La inmigración y la pobreza sufren una paulatina feminización
El II Foro Social Mundial de las Migraciones propugnó la visibilización de la situación de las trabajadoras migrantes con el reto de alcanzar la ciudadanía universal y el respeto de sus derechos humanos.
En el seminario Derechos de las mujeres trabajadoras inmigrantes las diferentes participantes hicieron especial hincapié en el análisis diferenciado que merece la situación de las trabajadoras migrantes dentro del contexto general del hecho migratorio y los derechos humanos, a partir de la constatación de que la perspectiva de género añade un componente específico a este proceso migratorio por la paulatina feminización de la pobreza, del sector terciario y de la propia emigración.
En este sentido, se señaló cómo las migrantes sostienen con su trabajo al sostenimiento del actual modelo injusto y que rige en los estados receptores de mujeres trabajadoras migrantes y en los hogares de dichos estados; un modelo de relaciones económicas, familiares, sociales y laborales que es contrario a la lógica de los derechos humanos.
Así, María Valles, miembro de la CEAR en Madrid, trató específicamente la situación de las mujeres migrantes que trabajan en el servicio doméstico, destacando la invisibilización de la situación de las nuevas formas de servidumbre y esclavitud que en muchas ocasiones sufren dichas trabajadoras, con la correspondiente ausencia absoluta de derechos y de reconocimiento social, lo que las convierte en un grupo especialmente vulnerable. Por este motivo, lanzó la propuesta de convertirlo en un verdadero trabajo digno, prohibiendo su contratación como internas, así como fomentar su asociacionismo y conocimiento de los movimientos sociales y sindicales.
Por su parte, Ebel Mc Ginley del Community Worker Migrant Rights Centre Ireland (MRCI-Irlanda), abogó para que los problemas privados se hagan públicos, dando a conocer su situación y fomentando su ciudadanía activa y participativa a través de la formación y del acceso a la participación política en sus estados de acogida.
Julieta Montaño, Directora de la CEPAL en Bolivia, destacó la comodidad para los países expulsores, receptores de remesas de estas trabajadoras, y de los estados receptores, cuyos ciudadanos ven satisfechas sus necesidades, prioritariamente, en el ámbito de la asistencia a personas dependientes y los servicios domésticos, y donde frecuentemente se da la paradoja de que mujeres son sostenidas en condiciones precarias por otras mujeres que crecen a su costa.
Finalmente Nieves Rico, Oficial de Asuntos Sociales de la CEPAL en Argentina, afirmó el cambio que la emigración de mujeres trabajadoras provoca en las sociedades receptoras a través de la transnacionalización de afectos, cuidados y cultura y las contribuciones que éstas realizan a los sistemas de protección social.
Todas ellas propugnaron la lucha por una ciudadanía de dichas trabajadoras migrantes y por la construcción de una autonomía económica y política, para revertir el actual marco de relaciones laborales y personales de servidumbre con el fin de que otro mundo, que es posible, urgente y necesario, se haga una realidad.