Los días 26 y 27 de Junio volverá a reunirse el G-20, esta vez en Toronto (Canadá). Por el momento no está levantando las expectativas y ríos de tinta de anteriores ediciones, especialmente de la primera celebrada en Londres. Pero tampoco está provocando la respuesta que merece. Es por ello que hay que reactivar su […]
Los días 26 y 27 de Junio volverá a reunirse el G-20, esta vez en Toronto (Canadá). Por el momento no está levantando las expectativas y ríos de tinta de anteriores ediciones, especialmente de la primera celebrada en Londres. Pero tampoco está provocando la respuesta que merece. Es por ello que hay que reactivar su denuncia y movilizarse con acciones reivindicativas en el conjunto del Estado en torno a esas fechas, tal como se acordó en el encuentro de organizaciones sociales, cívicas y políticas celebrado el pasado 6 de junio en Barcelona.
Pero veamos antes algunos antecedentes: El G-20, heredero del G-8 que formaban tan solo las potencias centrales más Rusia, hubo de ampliarse ante el surgimiento como actores politicos y económicos de la potencias emergentes, los BRIC más Sudáfrica. Si bien sigue careciendo de representatividad y legitimidad y hurta cuanto menos a la ONU, parte sustancial del papel que esta debiera jugar, si no se encontrara maniatada por los intereses de los EE. UU y la Unión Europea.
El G-20 trata de sustituir por la vía de los hechos a un gobierno mundial democrático y consensuado. Se ha constituido en un proceso de cooptación de sus miembros por el grupo de los 8, ante la evidencia de la pujanza de los BRIC, Brasil, Rusia, China e India y la necesidad de contar con ellos para cualquier acuerdo económico en la partida mundial de ajedrez en que se ha convertido el dominio y reparto del mundo.
El G20 se auto impuso en su primera reunión de Londres en Febrero de 2009 el objetivo de someter a estudio la reforma del sistema financiero mundial. Esto no se ha cumplido. Su conformación caprichosa y la divergencia de intereses entre estados emergentes y las potencias centrales, son y serán un obstáculo para la adopción de acuerdos económicos globales.
Pero tampoco, los»mercados» es decir los capitalistas, los ricos del mundo con sus bancos y sociedades gestoras de intereses, permitirán regulaciones efectivas que cierren el «casino económico» o impidan seguir colocando sus productos financieros especulativos y los beneficios que les depara.
En primer lugar, el club de los 20 está constituido por grandes competidores entre sí, en el reparto del comercio mundial. Tienen visiones diferentes tanto sobre la economía como en el terreno político. Además, la correlación real de fuerzas ha cambiado mucho desde que estalló la crisis financiera mundial, sobre todo desde 2007 hasta la fecha.
El G-20 se mueve dentro de los parámetros del capitalismo neoliberal y su objetivo de refundarlo o reformarlo ha sido su primer fracaso. La presencia de China, entre otros países, no modifica nada, tales objetivos.
La creación de fondos solidarios con países en desarrollo y/o empobrecidos ha sido encomendada a su principal arruinador, al FMI. Esto es como poner la zorra a guardar el gallinero. Dichos fondos no han pasado de la fase de estudio para su posterior implementación.
Proclamas imprescindibles por otra parte como la eliminación de los paraísos fiscales, cuentan con la reticencia de los EE.UU, diga lo que diga Obama y por supuesto también de Gran Bretaña. No sólo porque una parte importante de ellos están en dominios británicos sino porque las principales plazas off shore son los centros financieros de Londres y Nueva York. Incluso China ha heredado dos -Macau y Hong Kong- y se sirve de ellas para muchas de sus exportaciones.
El G20 está, pues, desautorizado. Ha demostrado su incapacidad de ponerse de acuerdo, y ni siquiera cuestiona la lógica del capitalismo. Es una reunión entre países competidores deseosos de repartirse el pastel con lo cual no tiene futuro. Además forman parte del selecto club algunos otros estados que tienen asignado de hecho el papel de comparsas con el fin de preservar ciertos equilibrios políticos continentales, y sin que su opinión tenga un peso reseñable.
Pero lo más condenable del G20 es la burla a la democracia y al derecho internacional. Hurta los cauces reconocidos legalmente en tratados internacionales, cauces que, como la ONU, incluso reconociendo sus múltiples carencias y falta de transparencia, están más legitimados para buscar soluciones a la crisis económica global.
