios ni son marxistas ni son comunistas. Ni el gobierno de Howard ni sus voceros de los media están interesados en las políticas del gobierno para la gente de Timor Oriental. La oposición australiana a Alkatiri se basa en que Alkatiri y su facción buscan apoyos de otras potencias más relevantes, principalmente Portugal, y crecientemente, durante el último periodo, China, como contrapeso al imperialismo australiano.
Tras 4 años de intransigencia de Howard y Downer, el gobierno de Dili fue obligado el pasado año a posponer el acuerdo sobre fronteras marítimas entre los dos países 50 o 60 años. Según la ley internacional de fronteras que Australia rechaza reconocer, Timor Oriental tiene los derechos sobre la mayoría de los recursos de gas y petróleo. Sin embargo Canberra tuvo éxito a la hora de conseguir que Dili cesara en sus reclamaciones de soberanía sobre las áreas clave de recursos del mar de Timor durante dos generaciones; es el tiempo suficiente para que las principales fuentes de gas y petróleo se agoten.
Si Alkatiri fuera percibido como un aliado de Australia en Timor Oriental, más que como un obstáculo, la actitud del gobierno Howard, y correspondientemente, los comentarios en los mass media, habrían sido muy diferentes.
Para empezar los llamados soldados disidentes la rebelión de los cuales encendió la mecha de la crisis no serían retratados como sufridores de una injusticia. En su lugar, la decisión de despedirlos después de haber ido a la huelga hubiera sido aprobada. Los comandantes del ejército australianos en lugar de mantener contactos con los «rebeldes», los hubieran denunciado por organizar un motín, tomando las leyes por su mano y creando las condiciones del terrorismo. Sin embargo, la campaña para expulsar al gobierno de Alkatiri se ajusta perfectamente a los intereses australianos.
Estos intereses se centran en asegurar la posición australiana en una región donde crecen grandes conflictos de poder. Como un comentario del Australian financial Review apuntaba ayer, la rivalidad emergente entre Japón y China se está extendiendo por el Pacífico planteando un «desafío real a un gobierno que siempre afirma mantener magníficas relaciones con Tokio y con Pekín».
Señalando cuestiones ecónomicas a largo plazo que siempre han motivado la política exterior australiana en la región, el comentario proseguía: «Es útil recordar que en 1920, los planificadores estratégicos de Australia estaban preocupados porque Japón intentaba echar sus redes en los supuestos recursos petrolíferos del Timor portugués, y en 1975 se albergaba el miedo de que China manipulara a los independentistas timoreses de izquierda con objeto de obtener ventaja territorial.»
Ahora que es clara la existencia de recursos en gas y petróleo, la rivalidad entre Japón y China por la energía plantea crecientes desafíos a Australia, añadía el comentario.
Una de las maneras de satisfacer estos retos es asegurar que un régimen «fiable» se establezca en Dili. Este es un factor subyacente importante en la lucha de poder que se desarrolla en la capital de Timor Oriental.
Nick Beams es un analista político australiano
Traducción para www.sinpermiso.info : Txomin Martino