El G192, podría ser un Foro mucho más representativo y adecuado. De hecho ya se reunió en Julio de 2009 en la ONU bajo el auspicio de la Asamblea General de Naciones Unidas, presidida por el Padre Miguel D. Escoto, un nicaragüense sandinista, que consiguió reunir un importante grupo de países a pesar de las prácticas obstruccionistas del G20 y de Europa, y partiendo de una serie de trabajos previos en los que participaron sindicatos, ONGs de Desarrollo, ATTAC y otros movimientos sociales así como economistas de diversas escuelas y orientaciones.
La llamada comisión Stiglitz, por el nombre de su coordinador, contó con personas como Fracoise Houtardt y Pedro Páez este último ex ministro del Ecuador. Elaboró un estudio con propuestas de control y regulación de los mercados de capital destinadas a poner fin a la opacidad, y apoyar el desarrollo y combatir la pobreza en el mundo. Por supuesto el G192 fue censurado por la prensa corporativa occidental y sus resultados fueron papel mojado a pesar de haber sido rebajados por Brasil, por los EE.UU y por la Unión Europea que alegaron la búsqueda de un «consenso» para dar su aprobación.
Más recientemente Evo Morales ha conseguido reunir al G77 más China, en la sede de la ONU con el fin de poponerles a los estados empobrecidos, en desarrollo o emergentes, una gobernanza democrática mundial como alternativa al G20.
Es pues necesario que ante el G20 y lo que significa, las clases populares y obreras del mundo, los sectores oprimidos y todos y todas los excluidos del mundo, la ciudadanía mundial activa, haga valer sus reivindicaciones y exija formas más democráticas del gobierno mundial, una economía más participativa y más social frente intento de unos poderosos incapaces de ponerse de acuerdo, de repartirse el mundo entre ellos.
Estamos ante una suerte de gobierno mundial no elegido, carente de legitimidad democrática y que tiene como principal brazo ejecutor al FMI, verdardero experto en extender la pobreza, la explotación de las clases trabajadoras y el recorte de sus salarios y derechos sociales. Autentico caballo de Atila en el proceso de privatizaciones y la punta de lanza en el desmontaje del estado social y/o del bienestar.
Mientras las gentes del mundo sufren las consecuencias del neoliberalismo, este trata de rehacerse a través del G20. Los capitalistas que se estrellaron, están recuperando el control de la economía mundial para seguir sumiendo en la pobreza y la explotación a los pueblos arruinados pero también a las clases trabajadoras de Europa y de Norteamérica. Un ejemplo de esto son las medidas antisociales impuestas al pueblo griego por la UE y el FMI, el tijeretazo del Gobierno de España, o las medidas de recorte del gasto público que se generalizán en la UE con la excusa de reducir el déficit y que van a dificultar la recuperación económica y profundizar la recesión especialmente en los estados con más dificultades económicas.
Por todo eso, es necesario movilizarse y expresar en calles y plazas del Estado Español, y del Mundo entero nuestra oposición a este club antidemocrático. Exigir:
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La supresión del G20 por ilegitimo y la búsqueda de formas de gobernanza democráticas, al menos en la línea del G192.
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La aplicación e implementación de los acuerdos del G192 y del G77 que son mucho más participativos y democráticos, y como primer paso hacía una sociedad más justa.
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La eliminación inmediata de los Paraísos Fiscales y de la opacidad bancaria.
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El reconocimiento pleno de los derechos democráticos y sociales de las clases trabajadoras y de las mujeres del mundo.
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El derecho a una vida digna para todos los pueblos del planeta. El reparto de la riqueza concentrada en unos pocos y fin de la especulación.
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El fin de las guerras de ocupación imperialista y la dedicación de los exorbitantes gastos militares en favor de los pobres y los más necesitados.
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Alto a las privatizaciones de empresas y servicios públicos que propone el FMI.
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Una nueva moneda de cambio mundial que acabe con la primacía del dólar y de sus secuelas.
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El reconocimiento de los legítimos derechos de los pueblos que luchan por su autodeterminación.
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La democracia Económica frente a capitalismo especulativo y por una economía al servicio de las personas.
Firman (*):
David Arrabalí, Rosa Cañadell, Manolo Colomer, Armando Fernández Steinko, Anna Gabarró, Eduardo Luque, Carlos Martínez, Manolo Monereo, Carmen Murias, María Dolores Nieto, Diosdado Toledano
(*) Participantes en el proceso constituyente de la Asociación político-cultural Socialismo21
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